Agoniza
1978, y los festejos triunfalistas y desbordantes del mundial de fútbol
pretenden desvanecer las cerradas nubes que ensombrecen el horizonte
del país.
Vive
la Argentina horas inciertas. Hay un creciente estado de malestar, y
son muchos los que presienten jornadas de incertidumbre, de dolor acaso.
Una noticia sacude a General Rodríguez en aquellas horas de zozobra:
La amenaza de padecer un bombardeo aéreo y la comunidad, en un ambiente
cargado de electricidad, se moviliza. Los hombres parecen ya incapaces
de conjurar los peligros que acechan y, por eso, los rodriguenses rezan
y su oración tiene, en su iglesia y en la misa de aquella nochebuena
del Domingo 24 de Diciembre de 1978, con sus naves desbordadas de fieles
una emoción más apasionada que nunca.
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