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El viaje puede ser una perfecta metáfora de la
vida: es una invitación al ejercicio de los
sentidos, a la delectación más pura a través
de la mirada, de los sonidos únicos o del aroma
irrepetible, al regocijarnos en el disfrute de
sabores nunca antes apreciados, de relieves
nunca antes palpados. La fotografía, como arte
que trata de hacer indelebles sensaciones y
emociones cual parte indisoluble de la
experiencia humana, nos permite acceder a gran
parte de las sensaciones que el viajero
experimenta, únicas por personales e
irrepetibles, pero eternas gracias a la
habilidad del artista para darles forma plástica
y visual.
No son únicamente recuerdos; las fotografías
de Marco Antonio Sarto son parte de su universo
personal, son improntas sentidas durante
cualquiera de sus muchos viajes y generosamente
legadas a los demás transformadas en imágenes.
Son fotografías, además, donde el ser humano
se erige en protagonista absoluto, henchido de
una dignidad que sólo los grandes artistas
saben darle, devuelto gracias a la mirada
antropocentrista de Marco Antonio a su
primigenio papel de sujeto fundamental del
universo, por encima de cualquier otra espuria
diferencia de genero, etnia, color, religión o
cultura.
Carlos
G. Manzano .
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