Indice General

Angola: la revolución negra en marcha

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.oocities.org/obreros.geo/

mail : seca_6@yahoo.com

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Editorial Pluma, Bogotá, 1977)



Indice

Sobre los autores

Angola: la revolución negra en marcha

Introducción

Capitulo primero el SWP no defiende ni al MPLA ni a Angola del ataque racista sudafricano

La marcha de la guerra civil según las informaciones del propio SWP

Capitulo segundo Una falsa caracterización de la guerra

El MPLA “no podía ganar la guerra’’, pero... ¡la ganó!

Vaticinios escalofriantes que ayudan al racismo blanco

Una pregunta sin respuesta: ¿por qué triunfó el MPLA?

“Objetividad” de notario

Un grave error: el apoyo al MPLA durante la ocupación portuguesa

Capitulo tercero ¿Guerra fratricida o colonial?

Un vuelco decisivo: la invasión militar sudafricana-yanqui

La guerra “fratricida” se transforma en “colonial”

El imperialismo se evapora como un fantasma

¿No quería EE.UU. la victoria del FNLA-UNITA?

Las “manos negras’’ de Sudáfrica sobre la balanza

Trotsky nos había enseñado cómo tomar partido

Capitulo cuarto Ni consigna ni lucha antiimperialista

El sectarismo “enceguece’’ a Thomas

Programa democrático para Portugal y Estados Unidos; “clasista y socialista” para Angola

¡Por fin! Thomas recuerda la lucha antiimperialista

Para colmo, no hay con quién

En pie de guerra contra la invasión sudafricano-yanqui

Capitulo quinto Una suma que resta o una suma que multiplica: una política mundial contra el imperialismo

Vietnam fue un buen ejemplo

Capitulo sexto ¿Se oponía el SWP a la ayuda cubana?

Capitulo séptimo Un convidado de piedra: el movimiento negro internacional

El SWP no convoca el apoyo de los negros norteamericanos a sus hermanos de raza del MPLA

Por la Federación de Repúblicas Negras del Sur de África

Ni una palabra para los negros sometidos por Vorster

Capitulo octavo La doble cara del nacionalismo desenmascara el sectarismo

¿Qué hubiera dicho Trotsky?

Los tres mosqueteros del nacionalismo

Como jueces supremos

Los movimientos nacionalistas y el imperialismo yanqu

El FNLA y la UNITA

Pasado y presente del MPLA

Sectarismo y oportunismo: dos caras de la misma moneda

Capitulo noveno El derecho a la autodeterminación nacional

El problema tribal

El derecho a la “autodeterminación nacional-tribal”

Falsos pronósticos de profetas sombríos

En espera de los consejos del SWP

En la altamar de la confusión

Las inconsecuencias del sectarismo

Angola: las mascaras caen por c. Gabriel

Una coexistencia imposible

Las máscaras caen

El papel del ejército portugués

La dirección del MPLA y el movimiento de masas

Nuestra solidaridad

Independencia y guerra civil

La guerra civil en Angola

Declaración del Secretariado Unificado de la IV Internacional, aprobada el 25/11/75

Guerra civil: análisis de clase o descripción periodística

Los protagonistas de la guerra civil angoleña

El enemigo fundamental

Angola: el paralelo con Vietnam

Detrás de la guerra civil en Angola

“¿Otro Vietnam?”

¿Qué buscan los imperialistas?

El gobierno de transición

La cuestión nacional

Divisiones étnicas

Campaña contra las huelgas

La Gulf Oil y el MPLA

La intervención de Moscú

La intervención cubana

La intervención sudafricana

La guerra civil se profundiza

¿Cuál debe ser la posición de los revolucionarios?

La responsabilidad de los socialistas norteamericanos


Sobre los autores

Nahuel Moreno es un destacado intelectual y militante marxista argentino; fundador y uno de los máximos dirigentes del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), director de Revista de América (segunda época). También es conocido por su papel como antiguo dirigente de la Cuarta Internacional, fundada por Trotsky en 1938, miembro del Secretariado Unificado y fundador y dirigente de la Tendencia Bolchevique. Editorial Pluma publicó en Buenos Aires sus libros: Las Revoluciones China e Indochina ( 1973 - traducido al inglés y publicado previamente en Fifty Years of World Revolution - An International Symposium, Pathfinder, Nueva York, 1971), El golpe gorila de 1955 (1974) y Método de interpretación de la historia argentina (1975). En Bogotá acaba de publicar (en La ley del desarrollo desigual y combinado, por León Trotsky, George Novack y Nahuel Moreno) un capítulo de su libro Lógica marxista y ciencias modernas (publicado en 1973 en una edición interna del PST y reproducido en la Argentina por la Facultad de Filosofía de Córdoba y Bahía Blanca y en Colombia por el INDESCO).

Joseph Hansen es uno de los fundadores y principal dirigente del Socialist Workers Party de los Estados Unidos. Era secretario de Trotsky al momento de su asesinato en 1940. Antiguo dirigente de la Cuarta Internacional y del Secretariado Unificado, es director de la revista editada en inglés y de difusión internacional Intercontinental Press, y principal dirigente de la Fracción Leninista Trotskista. Algunos de sus trabajos editados por Pathfinder son Is marxism-leninism obsolete?, incluido en Fifty Years of World Revolution y las introducciones, junto con George Novack, de los libros de Trotsky In defense of marxism y The Transitional Program for Socialist Revolution. Es autor de varios de los artículos de la recopilación publicada por Merit Publishers sobre Trotsky The Man and his Work y autor y editor de numerosos folletos de la serie “Education for Socialist” del SWP.

Tony Thomas es miembro del Comité Nacional, y destacado dirigente del SWP y de la FLT y miembro del Consejo de Redacción de The Militant. Es especialista en asuntos africanos y de los negros en general y ha sido el informante oficial de estos temas ante el Comité Nacional y la Convención Nacional del SWP en los últimos tiempos. Es autor, junto con Ernest Harsch, del libro Angola: The Hidden History of Washington’s War (Pathfinder Press, Nueva York, 1976) y de varios folletos sobre la lucha de los negros. Ernest Harsch es miembro del Consejo de Redacción de la publicación internacional Intercontinental Press, coautor del libro de Thomas sobre Angola y colaborador en el libro Life in Capitalist America: Private Profit and Social Decay (Pathfinder Press, Nueva York, 1975).

C. Gabriel es dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria de Francia, y de la Tendencia Mayoritaria Internacional especialista en cuestiones africanas y asiduo colaborador del periódico Rouge Quotidien.

Javier Baigorri y Luis Valle formaron parte del Consejo de Redacción del semanario Avanzada Socialista, publicado en Buenos Aires por el Partido Socialista de los Trabajadores desde 1972 hasta el 24 de marzo de 1976.

Angola: la revolución negra en marcha

Nahuel Moreno

Y bien, he aquí
Nosotros
Los negros
Niggers
Los sucios negros
No lo aceptamos más
Es simple
Terminado
Estar en África
En América
Vuestros negros
Vuestros
Niggers
Vuestros sucios negros...
No lo aceptamos más
Eso os asombra
Decir: si señó
Limpiando vuestro calzado
Sí mi pa
A los misioneros blancos
Sí amo
Recolectando para vosotros
La caña de azúcar
El café
El algodón
El cacahuete
En África
En América
Buenos negros
Pobres negros
Que éramos
Que no seremos más...

Jacques Roumain

Introducción

El movimiento de izquierda de todo el mundo se dividió frente a la guerra civil angoleña. Por un lado, la URSS, Cuba, los partidos comunistas oficiales, muchos grupos ultraizquierdistas y centristas europeos apoyaron militar y políticamente al MPLA; en sentido opuesto, los partidos maoístas dieron su respaldo, en un principio, al FNLA, y luego se retractaron con el argumento de que debían mantenerse al margen de una guerra entre agentes del imperialismo que no conducía a nada positivo.

El movimiento trotskista no fue una excepción, se dividió alrededor del mismo problema y de las mismas salidas políticas que, a groso modo, surgieron dentro del movimiento de izquierda. El SWP, viejo partido trotskista de los Estados Unidos, estuvo en contra de apoyar militarmente al MPLA. Sin embargo, la mayoría de la dirección de la IV Internacional estuvo a favor, desde los inicios de la guerra civil, de ese apoyo. Por último, varias organizaciones y dirigentes trotskistas —entre los cuales nos incluimos— criticamos el apoyo a cualquiera de los bandos participantes en la guerra civil mientras el ocupante, el ejército portugués, no abandonara sus posiciones, puesto que los tres movimientos nacionalistas se oponían a esa actitud colonialista. Posteriormente, cuando el ejército sudafricano aliado al FNLA-UNITA, invadió militarmente a Angola, de inmediato y de manera radical, variamos nuestra posición y convocamos al apoyo militar incondicional al MPLA, con el propósito de combatir al “bloque” militar Sudáfrica-FNLA-UNITA.

El acuerdo surgido entre algunas de las tendencias trotskistas con el frente encabezado por el stalinismo, en favor del MPLA (o la otra posición acaudillada por los maoístas en oposición a la “guerra fraticida” al final de esta) no significó en ningún momento que las diferentes tendencias de la Cuarta Internacional hayan capitulado a esas direcciones o concepciones, abandonando los principios trotskistas.

Debemos reconocer que el SWP mantuvo una actitud digna al oponerse totalmente a la intervención respaldada por el propio gobierno norteamericano y por su aliado sudafricano en Angola. Desde siempre a nosotros nos caracterizó una política intransigente en relación al MPLA, a pesar del apoyo militar entregado en los últimos meses del año de 1975 y los primeros de 1976. Es preciso no confundir el apoyo militar con el respaldo político dado a una corriente como el MPLA, movimiento de claras características neocoloniales y reformistas. Es evidente e innegable la profunda diferencia que existe entre el SWP y nosotros, diferencia que adquiere, además, un carácter extremadamente grave. Tan grave que, de haber existido militantes trotskistas de ambas posiciones en Angola, hubieran estado en lugares diametralmente opuestos durante la guerra civil: los del SWP en actitud de espectadores y comentaristas, mientras que los nuestros, en el frente de la columna del MPLA y los cubanos, enfrentados a la “columna” de los sudafricanos-FNLA-UNITA.

Nunca hubiéramos sospechado que el partido de Cannon, Farrel, Dobbs, Tom Kerry, Joe Hansen y George Novack habría de caer tan bajo, defendiendo no sólo una política diametralmente opuesta a la de Trotsky, sino olvidando su mismo pasado, que tantas enseñanzas brindó a generaciones de revolucionarios, incluidos nosotros. Por esta razón, el presente trabajo establece una polémica abierta con la dirección del SWP, pero también desea encontrar, por parte de este, una respuesta positiva, propia de tan glorioso partido.

Capitulo primero
el SWP no defiende ni al MPLA ni a Angola del ataque racista sudafricano

El 4 de enero de 1976 es una fecha que pasará a la historia de la IV Internacional y del movimiento trotskista. Ese día, en Nueva York, terminó la reunión del Comité Nacional del Socialist Workers Party (Partido Socialista Obrero) de los Estados Unidos con la aprobación del informe titulado Detrás de la guerra civil en Angola (incluido en este volumen; véase páginas 123-145), en el cual se analizaba el conflicto y se entregaba una política para el mismo. En una actitud insólita, el Comité Nacional del SWP resolvió que los trotskistas no debían apoyar a ningún bando en el conflicto de Angola, pues se trataba, según ellos, de una guerra “fratricida “ y “ fraccional’’. En el informe aprobado se afirma que “ nuestra actitud es de oposición a la guerra fraccional “. [1] Para entender la gravedad de esta resolución, veamos cuál era la situación concreta de la guerra en Angola.

La marcha de la guerra civil según las informaciones del propio SWP

Todo el movimiento revolucionario mundial conoce la intima vinculación existente entre el Intercontinental Press y la dirección del SWP (Joe Hansen, el principal teórico del SWP, es el director del IP). Pues bien, esta publicación entregó una serie de informaciones de sus comentaristas y corresponsales relativas a la guerra, que detallaremos a continuación. A fines de noviembre Harsch afirmaba que “hay varios informes sobre la intervención activa de las tropas sudafricanas en la guerra angoleña” (24/11/75). El 1° de diciembre, el mismo Harsch informó: “La columna militar [sudafricana] ocupó cientos de millas a través de Angola, tomando en rápida sucesión las ciudades de Sá da Bandeira, Mocámedes, Benguela, Lobito, Novo Redondo y Porto Amboim. La columna, según los informes, se dividió entonces en dos partes, una que se dirigió hacia Dondo, donde se encuentra la planta que abastece de electricidad a Luanda, y la otra hacia Malange, otra ciudad de importancia aún bajo control del MPLA. “ Quince días después, el corresponsal del IP en Angola, Tony Hodges, relató: “Una columna conjunta de tropas sudafricanas, del FNLA y de UNITA se apoderó el 5 de noviembre de Benguela y Lobito, el puerto más grande, a 20 millas al norte de Benguela. [...] La columna sudafricana-UNITA-FNLA, bien equipada, según los informes, con autos blindados, se ha apoderado ahora también de Novo Redondo”. Y agregó: “están también descargando toneladas de armas pesadas en el aeropuerto de Benguela, aparentemente el principal centro de abastecimientos de las fuerzas de Sudáfrica-FNLA-UNITA” (15/12/75). El IP del 22 de diciembre publicaba dos artículos de Harsch que certificaban ampliamente la participación de las “fuerzas sudafricanas en la lucha conjunta con dos de los grupos nacionalistas angoleños contra el MPLA”. Citando a Die Burger, el órgano oficioso del partido gubernamental de la República de Sudáfrica, Harsch informaba que éste “admitió que las tropas sudafricanas están efectivamente ‘ocupando’ parte de Angola” , y un poco más adelante decía que “las incursiones sudafricanas en el sur de Angola van también dirigidas contra la población civil”. E insiste: “la intervención de tropas sudafricanas en la guerra civil”; “muchos de los conductores de los tanques de la columna militar que lucha contra el MPLA en Angola central eran miembros del ejército sudafricano” . Y terminemos con esta última afirmación del incansable Harsch: “Los servicios de inteligencia de EE.UU., citados por Binder [periodista del New York Times ] estiman más o menos en mil soldados sudafricanos la presencia militar en Angola. Sin embargo, el periodista del Washington Post, David Dottawai, afirma en la edición del 30 de noviembre: ‘fuentes en Lusaka establecen entre 2. 500 y 5. 000 la cantidad de tropa y oficiales que están luchando simultáneamente contra el MPLA y las fuerzas independientistas de Namibia, localizadas en el sur de Angola’’.

Pero no solo IP proveía cuidadosa información. El ponente ante la reunión del Comité Nacional realizada entre el 2 y el 4 de enero fue un destacado dirigente negro del SWP, el compañero Tony Thomas. En su informe reconoce, textualmente, que uno de los “campos de operaciones [ fields of operations]’’ del ejército sudafricano lo constituyen las “agresiones militares contra el MPLA [military thrusts against the MPLA]” y la conformación de un “bloque militar de los sudafricanos con UNITA y FNLA”, dando a entender que la invasión de Angola, entre otras razones, se realiza para “inclinar la balanza de la guerra civil a favor de la UNITA y el FNLA” y para “facilitar los planes contrarrevolucionarios del Departamento de Estado”.

Los informes del IP y el informe oficial de Tony Thomas planteaban una serie de preguntas nunca explicadas por el Comité Nacional del Socialist Workers Party: ¿De qué lado combatimos nosotros, los trotskistas? ¿Defendemos militarmente al MPLA negro de las “agresiones militares” racistas? ¿Respaldamos militarmente al MPLA del ataque de “las fuerzas de Sudáfrica-FNLA-UNITA que avanzan por la costa”, de la “columna conjunta de tropas sudafricanas, del FNLA y de UNITA”, las cuales se apoderaron “el 5 de noviembre de Benguela y Lobito”, y de la “columna sudafricana de UNITA-FNLA, bien equipada, según los informes, con autos blindados” que “se ha apoderado ahora también de Novo Redondo”?

¡Como trotskistas y viejos discípulos del SWP se nos cae la cara de vergüenza! Ni The Militant, ni Intercontinental Press, ni Tony Thomas, ni el CN del SWP, ni —que nosotros sepamos— ningún dirigente negro, chicano o portorriqueño de ese partido, se acordó de levantar la bandera y el programa trotskista más elemental: cuando los racistas atacan a un movimiento negro, aunque tengan como aliados a otros movimientos negros, nosotros, los trotskistas, estamos incondicionalmente por la defensa de aquél contra el resto, sea cual fuera la dirección y el programa del movimiento negro atacado. Además, los hechos tienen más agravantes: tanto la batalla por Lobito, como el “ataque militar” sudafricano, citado por Tony Thomas, formaban parte de un suceso político repudiable: Sudáfrica había invadido a Angola. Se adentraron 900 kilómetros en su territorio y el FNLA-UNITA colaboraba con la invasión. Mientras tanto, el MPLA, con ayuda cubana y soviética, luchaba militarmente contra ella.

