Arqueo Aegyptos

Peregrinación Al Santuario De Osiris


 
 

Texto por Amenofhis III

De todas las ciudades del Antiguo Egipto, Abydos, cuyo nombre antiguo fue Abdju, es una de las que significa un punto de partida, desde el lado teológico, puesto que en ella se enterraron los primeros soberanos de Egipto, e incluso los que vivieron en un Egipto aún no unificado. Pero sobre todo, por que allí residía la última morada de Osiris, el Señor del Más Allá. 

Los más ancianos del lugar contaron que Osiris murió asesinado a manos de su hermano Seth. Isis, su hermana y esposa, Dama de la Magia, consiguió devolver el cadáver a la vida, al menos el tiempo justo para conseguir que el miembro genital de su esposo la permitiese albergar en lo más profundo de su seno una semilla que garantizase el eterno reinado del orden sobre el caos. El fruto fue Horus. Sin embargo, Seth consiguió encontrar a su hermano, y despedazándolo en 42 trozos (símbolo de los 42 nomos de Egipto), ocultó su cabeza en la región de Abdju... ó al menos eso contaban los más ancianos del lugar.

El esplendor de Abdju llega con la XIX Dinastía, con los reinados de Seti I y su hijo Ramsés II. El Santuario que Seti dedicó allí al dios Osiris fue levantado sobre los restos de otro santuario mucho más antiguo, probablemente datado en el período Predinástico, mucho antes de la unificación de las Dos Tierras, y en esa época es posible que el dios al que se dedicaban los cultos fuese Jentamentiu. El turista moderno que viaja a Abdju se queda perplejo ante los cientos de kilómetros que forman la increíble alfombra de restos de cerámica. Pero, antes de que los modernos turistas abriesen sus bocas de estupefacción, ya lo habían hecho antes los griegos y romanos. Son estos restos las  pruebas que sobreviven, los que nos hacen imaginar cuan debió haber sido el movimiento  que la Ciudad de Abdju tuvo en la Antigüedad.  Y es que Abdju fue un lugar de encuentro obligado para todo buen egipcio.  Y si uno no podía acudir a la cita, por causa de una enfermedad ó cualquier otra indisposición que le impidiese realizar el viaje, siempre había un familiar ó un buen vecino que con sumo gusto haría la ofrenda.  Como de costumbre, las futuras culturas habrían heredado este singular método de ofrenda. Lo árabes viajan a la Meca, así como los cristianos viajan a Compostela ó a Jerusalem. La imagen que ofrecen los peregrinos que viajan hacia tierras jacobeas, no hacen sino emular las grandes gestas egipcias acontecidas en la ciudad de Abdju. Es pues Abdju una ciudad Santa por derecho propio.

Abdju está al norte de Waset, a unos 100 kilómetros aproximadamente. El hecho  que hacía a este lugar una ciudad hermosa era lo que una vez al año se festejaba por todo lo grande, la Fiesta de Osiris Unnefer. Esta fiesta de "Osiris el Bello" se celebraba durante cuatro ó cinco días.  Abdju se llenaba de movimiento y júbilo, pues egipcios de las más alejadas aldeas. Era como decimos en Galicia, "A San Andrés de Teixido irás de muerto, sin no lo has hecho de vivo". Si alguien ha estado en alguna de las famosas romerías gallegas, sabrá a que me refiero. El Faraón en persona acudía para celebrar los ritos. Se bebía, se comía, se bailaba y uno se impregnaba de la magia que emanaba la figura del rey. El espectáculo central, tenía lugar en las paredes del Santuario de Abdju.

