La hermana pequeña

Raymond Chandler

 

Traducción de Juan Manuel Ibeas

Alianza Editorial, Biblioteca de Autor, nº 0701

 

-        Has estado bebiendo -dijo él lentamente.

-        Sólo Chanel número 5, y besos, y el brillo apagado de unas piernas bonitas y la invitación burlona de unos ojos azul oscuro. Cosas así de inocentes.

 

Qué bonito. Está en la página 157. Pero ahora no vayan a encender un cigarro. Ni se pongan a jugar con ese humo denso de las caladas profundas. Ni pongan música. Ni piensen en una muchacha rubia que les dejó. Sonrían. Lean. Sólo sonrían y lean.

Que ya no es tiempo de esos lectores tópicos que sufren la novela negra, la ciencia-ficción, la poesía lírica o hasta la narrativa latinoamericana. Nada de ser esos tipos vestidos de negro con miradas torvas y falsos pasados oscuros que suelen hacer cola en los cines pequeños con la exacta postura con la que la haría Cagney. Lean. Lean. Aunque sea en estas ediciones baratas y malas (¿para cuándo el respeto y las colecciones en tapa dura?).

El argumento tampoco importa en este caso (¿habremos de recordar la anécdota de Howard Hawks llamando a Chandler para preguntarle por la identidad de un personaje muerto en El sueño eterno y cómo le tuvo que confesar que tampoco él la sabía?). Pero lo resumiremos en una chica de la América profunda que viene a Hollywood buscando a su hermano perdido. Este chico, demasiado ambicioso, demasiado estúpido, acabará muerto por unas fotos en las que aparece su otra hermana, joven promesa del cine, y un supuesto exgánster. La chica de Kansas lleva gafas y se llama Orfamay Quest y el detective que le ayudará es Phillip Marlowe. La historia acaba razonablemente mal.

Después está el estilo parco y su épica de tono triste. Y el consuelo de esas derrotas con dignidad. Las bromas que se dicen con la boca ensangrentada y entre golpes. Los amores intensos de diez minutos. Las respuestas rápidas. La ironía. Aquí Raymond Chandler añade un Marlowe ya crepuscular, que nos anuncia la sorprendente perfección lírica de Playback. Y sin duda lo mejor del libro, y de Chandler, y de toda la gran novela negra es ese sentimentalismo recio y sarcástico que nos lleva, nos acelera, nos conduce entre personajes que raramente recordamos, entre historias que casi nunca terminamos de fijar, que nos hace reir, y sonreir, y que cuando nos emociona, porque también nos emociona, es sólo un momento, no se detiene, continúa deambulando por calles, y barrios, por playas solas. En fin. Lean. Lean.

 

Antonio Campoy


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