El SWP desvirtuó todos los hechos citados bajo un lago de tinta, con el propósito de justificar su negativa de apoyar militarmente al MPLA. Recordó la colaboración de este movimiento con el ejército portugués y sus contratos con la Gulf Oil. Desenterró documentos de la Cuarta Internacional, con más de diez años de antigüedad, en los que Livio Maitán ponderaba al FNLA, otorgándole un carácter de movimiento de masas opuesto al imperialismo portugués. Se ocupó de investigar qué tribus constituían la base territorial y étnica de cada grupo y finalmente coronó su argumentación con una sentencia suprema: histórica y programáticamente los tres movimientos eran iguales y tenían la misma poli-tica frente al imperialismo. Por supuesto, tras esa oscura mancha de tinta pretendió ocultar lo fundamental: el 4 de enero de 1976, en el mismo día que el CN del SWP aprobaba de modo solemne el informe, el MPLA combatía militarmente contra la invasión sudafricana-yan-ki, mientras que el FNLA-UNITA colaboraba con ella. Esto es, obviamente, lo determinante. Y todo revolucionario, ni hablar de un trotskista, debía fundamentar su política en ese hecho. El SWP, precisamente, no lo hizo.

Es necesario llamar a cuentas. Los movimientos negros y los militantes de la Cuarta Internacional están en la obligación de exigir a Tony Thomas y al SWP una explicación cierta de por qué el dirigente negro renegó de su raza y, en segundo lugar, olvido por completo el trotskismo, al negarse a defender al MPLA negro de las “agresiones militares’’ del ejército racista.

Capitulo segundo
Una falsa caracterización de la guerra

Todo error político tiene, generalmente, una razón teórica. Por esto mismo, el desacierto cometido por el SWP no es una excepción a la regla. Su falsa línea surge de una equivocada caracterización de la guerra como “fratricida” y “fraccional”.

En la mencionada reunión del Comité Nacional del SWP, se aprobó también la declaración ¡Estados Unidos fuera de Angola! (incluida en este volumen; véase pp. 147-151). Aunque con limitaciones obvias, allí se denuncia la intervención del imperialismo yanqui y se llama a formar, dentro de Estados Unidos, un gran movimiento de masas similar al que enfrentó la guerra vietnamita. Este llamamiento, en forma curiosa, da una definición opuesta a la presentada por Tony Thomas. En efecto, la declaración afirma que “Ford está involucrando a Estados Unidos en una nueva guerra colonial”, parecida a la del Vietnam. Es lamentable que la dirección del SWP no se haya preocupado por analizar y desarrollar esta caracterización del conflicto angoleño. Si la guerra era colonial, como afirmaba, tenía que existir, por un lado, un ejército colonizador y, por el otro, uno anticolonial que lo enfrentara. ¿Entonces, en la “nueva guerra colonial” de Angola, ¿cuál era el ejército colonizador y cuál el anticolonialista? La pregunta saltaba a la vista, pero el SWP no la vio, y la dejó sin respuesta. Sería inútil negar que es posible encontrar una estrecha vinculación entre una guerra colonial y una fratricida. Pero, para lograr una caracterización que nos permita luego formular una política correcta, es necesario señalar con absoluta claridad el carácter de la vinculación y cuál es su rasgo dominante (¿fratricida o colonial?). Nada de esto hizo el CN del SWP. Su política para Angola se fundamentó en la caracterización dada en el informe (se daba por hecho su carácter “fratricida”), y se dejó a un lado, sin tenerlo en cuenta, su elemento predominante, el “colonial”.

El MPLA “no podía ganar la guerra’’, pero... ¡la ganó!

Tony Thomas, convencido de su capacidad de análisis y al mismo tiempo de la sabiduría de la dirección de su partido, en su fatídico informe, aseguró: “En realidad, no creo que ninguno de los grupos pueda ‘ganar’ la guerra... “ Unas pocas semanas después, el MPLA “ganaba” totalmente la guerra. Pero, tratando de guardarse las espaldas lo mejor posible, Thomas “abrió el paraguas” con el propósito de evitar sorpresas y, en consecuencia, dijo: “Si alguno lograra una victoria decisiva sobre los otros... el verdadero ganador sería el imperialismo”. Pues bien, ya que el MPLA “logró una victoria decisiva” contra los demás movimientos nacionalistas, ¿sigue creyendo el SWP que esa “victoria decisiva” del MPLA significó que el “verdadero ganador fuera el imperialismo”? Formulemos la misma pregunta de otras maneras para que los militantes del SWP nos entiendan: Después del triunfo del MPLA, el ejército sudafricano, que había logrado invadir casi la mitad del territorio angoleño, tuvo que retirarse. ¿Cuál es la causa de la derrota militar racista-imperialista? ¿Quiere decir esto que durante la guerra civil “el verdadero ganador” fue “el imperialismo”? ¿O, por el contrario, que éste también sufrió un traspiés a consecuencia del triunfo del MPLA?

En su otra resolución, como ya hemos visto, el SWP denunció que la guerra era colonial. Tal afirmación nos lleva de inmediato a otra pregunta clave: ¿El triunfo del MPLA significó una victoria de las fuerzas coloniales, como vaticinó el SWP, o del anticolonialismo, como dijimos y decimos nosotros? Los comentaristas del SWP están tratando de eludir la respuesta a esta simple pregunta con el acertado argumento de que, tras su victoria, el MPLA ha continuado vendiendo económicamente el país al imperialismo, según la costumbre de todo movimiento reformista. No podemos aceptar una confusión de tiempos. No se trata de la actual o futura entrega económica al imperialismo, sino de la guerra colonial que se llevaba a efecto en enero de este año, cuando el SWP se pronunció sobre dicho enfrentamiento. Por eso insistimos: ¿Quién ganó la guerra angoleña de enero de este año? ¿Sudáfrica y sus aliados militares, o Angola?

En vista de sus errores, el SWP adoptó una política curiosa. Ya vimos cómo habían vaticinado que si el triunfo correspondía al MPLA, “el verdadero ganador sería el imperialismo”; pero, después del resonante éxito de este movimiento, que para ellos habría significado el triunfo de la contrarrevolución, no levantan consignas para defender a una Angola acabada de colonizar, sino consignas ofensivas como si hubiese ganado el movimiento de masas y no la contrarrevolución, que denuncian las capitulaciones del MPLA y contra la colonización económica.

Una de dos, o el SWP se equivocó en su vaticinio, o tiene una política de no enfrentamiento y denuncia del triunfo contrarrevolucionario. Por supuesto, estamos convencidos de su error y de que, tal como es propio de toda nueva dirección surgida del campo estudiantil, la del SWP está celosa de su prestigio y ha resuelto defenderlo, echando un manto de olvido sobre sus propios vaticinios. Sin embargo, la realidad es dura y siempre se impone; debido a esto, el SWP ha resuelto aceptarla en silencio, sin una autocrítica. En cambio, dándose un programa acorde con ella, señala la derrota militar del imperialismo y la necesidad de seguir impulsando la revolución triunfante en todo el sur de África, para evitar que los reformistas del MPLA la desvíen y la entreguen nuevamente al imperialismo.

Vaticinios escalofriantes que ayudan al racismo blanco

La dirección del SWP no se dio tregua en su afán por desacreditar al MPLA que libraba una justa guerra contra el ejército sudafricano y sus aliados militares del FNLA-UNITA. En la famosa resolución, tantas veces citada, Detrás de la guerra civil en Angola, pronunciaron un escalofriante vaticinio sobre el futuro de las tribus que apoyaban al FNLA-UNITA si por alguna razón el MPLA triunfaba: “Tenemos que vaticinar que la victoria de cualquier bando en esta guerra civil podría significar pogromos con decenas de miles de victimas. Ya los dirigentes del MPLA han discutido convertir en ‘otra Biafra a las zonas bakongo en manos del FNLA. En África, la palabra ‘Biafra’ es sinónimo de la guerra civil de Nigeria y de la tremenda matanza realizada en torno al llamado problema tribal. Una perspectiva similar se da en Angola ’’.

El triunfo del MPLA ya es una realidad, sin embargo, The Militant e Intercontinental Press no están embarcados en una campaña mundial para evitar el exterminio de los bakongos a manos del MPLA. Ni siquiera lo denuncia. ¿Amnesia? ¿Ceguera? ¿O será tal vez que esas “decenas de miles de víctimas” no han existido más que en la imaginación de la dirección del SWP?

Los tres vaticinios del SWP no sólo resultaron absolutamente equivocados, sino que, además, tuvieron una unidad malsana, en cuanto sirvieron al imperialismo y al racismo. Si, como lo hechos lo han demostrado en forma concluyente, el triunfo militar del MPLA ha significado un colosal triunfo anticolonial, antiimperialista y principalmente antirracista, ha llegado el momento de preguntarnos: ¿Qué papel jugaron los vaticinios del SWP en esa guerra anticolonial? Como marxistas debemos saber que en una guerra colonial o social, las consignas, análisis y pronósticos forman parte de ella y le sirven a uno u otro bando. ¿Qué más le podía pedir el racista Vorster, que ocupaba Angola, al glorioso SWP? Por supuesto, no que respaldaran públicamente a Vorster. Eso no les hubiera servido. Todos hubieran afirmado que el SWP se había ubicado en el bando enemigo. Sin embargo, la mejor forma de ayudar a Vorster y al imperialismo yanqui era decir lo que desde la izquierda dijo el SWP: el MPLA no puede triunfar, si triunfa quien verdaderamente gana es el imperialismo y si derrota a los otros movimientos nacionalistas, masacrará a toda la población negra anti-MPLA, de absoluta mayoría en Angola. Por eso, el papel jugado por el SWP servía a los intereses del imperialismo y, al mismo tiempo, desmoralizaba al MPLA, que se había erigido como su único opositor en la guerra colonial. Creemos que los vaticinios del SWP surgieron inconscientemente, como consecuencia de fuertes presiones pequeñoburguesas, pero indudablemente sirvieron al enemigo, repercutiendo como factor desmoralizador e infundiéndole entusiasmo a los otros dos movimientos nacionalistas, que al servicio y en complicidad con los racistas, trataban de colonizar Angola. Es decir, hubo una inconsciente división de tareas: por una parte, Vorster y el imperialismo denunciaban la intervención rusa y cubana; por la otra, el SWP denigraba la justa guerra anticolonial del MPLA con toda clase de análisis y pronósticos derrotistas y pesimistas si éste ganaba la guerra.

Una pregunta sin respuesta: ¿por qué triunfó el MPLA?

La dirección del SWP, al pretender “olvidar” sus vaticinios, evita responder a dos preguntas inquietantes: ¿por qué triunfó el MPLA? ¿Cuál fue la razón para lanzar un pronóstico tan equivocado, asegurando, ocho semanas antes de su victoria total, que no podría lograrla?

Plantearse estas preguntas nos ahorra llegar a falsas conclusiones, tales como pensar que el triunfo puede ser atribuido a las armas soviéticas o a la falta de ayuda norteamericana al FNLA-UNITA, puesto que según el informe de Tony Thomas, ninguna de las dos potencias deseaba un resultado benéfico para alguno de los dos bandos. Por otra parte, el mismo informante, con lujo de detalles, nos demostró que el MPLA tenía mucho menos apoyo en la población angoleña que sus adversarios (alrededor de un millón y medio contra tres millones). A pesar de todo, el MPLA se impuso sin atenuantes.

¿Cómo se produjo esta victoria? De manera diciente, la explicación dada por el SWP concuerda con los argumentos del imperialismo, o sea, que el triunfo tiene su razón de ser en la superioridad militar del MPLA y en la ayuda cubana. Nuestro punto de vista difiere en alto grado. No participamos de la concepción que le da prioridad, en una guerra civil, a las razones militares, ya sea por la ayuda recibida en armamentos o soldados, sino que nos decidimos por las razones políticas y morales. Para nosotros, la explicación última de tan fulminante triunfo reside en dos razones que se complementaron: los combatientes negros del FNLA-UNITA se desmoralizaron al tener que luchar junto a los mercenarios pagados por la CIA y a los soldados racistas de Vorster, que ayudaban al imperialismo en la colonización de Angola, debiendo derrotar para ello a un movimiento negro como el MPLA (esto es lo que han dicho, justamente, los más lúcidos comentaristas del imperialismo). Por otro lado, a nuestra manera de ver, ocurrió lo opuesto: el desigual enfrentamiento con el imperialismo y los soldados racistas que trataban de invadir sus ciudades y territorios, elevó considerablemente la moral victoriosa de los luchadores del MPLA, asimismo, la colaboración de los cubanos fortalecía la posibilidad del triunfo. Así como en toda victoria revolucionaria, el secreto del triunfo estuvo en la desmoralización del ejército contrarrevolucionario y en el entusiasmo arrollador del frente revolucionario.

“Objetividad” de notario

A partir del triunfo resonante del MPLA, los análisis y la política del SWP vienen acompañados de un extraño sabor agrio, que no les permite reconocer la victoria y desnuda un claro resentimiento que se convierte, parcamente, en comentarios “objetivos” de tipo periodístico. Veamos el tono de sus artículos: “... después del fracaso de la intervención de EE.UU. y Sudáfrica en la guerra civil en Angola... “ “Aunque el fracaso de la intervención directa de Estados Unidos en Angola fue un retroceso para Washington... “ (IP, 1/3/76.) “... el fracaso de la intervención de Estados Unidos y Sudáfrica en la guerra civil en Angola... “, “El impacto del retroceso en Angola... “, “El fracaso de la intervención imperialista en Angola... “, “... el fracaso de Washington en Angola... “ (IP, 8/3/76). Nada más. Con la misma frialdad de un periodista a sueldo en la prensa burguesa.

Un revolucionario, no un notario, hubiera exclamado: ¡Viva el triunfo del MPLA! ¡Viva el “fracaso de la intervención imperialista en Angola” a causa de la heroica lucha del MPLA y sus aliados, los cubanos!

Un grave error: el apoyo al MPLA durante la ocupación portuguesa

Nuestra crítica al SWP por no haber defendido militarmente al MPLA del ataque sudafricano-imperialista no significa que siempre debimos haber apoyado militarmente a esta organización nacionalista. Por el contrario, creemos que algunos dirigentes y grupos de la TMI (Tendencia Mayoritaria Internacional) que lo apoyaron desde el principio de la guerra civil y bajo la ocupación portuguesa, cometieron un grave error.

Para quienes le dieron su apoyo, el MPLA reflejaba los intereses de las masas trabajadoras en ascenso, mientras que el FNLA-UNITA eran correa de trasmisión de la burguesía y el imperialismo. Estimaban que en Angola había dos campos claramente delimitados: el contrarrevolucionario del FNLA-UNITA y el progresista, incluso revolucionario para algunos, del MPLA, pese a su dirección reformista. Era la misma división que trazaban para Portugal: de un lado, Costa Gomes, el Partido Socialista y los partidos burgueses; del otro, los militares “progresistas” del MFA, el Partido Comunista y la ultraizquierda.

Según ellos, el aspecto fundamental era la guerra civil, alrededor de la cual hacían girar toda su política, apoyando a un bando y sin plantearse cómo continuar la guerra anticolonial. Así, por ejemplo, el compañero Gabriel, importante vocero de la TMI, no aceptaba el frente unido propuesto en ese momento por el FNLA-UNITA contra los colonialistas; por el contrario, exigía el retiro inmediato de las tropas portuguesas y que éstas dejen “todas las armas y el material al MPLA y a las milicias” (véase: Angola: las máscaras caen, p. 102). Pues bien, si en realidad consideraban que el MPLA tenía fuerza suficiente para expulsar a los portugueses de Angola, esto era, precisamente, lo que había que hacer y plantearlo de una vez, diciendo: “Por la victoria del MPLA sobre el ejército portugués, que lo expulse de Angola y se posesione de sus armas’’.

No debemos engañarnos: el planteamiento del compañero Gabriel esconde, en forma solapada, un llamado al frente “progresista” portugués MFA-PC-ultraizquierda para que apoye indirectamente al MPLA, dejándole las armas. Esta posición del compañero Gabriel era proimperialista y profundamente antidemocrática. Proimperialista, porque no tenía como eje esencial de su política la lucha contra el ocupante portugués y el llamado a un frente antiimperialista a los otros movimientos nacionalistas. Antidemocrática, porque en lugar de plantear que el pueblo angoleño resolviera democráticamente mediante una Asamblea Constituyente cómo y quién lo debía gobernar, tomaba partido por una de las fracciones nacionalistas: el MPLA.

La obsesión política del compañero Gabriel no radicaba en la expulsión del ejército portugués, con todas sus “alas, sino ayudar a la victoria del MPLA sobre los otros dos movimientos nacionalistas en la guerra civil. Prefería aliarse al ala “progresista” del ejército portugués y no a los movimientos nacionalistas opuestos al MPLA.

El SWP y la FLT (Fracción Leninista Trotskista), que nosotros aún integrábamos, nos pronunciamos categóricamente contra la política de apoyo militar, en aquel momento, al MPLA. En ese momento, Portugal mantenía aún el dominio y ocupación de Angola. Mientras ello sucediese, el imperialismo portugués —pese a su debilidad creciente— continuaba siendo el principal enemigo de las masas angoleñas. Todas las fracciones del imperialismo y su gobierno del MFA, y todas sus tendencias, desde Pinheiro de Azevedo y Ramalho Eanes hasta Rosa Coutinho y Saraiva de Carvalho, eran colonialistas. Por eso, el orientarse a apoyar a un movimiento nacionalista contra los otros, como hacía el compañero Gabriel, buscando el apoyo de un sector del gobierno portugués del MFA, como del PC y la ultraizquierda, sólo servía para distraer la atención del enemigo principal, y abandonar las grandes consignas antiimperialistas: ¡Por un frente único de todos los movimientos nacionalistas para expulsar al ejército portugués de Angola! ¡Abajo la guerra fratricida entre los nacionalismos angoleños que nos dividen frente al imperialismo portugués!