Seti I se valió de los restos del viejo Santuario para erigir la morada del Señor del Más Allá, porque él era el hombre del dios Seth. Encarnaba la furia y la tormenta, el dolor y la desolación, pero también el amor y la razón, la felicidad y la abundancia. Así, se veía necesitado de concebir en la tierra esa unión  entre los dos hermanos, Seth y Osiris. Una vez lograda esa unión, las fuerzas del cosmos convergerían en una sola potencia, el Faraón. El resultado de esa unión fue el Santuario de Osiris. Y dada la importancia del dios, y dada la majestuosidad del monumento, estaba garantizada esa comunión que atravesaría las fronteras del Más Allá, y enlazaría directamente al dios Osiris y al creyente que a él acudía. Por este motivo, las calles de Abdju se hallaban plagadas de puestos ambulantes donde uno podía encontrar  los más diversos objetos mágicos. Amuletos de todo tipo y forma, que servían para un sin fin de propósitos. Los había fabricados en cera, en yeso,  en madera. A parte de estas barracas, se podían hallar puestos donde se vendían incluso "souvenirs" que no eran sino imágenes del propio dios. Huelga decir que todo este material se fabricaba en el interior del Santuario. Luego, eran ofrecidos al dios, y así volvían de nuevo a los recintos sagrados del Santuario. Eso sí era un negocio redondo. 

Al amanecer del primer día, comenzaban los festejos en el lugar, dentro y fuera del Santuario. En plena calle, se formaban dos grupos, que eran los partidarios de Osiris y los partidarios de Seth. Con el transcurso de los festejos, se recreaba la Batalla de Horus Y Seth. Debía ser el espectáculo digno de un dios.  Con esto se producían bailes en los que se bebía y comía en grandes cantidades. Cientos de litros del mejor vino corrían por Abdju en estos días de festejo.

Llegado el último día, tenía lugar el momento más esperado, y un hecho insólito en el interior del Santuario: El levantamiento del Pilar Djed.

 El pilar Djed, como su propio nombre indica, tiene forma de pilar  con cuatro discos insertados en su parte más alta, que representa la columna vertebral del dios Osiris. Tenía en su parte superior unas cuerdas,  que los sacerdotes y el  propio faraón sostenían en sus manos. En lo alto del pilar, solía alzarse un disco solar con dos altas plumas. En el momento de ser izado, el sol hacía su aparición. Cuando el pilar se hallaba en posición vertical, el sol lo bañaba con su luz, y Osiris volvía a resucitar plenamente, lleno de Luz y Vida. Esta ceremonia requería una alta concentración y coordinación, puesto que en Egipto, los amaneceres y los atardeceres son prácticamente instantáneos, apenas unos minutos. Entonces, para finalizar la ceremonia, el rey se dirigía a los presentes y recitaba una fórmula mágica:

"No pretendas mirar a Ra-Atum a los ojos, creyente, pues acaba de nacer completamente lleno de vida. Así pues, arrodíllate y contempla la grandeza de la Creación. Este es el destino de todos los creyentes durante las tres cuartas partes del día. Tan solo al llegar el ocaso, cuando Ra se retira ya viejo y cansado, podrás admirar la grandeza de la Luz; pero hasta ese momento, limítate a regocijar tu corazón bajo el calor de la Luz del Disco Solar".

Esta fórmula ceremonial se encauza bajo dos aspectos fundamentales. El resurgimiento de Osiris, una vez más de todos los peligros que componen los infiernos más profundos, donde el dios, tras haber sido asesinado, ha hallado al fin la razón del Hombre. Y, por otra parte, no es solo el triunfo de Osiris, sino que es el nacimiento de Ra en su forma más pura, el renacimiento de un Horus Jubiloso y resplandeciente, triunfante sobre los horizontes de Luz que bañan el Bello Occidente.

Una vez más, en el exterior del Santuario, los fieles dan igualmente vida a Osiris representando una obra de teatro. Aquí se escenifica la vida, muerte y resurreccion del dios. A pesar de que en las universidades se aprende que el teatro nació en Grecia, los griegos que vieron por primera vez estas representaciones en suelo egipcio, se quedaron atontados y boquiabiertos viendo lo que sucedía no solo en Abdju, sino también en Filae. Es la resurrección de Osiris, igual que hace más de mil años el faraón Seti I  acudía al Santuario de Osiris para celebrar los festejos.

 

 
 

© 2005, Amenhotep III (Luis Gonzalez Gonzalez) Amenofhis_29@hotmail.com