El
Poeta
Todas las mañanas camino a su
trabajo, el poeta miraba hacia la ventana
de la cual dejaban caer sus coloridos ramilletes las flores que había en ella.
Las cortinas de velo blanco, se mecían con la brisa matinal. Todo ésto le daba un aspecto de romantisismo al cuadro que él dibujaba en
palabras.
Nunca había nadie tras las cortinas, o regando las flores, sin embargo, se notaba vida detrás de tan bello
marco.
Imaginando que detrás de esa cortina, habitaba una princesa, prisionera de quién sabe que
maniático, fue hilvanando poemas. En algunos de ellos, se imaginaba a si mismo, salvando a la
prisionera, y
entregándole su amor, en otros, imaginaba que ella lo miraba pasar, sin atreverse de dejarse ver por el.
Sus cuadernos se fueron llenado de historias de amor, todas ellas dedicadas a su
amada.. El poeta empezó a enfermar. Ya no era el simple deseo
de saber quién habitaba en ese tercer piso del viejo edificio, y cuya única ventana
florida, era la que tanto llamaba su atención.
Un dia, el poeta creyó vislumbrar en la ventana, la cabeza de una mujer, sólo
se podía ver la cabellera rubia. Parecía estar agachada frente a la
ventana. Entonces ya no tuvo dudas, alli vivia una mujer, la misma que había sido la musa de sus versos.
Empezó a rondar el edificio, a diferentes horas, quizás tendría la suerte de verla. No estaba
equivocado. Alli, en la ventana, podía ahora claramente distinguir su rostro, la cabellera
rubia, caia sobre los hombros. La mujer miraba directamente hacia donde
él estaba. Le pareció verla sonreir.
Su corazón latió con más fuerza. Se quedó alli, hasta que la mujer
desapareció.
Volvió a su cuarto, en uno de los barrios bohemios de la ciudad, y mientras fumaba un
cigarrillo, escribió los versos mas bellos que jamás hubieran salido de su
corazón. No cabía ninguna duda, estaba profundamente enamorado de aquella desconocida que le sonreia desde la ventana
florida.
Muchas veces volvió a verla, ella seguía sonriendole, hasta le hizo un saludo con la
mano, saludo que el
contestó efusivamente. Entonces se decidió, no pasaría un dia más sin subir a
visitarla. Iría con alguna excusa, seguramente ella le abriría la puerta, y se
daría cuenta que era él., el mismo que la saludaba a diario. Esa noche, llegando a
su casa, le escribió un verso de amor. Le brindó toda su alma en él, le regaló
las estrellas mas brillantes, una luna hecha especialmente para ella, los jardines del
Universo, el mar con todos sus tesoros. Se durmió
con una nueva esperanza, tendría al fin un maravilloso despertar.
El sol lo despertó por la mañana. Se levantó y se esmeró en su arreglo personal.
Una vez que se sintió satisfecho de lo que el espejo le devolvía, salió y pasó a un café. Sería la última vez que tomara un café solo. Ella estaría
con él, hablarían hasta el cansancio, de sus vidas, de los sueños que con tantas
ansias perseguían. Por último, el le hablaría de su amor, de cómo fué naciendo
poco a poco, hasta convertirse en el sentimiento que llenaba cada una de sus
horas. Le hablaría de los versos en los que le declaraba su amor, de las lágrimas tantas veces derramadas pensando en
ella. Se la imaginaba ruborizándose,
la imaginaba tierna y delicada.
La voz de la mujer que lo atendía
lo volvió a la realidad.
_¿Se siente usted
bien? El pareció volver de un sueño.
_Si, me siento muy bien, gracias. Páguese por favor.
Salió del café silbando una melodía. Todo le parecía diferente, nuevo.
Se dirigió entonces a una florería. Las rosas y los claveles, le parecieron poca cosa para
ella. Todo el mundo regalaba
rosas y claveles. Miró su reloj. Aún es temprano, se dijo, tengo tiempo suficiente para llevarle las flores
más hermosas y especiales.
Cruzó la ciudad y llegó hasta el rio. El agua clara llevaba el perfume de las hierbas que se bañaban en el. Pensó en su
ropa, se le mojaría, bueno
se dijo, volveré a casa y me cambiaré.
Frente a él, entre unas piedras, crecían las flores mas hermosas que habia visto
nunca. Se quitó los zapatos, y se metió en el agua. Llegó a la otra orilla y
se dispuso a cortar las flores. Ya tenía un ramo de flores de color azul y
celeste muy perfumadas en sus manos, se volvió para bajar, cuando sus pies mojados
le hicieron resbalar y golpear la cabeza contra las piedras. Su cuerpo inconsciente
cayó al rio...No volvió a despertar. Un cuaderno de versos, fue encontrado flotando en el
rio junto a las flores.
En un edificio de departamentos, un anciano seguía trabajando en los
maniquíes, mientras dejaba en la ventana, el que
aún no habian ido a retirar, una mujer rubia, de sonrisa alegre que tenia una mano levantada a manera de
saludo...
Tere/Julio/12/2003
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