Capitulo tercero
¿Guerra fratricida o colonial?

El SWP acuñó la feliz expresión de “guerra fratricida” en el contexto de la polémica contra la ultraizquierda portuguesa y mundial y también contra la TMI. Se precisaba así el carácter nacionalista de masas, aunque reformista, del FNLA-UNITA; se destacaba cómo estas organizaciones seguían luchando contra el ocupante portugués; se subrayaba que entre ellos y el MPLA no existían diferencias de fondo que justificaran darle el apoyo. Por el contrario, el MPLA tenía una clara tendencia colaboracionista con el ocupante y además trataba de volcar al ejército portugués a su favor contra las otras dos organizaciones, y en varias oportunidades, entró en tratos y negociaciones.

¿Por qué, en esos momentos, se justificaba ampliamente la caracterización de “guerra fratricida”, guerra entre hermanos? Tratemos de aclararlo. Toda relación tiene un contenido preciso. Así, somos hermanos carnales cuando tenemos padres comunes; hermanos de clase, cuando pertenecemos a la misma clase social; de lucha, si peleamos contra el mismo enemigo y por objetivos comunes. Con esto último se identificaban los tres movimientos nacionalistas: desde hacía más de una década estaban hermanados en la lucha contra el imperialismo portugués, por la independencia de Angola. Todos, en mayor o menor medida, con mayor o menor consecuencia, habían participado —y participaban— en la lucha contra el viejo imperialismo lusitano. Tal era el contenido de su “hermandad’’.

La espantosa guerra civil desatada en los meses previos a la derrota lusitana, sirvió solamente para fortalecer a los portugueses y demorar su retirada, poniendo en peligro la posibilidad de la independencia. El imperialismo portugués apeló a la vieja fórmula de “dividir para reinar”, azuzando la guerra civil fratricida. Incluso, pareció, en algún momento, que estaba decidido a pactar con el MPLA, con el propósito de aplastar a los otros dos movimientos. Esto no se hizo realidad debido a la extrema debilidad portuguesa, y no así a una presunta negativa por parte de la dirección del MPLA (que vio con buenos ojos esta perspectiva). Asediado por el movimiento obrero de Portugal, enfrentando la rebeldía de las tropas a embarcarse para África, rodeado por los movimientos nacionalistas, por los estados negros que circundan a Angola, y, finalmente, por las otras potencias imperialistas, el colonialismo portugués debió retirarse. De modo que Angola logró su independencia en medio de la “guerra fratricida” entre los movimientos nacionalistas.

Un vuelco decisivo: la invasión militar sudafricana-yanqui

A medida que el imperialismo portugués se debilitaba, ocurría otro hecho de gran trascendencia: la invasión sudafricana con respaldo yanki. Obviamente, para el pueblo angoleño cambiaba el enemigo principal, pues la independencia que se estaba logrando frente a Portugal debía ser defendida contra los nuevos colonizadores, que ya no sólo entraban a reforzar, sino a remplazar el viejo imperialismo a punto de morir.

El propio Tony Thomas corrobora nuestras afirmaciones. “Las primeras incursiones” —dice en su informe, en el subtítulo correspondiente a “La intervención sudafricana” — “empezaron en junio o julio. Su objetivo inmediato era perseguir a los guerrilleros del SWAPO (Organización Popular de África del Sudoeste), quienes habían pasado a Angola desde Namibia. [] En agosto, la persecución a los guerrilleros del SWAPO fue seguida por la toma de la represa del Cu-nene y la ocupación militar de la zona”. E inmediatamente dice: “Es importante señalar que el FNLA y la UNITA no sirvieron de títeres sudafricanos en esta invasión imperialista. En cambio UNITA y FNLA estuvieron a la cabeza de los combates contra Sudáfrica en junio, julio y agosto, junto con el MPLA.”

A partir de octubre se opera un vuelco total en la situación: FNLA-UNITA dejan de combatir la invasión sudafricana para convertirse en sus aliados militares. Tony Thomas, consecuente hasta el fin con él mismo, señala el hecho sin percatarse de sus enormes implicaciones políticas: “En octubre aparecieron los primeros informes de que había tropas sudafricanas participando en un avance de las fuerzas de FNLA y UNITA por la costa desde el sur”. Como ya hemos citado, el informante reconoce, además, que los sudafricanos están empeñados en “atacar militarmente al MPLA” y, para tal efecto, han formado un “bloque militar con UNITA y el FNLA”, decidiéndose también a invadir Angola, entre otras razones, para “inclinar la balanza de la guerra civil a favor” de sus nuevos aliados y “facilitar los planes contrarrevolucionarios del Departamento de Estado”.

La guerra “fratricida” se transforma en “colonial”

Mucha más información tenemos recopilada, publicada en la prensa internacional, pero los hechos enumerados anteriormente nos parecen suficientes. Sin embargo, a pesar de estos informes y de sus propios comentarios, el CN del SWP no llegó a las simples y tajantes conclusiones que imponían hechos tan significativos y dicientes.

Por el contrario, después de publicar el cúmulo de datos que hemos mencionado y señalar muchos de ellos en el informe al CN, es curioso y sorprendente observar la indiferencia, inclusive el silencio del SWP ante el apoyo militar yanki-sudafricano al FNLA-UNITA. Por ejemplo, la declaración ¡Estados Unidos fuera de Angola! no alude a él y nos ubica la intervención yanki en la estratósfera, puesto que no se precisa cómo se corporiza. Omitir que la presencia de Sudáfrica y de Estados Unidos favorece directamente al FNLA-UNITA, no especificar con claridad a favor y en contra de quién participa el imperialismo es un silencio cómplice que el SWP rompe esporádicamente para comentar los hechos. Por otro lado, estos comentarios se manipulan abiertamente con el propósito de mantener su caracterización de la guerra civil como “fratricida” e impidiendo que se les venga a tierra. Ante los nuevos sucesos, no transforman su posición sino que tratan, en un intento desesperado, de forzarlos dentro del viejo esquema de la guerra fraccional.

El SWP se metió en este callejón sin salida por negarse a reconocer que poco antes de la retirada de los portugueses ya no era posible seguir definiendo la guerra como fratricida. El imperialismo, gracias a su colosal poderío y riqueza, al ganarse a uno de los bandos como aliado, cambiaba las reglas del juego, rompiendo la hermandad de los tres grupos frente al nuevo colonizador. Precisamente esto ocurrió: en enero de 1976, cuando el SWP aprobó el informe citado, el MPLA, FNLA y UNITA habían dejado de ser hermanos que peleaban entre sí; los dos últimos se aliaron con el invasor, mientras que el MPLA se opuso a dicha invasión con las armas en la mano. Esta actitud antiimperialista del MPLA fue un hecho contundente, independientemente de cual haya sido el contenido de su programa o las intenciones últimas de su dirección.

Los términos ya no eran los mismos. La guerra fratricida entre tres movimientos que luchaban por la independencia, se transformó en una contienda entre dos movimientos nacionalistas de masas aliados a la nueva colonización y otro que la obstaculizaba al combatirla militarmente. Ahora bien, el aspecto fundamental era, indiscutiblemente éste, a pesar de que el MPLA hubiera tenido mil capitulaciones ante el “ala izquierda” del ejército portugués o hubiera firmado diez mil acuerdos con la Gulf Oil. Tampoco cambiará, como es lógico, porque en un futuro, próximo o lejano, el MPLA reformista entregue económicamente el país al imperialismo de nuevo, ya que no es mucho lo que podemos esperar de un movimiento colaboracionista. Sin embargo, la situación había cambiado radicalmente debido a la invasión sudafricana-yanki, fenómeno que el SWP se negó a aceptar y por lo tanto no asumió una defensa consciente del MPLA negro del ataque racista. La nueva dirección del SWP se olvidó de la vieja enseñanza de Novack: toda verdad que traspasa sus limites se transforma en una falsedad; por lo tanto, la definición de guerra fratricida había sido correcta hasta la ocupación portuguesa, de ahí en adelante, a partir de la invasión sudafricana, dejó de serlo.

Hansen refleja bien esta contradicción en su artículo Angola, el paralelo con Vietnam (incluido en este volumen; véase pp. 117-122). Con lucidez, reconoce que el enemigo principal ha pasado a ser el imperialismo yanki y, al mismo tiempo, aconseja no inmiscuirse en las luchas fracciónales de los tres movimientos nacionalistas. En ocasiones pasadas, siempre se tenía en cuenta esta vieja recomendación. Pero, ¿acaso el “ataque militar” del ejército sudafricano —aliado al FNLA-UNITA— contra el MPLA constituye un hecho fraccional, interno al conjunto del movimiento nacionalista negro? ¿O tal vez lo será el hecho que el MPLA combatía a los racistas y sus aliados angoleños? En fin, ¿podemos acaso oponernos al imperialismo sin defendernos de sus aliados militares o atacar a los soldados sudafricanos, enrolados en las filas de UNITA, sin atacar a los de éste último? He aquí una serie de cuestiones que deben ser analizadas a fondo.

El imperialismo se evapora como un fantasma

Para la dirección del SWP, la guerra “involucra fundamentalmente a tres fracciones nacionalistas sin principios... “ ¿Qué papel juegan, entonces, Estados Unidos y Sudáfrica? ¿Es un papel esencial o, por el contrario, su intervención es otro elemento más, o sea, secundario? Tony Thomas responde lo segundo: “Otro elemento más en la situación” —dice— “es el apoyo imperialista que reciben FNLA y UNITA, que incluye el uso de tropas sudafricanas’’.

A tal punto el imperialismo yanki y sudafricano son, para Thomas, elementos accesorios y externos a la guerra (un “elemento más”), cuya política hacia cada uno de los bandos es, en el fondo, idéntica, que al final del informe, al “resumir” en tres puntos la “posición respecto de la guerra civil”, ni se molesta en mencionar a EE.UU. y Sudáfrica. ¡Increíble, pero cierto! En ninguno de ellos menciona, ni de pasada, sus intentos, por esos días, de ocupar y recolonizar Angola. En el único momento que se habla del imperialismo, es sólo para insistir en la relación igualitaria que tienen ante él todos los movimientos (“los tres grupos —dice— están a favor de colaborar con el imperialismo”).

En suma, el enfrentamiento no estaba dado entre dos bloques militares, uno al servicio de la colonización imperialista y otro que se le oponía, sino entre tres movimientos nacionalistas que, para EE.UU., eran esencialmente iguales. La invasión sudafricana es un hecho “ominoso” y Estados Unidos desde afuera, simultánea o alternativamente, apoya a los tres bandos, sin interés especial por la victoria de uno de ellos, sino con el propósito de hacerlos igualmente débiles.

En su afán por demostrar que la guerra seguía siendo “fratricida”, se vieron en la obligación de hacer desaparecer, como un verdadero fantasma, al imperialismo yanki y a Sudáfrica como factor de primera magnitud. ¡Este despropósito fue el aprobado por el CN del SWP el 4 de enero, dos meses después que el ejército sudafricano ocupara Lobito y avanzara 900 kilómetros dentro del territorio angoleño!

¿No quería EE.UU. la victoria del FNLA-UNITA?

Tony Thomas no se UNITA a colocar en un segundo plano al imperialismo con el objeto de demostrar el carácter “fratricida” de la guerra, sino que, como malabarista de circo, nos trata de hacer una nueva pirueta teórica: lanza la hipótesis de un imperialismo sin interés en el triunfo del FNLA-UNITA y en la derrota del MPLA (“Es posible que la principal estrategia del Departamento de Estado en este conflicto no sea la de inclinar la balanza decisivamente a favor de ninguno de los dos bandos [...] En realidad, al igual que Washington, Moscú no parece buscar una victoria total de su bando.”).

Afirmar que los imperialistas y racistas no deseaban la derrota del MPLA, ni el triunfo de FNLA-UNITA, es lo mismo que afirmar que no querían su propio triunfo. Una afirmación tan descabellada y paradójica debería fundamentarse en una demostración exhaustiva. Thomas no se molesta en dárnosla, sino que se limita a asegurarnos que la prueba de semejante hipótesis es la siguiente: si el imperialismo se hubiese interesado por el triunfo del FNLA-UNITA, lo podría haber logrado “fácilmente enviando mayor ayuda a UNITA y al FNLA, o provocando una mayor intervención de las tropas sudafricanas”. No es necesario que aquí el lector se refriegue los ojos, porque si ha leído bien: para Tony Thomas y el SWP, el imperialismo podía hacer en el conflicto angoleño lo que le viniera en gana, inclinar la balanza a un lado u otro, o dejarla en equilibrio. ¿Qué hacer, entonces, con el movimiento de masas? ¿La lucha de clases nacional y mundial no tenían nada que ver con el conflicto angoleño? Como en una fábula infantil, según el SWP, el imperialismo tenía el poder de resolverlo todo como quisiera y “fácilmente”, desarrollando sobre la política angoleña un monólogo, ya que no tenía como polemista al movimiento de masas.

Nos parece increíble que tal afirmación provenga del SWP, que tiene a su haber un extraordinario papel jugado en las movilizaciones efectuadas contra la guerra de Vietnam. Nosotros creemos, justamente, todo lo contrario. Si el imperialismo yanki y sudafricano no se volcaron con su gran poder en apoyo de sus aliados militares nacionalistas para obtener el triunfo, se debió al temor de un gigantesco movimiento de masas en el mundo entero, desde Estados Unidos hasta África. El imperialismo yanki no intervino de lleno, como era su intención, porque hace poco las masas indochinas, ayudadas por las americanas y mundiales, le acababan de propinar la más colosal paliza de su historia. Esto había dejado a Washington bastante maltrecho, de ahí su actitud cautelosa frente al riesgo de embarcarse en “nuevas guerras coloniales”; su prevención era lógica, no podía exponerse a una nueva derrota por parte de las masas, tanto de su propio país como de las que estaban sometidas a la imposición colonial.

Las “manos negras’’ de Sudáfrica sobre la balanza

A diferencia de la mayoría de los sectarios, el compañero Thomas y el SWP tienen la buena costumbre de señalar escrupulosamente los hechos y, en ocasiones, de hacer algunos comentarios pertinentes. Es así como sus caracterizaciones suelen entrar en contradicción directa con los hechos que enumeran y comentan. A veces, incluso, se producen situaciones bastante cómicas.

Como ya hemos visto, en una parte del informe-re-solución se dice: “Es posible que la principal estrategia del Departamento de Estado en este conflicto no sea la de inclinar la balanza decisivamente a favor de ninguno de los dos bandos ... “ Contradictoriamente, un poco más abajo, comenta: “Los sudafricanos han intervenido por cuatro razones obvias... “ La tercera es: “inclinar la balanza de la guerra civil a favor de la UNITA y el FNLA ... “, y la cuarta: “facilitar los planes contrarrevolucionarios del Departamento de Estado”. Es curioso que Sudáfrica quiera “facilitar” los planes “del Departamento de Estado”, haciendo exactamente algo que va en contra de “la principal estrategia” de éste. Pero tal absurdo no es lo más importante. El aspecto central es aquel que desvirtúa todos los sofismas que construyó Tony Thomas para seguir sosteniendo que la guerra civil era fratricida, entre ellos, el que se refiere a los verdaderos planes del imperialismo.

Es “obvio”, dice Tony Thomas, que el objetivo de la intervención sudafricana es “facilitar los planes contrarrevolucionarios del Departamento de Estado”, tratando de “inclinar la balanza de la guerra civil a favor de la UNITA y el FNLA”.

Efectivamente, compañero Thomas, era “obvio” que el imperialismo yanki y Sudáfrica intervenían, empleando la máxima capacidad que les dejaba el movimiento de masas mundial, para que triunfaran sus aliados y fuera derrotado su enemigo, el MPLA, que, con tropas cubanas y armas soviéticas, se oponían militarmente a “facilitar” sus planes contrarrevolucionarios. También era “obvio” que nosotros teníamos que luchar militarmente en el “bando” del MPLA para evitar, junto con él, el triunfo del imperialismo y Sudáfrica. Pero, justamente, esta fue la “obvia” conclusión que el SWP se negó a deducir.

Trotsky nos había enseñado cómo tomar partido

Para ilustrar mejor la crítica que venimos haciéndole al SWP, ante éste y en especial ante nuestros lectores latinoamericanos, nos permitiremos utilizar un método usado a veces por Trotsky (como por ejemplo, cuando planteaba cuál sería nuestra posición si Inglaterra “democrática” le hiciera la guerra al Brasil “totalitario”). Es decir, el método de dar un ejemplo hipotético.

Imaginemos, entonces, que Canadá invade al Perú: el ejército canadiense (apoyado por EE.UU. mediante armas, mercenarios, dólares, un puente aéreo con centro en Panamá, etcétera), en pocas semanas llega a ocupar casi la mitad del territorio de ese país latinoamericano. Supongamos que lo hace aprovechando una situación previa de guerra civil, “fratricida”, entre los quechuas y los aymarás. Los canadienses que entran en Perú lo hacen para apoyar a los aymarás con asiento en Lima y para derrotar a los quechuas, con asiento en el Cuzco.

Al hacer una extrapolación de su documento sobre Angola, encontraríamos que el SWP probablemente calificaría este hecho como “muy ominoso”, pero que dedicaría la mayor parte de su análisis a recordar la política traidora de todas las direcciones burguesas o pequeño burguesas que dirigen a aymarás y quechuas, sin hacer girar su análisis en torno al hecho primordial: la invasión canadiense.

