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Texto por Amenofhis III |
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Gran número de mujeres que deseaban convertirse en sacerdotisas se ofrecían a la diosa Hathor. Su nombre, derivado de las palabras Hut y Hor, podría traducirse por "El santuario de Horus". Era esta, la gran y bella diosa Hathor, la madre de las madres, sin igual en el cielo eterno, apreciada en todo Egipto, y amada sobre todo en la Alto Egipto, donde se hallaba su residencia, en Dendera. La explicación al porqué de la predilección ante esta diosa es sencilla. La diosa con cabeza de vaca engendraba al sol en cada amanecer, llenaba los corazones de felicidad, colmaba los deseos de los amantes, otorgaba la belleza y la juventud. Desvelaba los secretos de la danza, y en compañía de su hijo Ipi, descubría la belleza que se oculta tras las notas musicales. Un papel que Hathor tenía, y que era muy apreciado por los egipcios, era el de la protectora de los vinos. Cuando se celebraba esta festividad, corrían por los campos egipcios litros de vino, y las gentes de henchían de felicidad, sabiendo que la bella Hathor festejaba con ellos ese día tan especial. Era la diosa celeste muy querida y apreciada, hasta tal punto que su importancia se vio reflejada con los Textos de la Vaca Dinina, donde se explicaba y relataban los hechos acontecidos al Ojo del Sol, y como esta diosa universal, que en los últimos días del reinado faraónico se fundió con la sombra de Isis, formaba parte de la historia de la creación, escrita tantas dinastías atrás. Las iniciadas en los misterios de Hathor utilizaban objetos determinados, como el collar de la resurrección, la clepsidra ó el sistro. Las sacerdotisas de Dendera convirtieron al sistro en instrumento hatórico pro excelencia. La función que tenían los sistros, con su delicado sonido, era la de unir al país de las Dos Tierras con la materia del Universo. Desde el interior del mammisi se celebraban los misterios del divino nacimiento de Horus, donde se ofrecían a la diosa cántaros de leche y miel. Era este el alimento celeste que alimentaría al Ka de Hathor, y rejuvenecería a la diosa por la eternidad. En la frente de la diosa, las sacerdotisas colocaban una corona de oro, que el propio Ptah había fundido en los albores de los tiempos. La superiora de la cofradía ejercía su magia a través de la palabra: "Para tí, hermosa diosa, son nuestras melodías. Para tí celebramos los ritos, desde el amanecer hasta el anochecer. Pues tú eres nuestra felicidad, tú que alegras nuestros corazones, tu que te muestras atenta y sonriente. Tocamos y bailamos para tí, Señora de la alegría, Señora del amor, Señora de la música, Señora de los hechizos, tú Hathor divina, Soberana de la morada de los libros. ¡Que hermosa y bella es la dorada, aquella a quien los cielos y estrellas dan un recital en su honor, mientras el sol y la luna la llenan de alabanzas." La referencia que se hace a "la dorada" es uno de los nombres de la diosa, pues ella es el oro de las divinidades, la materia incorruptible que forma sus cuerpos. Las iniciadas de Dendera la cantaban llamándola matriz divina que contiene a Horus, era "Única sin par en el cielo", pues era la inmensidad del cosmos. Hathor era también la "Señora del sicómoro", y es que el sicómoro era la madera empleada por los carpinteros para la elaboración de los sarcófagos. Era esta madera la que alimentaba al Ka de los Justificados. Así, Hathor se veía reverenciada por sus sacerdotisas como "La Gran Madre de los resucitados". Y puesto que su unión con el Más Allá era tan grande, recibía el título de "Soberana del Hermoso Occidente", pues de la mano guiaba la hermosa diosa a los que iniciaban su viaje hacia los campos del Ialu. Durante las noches de año nuevo, las sacerdotisas de Dendera ascendían la imagen sagrada de la diosa hacia la terraza del santuario, donde al amanecer la diosa era bañada por los primeros rayos del sol, y de esta forma engendraba al sol nuevamente y se unía con el disco solar, símbolo que llevaba sobre sus cuernos de Vaca Sagrada. En la época Ptolemaica se formó la "Cofradía de las Siete Hathor". Eran siete dado el aspecto mágico que este número tiene en la feminidad. Estas iniciadas llevaron el título de "perfectas, bellas y ensortijadas". Su misión no era otra sino celebrar los ritos que se daban cita en los mammisi. Con sus cánticos y bailes, las Siete Hathor ahuyentaban al mal y mantenían esa función de dar a las parturientas un feliz alumbramiento. Sobre sus frentes llevaban un uraeus, que purificaba ó destruía a quien se enfrentasen. Entre los poderes que portaban las Siete Hathor están el de conceder la longevidad, el cuidar de la salud y el de conceder la descendencia deseada. El papel de Hathor es fundamental, tanto y cuando se desea alcanzar el Más Allá. Los difuntos debían convertirse en Justificados, y el resucitado era alimentado por la leche de Hathor, y así recorría felizmente su camino al tiempo que los sonidos celestes se convertían en melodías para él, y era impregnado por la esencia que forma a todas las cosas.
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