Para detener otra carrera nuclear Como una carrera diplomática para detener una ya desplegada carrera armamentista en Asia pueden interpretarse los llamamientos del Grupo de los 8 a India y Pakistán, envueltos en una escalada de impredecibles consecuencias. Entre
las alternativas barajadas es positivo que se hayan considerado los acuerdos
entre la Argentina y Brasil en materia de salvaguardas nucleares. Pero la comparación acaba allí. En aquel caso no se habían desarrollado armas de destrucción masiva como sí ha ocurrido en el que actualmente enfrenta a Pakistán y la India. Muy otras son, al mismo tiempo, las condiciones históricas, los antecedentes y la propia entidad de la rivalidad y del conflicto. Actualmente
se juega no sólo la posibilidad de una escalada bélica en
Cachemira, sino también el destino de los tratados internacionales
de no proliferación y prohibición de ensayos nucleares.
Pero la posibilidad de que ello genere un efecto de contagio en otros países que están fuera de los convenios internacionales es tan preocupante y peligrosa como el conflicto indio-paquistaní mismo. El G-8 aparece, así, en escena con un llamado a cerrar filas detrás de los tratados internacionales, y en esta línea sumó ejemplos de países que, como el nuestro, Brasil, Ucrania y Sudáfrica, renunciaron al desarrollo de armas nucleares. Pero
a lo que los cancilleres de los países industrializados y Rusia
están apuntando, al mismo tiempo, es a proteger los intereses de
las cinco potencias nucleares sobre las que ha descansado, desde Hiroshima
y hasta el fin de la Guerra Fría, la paradójica seguridad
y contención de la disuasión atómica. Las once pruebas atómicas realizadas en una de las regiones más pobres del planeta han oficiado de tenebroso recordatorio sobre el papel de los Estados nacionales como actores centrales en este mundo globalizado; sea para la destrucción y la guerra, sea para la paz y el desarrollo. Editorial Diario Clarin, Lunes 15 de junio de 1998
DECLARACIONES
EN JORDANIA DEL EX PREMIER LABORISTA Es
la primera vez que un alto dirigente admite que Israel posee esa capacidad
atómica Shimon Peres, ex jefe de gobierno israelí, reconoció ayer indirectamente y por primera vez en forma pública que Israel posee potencial atómico bélico.Israel no hubiera llegado a los acuerdos de Oslo sin su potencial atómico, dijo Peres aludiendo a que, sin un Israel fuerte, no hubiera sido posible el proceso de paz con los árabes. Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) firmaron en Oslo, en 1993, un acuerdo sobre la autonomía palestina cuya aplicación está estancada desde 1996. Desarrollamos
la opción nuclear no para llegar a Hiroshima, sino para llegar
a Oslo, dijo el ex premier laborista admitiendo indirectamente la existencia
de armamento nuclear. Según expertos occidentales, Israel tiene entre 100 y 200 cabezas nucleares, susceptibles de ser montadas en misiles balísticos como el Jericó. Israel, como India y Pakistán, no firmó el Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP) y se niega a recibir inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). El
reconocimiento de Peres, el más claro por parte de un dirigente
israelí sobre el tema hasta el momento, fue realizado durante una
conferencia que ofreció en la Academia de Liderazgo en Ammán,
capital de Jordania. Fuimos atacados porque nuestros vecinos pensaban que podían vencernos. Quisimos crear una situación en la que no existiera más la tentación de atacar a Israel, dijo.Peres, ministro y jefe de gobierno en varias oportunidades desde los años 60, fue director del Ministerio de Defensa en 1948, poco después de la creación del Estado de Israel. Desde este puesto y en total acuerdo con David Ben Gurion -entonces jefe de gobierno y ministro de Defensa- dirigió la construcción del reactor nuclear de Dimona en el desierto de Neguev (en el sur del país). La posición oficial de Israel es que se trata de un reactor con fines civiles, pero al impedir su control internacional alentó las versiones publicadas en el mundo entero acerca de los fines militares de Dimona. En 1986, Mordejai Vanunu, un joven estudiante que había trabajado como técnico en el reactor nuclear, entregó al Sunday Times de Londres una importante serie de fotografías y datos específicos que recopiló durante años de trabajo, y de los que se desprenderían pruebas fehacientes de que el de Dimona es un reactor de uso militar y que Israel tendría en su poder, como mínimo, una centena de bombas atómicas preparadas para ser disparadas sobre misiles tierra-tierra.Vanunu fue secuestrado poco después en Roma por agentes del Mosad (servicio de inteligencia israelí). El secuestro, el posterior juicio a Vanunu por traición a la patria y las difíciles condiciones de su presidio, en total incomunicación, abonaron aún más la veracidad de la versión publicada por el Sunday Times.Israel, que lanzó su programa nuclear en los años 1950 con la ayuda de Francia, a nivel oficial, resguardó durante décadas la política de nebulosa alrededor de su capacidad atómica. Al igual que la India y Pakistán, Israel afirma que no será el primer país en usar la opción nuclear en el Oriente Medio.Por su parte, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, que se encuentra en China en busca de ayuda para revivir las estancadas conversaciones de paz con Israel, dijo ayer que Beijing debería tener más influencia en destrabar esa situación y consideró que la causa palestina, que es la consecución de un Estado independiente, está a punto de alcanzarse, aunque las conversaciones de paz estén estancadas. El primer ministro chino Zhu Rongji apoyó la justa causa palestina y consideró que Israel cometía un error al demorar la retirada de sus tropas de Cisjordania. La seguridad no se logra con armas nucleares, sino con la coexistencia pacífica, aseguró Zhu. SHLOMO SLUTZKY. Tel Aviv. Especial para Clarín, 15.07.1998 |
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