Ha pasado el tiempo de la poesia. Al comienzo
de la era que se abre con dos solitarias bombas, que mataron de una sola vez
a cien mil personas, no hay por que poetizar o buscar reconditas interpretaciones. No hay para ellos el lenguaje de un Goethe o un Danta, no existe un Homero que los traslade al verso inmortal, sino unicamente las sencillas palabras de aquellos que narran lo que vieron con sus propios ojos. William
L. Lawrence, corresponsal del New York Times, escribio a bordo del avion que
lanzo la bomba atomica sobre Nagasaki: |
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Nos
quitamos las gafas despues del primer rayo, pero la luz permanecio, una
luz azulada-verdosa, que ilumino todo el firmamento a nuestro alrededor
de un modo fantasmagorico.
Una enorme onda explosiva hizo temblar a nuestro avion desde la cabina de mando hasta la cola. Siguieron cuatro movimientos mas, cada uno de los cuales hizo temblar nuestra maquina como si hubiese sido alcanzada por una granada. Nuestros observadores, alojados en la cola del aparato, vieron una
gigantesca bola de fuego que parecia salir de la tierra y que despedia grandes
anillos de humo, blancos. Cuando nuestro aparato se dirigio hacia el lugar de la explosion,
la columna de fuego habia alcanzado ya nuestra altura. Callados y conmovidos contemplamos el meteoro, que parecia surgir de la tierra, en vez de caer del cielo, asumiendo una vida propia y tenebrosa a medida que subia a traves de las blancas montañas de nubes. |
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Nos
quitamos las gafas despues del primer rayo, pero la luz permanecio, una
luz azulada-verdosa, que ilumino todo el firmamento a nuestro alrededor
de un modo fantasmagorico.
Una enorme onda explosiva hizo temblar a nuestro avion desde la cabina de mando hasta la cola. Siguieron cuatro movimientos mas, cada uno de los cuales hizo temblar nuestra maquina como si hubiese sido alcanzada por una granada. Nuestros
observadores, alojados en la cola del aparato, vieron una gigantesca bola
de fuego que parecia salir de la tierra y que despedia grandes anillos de
humo, blancos. Cuando
nuestro aparato se dirigio hacia el lugar de la explosion, la columna de fuego
habia alcanzado ya nuestra altura. Callados y conmovidos contemplamos el meteoro, que parecia surgir de la tierra, en vez de caer del cielo, asumiendo una vida propia y tenebrosa a medida que subia a traves de las blancas montañas de nubes. |
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