Si el informe sobre el caso peruano se le hubiera encargado al famoso antropólogo Johnny Jonas, éste nos daría una clase magistral sobre etnografía peruana, cultura, lenguas, etcétera. Sabríamos que mientras los aymaras, con su respectiva federación campesina, apoyan a los militares “peruanistas”, los del Cuzco hacen lo mismo respecto al APRA-Belaúnde. Y no podríamos olvidar que estos líos vienen de lejos, de la época de Huáscar y Atahualpa. Además, el informante encontraría que tanto el APRA como los militares “peruanistas’’ son verdaderos movimientos nacionales con fuerza en las masas. No sólo los indios están divididos, sino también los sindicatos; la CGT apoya al APRA-Belaúnde y la CGTP, a los militares.

Por supuesto, más adelante se llegará a la sabia conclusión de no apoyar militarmente al APRA-Belaúnde apoyado en los quechuas ni a los militares apoyados en los aymarás, porque indiscutiblemente ambos grupos han perseguido al movimiento obrero y campesino (Belaúnde encarceló a Hugo Blanco, los militares lo deportaron), y han hecho toda clase de negociados con el imperialismo. Además, Johnny Jonas ha examinado al microscopio los programas de ambos bloques y ha comprobado que son iguales: ninguno de ellos plantea el socialismo, ambos están a favor de las inversiones extranjeras y contra el movimiento obrero. Por lo tanto, los dos bloques son iguales frente al imperialismo.

Sus conclusiones políticas serían “correctas” generalidades tales como “estamos a favor del programa socialista.. “, “nos oponemos al programa y las prácticas de cada uno de los frentes nacionales. “, “estamos en pro de una política clasista para las masas”, etcétera, etcétera. Pero, aunque “correctas”, estas vaguedades serían un verdadero crimen político. Mediante una montaña de “datos” históricos y generalidades programáticas, se disolvería el hecho político decisivo y fundamental: Canadá invadió militarmente a Perú. Y, desde ese momento, la política, los frentes burgueses, los partidos, los sindicatos, los indios, los estudiantes, las centrales obreras, como todo lo que haya en el Perú, deben dividirse en dos campos: los que están con la invasión canadiense-yanki, y los que pelean contra ella. Naturalmente, la política correcta es una sola: fortificar el campo que lucha contra la invasión militar.

Nos hemos extendido en este ejemplo hipotético, pero vale la pena, porque la resolución del SWP sobre Angola no hace más que repetir el error del antropólogo Jonas sobre Perú.

Capitulo cuarto
Ni consigna ni lucha antiimperialista

Aunque parezca insólito, Tony Thomas no dio una sola consigna o tarea antiimperialista concreta para movilizar las masas angoleñas en su informe. No obstante, debemos reconocerle cierta coherencia. Dentro de su razonamiento, el imperialismo jugaba un papel de secundaria importancia, la guerra tenía un carácter fratricida y no colonial y, por supuesto, era innecesario confundir nuestra política levantando consignas contra un enemigo que, en ese momento, no era el principal. Es muy posible que la nueva dirección del SWP trate de cubrirse con argucias polémicas. A lo mejor nos dicen que impulsaron dos consignas antiimperialistas para ser llevadas a cabo por los trabajadores de Angola: “¡EE.UU. fuera de Angola!” y “¡Fuera Sudáfrica de Angola! “Nada más falso. Rogamos al lector que repase el informe una y otra vez, como lo hicimos nosotros, para tratar de descubrir, aunque sea con lupa, una sola consigna antiimperialista precisa planteada a las masas angoleñas.

Veamos: el informe consta de cuatro partes políticas en las que se formulan consignas y tareas referentes a distintos países y regiones, así:

— La segunda y la cuarta aluden a las tareas en Angola, sin mencionar la lucha antiimperialista;

— La primera y la tercera se refieren a Estados Unidos y a Sudáfrica, respectivamente, y allí se plantean las dos consignas citadas, llamando a las masas de Norteamérica, en un caso, y de Sudáfrica, en el otro; en ambos, sin tener en cuenta a las masas angoleñas. Tanto es así que las consignas están separadas en toda la resolución; en la parte inicial se señalan las tareas para llevar a efecto en EE.UU. y en la conclusión, las que tienen que ver con Sudáfrica. Esto demuestra que el informante no consideraba la colonización de Sudáfrica y la norteamericana como un mismo fenómeno y peligro, el cual tenía que ser repelido por las masas angoleñas.

En la primera parte, al comienzo del informe, nos hablan acerca de la táctica a seguir por el SWP en EE. UU: “Proponemos una respuesta igual a la que se dio durante la guerra de Indochina: una amplia campaña de movilización y propaganda centrada en la consigna ¡EE.UU. fuera de Angola! (subrayado en el original).

En la tercera parte, al final de la resolución, bajo el subtítulo “La guerra civil se profundiza” se exponen las acciones que deben desplegar los trotskistas contra el gobierno racista de Vorster en Sudáfrica. En ese párrafo, encontramos un paralelo con EE.UU. y el gobierno de Ford en los siguientes términos: “En cuanto al gobierno de Vorster en Sudáfrica, debe ser duramente censurado, junto con el gobierno de Ford, por intervenir en la guerra civil angoleña. Vorster utiliza tropas sudafricanas para allanar el camino para la intervención de tropas de otras potencias imperialistas. “ No podemos dejar de señalar que el SWP ha caído en el propagandismo y el pacifismo. Se trata de una invasión militar y nos dicen que el gobierno de Vorster debe ser “duramente censurado”. ¿Desde cuando es una políti-ca trotskista repeler una invasión militar racista con “duras censuras”? Y, por último, ¿quiénes debían hacer esa “dura censura”? Un verdadero misterio que no se resuelve, como en ciertas novelas policíacas.

Supongamos, también, que nos equivocamos y que esta última consigna no se refería a los trabajadores sudafricanos, sino a los angoleños. ¿Por qué entonces no llamaron a los movimientos nacionalistas para que se unieran en la lucha contra los sudafricanos? Ni siquiera hicieron un llamamiento para que el pueblo angoleño enfrentara unido esta tarea. ¿Por qué? Por más que le demos vueltas, la conclusión es una sola. El SWP no levantó, durante la guerra civil, ninguna consigna unitaria antiimperialista concreta, para la acción de las masas angoleñas. Nada lo demuestra mejor que el programa concreto que dan para Angola en la parte segunda y cuarta del informe.

El sectarismo “enceguece’’ a Thomas

Bajo el subtítulo “Derecho a la autodeterminación”, en la segunda parte de su informe, Thomas nos proponía, como tarea para Angola, apoyar el derecho a la autodeterminación, que incluye el derecho a la autonomía y aun a la secesión para las tribus-nacionalidades. Curiosamente, este derecho a la autodeterminación de las tribus se olvida en la síntesis política final. En esta última parte resumieron la política para Angola y EE.UU. bajo el subtítulo “¿Cuál debe ser la posición de los revolucionarios?” Veamos, entonces, según el CN del SWP, qué debía hacer y plantear un revolucionario en Angola en enero de 1976. Es decir, en plena guerra y con más de la mitad del país ocupado por tropas sudafricanas y mercenarios europeos y yanquis pagados por la CIA, que combatían bajo las banderas del FNLA-UNITA.

“Opinamos que no hay que dar apoyo político a ninguno de los tres grupos. La victoria de cualquiera de los tres no ofrece ninguna garantía de que las masas angoleñas avancen hacia el socialismo. Imponer el dominio de una nacionalidad sobre las otras dos no ofrecería una solución estable para los problemas de Angola y sólo facilitaría los planes del imperialismo para el país. “ Y, más adelante, concluyen: “Nuestra actitud es de oposición a la guerra fraccional. Estamos a favor del programa socialista: por las luchas de los obreros, de la juventud y los campesinos que apunten a una sociedad socialista. Nos oponemos al programa y la práctica de cada uno de los grupos nacionalistas. Estamos a favor de una política clasista para las masas’’.

Con esta formulación, al SWP se le quedó en el tintero nada menos que la lucha trotskista por la liberación de los países coloniales y semicoloniales del imperialismo, como también el movimiento de las mujeres por su emancipación. Los primeros constituyen las tres cuartas partes del mundo capitalista, las segundas, la mitad de la humanidad.

Afirmar que “nos oponemos al programa y la práctica de cada uno de los grupos nacionalistas” es una parcialidad exagerada. Todas estas aseveraciones son parte —la clasista y socialista— de nuestra “política y programa” para los países coloniales y semicoloniales, las cuales no se reducen a eso, sino que son combinadas, transicionales, puesto que contienen una parte antiimperialista y otra agraria, tanto o más importante como programa, que la referente a la “clasista socialista”, porque se adecúa a la estructura del país.

Es completamente falso, por ejemplo, que nosotros sólo estemos “con las luchas de los obreros, la juventud y los campesinos que apunten a una sociedad socialista”. Empezamos por colocarnos al lado de las luchas del campesino pequeñoburgués, que no “apuntan” para nada al socialismo, cuando combate al gran terrateniente y al imperialismo. Continuamos apoyando cualquier movimiento juvenil que levante reivindicaciones democráticas, aunque no “apunten” a la instauración de “una sociedad socialista”. Nosotros no luchamos tan solo por la liberación de los “obreros, la juventud y los campesinos” del yugo capitalista, sino que también por la liberación de los países atrasados del dominio imperialista. No vemos contradicción alguna entre ambas luchas, aunque tampoco creemos que sean idénticas. Esa es la razón por la cual apoyamos incondicionalmente la lucha del pueblo angoleño por su independencia nacional, aunque ello no signifique que las masas, directamente en ese momento, “apunten al socialismo”. La dinámica de la lucha de clases y nuestra intervención nos irán aproximando a la revolución socialista, pero esto será así a condición de seguir defendiendo la independencia nacional. Reflexionemos sobre la situación de Angola en concreto. ¿Acaso las futuras luchas que “apunten” hacia la instauración de “una sociedad socialista”, se verían facilitadas por la ocupación sudafricana o ésta iba a ser un colosal obstáculo adicional? ¿El espíritu de lucha de las masas (“de los obreros, la juventud y los campesinos”) que nos menciona Tony Thomas, ese espíritu de lucha sin el cual no se puede lograr la revolución socialista, podría haberse fortalecido si la independencia nacional recién conquistada a los portugueses se perdía a manos del ejército sudafricano?

En la combinación de tareas que enfrentaban las masas angoleñas, tal como sucede con los países coloniales, semicoloniales y atrasados, la importancia pro-gramática fundamental recae sobre las tareas democráticas burguesas, antiimperialistas y agrarias, no en las socialistas. Así ocurrió en Rusia, con la revolución agraria o la lucha por la república y el derrocamiento del zarismo. También en China, la independencia, la unidad nacional y el problema agrario fueron las tareas centrales. Igualmente esto sucedió en Vietnam y en Cuba, así como en todos los países coloniales y semicoloniales. Otra cosa es la dinámica de clase. Sólo la clase obrera es capaz de llegar al fin en el cumplimiento de estas tareas democráticas burguesas y de imponer las tareas socialistas que le corresponde exigir.

Hasta el informe del SWP sobre Angola, esto era el abc para un trotskista. Ahora parece que ya no es así. El programa de Tony Thomas para Angola es exclusivamente “socialista y clasista”. En cambio, hasta hace poco tiempo, la importancia fundamental para el SWP y la FLT en países como Angola radicaba en el programa democrático burgués de liberación nacional y revolución agraria. Pero se ha volatizado y sólo pertenece al pasado.

Programa democrático para Portugal y Estados Unidos; “clasista y socialista” para Angola

Hay que tener en cuenta la asombrosa contradicción existente en la política del SWP, puesto que ellos, para Portugal, país colonialista, planteaban un programa fundamentalmente democrático; en cambio, para Angola, exigen un programa “clasista y socialista’’.

Por otra parte, para Estados Unidos, el otro gran teórico del SWP, George Novack, sostiene, apoyado aparentemente por todo su partido, que “el programa revolucionario” para lograr “la más decidida ofensiva de masas para el poder obrero y el socialismo” “como la mejor defensa de la democracia” debe tener como “pivote” “la confianza de las masas trabajadoras en sus propias organizaciones y movilizaciones independientes para proteger los derechos democráticos y extenderlos” (Democracy and Revolution, Pathfinder, 1971, p. 271).

¡Por fin! Thomas recuerda la lucha antiimperialista

Después del informe del compañero Thomas, como se acostumbra, el CN realizó una discusión sobre el tema. No se hizo conocer, pero al resumir, el informante parece que notó la profunda laguna de su documento, no sabemos si en reacción a ciertas críticas o por otra razón, y, por primera y única vez, mencionó, aunque de pasada, la necesidad de la lucha antiimperialista en Angola. Sin embargo, es preciso insistir y dejar en claro que la variación sólo apareció en el resumen (incluido en pp. 153-158 de este volumen) y no así en el informe oficial. “¿Qué pensamos que habría que hacer en Angola?”, se preguntaba. “Primero, llamar a la unidad de acción antiimperialista de las tres organizaciones nacionalistas junto con cualquier otra organización que exista en Angola. Las llamamos a unirse contra las distintas potencias imperialistas que han intervenido [...] Proponemos lo mismo con respecto a Sudáfrica o a cualquier otra potencia imperialista que trate de intervenir.”

¿Cómo es esto? ¿No nos oponíamos en el informe a la “práctica de cada uno de los grupos nacionalistas”? ¿Cómo puede entenderse entonces una acción práctica conjunta con estos grupos en torno de una tarea política principal? ¿No quiere decir también que existe la posibilidad de una “práctica” común antiimperialista?

Sin embargo, no vamos a ser exagerados, dejemos a Thomas tranquilo. Nos parece suficiente que mediante el agregado incluido a última hora anule por completo todo el informe previo, puesto que en éste no figuraba por ningún lado, ni en primero ni en segundo ni en último lugar, el llamamiento “a la unidad de acción antiimperialista”. Por el contrario, se hacía especial énfasis en la lucha “clasista y socialista”, exclusivamente, y en oposición total a los movimientos nacionalistas. Por supuesto, comprendemos el enorme esfuerzo que Thomas ha hecho para recordar la lucha antiimperialista; sería injusto pasarlo por alto.

Para colmo, no hay con quién

Desafortunadamente, su nuevo llamado, aunque correcto, resulta peligrosamente ultrageneral y abstracto. Da la impresión que fue hecho por compromiso. Al fin y al cabo, ya sabemos que fue a último momento, después de afrontar la discusión de un día entero y para salvar la ropa antes de que se le incendiase. De todas maneras, convocar a las organizaciones nacionalistas a “unirse contra las distintas potencias imperialistas que han intervenido” y contra Sudáfrica, deja muchas cuestiones en el aire. ¿A quién hay que enfrentar y con quién hay que hacerlo? Es curioso ver, por ejemplo, como Thomas se niega sistemáticamente a precisar como enemigo principal al imperialismo yanqui.

Para colmo de males, Thomas y el SWP son indefinidamente abstractos en referencia a con quién enfrentar a Sudáfrica. Volatilizan este con quién en la invocación a “las tres organizaciones nacionalistas o de cualquier otra organización que exista”. No sabemos cómo en el llamamiento a la “unidad de acción” contra Sudáfrica, el SWP pudo guardar silencio ante la colaboración militar prestada por el FNLA-UNITA con la invasión sudafricana, mientras el MPLA la combatía. ¿Por qué esa negativa a ver y hablar claro? ¿Por qué ese afán de disolver en abstracciones el mérito y la “práctica” positiva del MPLA y la “traición” del FNLA-UNITA?

En pie de guerra contra la invasión sudafricano-yanqui

Para nosotros, orgullosos “arqueotrotskistas”, a partir del momento de la invasión, la presencia sudafricana-yanqui pasó a ser el principal enemigo del pueblo angoleño y el elemento fundamental para levantar nuestro programa, la política y las consignas a seguir. En este sentido, la consigna categórica era una sola: ¡Todos a la guerra contra el invasor sudafricano-yanqui hasta expulsarlo de Angola!

El SWP hubiera bajado a tierra, poniendo fin a sus incoherencias, al aceptar la prioridad de esta consigna en dos direcciones básicas:

• Primero, al señalar contra quién se debía llamar a la “unidad de acción”, precisando el nombre y apellido de las potencias que intervenían en enero de 1976, es decir, proclamando la “unidad de acción” antisudafricana y antiyanqui.

• Segundo, concretando con quiénes hacer la unidad antisudafricana. De esta manera se hubiera convocado a la “unidad de acción” con las organizaciones opuestas a la ocupación racista y no así con los traidores que la apoyaban. Era obligatorio, entonces, integrarse al ejército del MPLA, por ser el único que enfrentaba la invasión sudafricana, e igualmente afrontar la lucha contra el FNLA-UNITA (aliado de los racistas), haciendo un llamamiento a sus soldados con el propósito de provocar su deserción y su incorporación a la lucha antisudafricana.

Capitulo quinto
Una suma que resta o una suma que multiplica: una política mundial contra el imperialismo

La Cuarta Internacional, nuestro Partido Mundial para la Revolución Socialista, no podía conformarse con una política meramente angoleña frente a la guerra civil. Por el contrario, era indispensable procurarse una política mundial, internacionalista y proletaria.

Sin embargo, para nuestra sorpresa, el SWP no lo hace. Por eso no es casual la estructura del informe-resolución. En cuatro partes, totalmente separadas, nos presentaba consignas nacionales y tribales. La primera, para EE.UU.; la segunda, para los bakongos, mbumdus y ovimbundus; la tercera, para Sudáfrica; la cuarta y final, para Angola y Estados Unidos. En ninguna parte se planteó la política mundial, internacionalista, de movilización de las masas en todo el mundo, desde las europeas hasta las chinas, desde las latinoamericanas hasta las árabes y asiáticas, para enfrentar y derrotar al imperialismo en Angola.

