Futuro y prospectiva
 
       
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La actitud prospectiva*

 
       
Gaston Berger    
       

* Originalmente publicado en francés en Revue Prospective,

núm. 1, 1958. Traducción: Eduardo Hernández González.

       

Más que un método o una disciplina, la prospectiva es una actitud, es decir, el adjetivo debe preceder al sustantivo.

El sentido del término "prospectiva" es evidente y está formado de la misma manera que el de "retrospectiva"; ambos se oponen en la medida en que el primero expresa que miramos hacia delante y no hacia atrás. Un estudio retrospectivo se dirige hacia el pasado y el prospectivo hacia el futuro.

Estos dos adjetivos no son perfectamente simétricos en cuanto a su significado, pero sí en su forma, porque tendemos de manera habitual a representarnos el tiempo como una línea en la que el pasado y el futuro corresponden a las dos direcciones posibles. En realidad, el ayer y el mañana son heterogéneos. En cuanto al primero, sólo podemos visualizarlo porque ya no hay nada que podamos hacer, mientras que el mañana significa proyectos cuyas posibilidades están abiertas. Pasar de la retrospectiva a la prospectiva no implica sólo reorientar la atención; requiere una preparación para la acción. Podemos ser prospectivos desde la historia... y recíprocamente, no todo pensamiento futuro es prospectivo: se puede soñar en el año 2000 de la misma manera que en el Egipto de Ramsés ll.

Cuando reflexionamos sobre la importancia que tiene para los hombres el porvenir y lo que les depara el futuro a sus hijos, no podemos dejar de sorprendernos al observar el escaso lugar que ocupan los temas del futuro y el pasado en el interés de los filósofos y los escritores. Hay un sinnúmero de páginas en las que estos términos no aparecen y cuando figuran en algún texto no lo hacen como conceptos centrales de la discusión. Posiblemente, hacía falta que el hombre desarrollara su poder tal y como lo ha hecho hasta ahora para entender que el futuro no es un misterio absoluto, ni una fatalidad inexorable. Bergson había comprendido bien que el incremento de nuestro poder sobre la naturaleza es susceptible de modificar nuestra concepción del tiempo. Ante el planteamiento que le hicimos sobre la conveniencia de distinguir entre una mística de la duración y una de la eternidad, él respondió que la distinción es en efecto relevante, pero que se reduce "en la medida en que tiende a aumentar nuestro poder sobre la materia".

 

Horizontes lejanos

La característica principal de la actitud prospectiva consiste sin duda en la intensidad con la cual nuestra atención es atraída por el futuro. Podemos estar tentados a creer que lo que hay en él es por completo obvio, pero nada es menos cierto. Como lo dijo Paul Valéry, "entramos en el futuro retrocediendo", porque el mañana prolonga el hoy, tendemos a creer que será igual. El estudio del futuro no ha comenzado de manera sistemática. Sin embargo, ciertas firmas reconocidas han abierto, desde hace algunos años y al margen de sus servicios de previsión, "los departamentos del futuro" u "oficinas de hipótesis" dedicadas a la elaboración racional de los posibles rumbos que podría tomar el mundo en el mañana. El cambio como tal comienza a atraer la atención. De manera un poco incierta y con las imprecisiones del vocabulario que son inevitables en toda nueva investigación, Ronald Lippitt, Jeanne Watson y Bruce Westley estudian "la dinámica del cambio" cuando éste es buscado y preparado por el hombre. Fuertemente influenciados por las ideas de Kurt Lewin, ofrecen algunos elementos relevantes que serán valiosas para construir una teoría general del cambio, cuya necesidad se ha dejado sentir.

La actitud prospectiva no sólo nos orienta al futuro; hay que agregar que nos hace ver también a lo lejos, a una época en la que las causas producen sus efectos a una velocidad creciente; por lo tanto, no es posible considerar simplemente los resultados inmediatos de lo que está ocurriendo. Nuestra civilización es comparable a un carro que corre cada vez a mayor velocidad sobre una ruta desconocida al anochecer. Se necesita que las luces puedan ver cada vez más lejos para evitar la catástrofe. La prospectiva es, por lo tanto, en esencia el estudio del futuro lejano.

