Por
entonces teniente coronel de la Fuerza Aérea de Estados
Unidos, sólo tenía 30 años cuando despegó
con su B-29 y los once tripulantes de una base estadounidense
en las islas Marianas. El bombardero fue bautizado como Enola
Gay, el nombre de la madre de Paul Tibbets.
El
6 de agosto de 1945 a las 2.45 de la mañana, el Enola Gay
fue cargado con la bomba Little Boy, que fue lanzada sobre Hiroshima
sobre las 8.15.
Pero
Tibbets declaró en 2003 que no estaba arrepentido. "Fue
lo que detuvo la guerra", dijo al Columbus Dispatch. "Salí
para parar definitivamente la matanza", destacó.
A
pesar de que el piloto vio poco de la devastación causada
en Hiroshima -volteó el avión rápido sin
poder observar demasiado-, caminó por las calles de Nagasaki
unas semanas después de que la segunda bomba atómica
fuera lanzada sobre esa población. Estuvo en el lugar para
saciar una " curiosidad académica", explicó.
Promovido
a general de brigada en 1959, Tibbets abandonó las Fuerzas
Armadas en 1966, para dedicarse a volar aviones privados en Europa,
y luego en Ohio.
El
piloto fue objeto de una gran cantidad de leyendas urbanas, que
hablaban de que fue encarcelado, internado o de que se suicidó
por el peso de la culpa. " Decían que estaba loco",
dijo en 2003, " que era un alcohólico, que entraba
y salía de instituciones. En ese momento, dirigía
el Centro Nacional de Crisis en el Pentágono", destacó.
Nacido
en Quincy, Illinois, el 23 de febrero de 1915, se alistó
como cadete de la Fuerza Aérea en 1937.
En
1942 fue promovido a comandante de escuadrón del Escuadrón
Bombardero 340 y estuvo en 25 incursiones aéreas en la
entonces ocupada Europa.
Regresó
a Estados Unidos en marzo de 1943 para probar la capacidad de
combate de los B-29, lo que lo llevó a convertirse en el
piloto de ese avión con mayor experiencia, tras acumular
cerca de 400 horas de vuelo.
Estuvo
brevemente en el Proyecto Manhattan en septiembre de 1944 y le
ordenaron organizar y entrenar una unidad para supervisar la modificación
del B-29 para que pudiera transportar la bomba.
Los
científicos previnieron a Tibbets: el avión debía
volar a 31.000 pies (9.448 metros) y la bomba explotar a 600 metros
de altura. Cuarenta y tres segundos después de que Little
Boy fuera lanzada, se produciría su deflagración.
Si
la tripulación quería sobrevivir, debía alejarse
velozmente para no ser alcanzada por la onda. La nave logró
realizar la maniobra, aunque fue sacudida por la onda.
Fuente:
AFP www.perfil.com, 2 de noviembre de 2007