La omisión es realmente grave si consideramos que el SWP es el líder de la FLT, una fracción mundial que abarca a militantes ingleses, españoles, colombianos, canadienses, australianos, etcétera. ¿No había una sola tarea común para ser llevada a cabo por todos estos militantes? Si existía, ¿cuál era y por qué el SWP no la propuso? Nosotros creemos que la Cuarta siempre tiene tareas mundiales para enfrentar las situaciones críticas del proceso revolucionario y esa es la razón de ser de su existencia.

En la primera guerra imperialista, si no recordamos mal, Lenin formuló dos consignas meridianas para el proletariado mundial: “el mal menor es la derrota del propio país imperialista” y “transformar la guerra imperialista en guerra civil’’. Aunque no formulada con la misma precisión, pensamos que la política leninista-trotskista para una guerra entre un país imperialista y uno colonial, o semicolonial, puede sintetizarse en la consigna: “el bien mayor es la derrota del país imperialista y el triunfo del país o movimiento colonial atacado por el imperialismo”. De esta consigna estratégica mundial surgen las tácticas y consignas nacionales, adecuadas al nivel de la lucha de clases y la conciencia de las masas de cada país. En el imperialista opresor, por ejemplo, esas consignas pueden ir desde una exigencia para el regreso de las tropas imperialistas, hasta la ayuda económica directa al país colonial, y unidas a ciertos actos de sabotaje que nos ayuden a derrotar al imperialismo, según el grado de conciencia de las masas, para lograr “el bien mayor, la derrota de nuestro propio país imperialista”. En el colonial, nuestra intervención directa, como soldados de vanguardia, en la guerra anticolonial, manteniendo nuestra política independiente de la dirección burguesa o pequeñoburguesa que, inevitablemente, negociará o traicionará la guerra o su resultado.

Es cierto, el SWP exigió el retiro de las armas y de los mercenarios yanquis, como de las tropas sudafricanas de Angola. Eso estuvo muy bien, pero teniendo en cuenta nuestra conciencia internacionalista, la proyección política no podía detenerse allí. En cambio, nuestra política, y no así nuestras consignas para el país metropolitano, se concretaba en el llamamiento a la lucha por la “derrota de EE.UU.-Sudáfrica y el triunfo del MPLA y la República Popular de Angola en la nueva guerra colonial imperialista”. ¿Dónde lo dice el SWP? En ningún lado. Pero no le exijamos tanto. Pidámosle que solamente nos diga ¿en qué parte ha planteado una política de conjunto, mundial, para “expulsar a los EE.UU. y Sudáfrica de Angola”? Era importante, entonces, que las masas del mundo entero ayudaran al MPLA con el propósito de derrotar al ejército racista de Vorster? Indudablemente y entonces, ¿por qué el silencio? ¿Por qué no lo plantearon? Y si no, ¿por qué no explicaron sus razonamientos para lanzar esta consigna: “Contra la ayuda del movimiento de masas mundial, de Cuba, la URSS, de la izquierda, al MPLA que trata de derrotar militarmente al bloque FNLA-UNITA-EE.UU.-Sudáfrica?

Por más vueltas que le demos, siempre llegaremos al mismo punto: el SWP se ha limitado solamente a darnos una suma de tácticas y consignas nacionales y tribales, respecto al conflicto angoleño, jamás una política mundial para derrotar militarmente al imperialismo yanqui y sudafricano en Angola.

Vietnam fue un buen ejemplo

Para nosotros es doloroso confesar una vieja admiración por el SWP, especialmente por la política desarrollada para la guerra del Vietnam. Hemos vuelto a releer su prensa y sus resoluciones con el propósito de comprobar la certeza de lo que hemos aseverado. Las pésimas condiciones de legalidad en nuestro país nos impidieron terminar esa relectura, pero, hasta donde supimos, la política del SWP no correspondía con los lineamientos que hemos enumerado. Por esa razón nos limitaremos a presentar nuestra posición sobre cuál debió ser nuestra política en la guerra vietnamita.

Para movilizar al movimiento obrero y de masas de EE.UU. contra la guerra colonial era necesario comprender su atraso político. Por esta razón, en el caso de la guerra de Vietnam, el SWP formuló sabiamente sus consignas, “Fuera de Vietnam, ahora” y “Que vuelvan los soldados a casa, ahora”. Por supuesto, la justeza de estos planteamientos movilizaron a millones de personas.

Sin embargo, una consigna nacional, por justa que sea, no puede remplazar una política y estrategia mundiales. Por ejemplo, las dos famosas consignas del SWP eran correctas, siempre que se enmarcaran en una política global verdaderamente internacionalista y trotskista. De esta manera, debían constituir la adaptación táctica y de agitación, al nivel de conciencia de las masas norteamericanas, de la consigna mundial y estratégica: “Por la derrota de EE.UU. Por el triunfo total del FNL vietnamita’’.

Si el nivel de conciencia de las masas norteamericanas hubiera sido más elevado, las consignas apropiadas para su movilización habrían sido otras, tales como sabotajes, deserciones en masa, negativa de los soldados a embarcarse, apoyo a la victoria del FNL, ayuda económica y militar al FNL en lucha contra nuestro país imperialista, etcétera.

Algunos compañeros de la TMI criticaron duramente al SWP por no levantar en EE.UU. la consigna “Victoria del FNL”. Estaban en un error porque identificaron la política internacional con la táctica y las consignas nacionales. No comprendieron que, dado el nivel de la conciencia de las masas norteamericanas, la expresión “que vuelvan los soldados” era la mejor consigna para encontrar su respaldo contra la guerra colonial y ayudar así al triunfo del FNL. Se argumentó que prioritariamente la consigna estaba dirigida a la vanguardia y no a las amplias masas. Obviamente, le falta peso y razón, porque las consignas se lanzan a los movimientos de masas. Así como la de “Victoria del MPLA, derrota de EE.UU. -Sudáfrica”, la consigna mundial y estratégica “Victoria del FNL, derrota de EE.UU. “ es de masas, porque abarca en su conjunto las masas vietnamitas, las decisivas y fundamentales, hasta las coloniales y de los países obreros, incluyendo las metropolitanas. A escala mundial no es vanguardista, sino de carácter masivo, aunque no se pueda aplicar, de modo directo, como movilizadora de masas en algunos países imperialistas, principalmente en EE.UU., por el atraso de sus trabajadores.

Es decir, la consigna para EE.UU., “que vuelvan los soldados a casa, ahora”, correspondía a una acertada táctica nacional porque tenía en cuenta el nivel de conciencia, como parte de la estrategia y consigna de nuestro partido mundial: “por la victoria del FNL, por la derrota de EE.UU. en la guerra vietnamita”. El SWP, como partido trotskista integrante de un partido mundial, o por lo menos como organización simpatizante, dadas las leyes reaccionarias de ese país, tenía que dejar bien claro que su consigna nacional era una táctica que formaba parte de la política de la Cuarta Internacional de apoyo militar y material al FNL para que derrote al imperialismo yanqui. Si no se actúa así, se corre el peligro de caer en el pacifismo: denunciar al propio imperialismo y estar contra la guerra, cuando en realidad nosotros debemos estar a favor de la guerra del FNL y por la derrota del propio imperialismo. Como diría Trotsky, si pudiéramos lucharíamos con las armas en la mano contra nuestro propio imperialismo y a favor del pueblo colonial.

Capitulo sexto
¿Se oponía el SWP a la ayuda cubana?

Es difícil entender, sin tener una visión internacionalista y proletaria, la importancia de la ayuda militar cubana al MPLA. Un país pequeño, ubicado en pleno Caribe, frente al monstruo imperialista, lleva sus tropas hasta un lejano país de otro continente. De nuevo, el SWP cometió una grave equivocación, precisamente por su incapacidad para definir una política mundial. Esto explica su lamentable silencio en torno al envío de las tropas cubanas que participaron en la liberación de Angola.

¿La presencia sorprendente de Cuba fue positiva o negativa para el avance de la revolución negra en Angola y África? ¿Este hecho histórico no tiene para el SWP ninguna trascendencia? ¿Es un problema ajeno a sus preocupaciones? Miles de combatientes cubanos se jugaron la vida en un país desconocido y lejano, en apoyo al MPLA. Sin embargo, pareciera que para el SWP esto no tuvo ninguna importancia, ya que apenas lo comentó o hizo ligeras referencias. Tal vez sea necesario rendir homenaje a la “personalidad” de la nueva dirección del SWP, puesto que ha sido la única organización de izquierda en el mundo entero que no se ha pronunciado categóricamente sobre este acontecimiento que conmovió la política mundial. En compensación, el informe-resolución del SWP sobre Angola dedica un breve subcapítulo a la “Intervención cubana”.

En el subcapítulo que hemos mencionado, en realidad se dice muy poco de Cuba y fundamentalmente gira en torno a la URSS. “La intervención de Cuba, que según los informes tiene alrededor de cinco mil soldados en Angola, es subsidiaria de la intervención de la URSS. Por razones diplomáticas, Moscú prefiere no enviar tropas soviéticas. Desde el punto de vista cubano, esta acción podría ser valorada como una demostración de oposición al imperialismo. ‘‘ En Lobito, el 5 de noviembre de 1975, dos meses antes que el SWP aprobara esta frase, los cubanos lucharon contra el ejército blanco de Vorster para impedir que éste tomara la ciudad. Desde nuestro punto de vista —no desde el del gobierno de Fidel Castro—, ¿es o no esta intervención cubana de “oposición al imperialismo”? ¿Sí o no, compañeros del SWP? Si ustedes lo aceptan así, por qué entonces vuestra resolución no lo dice y no llega a ninguna conclusión válida. Si no comparten tal colaboración internacionalista, ¿por qué no han expresado su oposición y han exigido el retiro, explicándonos la parte negativa del enfrentamiento militar de los cubanos a los sudafricanos para la lucha antiimperialista? En realidad, su actitud evasiva es un verdadero crimen político porque los ha llevado a lavarse las manos; sin embargo, continúan bastante sucias. Respecto de la colaboración soviética, tampoco el SWP define su posición y mediante una serie de generalidades y abstracciones trata de descalificar este apoyo. “La intención del Kremlin al otorgar ayuda militar y diplomática al MPLA no es la de ayudar a las masas angoleñas, sino la de comprometer al régimen del MPLA con Moscú...” “¿Creemos, acaso, que Cuba y la URSS son más ‘progresivas’ porque apoyan a una fracción nacionalista pequeñoburguesa, mientras que Pekín y Pyongyang apoyan a otra fracción igualmente pequeñoburguesa?” El 27 de febrero de 1976, terminada la guerra The Militant, por boca de uno de sus dirigentes, decía que “la Unión Soviética y Cuba han estado equivocadas en apoyar a un lado contra el otro en la guerra civil angoleña...” Esto en la realidad significaba el triunfo de la invasión sudafricana, ya que sin la ayuda ruso-cubana el MPLA habría sido completamente derrotado.

En enero y febrero de este año, podemos comprobarlo con sus mismos textos, para el SWP era igualmente criticable el apoyo al MPLA por parte de la URSS-Cuba, que al FNLA-UNITA por parte de Pekín. Ellos parecían colocarse por encima de la guerra civil y no les interesaba que las armas dadas al MPLA sirvieran para defender a Angola de la invasión Sudafricana-yanqui, mientras que las proporcionadas al FNLA-UNITA vigorizaban la invasión.

O sea que, de la misma manera que faltó absolutamente una consigna antiimperialista, en el informe no hubo claridad respecto de la colaboración soviético-cubana. En el cierre, el informante trata de superar el silencio o la crítica implícita a esa ayuda, anotando: “Si la Unión Soviética deja de enviar armas al MPLA, ¿sería eso un paso adelante para la revolución angoleña? No, ¡envalentonaría al imperialismo!” Es poco, pero lo tienen en cuenta, sin embargo, se mantiene el silencio sobre el envío de tropas cubanas. De todas maneras, la cita no es en sí misma una política, es un comentario periodístico que prevé el mal menor. Es una simple acotación.

Desafortunadamente, sin volvemos obsesivos, tenemos que arribar al mismo punto: la falta de una política de apoyo militar al MPLA a escala mundial, así como no la tuvo a escala angolesa o sudafricana para enfrentar la nueva colonización imperialista. No se trataba de investigar hasta dónde llegaría la ayuda soviética y cubana; urgía tener una política mundial, así como la hubo frente a la guerra de Vietnam. Para esa guerra, nosotros, los trotskistas, le exigimos a la URSS y a China que ayudaran cada vez más al FNL. Si el SWP en su otra resolución sobre Angola —y algunos de sus dirigentes en sus escritos— catalogaron la guerra angolesa como casi idéntica a la vietnamita, ¿por qué no plantearon la misma línea de apoyo mundial al MPLA, que al igual que el FNL vietnamita, combatía a las fuerzas imperialistas? ¿Por qué no criticaron a la URSS —tal como sucedió durante la guerra de Vietnam— por la insuficiente ayuda al MPLA? Y todos estos argumentos no debían ser óbice para ocultar nuestro análisis de la política burocrática del Kremlin y de la dirección del MPLA, pero esas criticas debían ser hechas dentro del apoyo a la justa guerra del MPLA al imperialismo y sus aliados nacionales, y desde el justo y colosal apoyo de la URSS y Cuba a esa valerosa guerra. Dicho de otro modo, en lugar de asumir poses de comentaristas-histéricos, debimos ser la vanguardia en la ayuda al MPLA a escala mundial, en el frente único que el SWP debió haber hecho con la URSS y Cuba para respaldar la lucha del MPLA contra las hordas racistas de Vorster y los aliados negros. El SWP debió haber actuado al revés de como lo hizo. Su obligación era haber convocado a las masas del mundo entero, incluidos los estados obreros, para respaldar militarmente al MPLA y derrotar al imperialismo. Al no hacerlo se quedó a la retaguardia, por detrás de la burocracia soviética y de Fidel Castro, quienes, con sus métodos negociadores y burocráticos, supieron ser más consecuentes y positivos que el SWP para contribuir al gigantesco triunfo antiimperialista del MPLA.

Capitulo séptimo
Un convidado de piedra: el movimiento negro internacional

La errónea falta de una política internacional para enfrentar al imperialismo en Angola, tuvo su máxima expresión en el desconocimiento total, por parte del Socialist Workers Party, del movimiento negro a escala mundial. Para elaborar una política revolucionaria sobre Angola era necesario remitirse al marco de una política general, que comprendiera el desarrollo del movimiento negro en el mundo. Angola es, justamente, un eslabón dentro de ese proceso revolucionario, común de todos los negros del mundo contra el racismo y la explotación blanca. Sin embargo, el SWP no ha visto este problema ni en sueños; no ubicó la guerra civil angoleña dentro del proceso revolucionario negro y contrarrevolucionario blanco e imperialista en todo el mundo. Lo consideró un caso aislado, por lo tanto, no planteó una política para desarrollar la revolución negra en el mundo, en África y en la República Sudafricana, que enfrentara la agresión racista e imperialista.

Nuestra consigna (¡Todos a la guerra contra el invasor sudafricano-yanqui!) y nuestra política (Por la “derrota de Estados Unidos-Sudáfrica y el triunfo del MPLA y la República Popular de Angola en la nueva guerra colonial imperialista”) hubieran sido incompletas, y en breve tiempo equivocadas, si no las enmarcamos en un contexto internacionalista (¡Que las masas negras de todo el mundo se movilicen para impedir las maniobras del fascista Vorster y del imperialismo yanqui en contra de Angola y del MPLA negro!).

El SWP no convoca el apoyo de los negros norteamericanos a sus hermanos de raza del MPLA

En la resolución e informe de Tony Thomas —nuestro obligado punto de referencia—, no figura ningún llamado específico al movimiento negro de Estados Unidos en defensa de sus hermanos de raza del MPLA, amenazados por el imperialismo yanqui y por los racistas sudafricanos de Vorster. Sin embargo, en la otra resolución, ¡Estados Unidos fuera de Angola!, hay un largo comentario referido a los negros norteamericanos.

“Los norteamericanos negros en particular no quieren tener nada que ver con la política bélica de Ford. El gobierno norteamericano ha llevado a cabo una constante guerra contra la lucha por la liberación de los negros en África y en Estados Unidos. Los negros norteamericanos saben mejor que nadie que la política de Washington es completamente racista. ¿Por qué van a creer la retórica de Ford acerca de la defensa de la democracia en África, cuando ven que el gobierno de los EE.UU. se niega a implementar sus propias leyes sobre la “desegregación” en su propio país?

“¿Por qué van a creer que la CIA está luchando por la libertad en Angola, cuando saben que Estados Unidos conspiró contra la vida de Patrice Lumumba, el dirigente rebelde congolés, así como había conspirado para desorganizar y destrozar el movimiento por la liberación de los negros en este país?

“¿Por qué van a apoyar los gastos de millones de dólares para la guerra en Angola, mientras que los servicios sociales que necesitan urgentemente las comunidades negras son recortados?”

La otra referencia al movimiento negro viene al final del llamamiento hecho por el SWP: “El movimiento obrero, las comunidades negras, las universidades y las secundarias, deberían ser ahora los círculos de discusión, educación, y acción contra la guerra. “ Para finalizar, citemos las tres consignas fundamentales expuestas por el SWP. Primera: “¡No a la guerra secreta! ¡Que el pueblo norteamericano sepa toda la verdad acerca de la intervención de los Estados Unidos!”. Segunda: “¡Ni un centavo para la guerra, ni un soldado para Angola!”. Y última: “¡No más Vietnam! ¡Fuera de Angola!”.