La experiencia nos ha mostrado que el intento no es ocioso y que los resultados no carecen de interés. Un industrial atraído por algunas de nuestras ideas reunió un día a los seis directores de sus diferentes servicios y les solicitó la elaboración de un reporte sobre lo que podría ocurrir en cada una de sus áreas dentro de los próximos veinticinco años. Al inicio se sorprendieron de tener que hacer un trabajo tan curioso; después se mostraron reticentes y escépticos. Para no contrariar al patrón accedieron a realizarlo y prepararon los reportes. Algunos de ellos resultaron de gran valor. Lo más destacable es que los informes resultaron tanto convincentes como originales. Lo que decían era evidente y nuevo a la vez, simplemente no lo habían pensado: en el futuro como en el presente hay más cosas que "ver" de lo que suponemos; entonces lo que falta es que queramos verlas...

No hay que suponer que la prospectiva no puede proporcionar más que afirmaciones débiles. Como no busca predecir y no se interesa en los eventos, sino en las situaciones, no tiene la necesidad de proporcionar fechas y si lo hace es con cierta aproximación. De este modo, provee de un grado elevado de certidumbre. De hecho, las previsiones tienen más probabilidades de ser exactas cuando se hacen sobre un periodo largo que sobre uno corto.

 

La previsión económica, apunta François Bloch-Lainé, en virtud de que está en sus inicios y por su baja confiabilidad, es requerida en general para cuestiones que resultan más riesgosas, éstas son las de coyuntura a corto plazo. Para el economista, en efecto, nada es más difícil que tener que pronosticar la evolución del mercado bursátil, así como ver la fluctuación de precios y la tesorería pública [...] Los pocos investigadores en economía política cuyos intereses coinciden con los de los hombres de negocios son puestos a prueba en áreas en las que difícilmente son competentes. De esta dificultad para pronosticar provienen las decepciones que los separa después de intentar una aproximación. La prospectiva ayudaría más para lograr este acercamiento.

 

En muchos casos se puede indicar con mayor certeza una tendencia general más que la fecha o la intensidad de un evento en particular. Si decimos, por ejemplo, que en Francia hay una tendencia hacia la disminución de las horas de trabajo, o todavía más, que las necesidades asociadas al tiempo libre van a incrementarse en el mundo, estamos enunciando juicios de un interés nada despreciable y en los que la probabilidad es más alta que en aquellos formulados sobre el valor de tales o cuales medidas para hacer bajar los precios o fortalecer la exportación.

Debemos precisar que no se trata aquí de desconocer o subestimar las previsiones de corto plazo. Al contrario, es importante que se multipliquen y que continúen perfeccionando sus procedimientos y afinando sus métodos. No se trata de escoger entre previsión (corto plazo) o prospectiva, sino de asociarlas; cada una necesita de la otra, hay que saber en qué dirección van y asegurarse del lugar en el que vamos a posar el pie para dar el siguiente paso.

 

Visión de conjunto

En las relaciones humanas, toda acción, como cualquier decisión, es sintética e integra todos los elementos anteriores. Esto es mayormente cierto cuando se trata de visiones futuras vividas en un mundo cada vez más interdependiente. Las extrapolaciones lineales, que dan la apariencia de rigor científico a nuestros razonamientos, son peligrosas si olvidamos que son abstractas.

Para superar las visiones estrechas de los especialistas y describir de manera concreta una situación ubicada en el futuro, nada es mejor que el diálogo entre los hombres de experiencia, cuya formación y responsabilidades sean diferentes. No es conveniente imaginar aquí una suerte de superespecialista que sería el encargado de recabar informaciones de distintos equipos de estadísticos o investigadores. Es necesario que los hombres converjan en una visión de conjunto y no que las cifras se sumen o se equilibren automáticamente. Los documentos surgidos del diálogo de los investigadores y especialistas podrán darle un sentido a nuestra hipotética situación. Por lo tanto, de la confrontación de los puntos de vista personales de los expertos surgirá una visión común que antes que confusa será complementaria.

 

Analizar con profundidad

Los procedimientos utilizados con más frecuencia para sugerir o justificar las decisiones entran en una de las siguientes categorías: la acción planeada supone un precedente, se apoya en una analogía o sobre una extrapolación.

Valiosos para sugerir hipótesis, estos comportamientos tienen la ventaja de evitarnos la pérdida de tiempo que regularmente implica tomar la decisión poco razonable de someter todo al análisis. Hay que desarrollar cierto hábito que nos libere de los trabajos de rutina para dejar disponible nuestro espíritu para la creatividad requerida.

No obstante, en un mundo acelerado este hábito ve limitado su dominio legítimo de manera singular. El precedente sólo es válido ahí donde todo se repite. La analogía sólo se justifica en un universo estable donde las causas profundas se encuentran ligadas a las formas exteriores fácilmente reconocibles. Cuando las transformaciones son pocas o muy progresivas, los mismos conjuntos complejos se mantienen por largo tiempo y las sorpresas no son tan temibles. Pero cuando todo cambia rápido, estos conjuntos se desagregan... Con respecto a la extrapolación, se contenta con prolongar la tendencia actual que no es más que el resultado de las causas profundas. Creer que todo va a continuar sin estar seguros que las mismas causas seguirán actuando, es un acto de fe gratuito.

