La
otra cara de la luna
De niño
Soñé con angeles y sirenas en el río
Y con trenes y girasoles en el día
Creí
Que los fantasmas no existían
Ni siquiera en el recuerdo jubiloso de los trigos
Pero cuando el sol
Desapareció una mañana de mis manos
Me quedé peor que un loco por las calles:
Contando ovejitas en la
noche
Y monedad oxidadas
En los remolinos inalcanzables de mi vida
De:
Memoria de lo infame
...........................1.
LAS VISIONES
I
este es el país que vivimos,
que soñamos, que sufrimos,
....que morimos, que honda, brutalmente
lo morimos.
II
sí, los muertos recorren
con una estrella los horizontes de la
......................................
luna
..por eso cantamos, lloramos, reimos, como una flor en el
.................................... camino
De:
Las armas de la memoria
Primera parte:
Las mañas del gusano
(la luz en el cuchillo)
asómase misteriosamente
la luz en el cuchillo nadie predice la mano reposada del vecino el preciso
instante ininterrumpido del olvido la memoria deschavetada de los vidrios
cuando de pronto y cruelmente la desidia cual murciélago encogido
en el infierno traspapelado de lo antiguo tórnase sombra crispando
lo escondido en el abrigo incierto de los trinos deviniendo en oquedad
el lenguaje aterciopelado de los ríos haciendo que el girasol
impostergable de la ruinas se asemeje cada vez más a un pájaro
sombrío
De:
(leyendas) Para después de la
...... muerte
Historia del tiempo
Las muchachas crecían
como mariposas en el tiempo y como eran bellas e indiscretas, maliciosas
en el viento, amaban las guitarras y la resurección de los potrillos
trotando por el campo.
Cierta noche, el hermano mayor,
sentado en un tronco, con un vaso de vino, al pie del establo, soñoliento
de astros, les preguntó: "¿Qué les gustaría
dejar a sus hijos si algún día muriesen?".
Las muchachas, tostadas por las
sombras del agua, y sin creer mucho en la memoria del fuego, contestaron:
"Nos agradaría dejarles esa luz que parpadea detrás
de los muelles, entre los juncos extraviados del patio".
El hermano, al escuchar la respuesta,
se estremeció peor que los gemidos del zorro, y mientras recordaba
las tumbas de los templos perdidos, se alejó como la sombra más
larga y extraña del pueblo.
Entonces, las hermosas muchachas,
tan hermosas como los jarrones antiguos, comenzaron a silvar en los
muros del sol de otras épocas atroces. Y mientras miraban empujar
unas carretas que venían cargadas de higos, empezaron a beber,
en memoria de sus olvidados parientes, extraños licores, hasta
que escicharon cantar a los gallos. Entonces, llenas de fuego y generosas
gencianas, tributaron su amor al nacimiento del día.