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El recuerdo de los ocupantes del Enola Gay
Dos tripulantes dijeron a LA NACION que sólo cumplieron con
su trabajo y que así se pudo terminar la guerra
WASHINGTON.-
¿Y si "la" bomba no hubiera explotado sobre Hiroshima?
¿Sería distinta la historia? "Ah, no lo sé,
pero cuando conté hasta 43 y no explotó, sí
que me preocupé", cuenta a LA NACION Morris Jeppson,
el artillero que activó la primera bomba atómica,
a bordo del ya mítico bombardero B-29, bautizado Enola Gay,
30 minutos antes de lanzarla sobre la ciudad japonesa. Hoy, hace
60 años.
"Quizás
eché una maldición, la verdad que no lo recuerdo.
Pero entonces todos comenzaron a gritar que veían un flash
increíble y segundos después nos golpeó la
onda expansiva. Entonces supe que había detonado y habíamos
cumplido con nuestro trabajo", recuerda Jeppson, ahora de 82
años, desde su casa en las afueras de Las Vegas.
El
"trabajo" los hizo ingresar a la historia como los responsables
de haber lanzado la primera bomba atómica sobre una población
civil durante una guerra. "De inmediato supe que muchos miles
estaban muriendo allí abajo. Pero también que probablemente
habíamos terminado con la guerra", dice, sin soberbia,
sin dolor.
Jeppson
y los otros once tripulantes de aquel B-29 se convirtieron en héroes
de inmediato, junto a sus colegas del Bockscar, el avión
que lanzó la otra bomba atómica sobre Nagasaki. Luego
fueron criticados y, por último, casi olvidados. Hasta que
llega un nuevo aniversario, se reavivan los recuerdos y reaparecen
las llamadas.
"Uy,
usted no se imagina la cantidad de llamadas que recibe mi marido
cada vez que se acerca el 6 de agosto", explica a LA NACION
la esposa de Theo Van Kirk, el navegante del Enola Gay. |
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Un
matrimonio norteamericano viajó a Hiroshima para pedir perdón
por el lanzamiento de la bomba
Foto: EFE
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"El
Danés" Van Kirk tiene ahora 84 años y el rostro
y la panza de un abuelo ideal para una publicidad televisiva. Junto
con Jeppson y el comandante y piloto Paul Tibbets son los únicos
tres de aquel vuelo que siguen vivos. "Pero Paul está
harto. Cumplió 90 en febrero, le duele la espalda y llegó
al punto en que no quiere hablar más de esto", dice
Van Kirk. Sin embargo, Tibbets declaró ayer que "no
dudaría en volver a hacerlo" (lanzar la bomba). En una
declaración conjunta, Tibbets, Jeppson y Van Kirk dijeron
que "el presidente Harry Truman no tenía más
opción que utilizar la bomba".
Jeppson,
anteojos, mandíbula firme y más parco que su compañero,
tampoco quiere recordar demasiado, pero se suelta con el correr
de los minutos.
"Durante
las 12 horas que duró el vuelo entre Tinian (en las islas
Marianas) y Hiroshima estábamos muy nerviosos. Theo (Van
Kirk) nos iba dirigiendo hasta que el bombardero (el mayor Tom Ferebee)
decidió que veía lo suficiente para tirar la bomba.
Y mi responsabilidad era chequear los instrumentos de la bomba y
tenerla lista para que Tom pudiera tirarla cuando quisiera. En teoría
debía explotar 43 segundos después de ser arrojada.
Por eso me asusté cuando llegué a 43 y no pasó
nada, pero de los nervios me había apurado al contar",
recuerda.
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Un
grupo de monjes budistas ora por las victimas de Hiroshima (EPA)
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Sin
dormir
Veterano
de 58 misiones sobre Alemania e Italia, Van Kirk no durmió
la noche previa. "¿Cómo iba a dormir después
de que me contaron lo que íbamos a hacer? No sabíamos
si nos iba a volar en pedazos a nosotros en cualquier momento
o si iba a funcionar cuando la arrojáramos", razona.
Pero
funcionó. A las 8.15 y a una altura de unos 580 metros
sobre Hiroshima se produjo la fisión nuclear.
Unas
66.000 personas murieron en cuestión de segundos y se estima
que otras 74.000 murieron con el correr de los días, meses
o años por efectos de la radiación. El 9 de agosto,
la bomba Fat-Boy sumó otros 40.000 muertos inmediatos en
Nagasaki y otros muchos después. Era el final de la Segunda
Guerra Mundial y del mundo como se conoció hasta entonces.
Comenzaba la escalada atómica y la Guerra Fría.
Pese
a las críticas que han afrontado con el correr de las décadas,
los tripulantes del Enola Gay, nombre de soltera de la madre de
Tibbets, recuerdan que la visión era muy distinta entonces,
en particular para quienes estaban en los frentes de combate.
"Llevábamos
cuatro años en guerra sin parar, a mi lado murieron 4 compañeros
e hirieron a otros 3. Y cuando volvimos a nuestra base luego de
lanzar aquella bomba yo estaba feliz: nos íbamos a casa",
dice Van Kirk, quien se había enlistado en 1940, a los
19 años
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Jovenes
rinden su homenaje a las victimas de Hiroshima durante los actos
conmemorativos del 60º aniversario
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Al
igual que Tibbets y Jeppson, Van Kirk también se perturba
al recordar la ola antibelicista que envuelve desde hace décadas
aquella misión y cómo es equiparada, ahora, al ejemplo
máximo de la estupidez y la locura humana.
"Las
imbecilidades que han circulado para fortalecer esos argumentos
son increíbles. Ninguno de nosotros terminó loco,
ni se hizo monje de clausura, como se rumoreó. Vivimos
vidas normales. Estoy casado, tengo 4 hijos y 7 nietos",
dice desde Georgia.
Tibbets
ascendió a general y, tras dos décadas más
en la fuerza aérea, se retiró; Van Kirk llegó
hasta mayor antes de retornar a la vida civil con 17 medallas
y condecoraciones. Pero sólo Jeppson siguió vinculado
con la dimensión nuclear que ellos ayudaron a abrir. Tras
la guerra, trabajó en el Laboratorio Lawrence Livermore,
del gobierno estadounidense, en un equipo que desarrolló
armas termonucleares.
"Volvimos
agotados de aquella misión. Pero no recuerdo que aquella
noche haya tenido problemas para dormir -afirma-. Y para que le
quede claro: ni aquella noche, ni desde entonces."
Por
Hugo Alconada Mon
Corresponsal en EE.UU.
La Nacion, 6 de agosto de 2005
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