El
término TCO (Total Cost of Ownership)
no
es ya extraño para ciertas empresas mexicanas,
pero desgraciadamente sí lo es para las PyME y
para muchos consumidores de artículos de
tecnología, lo cual es una
lástima.
Este
concepto define el costo real de un activo; para
hacerlo más comprensible, tomemos el ejemplo de
una computadora: muchos empresarios consideran el
valor de compra como el único factor de costo para
un equipo de cómputo y, con base en ello, deciden
cuál marca y opciones adquirir. El TCO nos permite
determinar el costo REAL de ese equipo, desde su
proceso de compra hasta cuando es
desechado.
Desarrollemos
el ejemplo: el contador de la empresa elabora una
solicitud de cotización para su nueva computadora,
la llena y especifica qué configuración satisfará
sus necesidades, la pasa al departamento de
compras y éste, a su vez, solicita cinco
cotizaciones, las recibe, evalúa y decide por un
proveedor.
Para
un empresario común, hasta aquí no ha invertido
nada, aunque pensar así es un error. Muchos
consideran que sólo “gastan” cuando pagan o emiten
un cheque; sin embargo, veamos qué se ha invertido
hasta este paso: el tiempo del contador, que
seguramente se asesoró de qué equipo solicitar. Es
claro que invirtió tiempo y eso lo paga la
empresa; elaborar la requisición y pasarla a
compras también fue un proceso que generó
costos.
El
hecho de que compras solicite cotizaciones y las
evalúe genera costos, como los de las llamadas
telefónicas, papel de fax, energía eléctrica,
tóner, tiempo... son más gastos que no se reflejan
como tales en un estado financiero; aparecen como
gastos de operación y nadie, en forma aparente,
contabiliza lo que se gasta en procesos tan
simples.
Todo
este proceso de pre-compra ya generó un gasto;
entonces, el hecho de seleccionar equipo y
proveedor tiene un costo, más o menos difícil de
cuantificar y reflejar, pero al fin y al cabo es
un costo. Esta etapa es la de planeación y
adquisición del TCO, y no termina todavía: por fin
llega el equipo, se recibe en almacén, se recibe
la factura y se pasa a cuentas por pagar, activos
fijos, contabilidad; se le entrega al contador y
se deja la caja ahí.
Aquí
termina el proceso de compra y tenemos ya un costo
determinado. Se saca el equipo de la caja y se
instala; personal de sistemas configura el equipo
y lo deja en condiciones de trabajar; éste se da
de alta en la red local y se deja en condiciones
de operación. El contador solicita que se le
traspase información, se le instalen programas,
etc., y posiblemente hasta solicite una
capacitación “light”.
Éste
fue el proceso de implementación. El trabajo de
las personas que instalaron el equipo, lo
configuraron, traspasaron la información y dieron
de alta la computadora en la red, entre otras
tareas, tiene un COSTO, lo mismo que los sueldos,
herramientas, programas, utilerías, cables, etc.,
aunque éstos ya estuvieran en la
empresa.
Luego
el contador opera el equipo y lo usa a diario.
Posiblemente necesite algún servicio o alguna
orientación, necesita que eliminen un virus, que
configuren algún nuevo programa. Ésta es la fase
de operación y mantenimiento y también tiene un
costo.
Debe
considerarse que el equipo consume energía
eléctrica y ésta cuesta; generar calor, el aire
acondicionado o el ventilador de esa oficina
también cuestan. Ésta es la fase de operación, que
también implica costos.
Pasan
los años y el equipo ha acumulado -aparte de su
adquisición- otros costos que en su momento nadie
evaluó. El TCO me permite asegurar que al paso de
tres años los costos derivados del proceso de
compra y adquisición, implementación,
mantenimiento y servicio superan casi en relación
de 2 a 1 al costo de compra; esto es, el costo de
compra de un equipo de este tipo significa entre
el 30% y el 40% de la inversión total efectuada en
el mismo.
Y
falta considerar el costo de deshacernos del
equipo, lo que también cuesta, pues implica
quitarlo físicamente del escritorio, llevarlo a la
bodega, darlo de baja de la red, etc. (éstos
también son factores de costo que normalmente no
son evaluados). Es por esto que cuando un vendedor
de equipo de cómputo es profesional, no ofrecerá
el equipo más barato; deberá proponer a su cliente
el equipo que incluya componentes y herramientas
que le ayuden a disminuir el costo de
implementación, de mantenimiento y soporte, así
como de desecho del equipo.
Los
empresarios deberían ser un poco más analíticos y
no dejarse llevar sólo por el precio de la
etiqueta. Éste es un problema que ocurre en
nuestro medio con una frecuencia verdaderamente
asombrosa. Todos, aquí en Jalisco, siempre compran
lo más barato, aunque sea lo más caro al
transcurrir el tiempo.
Un
ejemplo determinante: un servidor Dell Power Edge
6650 puede tener dos fuentes de poder de 900 watts
cada una, y a plena carga el servidor consumirá
1,800 watts; un IBM xSeries 360 equivalente
consumirá -con sus tres fuentes de poder- 1,110
watts a carga total; un HP similar, el DL 580,
consume 1,600 watts. Estos equipos están diseñados
para operar sin ser desconectados por largos
periodos de tiempo, a veces años.
¿Imagine
cuánto impactará cada servidor en su recibo de la
CFE? Le aseguro que es un costo que su comprador
no tomó en cuenta. ¿Cuál es el servidor de más
bajo costo, que no el más barato? El Dell. Si lo
opera tres años, ¿será el que menos recursos
demande? Casi seguro que no, pues consume 62% más
que el IBM xSeries, mientras que el HP demanda un
44% más de energía. La opción entonces ya no será
sólo por el equipo que cueste menos, sino por el
que consuma menos, sea más eficiente,
etc.
En
este punto podemos evaluar situaciones un poco
dejadas de lado por casi todos nosotros; incluso,
podrían parecer subjetivas para algunos. Si el
equipo consume más energía se calienta más,
requerirá de más aire acondicionado y mantenerlo
operando costará más dinero.