Hemos sido tal vez exagerados en la extensión de las citas anteriormente hechas, pero fue deliberado para mostrar, con toda claridad, cómo el Socialist Workers Party en ninguna de sus dos resoluciones hizo un llamamiento específico a los negros de Estados Unidos, como parte del movimiento negro mundial. Se limitó, escuetamente, a una descripción de las razones por las cuales los negros no podían apoyar a Estados Unidos, pero de esa descripción no llegó a ninguna propuesta concreta y delimitada con el propósito de avivar la solidaridad de raza.

En los dos documentos no hay un solo llamado que sostenga lo siguiente: “Negros de Estados Unidos, ustedes son tan explotados como los negros angoleños por el imperialismo y el racismo, por esta razón tienen una tarea común y de fundamental importancia. Ustedes sufren esa explotación, que el resto del pueblo norteamericano no sufre y, por lo tanto, tienen una hermandad de lucha específica, presente, inmediata, en tanto que los otros sectores no están afectados directamente. “ Es decir, los negros norteamericanos son parte del movimiento negro mundial y como tal tienen que actuar. Este agudo error se hace más grave y culposo al no denunciar públicamente, ante los negros norteamericanos, que el imperialismo y el racismo atacaban al MPLA, y que ellos formaban una columna militar común con dos movimientos negros nacionalistas traidores. Era necesario hablar claro; afirmar, por ejemplo, que el racismo y el imperialismo no atacaban al FNLA-UNITA. O sea, no estaba en juego una cuestión fraccional ni discusiones sobre programa, sino un hecho militar concreto, el cual fue ocultado por el SWP. Es decir, el SWP, por un lado, no consideró a las masas negras norteamericanas como parte de la revo-lución negra del mundo entero, y en segunda instancia, no le permitió a las masas negras norteamericanas conocer la verdad. No levantó, pues, la bandera de la solidaridad racial con el MPLA negro, brutalmente atacado por el ejército sudafricano. Ni tampoco proclamó la defensa incondicional de este movimiento, enfrentado al criminal racismo blanco.

Por la Federación de Repúblicas Negras del Sur de África

No obstante, esta propuesta resulta incompleta si no agitamos, ahora mismo, la gran consigna transicional que unifica la revolución negra: “¡Por la unión de los estados del sur de África en una gran Federación de Repúblicas Socialistas Negras! ¡Qué esta Federación sea parte de la Federación Socialista Negra Africana!

El CN del SWP no ha tomado en cuenta para nada esta formidable consigna de la unidad de todos los nuevos estados negros en una federación para evitar la dispersión frente al imperialismo. Tampoco observó la intima vinculación de esta política con el conflicto angoleño, a través de múltiples lazos. Por lo demás, es la única consigna que nos permite desarrollar la revolución negra existente, más allá de las fronteras que le quieren imponer los distintos sectores burgueses y pequeñoburgueses enriquecidos dentro de cada república, defensores a muerte de esta rápida apropiación burguesa y burocrática dentro de cada estado nacional Entronca, por otra parte, con el sentimiento revolucionario antiimperialista de todo el pueblo negro del sud de África y del continente del mundo, que se siente parte de un movimiento antirracista único, de carácter continental, el cual supera las divisiones políticas impuestas por los blancos cuando colonizaron el continente. Es la única política que puede dar respuesta al problema tribal y cultural, ya que los “países” africanos conservan las fronteras de las antiguas colonias y abarcan a varias tribus; éstas, a su vez, desbordan las fronteras “nacionales” (los bakongos, por ejemplo, están desparramados en tres “países” distintos).

En este sentido, la Federación de Repúblicas dejaría a libre voluntad de cada tribu el constituirse en República Federada, permitiendo, de esta manera, defender y desarrollar el rico patrimonio cultural y étnico de las diferentes tribus. Thomas trataba de resolver el problema de los bakongos dentro de las mismas fronteras angoleñas, mediante el “derecho a la autodeterminación y la secesión’’, pero la única respuesta cierta no consiste en darle libertad a la tribu citada para decidir su separación, sino la posibilidad de unirse a los bakongos de las otras dos repúblicas en una sola nación federada. Es obvio que la integración de esta Federación permitiría un colosal desarrollo de las fuerzas productivas y transformaría al África negra en una potencia mundial, en lugar de un conjunto desunido de republiquetas, fácil juguete de las naciones imperialistas, así como sucede con nuestros países latinoamericanos desde hace más de un siglo. Eso explica la política “tribalista” del imperialismo, porque alienta las divisiones. Es la vieja historia de dividir para reinar.

Un acierto de esta consigna cardinal es la utilización de las ventajas del atraso, como es la reciente estructuración de los modernos estados burgueses africanos, su indefinida consolidación, unido con el avance cada vez mayor de la revolución negra continental. El triunfo del MPLA sobre los racistas le ha dado un significativo impulso al movimiento negro en el sur de África, propiciando que nuestra consigna sea factible e inmediata para la acción y la agitación, sin tener la obligación de superar mayores obstáculos en la conciencia de las masas, ya que cuenta en ellas con una fuerte aceptación. Nuestra consigna es profunda mente antiimperialista y de consecuencias transicionales y socialistas, puesto que se opone a las burguesías y pequeñas burguesías negras de cada estado. Esto nos demuestra una vez más que sólo la clase obrera, acompañada de las masas plebeyas del campo y la ciudad, es capaz de desarrollar el proceso revolucionario que requiere su logro.

El conflicto angoleño tiene que ver directamente con la consigna expuesta por nosotros. Los racistas y los yanquis intervinieron en Angola, en última instancia, para frenar el proceso de revolución permanente del movimiento negro de todo el continente. No cabe duda, entonces, que la consigna suprema de ese movimiento, aquella que combina todas las luchas y todas las necesidades, la única vigente para enfrentar el movimiento negro del sur de África y de este continente a la invasión sudafricana en Angola, no es otra que ¡Viva la Federación de Repúblicas Socialistas del África Negra!

Ni una palabra para los negros sometidos por Vorster

Además, era necesario avivar la hermandad entre el pueblo negro sudafricano y angoleño, puesto que los unía un interés común: la derrota de su más inmediato enemigo, el fascista Vorster.

Como ya hemos visto, la resolución-informe del CN del SWP jamás invitó a las masas angoleñas y sus organizaciones a “la unidad de acción” para expulsar a Sudáfrica fuera de Angola. Tampoco convocó a las masas africanas para la misma tarea. Nos quedaba la esperanza que, por lo menos, llamara a las masas negras sudafricanas a luchar contra el régimen racista y por la desocupación de Angola. Pero no, el desprecio político del SWP por los negros sudafricanos, amplia mayoría de la población de esa República “blanca”, es enciclopédico: no los mencionan en toda su resolución. ¿Es que Tony Thomas, Joseph Hansen y Jack Barnes no tenían nada que decirle al pueblo negro de Sudáfrica, brutalmente perseguido y reprimido por el régimen racista de Vorster con el propósito de impedir la invasión de Angola? ¿Qué clase de internacionalistas y antirracistas son?

Para ser consecuentemente trotskista e internacionalista, el documento del SWP hubiera necesitado de un párrafo como el siguiente: “Negros de Sudáfrica, el siniestro gobierno racista blanco de Vorster ha invadido la reciente república independiente negra de Angola. Los racistas no quieren que ustedes y sus hermanos de raza de Rhodesia sigan el ejemplo de Angola y Mozambique provocando la derrota de los dos últimos regímenes blancos. Por eso Vorster invade Angola con su ejército en apoyo de FNLA-UNITA, grupos nacionalistas traidores que le han abierto las puertas de par en par para propiciar nuevamente la colonización de su propio país. ¡Debemos evitarlo! ¡Todos juntos a la lucha con el MPLA! ¡La derrota de Vorster será el comienzo del fin del régimen racista en Sudáfrica y el triunfo de vuestra república negra!

Capitulo octavo
La doble cara del nacionalismo desenmascara el sectarismo

“Nuestra posición respecto de la guerra civil entre los grupos nacionalistas angoleños —dice el informe de Tony Thomas— puede resumirse de la siguiente manera: 1) los tres grupos están a favor de colaborar con el imperialismo y se oponen a la movilización obrera y a cualquier auténtica lucha por el socialismo; 2) los tres tratan de exacerbar la hostilidad entre las principales nacionalidades de Angola; 3) al mismo tiempo, cada uno posee una verdadera base de masas y ha desempeñado un papel importante en la lucha por la independencia”. En lugar de formular un juicio dialéctico, fundamentado en las igualdades y diferencias, así como en la dinámica engendrada por esas contradicciones, este “resumen” final trata de resaltar aquellos factores que identifican a los movimientos nacionalistas e ignora sus diferencias. Todo es idéntico (y, además, eterno e inmutable). Dentro de su estólido mecanicismo, el hecho de que dos movimientos respalden la invasión racista-imperialista mientras que el otro luche contra ella, les parece simples “minucias”. Sin embargo, la apreciación más grave en el “resumen” del informante es aquella que parece una hazaña de Houdini. ¡Nada menos que hacer esfumar, abstraer, a EE.UU.-Sudáfrica! El SWP se esfuerza por demostrar en ese informe que la guerra enfrenta a tres movimientos nacionalistas y no así a dos bandos militares, uno colonial y otro anticolonial.

Por eso, aun desde el punto de vista meramente descriptivo, no marxista, el “resumen” es deplorable. Se “olvida” de señalar lo que cualquier lector puede desprender de la prensa diaria o de las mismas publicaciones del SWP. O sea, que en una de las trincheras de la guerra civil luchaban juntos miembros del UNITA-FNLA, mercenarios yankis y soldados sudafricanos, formando el bando colonizador con armas norteamericanas; mientras en las trincheras de enfrente peleaban, codo a codo, soldados del MPLA y cubanos, con armas soviéticas, formando el bando anticolonial.

En sus intentos por esconder la verdad, pasaron por alto las mismas aseveraciones de Thomas, quien aseguró que el FNLA y la UNITA habían formado un “bloque militar con Sudáfrica’’. La guerra era entre dos bloques, en enero de este año, y no entre tres movimientos nacionalistas. ¿De qué manera definía el SWP los dos bloques? ¿Qué caracterización le damos al bloque militar sudafricano-FNLA-UNITA con referencia al del MPLA-Cuba? ¿Fraternal o colonial?

Las generalidades presentadas en el informe no sirven para caracterizar o “resumir” el hecho concreto de la guerra y el rol de cada uno de los movimientos en ella. Es “verdad” que los tres grupos nacionalistas —como todo movimiento nacional habido y por haber— están a favor de colaborar con el imperialismo, aplicar medidas antiobreras, etcétera; además, poseen sus respectivas “bases de masas”. Pero, si son iguales e idénticos, como afirma Thomas ¿por qué se pelean? El “resumen” no explica por qué están embarcados en una guerra civil ni cuáles son las razones del imperialismo para apoyar a unos contra otros.

¿Qué hubiera dicho Trotsky?

Con el método del SWP, en la guerra civil china de 1925-27 habríamos asegurado que el bando de Chiang Kai-shek era igual al de los señores de la guerra. En el conflicto español de 1936-39, habríamos igualado los bandos franquista y republicano. Todos estaban a “favor de colaborar con el imperialismo” y se “oponían a la movilización obrera y a la lucha por el socialismo”.

Pero el razonamiento de los bolcheviques y de Trotsky era dialéctico y concreto, no como el del SWP. En el primer caso ellos no vacilaron en apoyar al bando de Chiang; en el segundo, a los republicanos. En cada una de esas guerras civiles supieron ver las igualdades de los bandos, pero también las desigualdades que explicaban la guerra. Sin embargo, precisaron que Chiang “estaba a favor de colaborar con el imperialismo” porque representaba la dirección burguesa proimperialista del movimiento de masas que combatía a los señores de la guerra, agentes militares del imperialismo. Y si bien, tanto Franco como los republicanos eran “agentes del imperialismo”, el primero constituía el agente fascista, mientras que los segundos eran sus agentes democrático burgueses, razón por la cual peleaban en distintos bandos en la guerra civil española. ¿Qué hubiera dicho Trotsky, entonces, en enero de 1976, respecto de Angola? Ciertamente las direcciones del MPLA y del FNLA-UNITA son igualmente reformistas y neocoloniales, pero el primero enfrentaba al ejército sudafricano-yanqui con las armas, mientras que los segundos colaboraban militarmente con él. He ahí la “pequeña’’ diferencia que nos lleva a determinar nuestra política de apoyo militar a uno de los grupos.

Los tres mosqueteros del nacionalismo

El “resumen”, nos presenta como concepto clave la igualdad de los tres grupos nacionalistas, porque “los tres están a favor de colaborar con el imperialismo”. Es el argumento que lleva al SWP a definir la guerra como fratricida.

Aunque parezca reiterativo, es preciso recordarlo. El 5 de noviembre de 1975, el ejército sudafricano, aliado al FNLA-UNITA, ocupaba Lobito, la segunda ciudad de Angola, como consecuencia de su victoria sobre el MPLA y sus aliados, los cubanos. Si un periodista del SWP, por ejemplo, Ernest Harsch, hubiera estado en Lobito en el momento del combate y se hubiera encontrado con un soldado negro, ¿qué le habría dicho? Tal vez que FNLA, UNITA y MPLA son como gotas de agua, idénticas. Si el combatiente, hubiera sido una persona paciente, cosa difícil en tal situación, le habría propuesto que se disfrazara de soldado sudafricano o de mercenario yanqui con el propósito de pasearse frente a un destacamento de FNLA-UNITA y luego ante uno del MPLA, y comprobar así cuál era la bienvenida. “Eso sí, hágalo en ese orden, caso contrario, no podrá hacer la prueba completa, porque los primeros lo recibirán como a un salvador, mientras los segundos lo van a acribillar a balazos. ¿Después de esto, sigue creyendo que los tres grupos, o sus soldados, tienen la misma política frente a los invasores sudafricanos o los mercenarios de la CIA?”

Como jueces supremos

En su oportunidad, el SWP y nosotros coincidíamos en que la Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) juzgaba a los movimientos nacionalistas con una metodología ultraizquierdista y sectaria. En lugar de valorar a un movimiento nacionalista, feminista o democrático por sus objetivos y dinámica, su único ángulo de mira era el carácter obrero y socialista del mismo. Se parecían enormemente al maoísmo, que divide a los movimientos en obreristas, socialistas o contrarrevolucionarios.

El método trotskista analiza a cada movimiento por su carácter. Feminista, en relación a las tareas inmediatas de la liberación de la mujer; democrático, refiriéndolo a la ampliación de los derechos democráticos o a su defensa; nacionalista, según su relación con el imperialismo.

En el caso que nos ocupa, creemos en una actitud relativamente progresiva cuando un movimiento nacionalista lucha contra el imperialismo; y lo consideramos reaccionario, en cambio, cuando pacta o colabora con él. Es decir, nuestro patrón para enjuiciar a un movimiento nacionalista es la lucha antiimperialista, no la del movimiento obrero y socialista. Esta última constituye un elemento de decisiva importancia para completar nuestra caracterización y elaborar una política, pero no es lo fundamental para definirlo. En este sentido, afirmamos que la posición de la Mayoría frente a los movimientos nacionalistas angoleños, durante parte del año 1976, fue ultraizquierdista y obrerista. Al caracterizar al MPLA como más progresista que FNLA-UNITA, debido a su mayor ligazón con el movimiento de masas y obrero, ocultaban un elemento fundamental: su relación con el imperialismo portugués, el principal enemigo de las masas angoleñas en esas circunstancias. Esa relación determinaba que el MPLA fuera el grupo más reaccionario en ese momento, a pesar de sus relaciones con el movimiento sindical y de sus formulaciones socializantes. [2]

El SWP cometió el mismo error metodológico después de marcharse los portugueses, aunque sus conclusiones fuesen opuestas. Para Gabriel, como para el SWP luego, la clave de nuestra política estaba centrada en la guerra civil entre los movimientos nacionalistas. De aquí, Gabriel llegó a la conclusión de apoyar al MPLA durante la guerra civil y no llevar, en cambio, la lucha contra los portugueses hasta sus últimas consecuencias. Por su parte, el SWP consideró conveniente abstenerse de intervenir en la “guerra fratricida” y que, por lo tanto, no había que luchar hasta el fin en contra de la ocupación sudafricana. Una política oportunista caracterizaba la primera posición, mientras que la segunda era sectaria y abstencionista, pues se negaba a combatir al principal enemigo del momento; pero ambas, en última instancia, tomaban como principal elemento de su política la guerra entre los movimientos nacionalistas y no la guerra anticolonial.

Los movimientos nacionalistas y el imperialismo yanqu

Tony Thomas se esfuerza por demostrar que FNLA-UNITA no son títeres del imperialismo, a pesar de las acusaciones del MPLA. Aunque previene sobre un posible cambio transformador de tal caracterización, el informe está dedicado a comprobar que los dos grupos no pueden ser agentes del imperialismo en virtud de su carácter de movimientos nacionalistas de masas. Para nosotros no existe una contradicción tajante entre los conceptos “agente del imperialismo” y “movimiento nacionalista de masas”. Por el contrario, la experiencia histórica ha demostrado que existe una ligazón estrecha y, por regla general, todos los movimientos nacionalistas están condenados a transformarse, tarde o temprano, en agentes del imperialismo.