Por lo tanto, la prospectiva debe dedicarse al análisis con profundidad. La búsqueda de los factores en verdad determinantes y las tendencias que empujan a los hombres en ciertas direcciones, de las que no siempre es consciente. En los grupos de discusión de los que ya hablamos, en los que se ponen en común las experiencias y las competencias adquiridas, debe dársele un lugar a los filósofos, los psicólogos y los psicoanalistas, quienes nos recuerdan que no debemos juzgar al hombre por lo que dice ni por lo que hace, porque sus actos lo traicionan más frecuentemente de lo que suponemos.

La misma investigación de las causas deberá inspirar los análisis económicos y sociales. No podemos fiarnos de los indicios exteriores que en otro momento fueron reveladores, es decir, que la prospectiva es todo menos un recurso fácil, puesto que supone una extrema atención y un trabajo tenaz. Es lo contrario de un sueño que en lugar de orientarnos a la acción nos desvía, porque nos complacemos con imaginar un trabajo que no hemos realizado. La visión prospectiva no se nos da gratuitamente; es más bien una recompensa parecida en eso a la intuición bergsoniana, que es a menudo malentendida y que es el resultado de un largo trabajo de análisis. La simplicidad se conquista.

 

Tomando los riesgos

Previsión y prospectiva no emplean los mismos métodos, ni deben ponerse en práctica por las mismas personas. La prospectiva supone una libertad que no admite la obligación a la que nos somete la urgencia. La prospectiva nos demuestra seguido que las acciones de corto plazo se encadenan en una dirección opuesta a la que revela el estudio de largo plazo. Los que la practican deben conducirse con rigor, pero al nivel más alto. Los responsables saben calcular la importancia de los fenómenos y darles el lugar exacto en el conjunto de los eventos.

La diferencia de los compromisos hace que la prospectiva sea ­o deba ser­ temeraria. Los horizontes que hace aparecer pueden llevarnos a modificar con profundidad nuestros proyectos de largo plazo. Los actos que distinguimos se dispondrán a nuestro antojo y podrán ser modificados para adaptarlos a las circunstancias. Por el contrario, la previsión a corto plazo nos conduce a las decisiones inmediatamente ejecutables y nos compromete con frecuencia de manera irreversible. Por lo tanto, la libertad de nuestras visiones prospectivas debe acompañarse de una sabia prudencia dentro de nuestras realizaciones próximas. Por eso, Descartes recomendaba someter todo a duda y conceder al espíritu una libertad absoluta, pero como "las acciones de la vida no se detienen" las decisiones inmediatas tenían que regirse por la prudencia, la moderación y la constancia de su moral previsora.

 

Pensar en el hombre

Desde muchos puntos de vista, la prospectiva se parece a la historia... una y otra tienen como base hechos que por esencia no están presentes: el pasado ya no es y el futuro aún no llega, ambos están fuera de lo existente. Como en la historia, también la prospectiva se interesa por los hechos humanos. Los eventos cósmicos o el progreso de la técnica atraen en la medida en que tienen consecuencias para los seres humanos. No pretendemos que el hombre sea "la medida de todas las cosas". En los estudios de prospectiva el ser humano es al menos quien da la medida.

Paul Valéry deploraba que no se planteara la pregunta esencial: "¿Qué es lo que queremos y qué es lo que hay que querer? Esto, además, implica una decisión, un tomar partido. Se trata de representarse al hombre de nuestro tiempo y esta idea del hombre en el medio donde probablemente vivirá debe ser establecido desde el inicio".

Precisando. El futuro no es sólo lo que puede "llegar a pasar " o aquello que tiene mayor probabilidad de ocurrir, también es, en una proporción que no deja de crecer, lo que nosotros hubiéramos querido que fuera. Prever una catástrofe es condicional: es prever lo que ocurriría si no hacemos nada por cambiar el curso de las cosas, y no lo que ocurrirá de todas maneras. Ver un átomo lo cambia, mirar un hombre lo transforma, ver el futuro lo cambia todo. Alain escribió: "Mientras no hayamos comprendido las relaciones entre todas las cosas y el encadenamiento de las causas y efectos, estaremos abrumados por el porvenir". La prospectiva es atenta a las causas. De este modo nos libera del fatalismo.