INCONDICIONALES

Inconditionales Pro Sancta Ecclesia

 
IDEARIO DE VIDA
 

IV. DE LA OBEDIENCIA

29. Los incondicionales expresan en la obediencia su incon­dicionalidad de un modo privilegiado y desean por ella dar testimo­nio y ser estímulo en la Iglesia. Su obediencia será: sobrenatural, humilde, total, pronta, fácil, generosa, gozosa, amorosa, sencilla, uni­versal, incondicional.

30. En la ejecución de lo que les han mandado y en el cum­plimiento de las obligaciones y encargos que les confiaron han de emplear todas las fuerzas de su inteligencia y de su voluntad, los dones de la naturaleza y de la gracia. Harán las cosas lo mejor que sepan y puedan. Jamás actuarán con reticencias, reservas ni resisten­cias pasivas.

31. Los sacerdotes diocesanos consideren y traten a su Obispo como a padre y superior; le obedezcan exacta y puntualmen­te, con gozo y perseverancia; le respeten; sean sus próvido s colabo­radores siempre y en todo; le hagan presente en las comunidades que presiden y animan; formen con él un único presbiterio. Permanezcan unidos a él no sólo por vínculos jurídicos, sino también y sobre todo amistosa y cordialmente.

32. Los religiosos incondicionales obedezcan a sus superiores incondicionalmente; observen cuidadosamente las Reglas y Constituciones y nada hagan contra ellas ni al margen de ellas. Han de ver en sus Constituciones el medio específico de su santificación per­sonal y la garantía objetiva de vivir auténticamente su propio carisma.

33. Los laicos incondicionales reconozcan gustosamente y acepten incondicionalmente el magisterio de la Santa Iglesia; acojan amorosa y filialmente el parecer de la sagrada jerarquía en materia de fe y de costumbres; amen a los sacerdotes, los arropen con su com­prensión, cariño y oración; colaboren con ellos en la pastoral dioce­sana; se sientan responsables también de la edificación de la Iglesia y constructores de la unidad.

34. Todos los incondicionales sientan siempre y en todo con la Iglesia guiados por los siguientes criterios:
"En ocasiones, el magisterio, asistido por el Espíritu Santo declara absolutamente incompatibles con el Evangelio unas determi­nadas opiniones humanas o un sistema ideológico. En otras ocasio­nes, orienta una discusión teológica, señalando los límites dentro de los cuales se puede ésta mantener y permitiendo o incluso fomentan­do el diálogo entre las distintas posiciones".

"Puede ocurrir también que mientras se desarrolla un debate doctrinal a nivel científico, el magisterio apostólico, teniendo en cuenta el bien común de los creyentes y para evitar estados de incer­tidumbre y confusión, propague una doctrina común sólidamente fundada; esta doctrina destinada principalmente a la predicación y a la catequesis, no impedirá que los expertos continúen profundizando la cuestión".

"Mientras no se aclaren las cuestiones, el ministerio jerárqui­co procura sobre todo, como norma general, reforzar la caridad y concede la primacía a la concordia de la comunidad eclesial" (cf. CE 39-40). A esta concordia han de colaborar plenamente los incondi­cionales con su obediencia incondicional a la normativa disciplinar de la Santa Iglesia.
"Los obispos cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la ver­dad divina y católica; los fieles por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer de su obispo en materia de fe y de costumbres cuando él las expone en nombre de Cristo. Esta religiosa sumisión de la voluntad y del enten­dimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con since­ridad se preste adhesión al parecer expresado por él según el deseo que haya manifestado él mismo, como puede descubrirse ya sea por la índole del documento, ya sea por la insistencia con que repite una misma doctrina, ya sea también por las fórmulas usadas" (LG 25).

35. Los incondicionales han de ser fieles cumplidores de las leyes civiles justas; observarán cuidadosamente las normas que regu­lan la convivencia humana; serán fieles a sus deberes profesionales y a los compromisos adquiridos. Cumplirán sus deberes con espíritu sobrenatural, fidelidad, diligencia y exactitud.
. No desacrediten a la autoridad legítima ni siembren la des­confianza hacia ella, antes bien, fomenten el respeto hacia los que están constituidos en autoridad. "Sed sumisos a causa del Señor a toda institución humana, sea al rey como soberano, sea a los gober­nadores como a enviados suyos para castigo de los que obran mal y alabanza de los que obran bien. Honrad a todos, amad a los herma­nos, temed a Dios, honrad al rey" (1 Pt 2,15).

36. Acepten gustosos todos los sacrificios y renuncias que lleva consigo una vida en obediencia bajo disciplina y horarios infle­xibles, cual suele ser la vida de casi todos los que viven de su traba­jo. Realicen su trabajo unidos a Jesucristo, hecho obediente, que vivió bajo la autoridad y pasó por uno de tantos.
El comportamiento social de los incondicionales ha de servir de testimonio a todos y ha de tener un valor reparador frente a la insubordinación, desobediencias, libertinajes y tantas posturas egoís­tas de los que se resisten al trabajo obligatorio, realizan mal su tarea, rechazan la disciplina y las normas, huyen del esfuerzo y del sacrifi­cio, no cumplen con su deber o viven al margen de la ley.

37. Con su comportamiento, los incondicionales han de pro­clamar el valor evangélico de la obediencia cristiana, su importancia ascética y su eficacia pastoral. Al comprometerse a obedecer incon­dicionalmente colaboran muy eficazmente a la superación de la cri­sis de obediencia y al restablecimiento de la gran disciplina en la Santa Iglesia


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