Ejemplos no faltan: el peronismo en Argentina; el nasserismo en Egipto; en Bolivia con el MNR y en Perú con el APRA; el Kuomintang en China, que desde 1927 se transformó en sangriento agente imperialista, y hasta hace pocos años era el único movimiento chino reconocido por EE.UU.

La caracterización de Thomas es correcta, pero su conclusión final es falsa, justamente porque UNITA, FNLA y MPLA son movimientos nacionalistas de masas; es necesario seguir su política muy de cerca con el fin de darse cuenta cuando dejan de ser tales para convertirse en socios, luego agentes y por fin títeres del imperialismo. La dirección del SWP debe elevarse de la concepción metafísica (porque son movimientos de masas no pueden ser títeres del imperialismo) a la dialéctica (porque son movimientos de masas nacionalistas reformistas están condenados a transformarse en agentes del imperialismo en algún momento de su desarrollo). Dicho de otra manera, los marxistas revolucionarios debemos saber precisar cuándo un movimiento nacionalista se transforma (de relativamente progresivo) en contrarrevolucionario, agente de la colonización.

La diferenciación es tanto más necesaria en estos momentos, puesto que el imperialismo ha cambiado sus tácticas respecto a la primera preguerra. El imperialismo europeo, a fines del siglo pasado, y el yanqui, a principios de éste, colonizaban a los países atrasados mediante la ocupación militar de los mismos. En la actualidad, el imperialismo norteamericano prefiere utilizar a partidos y movimientos nacionalistas locales para efectuar su penetración. Tenemos el caso de la frustrada invasión a Cuba (Bahía Cochinos, 1961), armada y financiada por el Pentágono y la CIA, aunque los combatientes eran cubanos.

Dado que esa es la política del imperialismo, nos debemos preguntar: ¿cuáles son los grupos que el principal enemigo imperialista —EE.UU. -Sudáfrica— visualizaron como sus posibles agentes para la dominación total del país? No puede caber la menor duda: UNITA y FNLA.

El FNLA y la UNITA

Como buenos marxistas, debemos precisar en qué momento, a través de qué hecho, UNITA y FNLA se transformaron de movimientos nacionalistas en socios del imperialismo. Algunos dirigentes de la TMI sostienen que el FNLA fue siempre un agente del enemigo, puesto que Holden Roberto, su máximo dirigente, desde el comienzo estuvo vinculado a EE.UU. y recibió su ayuda. Otro dirigente de la TMI, Livio Maitan, ha refutado este argumento. Es imposible hacer una interpretación policial de los movimientos de masas ni se les puede caracterizar únicamente en base a la ayuda que reciben del imperialismo yanqui. Durante muchos años, el FNLA combatió militarmente al imperialismo portugués, dominante en Angola. El hecho de mantener buenas relaciones con el imperialismo yanqui, no dominante en esos momentos, señalaba solamente el carácter de su dirección. Bajo la dominación portuguesa, el FNLA se caracterizó por ser el movimiento nacionalista más consecuente y progresivo. Rechazó acuerdos y maniobras con el ejército invasor que el MPLA esbozó. El cambio se produjo entre agosto y el 11 de noviembre, desde que el dominio portugués se convierte en nominal y sus tropas dejan de luchar; en ese instante el principal enemigo pasa a ser el imperialismo yanqui y el ejército racista sudafricano. Tony Thomas no se equivoca cuando sostiene que el FNLA y UNITA formaron un “bloque” militar con Sudáfrica. Ese fue el salto cualitativo que nos llevó —y que debió haber llevado al SWP— a cambiar de caracterización: de combatientes contra el imperialismo dominante portugués, se transformaron en aliados militares del nuevo imperialismo colonizador yanqui y su socio, Sudáfrica. De ninguna manera tratamos de insultar a los dos movimientos nacionalistas, sino mostrar el proceso objetivo de su decadencia y degeneración. Utilizamos el término “aliados militares” en lugar de “títeres” para trazar una distinción. Es posible que, a fines de 1975, UNITA y FNLA aún no hayan sido esto último, sino que se encontraban en un proceso contradictorio de degeneración por etapas, de las cuales, con seguridad, habían cumplido la primera, transformándose en aliados militares del imperialismo.

No estar de acuerdo con esta definición marxista de FNLA y UNITA lleva a la siguiente cuestión: ¿Cómo definir a los movimientos nacionalistas que “forman un bloque” militar con el principal enemigo de las masas angoleñas y le ayudan a colonizar e invadir el país? ¿Son acaso verdaderos movimientos nacionalistas de masas? Si es así, ¿cómo define el SWP al MPLA, enfrentado militarmente a la ocupación con ayuda soviética y cubana? ¿No existían ya, durante la invasión sudafricana, diferencias demasiado profundas para poner entre ellos un signo igual, como lo hace el SWP?

Pasado y presente del MPLA

En este punto debemos reafirmar nuestro alerta metodológico. Creemos, entonces, en el carácter variable del MPLA, en tanto movimiento nacionalista reformista de masas, dado que siempre está expuesto a transformaciones. En ese sentido es necesario estar preparado para precisar cuáles son, en qué momento y en torno a qué hechos se producen, y, por lo tanto, modificar inmediatamente nuestra política en forma concomitante.

Tal como es su costumbre, Tony Thomas hace una observación aguda pero se niega a precisar las conclusiones. Señala la “colaboración” dada por el MPLA en el pasado al imperialismo portugués y confirma la formación, en la actualidad, de un “bloque” militar con Sudáfrica por parte del FNLA-UNITA. La primera conclusión, para nosotros, es que no es lo mismo “colaborar” a formar un “bloque’’ militar. En el primer caso es un vínculo más o menos laxo, se puede romper en cualquier momento; en cambio, la segunda relación es más firme, duradera y comprometida.

La otra conclusión tiene más significación y peso, puesto que en el momento de aprobar su informe, la “colaboración” MPLA-Portugal era cosa del pasado, aunque reciente, mientras que el “bloque” militar FNLA-UNITA-EE.UU. - Sudáfrica era un hecho presente, en plena acción.

Para Thomas es necesario hacer la denuncia de ambas actitudes. En nuestra opinión, eso no es suficiente. En Angola se había formado un bloque militar, no un frente electoral. Por lo tanto, así como a los bloques electorales los denunciamos y enfrentamos en el mismo terreno, de igual modo a un bloque militar, en plan de agresor e invasor, es indispensable denunciarlo y combatirlo en el terreno militar, armas en mano.

De nuevo, Thomas se equivoca en cuanto a la formación de bloques militares; no es uno sino dos, el otro era el del MPLA-Cuba-URSS, único opositor de la invasión imperialista. Ante el retiro de Portugal y la aparición del nuevo enemigo principal, el imperialismo yanqui y Sudáfrica, el MPLA se transformó de “colaborador” esporádico y relativo del imperialismo portugués en movimiento nacionalista progresista; mientras tanto, el FNLA-UNITA pasó a defender otras banderas.

Por supuesto, esto no significa que nuestra caracterización actual del MPLA sea la definitiva. Por el contrario, su pasado de colaboración con Portugal, además de las características generales que apuntamos para los movimientos nacionalistas, nos obligan a ser sumamente cuidadosos. Eso tampoco altera los hechos presentes, determinantes para nuestra política.

Sectarismo y oportunismo: dos caras de la misma moneda

Tony Thomas justifica su posición sectaria de no apoyar militarmente al MPLA, principalmente por la relación amistosa de éste con empresas multinacionales y el imperialismo. Cae en el error de disolver una situación concreta, la guerra, en problemas económicos y políticos. La guerra civil es un hecho específico que requiere una respuesta específica. Los fenómenos eco-nómicos y políticos son parte de una realidad contingente con la guerra, pero no la sustituyen. Es cierto, que el MPLA aceptó los millones de dólares adeudados por la Gulf Oil por concepto de regalías debido a la explotación del Cunene. Y eso está bien. Ha capitulado a la misma empresa, haciéndole concesiones, y eso está mal. Sin embargo, nuestra política se determina en torno de la invasión, la cual no fue llevada a cabo por la Gulf Oil, sino por el ejército sudafricano y el imperialismo yanqui, en colaboración con FNLA-UNITA, encontrando al MPLA como único adversario.

En el pasado, los sectarios de turno nos recordaban la trayectoria de Chiang Kai-shek o de Negrín-Largo Caballero para acusarnos de apoyar a esas direcciones porque estábamos por el triunfo de China contra el imperialismo japonés y de la República contra Franco. Ese es el contenido de la acusación hecha por Tony Thomas al PST, puesto que, desde su punto de vista, dar apoyo militar es respaldar la acción en términos políticos.

Los oportunistas invertían el mismo razonamiento: si apoyábamos a China contra el Japón, a la República contra Franco, debíamos respaldar políticamente a sus direcciones. Ambos, sectarios y oportunistas, son las dos caras de la misma moneda, que confunde la lucha política con la lucha militar. Nosotros aprendimos de Trotsky a trazar una división entre ambas. Son luchas relacionadas entre sí, pero cualitativamente distintas. Luchamos militarmente con China contra Japón; con la República contra Franco; con la República Popular o el MPLA contra EE.UU. -Sudáfrica-FNLA-UNITA, como la única forma de combatir a esas direcciones reformistas politicamente. Por eso siempre hemos insistido que combatimos por el triunfo de la República Popular de Angola contra el engendro imperialista de la República Democrática. Es un apoyo militar, no político, válido a partir de la invasión, en el momento mismo que las tropas portuguesas ya no fueron más el enemigo principal.

Esto nos indica que así como el SWP es sectario frente al MPLA al negarse a apoyarlo militarmente, es oportunista con referencia al FNLA y la UNITA. ¿Qué otro significado puede tener el no combatir militarmente a los aliados militares del racista Vorster, es decir, al FNLA-UNITA? Su posición no puede ser más desconcertante: dejarle el campo libre a los traidores para derrotar al MPLA y colonizar de nuevo a Angola.

También quisiéramos hacerle unas preguntas al SWP, aunque sus respuestas siempre son obvias o evasivas. Si triunfaba el bloque militar de Vorster-FNLA-UNITA en la guerra civil, en febrero de este año, en vez del MPLA, ¿cree el SWP que eso significaba una victoria o una derrota para el imperialismo y el racismo? Nosotros no tenemos dudas. El triunfo de ese bloque militar contrarrevolucionario habría significado una apabullante victoria de la contrarrevolución racista. Es así como no combatir militarmente al FNLA-UNITA es el peor de los oportunismos, el más indigno.

Capitulo noveno
El derecho a la autodeterminación nacional

El problema tribal

El informe tantas veces citado es verdaderamente avaro en relación a dilucidar el problema del imperialismo, mientras que es demasiado pródigo en cuanto a las tribus y sus vínculos con los distintos movimientos nacionalistas. Es tan amplio en este sentido que nos plantea como política “el derecho a la autodeterminación” de las diferentes tribus existentes en Angola, aunque lo pasa por alto, como antes señalamos, en la síntesis política final. De todas maneras, es la única tarea democrática que plantea durante la guerra. Se hace necesario, por lo tanto, detenernos en su consideración, ya que es un intento de magnificar el carácter “nacional” de cada movimiento embarcado en la guerra civil y de minimizar la importancia de la invasión sudafricana, convirtiéndola en el hecho accesorio de una lucha intertribal.

En el informe encontramos una descripción de cada una de las tres tribus-nacionalidades que apoyan a cada uno de los movimientos. “La base del MPLA la constituyen los mbundus, que habitan el norte y centro de Angola y alrededor de Luanda. Son más o menos un millón y medio.

“El FNLA se basa en el millón y medio de bakongos, que viven en la zona noroccidental de Angola.”

“La UNITA encuentra apoyo entre más de dos millones de ovimbundus que habitan el centro y sur de Angola”.

La conclusión de Tony Thomas es: “El grueso de la población angoleña está dividida en grupos étnicos separados en zonas geográficas bien definidas que en algunos casos se extienden a otros países. Estos grupos tienen lenguaje y cultura propios y su propia experiencia histórica como pueblos distintos. En síntesis, cada uno de ellos posee los atributos de una nacionalidad”.

Esta caracterización es más que discutible, pues deja de un lado un elemento fundamental: el desarrollo capitalista de Angola. Peter Freyer, en su conocido libro El Portugal de Salazar (Ediciones Ruedo Ibérico, París), hace ya muchos años señaló la importancia del desarrollo capitalista de Angola, pues lo había diferenciado cualitativamente de las otras colonias portuguesas. Según él, la mayor parte de su población trabajadora es obrera, asalariada (industrial, comercial o agrícola). El peso del campesinado es mínimo. La estratificación explicaba las diferencias entre los movimientos nacionalistas; por ejemplo, el FNLA-UNITA, en sus comienzos, tenía un programa y una política burguesas, a lo “Bourguiba”. En cambio, el actual MPLA se apoyaba esencialmente en los sectores obreros o pequeño-burgueses ligados al desarrollo capitalista, asimilándolo, según Peter Freyer, a una corriente “fidelista”. Dentro de nuestra terminología, tendríamos que caracterizar al primero como comente o proyecto burgués nacional y al otro de pequeñoburgués. Las relaciones de cada uno de los movimientos con las tribus no modificaban ese carácter, sino que a lo sumo lo complicaban. Nosotros no sabemos en qué medida esta caracterización es correcta, pero el SWP no la ha rebatido ni ha polemizado con ella. Orgullosamente ha pretendido ignorarla, a pesar de su importancia y de ser compartida por muchos.

El derecho a la “autodeterminación nacional-tribal”

De la caracterización antes citada, el informe aprobado por el CN llega a formular un programa: “Debemos dejar en claro que no somos ‘patriotas angoleños’. Ser ‘panangoleño’ no es necesariamente más progresista que ayudar a los bakongos, los ovimbundu y los mbundu a establecer buenas relaciones contra el enemigo común, el imperialismo.

“Como leninistas, comprendemos que el camino para unir a las masas de Angola contra la explotación y la opresión no es el de denunciar como ‘tribalismo atrasado’ las aspiraciones nacionales de estos pueblos, sino apoyar su derecho a la autodeterminación, que incluye el derecho a la autonomía y aun a la secesión.

“Impulsar la victoria de alguna de estas fracciones nacionalistas contra las otras dos lleva a exacerbar las tensiones.”

Por ninguna parte se afirma que nosotros, como trotskistas, estamos por la unidad de Angola en una sola nación o federación y que nos oponemos a su división en varios países diferentes. La unidad en grandes naciones o federaciones fortifica a los africanos frente al imperialismo. En cambio, las subdivisiones los debilita. Esto no significa que nos pronunciamos contra el derecho de toda nacionalidad o tribu a la autodeterminación, incluido su derecho a formar una nación aparte. En nuestra política tratamos de equilibrar dos tendencias contradictorias. Respaldamos la centralización en grandes naciones, unitarias o federales, pero no a costa de enfrentarnos con el movimiento de masas de las nacionalidades para imponer nuestro criterio. Precisamente para evitar estos choques, defendemos el derecho de toda nacionalidad oprimida a liberarse bajo la forma que quiera, la autonomía, la federación, y hasta la independencia. Ellos tienen que optar y nosotros respetaremos esa elección. Allí concluye el “derecho a la autodeterminación” para nosotros, los trotskistas, que seguimos nuestra lucha por la unidad en una gran nación, a través de la consigna de federación, aun rivalizando con los separatistas. No es, entonces, una consigna positiva, sino negativa. Luchamos para que se respete la voluntad nacional. En cambio, nuestra consigna positiva es unitaria. Por una Federación que nos permita construir grandes naciones.

Pero, ¿cuál es la voluntad de las tribus en Angola que, según el SWP, constituye nacionalidades y se expresan en tres movimientos? Aquí viene la paradoja. El propio informe subraya que en Angola nadie plantea la autodeterminación, la secesión. Por el contrario, Tony Thomas recalca la decisión de los tres movimientos por conformar una sola Angola, unida, y enfrentan, debido a esto, a los otros movimientos acusándolos de “tribalistas”, es decir, de querer separarse de la patria común. El SWP es, entonces, más papista que el Papa y el compañero Thomas más bakongo que los bakongos, puesto que ha planteado una lucha que ningún movimiento político angoleño ha postulado: la autodeterminación de las diferentes tribus.

Falsos pronósticos de profetas sombríos

Las contradicciones no terminan ahí. Por el contrario, recién empiezan. El SWP se ha transformado en profeta y hace sombríos vaticinios. “Las perspectivas” de esta “guerra fratricida”, para Thomas, no ofrecen dudas: el triunfo del MPLA producirá inmediatamente una “tremenda matanza” de los bakongos, tal como sucedió en Biafra.

A partir de este sombrío pronóstico, y del derecho a la autodeterminación” de las tribus-nacionalidades, surgiría claramente una línea política, sostenida en diferentes ocasiones por el marxismo y el SWP. Se trata de defender, en toda guerra entre nacionalidades, a las más atacadas. No estamos, en abstracto, en contra de la guerra entre nacionalidades, sino que postulamos la defensa de aquella que es sojuzgada por otra. Y, en el caso de Angola, según el SWP, no se trataba de una simple opresión política o económica, sino de algo mucho peor, del exterminio casi total (nada menos que “otra Biafra”), de un genocidio en potencia de los bakongos (o, eventualmente, de la nacionalidad que resultase derrotada).

Al aceptar los pronósticos del SWP sobre el triste destino de los bakongos en caso de triunfar el MPLA, no nos podíamos lavar las manos, pues era preciso defender a la nacionalidad a punto de ser derrotada. Apenas una nacionalidad empieza a dominar a otra, su guerra se transforma en contrarrevolucionaria, porque va contra el derecho a la autodeterminación de la nacionalidad vencida o dominada. Simultáneamente, la guerra de esa nacionalidad invadida se torna progresiva, porque lucha por el derecho a seguir subsistiendo en su territorio y con su cultura. En síntesis, la dialéctica de toda guerra entre nacionalidades es esa: hasta cierto punto (es decir, hasta defender su propia nacionalidad) es progresiva; pero, más allá de esa defensa y cuando se transforma en dominante, es reaccionaria y, en cambio, la nacionalidad que empieza a ser dominada se convierte en progresiva.

Algunos ejemplos sirven para determinar el marco de referencia. Es así como debernos recordar que Marx y Engels asumieron esta línea política en la guerra franco-prusiana de 1870, igualmente Trotsky en las guerras de los Balcanes (1912-13) y, también, la del SWP en relación a Israel, oponiéndose al “derecho a la autodeterminación” de los judíos y a favor de los árabes, puesto que la nacionalidad dominada es ésta última y la dominante la judía.

En Angola, ignoramos la razón, el SWP no ha seguido esa línea. Después de definir la guerra civil como una “guerra fratricida”, entre tribus-nacionalidades, no ha llegado a las conclusiones políticas comentadas anteriormente. Como todo sectario, se ha quedado a mitad de camino. Así, Tony Thomas nos afirma que “impulsar la victoria de alguna de las fracciones nacionalistas contra las otras lleva a exacerbar las tensiones”. Pero no plantea que, por consiguiente, impedir esa victoria es, al mismo tiempo, la única forma de evitar los desastres profetizados por él.

En espera de los consejos del SWP

La política del SWP en relación, por ejemplo, a los bakongos (si aceptamos como verdaderas sus premisas y pronósticos) es directamente criminal. Cuando hacíamos parte de la FLT, polemizamos hasta el cansancio en favor de una política para las grandes masas, en contraposición a la orientación vanguardista de la TMI. ¿Qué plantea el SWP, entonces, para defender a las masas bakongos amenazadas de un horrible holocausto?

Pensemos en un trotskista bakongo, partidario de la línea del SWP. Intercontinental Press acaba de informarle con amplitud de la perspectiva que le espera a toda su tribu, a sus hermanos de nacionalidad, en caso de ganar el MPLA. Lógicamente, este lector apasionado de Gerry Foley, Joe Hansen y Tony Thomas, piensa ante todo en cómo salvar a sus familiares y amigos del genocidio. Al mismo tiempo, se hará inevitablemente una pregunta: “¿Qué me aconseja hacer el SWP?”. Y, muy en sus adentros, pensará: “Esta ocasión no la va a desperdiciar Hansen para dar un ejemplo claro de una política para todo un movimiento de masas: una nacionalidad en vías de exterminio. “ Si este indefenso militante siguió este razonamiento, su desilusión ha tenido que ser gigantesca y terrible, porque el SWP no tuvo consigna, línea, ni programa para evitar que el MPLA asesinara a sus padres, hermanos e hijos. Sin embargo, le quedará todavía un consuelo. Esperar hasta la próxima semana, como en las historietas por capítulos, para certificar si Intercontinental Press, a lo mejor ya un poco tarde, aconseja alguna acción concreta para evitar la profetizada desaparición de sus hermanos de tribu. Levantar la consigna no presentaba problemas: ¡Defendamos a los bakongos del exterminio del MPLA! Pero esta facilidad está reñida con los sectarios.

En la altamar de la confusión

El triste fin de este desdichado bakongo, integrante de la FLT y admirador del SWP, no termina aquí. Si todavía le queda ánimo para leer el resumen del informe, comprobará que el compañero Tony Thomas plantea poner punto final al envío de pertrechos y mercenarios imperialistas a Angola, los cuales están destinados a impedir “la derrota total de la UNITA y el FNLA” a manos del MPLA. En contraposición, como lo hemos anotado, no está en oposición al envío de armas soviéticas al MPLA.

A esta altura el crédulo compañero bakongo ya no sabe en qué lugar del mundo se encuentra, navega peligrosamente en un mar de duda y confusión, haciéndose los siguientes razonamientos y preguntas. “Por un lado, el SWP se opone al envío de armas para defendernos del exterminio del MPLA; por el otro, está a favor de la colaboración soviética hacia quienes nos van a masacrar, entonces, ¿el SWP defiende en realidad o no nuestro derecho a la autodeterminación? ¿Apoya o no el SWP nuestro derecho a defendernos de la invasión-masacre del MPLA? ¿Qué plantea, tanto en Angola como en EE.UU., y a escala mundial, para ayudarnos y evitar el exterminio? ¿Concretamente, qué debemos hacer los bakongos —y qué hace Hansen— para evitar nuestra liquidación entre los pueblos y naciones atrasadas de la tierra? En nombre del método y del programa de transición, no les pido ni una política, ni tan siquiera una consigna transicional; les solicito solamente una palabra que me sirva para salvar a mi pueblo bakongo del genocidio que, según ustedes, nos prepara el MPLA. Si no me ayudan rápido, empezaré a creer que, en el fondo, la suerte de mi pueblo no les interesa para nada”.

Por suerte, al camarada bakongo de la FLT ya se le debe haber pasado el susto. El MPLA triunfó y no se produjo el exterminio vaticinado por los profetas de Intercontinental Press. Por lo menos, esta publicación, tan bien informada, no dice una sola palabra al respecto.

Las inconsecuencias del sectarismo

Ahora nuestro compañero bakongo tiene tiempo y serenidad para recapitular y reflexionar sobre el descomunal problema en que lo embarcó el SWP. Si así lo hace, caerá en cuenta de la causa real y verdadera, el delirante sectarismo llevado hasta sus últimas consecuencias:

— Sectarismo al caracterizar la guerra como “fratricida” entre grupos nacionalistas-tribales, en lugar de darle prioridad a la invasión Sudafricana-imperialista.

— Sectarismo al no ser consecuentes en su caracterización equivocada y no extraer de ella la única política posible: defensa del pueblo bakongo ante la amenaza de exterminio del MPLA.

— Sectarismo, finalmente, frente a la ayuda de las grandes potencias. Si en realidad, como aseguraba el SWP, había peligro de exterminio bakongo, ¿cómo podía, entonces, ayudar a ese genocidio aceptando el envío de armamento soviético del MPLA y oponiéndose al envío de armas imperialistas al FNLA-UNITA, que servirían en algo para impedir el exterminio? Como toda política sectaria, la preconizada por el SWP es un mar, oscuro y profundo, de contradicciones.

Debido a esto es totalmente incapaz de dar una política revolucionaria de conjunto. Al no comprender que el problema no era el de los bakongos sino el de la colonización de toda Angola por Vorster y los norteamericanos, no supo ubicar el problema bakongo como una cuestión táctica dentro de una política prioritaria en defensa de esa gran nación africana, incluidas sus tribus y en contra del invasor racista.

Buenos Aires, abril de 1976

Angola: las mascaras caen por c. Gabriel [3]

Angola está hoy asolada por la guerra. Las principales ciudades conocen el hambre, las epidemias y el difícil problema de enterrar a centenares de cadáveres. Decenas de miles de colonos buscan repatriarse. Se oye hablar de 300. 000. En Luanda, día tras día, tienen lugar manifestaciones anticomunistas y anti-MFA. Agentes de la ex-PIDE —la policía política portuguesa del fascista Salazar— despliegan una actividad febril en los medios portugueses y al lado de las tropas del FNLA. La contrarrevolución está en marcha. Y no será por medidas a medias o por nuevas conferencias unitarias que se detendrá.

Una coexistencia imposible

De los acuerdos concluidos en Alvor salió un “gobierno de coalición” que agrupa al FNLA, UNITA, MPLA y Portugal. De hecho, desde su nacimiento este gobierno fue totalmente paralizado por los repetidos enfrentamientos entre el MPLA y el FNLA. La ilusión de coexistencia pacífica bajo la égida de un gobierno común no tardó en estallar. En el momento mismo en que tenía lugar en Nakaru una conferencia sobre el “desarme de todos los civiles”, el FNLA daba comienzo a una nueva ofensiva, tomando todo el poder en una serie de ciudades grandes del norte del país. En Luanda misma, la capital, las acciones violentas del FNLA se multiplicaban el 9 y 10 de julio: ametrallamiento de la sede de la UNTA (Unión de Trabajadores Angoleses), ligada al MPLA; ataque a la sede del propio MPLA; agresión contra la población de las barriadas más pobres. Amenazada con un putsch por parte de las tropas de Holden, la dirección del MPLA decidió lanzar una contraofensiva: el 10 de julio rechazó fuera de Luanda a las tropas del FNLA. A partir de entonces, a pesar de todos sus esfuerzos, el FNLA no ha podido retomar la capital.

Las máscaras caen

En esta guerra abierta en la que es cada vez más difícil no tomar partido, las máscaras van cayendo. El FNLA, sostenido por los más importantes sectores imperialistas, con Estados Unidos a la cabeza, en total dependencia del apoyo de Zaire, confirma muy bien su papel de fuerza activa de la contrarrevolución. En Luanda, la población ha podido juzgar sobre los hechos la actividad de este “movimiento de liberación”: la “casa del pueblo” del FNLA, ocupada y destruida a raíz de los últimos enfrentamientos, no era, de hecho, más que un centro de torturas: las tropas descubrieron allí una fosa con decenas de víctimas.

En cuanto a la UNITA que procuraba darse una imagen de pseudo-neutralidad en el conflicto oponiendo el MPLA al FNLA, ha tenido que quitarse la máscara. Al declararse en favor del FNLA y al colocar sus tropas al lado de las de Holden para combatir al MPLA, la UNITA espera sacar ventaja del juego. En verdad su complicidad con los círculos imperialistas europeos, su papel de perro guardián de los intereses de Krupp v Usinor en la cuenca minera de Cassinga son ya comienzos promisorios para el ambicioso Savimbi, dirigente de la UNITA.

El papel del ejército portugués

El ejército portugués se ha replegado a las grandes ciudades, particularmente a Luanda y Nueva Lisboa. La colonia portuguesa, siguiendo al ejército, ha abandonado el interior para conservar la protección de éste. ¿Qué papel puede jugar este ejército en la guerra que se desarrolla actualmente? Lo primero que hay que entender es que en Angola el ejército portugués está profundamente dividido sobre la cuestión del proceso de descolonización, y en un grado mucho mayor de lo que estuviera en Mozambique y en Guinea-Bissau. En razón de las dimensiones del país, una parte de las tropas no ha conocido la saturación provocada por una guerra colonial interminable. A esto es preciso añadir la existencia en el país, y particularmente en las ciudades de una fuerte pequeña burguesía portuguesa. Entre esta colonia ultrarreaccionaria y una parte de la tropa hay una cierta “osmosis ideológica”. Así Rosa Coutinho, favorable al MPLA, reconocía en la revista Africa-Asia haber tenido dificultades con algunos sectores de su ejército cuando estaba destacado en Angola.

Por este motivo, hoy, cualquiera que sea la dirección del comando militar (el general Cardozo acaba de ser remplazado por el general Macedo, con reputación de estar “más próximo” al MPLA), la presencia de este ejército portugués no es en forma alguna un factor de clarificación. En el peor de los casos puede terminar en una puñalada en las espaldas de las masas; en el mejor, puede prolongar sus ilusiones y retardar su conciencia de la necesidad de organizar la autodefensa. Por esto, las consignas que deben darse hoy son:

— todo el poder al MPLA;

— tropas portuguesas fuera de Angola;

— todas las armas y el material al MPLA y a las milicias.

La dirección del MPLA y el movimiento de masas

La dirección del MPLA conserva todas las características de una dirección nacionalista pequeñoburguesa cuyas relaciones con las masas han estado marcadas por largos años de lucha armada rural. Heterogénea, sensible a la diplomacia de los estados neocoloniales, hasta julio último se contentó con utilizar tácticamente al movimiento de masas para reforzar su posición dentro del gobierno de coalición.

Entonces comenzaron huelgas y movilizaciones en las empresas y en los barrios, comités que son formas embrionarias de autoorganización y demuestran una real conciencia anticapitalista. Hoy, cuando la dirección del MPLA es empujada al enfrentamiento generalizado con el FNLA, mantiene una función ambigua para los órganos populares, sin trazarles una perspectiva estratégica para que actúen como forma primaria de poder estatal.

Por otra parte, mientras la guerra está en su apogeo, continúa refiriéndose a los acuerdos de Alvor, condenando su “no respeto” por parte del FNLA. Entonces, si el FNLA, que hasta el 28 de abril era todavía un ejército de fronteras y la UNITA un grupúsculo manipulado, hoy son capaces de disputar al MPLA una buena parte del país, ¿no es precisamente el resultado de los acuerdos de Alvor, que sancionaban una igualdad jurídica de los tres movimientos y permitían al FNLA y a la UNITA fortalecerse militarmente?

De hecho, el actual enfrentamiento militar no se debe a alguna “deshonestidad” del FNLA; desde el comienzo estaba inevitablemente inscrito en la naturaleza misma del FNLA y de la UNITA, quintas columnas del imperialismo en Angola.

Nuestra solidaridad

Nosotros no somos neutrales entre la CIA y el movimiento de masas, incluso si éste sigue ilusionado por el nacionalismo de izquierda de una dirección pequeño-burguesa. Al afirmar nuestro apoyo al MPLA, nos dirigimos a las masas angolesas y les decimos: “nosotros apoyamos a la organización en la que vosotros confiáis y en cuyas filas os alistáis. Apoyamos a la única fuerza militar actualmente capaz de oponerse a la ofensiva imperialista. Pero nuestra lucha contra toda explotación y por una Angola libre de toda empresa imperialista no podrá ser en definitiva satisfecha por las perspectivas de la dirección del MPLA. Será necesario que sobrepaséis sus insuficiencias para lograr una Angola independiente y socialista. ‘‘

Se trata de trabajar desde ahora, en el seno del MPLA, por el reagrupamiento de los elementos de vanguardia sobre una línea clara, desprovista de las actuales ambigüedades de “democracia popular” que desarrollan los elementos maoístas. Sólo un reagrupamiento semejante podría preparar el advenimiento de la revolución socialista angolesa en medio de las conmociones que no dejarán de producirse en el seno del MPLA.

Independencia y guerra civil

por Luis Valle [4]

El 10 de noviembre, después de cinco siglos de dominio colonial, el alto comisionado portugués en Angola y las últimas tropas de Portugal abandonaron el territorio de ese país africano. El mismo día, el Comité Central del Movimiento Popular para la Liberación de Angola proclamó la República Popular con su dirigente Agostinho Neto como presidente.

El nacimiento de esta nueva nación está señalado por la cruenta guerra civil entre los tres movimientos guerrilleros que combatieron a la dominación portuguesa. Mientras el MPLA domina la capital, Luanda, y las principales ciudades costeras (contando con ayuda militar de la URSS y Cuba), el Frente Nacional por la Liberación de Angola y la Unión Nacional por la Independencia Total de Angola (que reciben dinero de la CIA, del imperialismo europeo, del vecino Zaire y de los racistas blancos de Sudáfrica y armas de China) controla extensas zonas del interior del país. El FNLA y la UNITA anunciaron en la capital de Zaire la formación de un gobierno enfrentado al que instaló el MPLA. En el sur de Angola, fuerzas militares del régimen racista sudafricano ocuparon algunos territorios.

La guerra civil y las maniobras imperialistas amenazan directamente la independencia que los pueblos de Angola ganaron luchando durante quince años con las armas en la mano contra el colonialismo portugués. Es cierto que tras el bloque FNLA-UNITA se mueven siniestras fuerzas imperialistas y reaccionarias. Pero una política revolucionaria no puede ignorar las masas que siguen a estos grupos, ni el hecho de que el MPLA ha tenido durante los últimos meses una política de colaboración con el imperialismo portugués, ayudando a frenar la movilización de las masas angoleñas y avalando la legislación antihuelgas. En estos aspectos, la política de los tres grupos guerrilleros fue similar,

El primer objetivo de una política revolucionaria debe ser el fin de la guerra civil y la inmediata convocatoria por las tres organizaciones guerrilleras a elecciones de Asamblea Constituyente, de modo que en esa asamblea los obreros y campesinos angoleños puedan resolver democráticamente cómo afianzar la independencia y organizar el país.

Ninguno de los dos bandos enfrentados garantiza una política antiimperialista consecuente y mucho menos la revolución agraria y el socialismo. Más aun, los dos han demostrado su inclinación a impedir la movilización de los obreros y campesinos. Pero la realidad de la guerra civil obliga a una definición ante los combates que se libran en estos momentos: hasta que se logre un acuerdo para poner fin a la guerra y convocar a la Asamblea Constituyente es necesario luchar en defensa de las comisiones de poder popular y de los sindicatos, organizaciones de las masas urbanas en las que el MPLA se ha apoyado en su enfrentamiento con el bloque FNLA-UNITA.

La guerra civil en Angola

Declaración del Secretariado Unificado de la IV Internacional, aprobada el 25/11/75 [5]

Los pueblos de Mozambique y Guinea-Bissau asestaron un duro golpe a la dominación imperialista de África al derrocar al colonialismo portugués. La lucha de las masas angoleñas ha abierto una brecha en el bastión reaccionario de África del Sur, hegemonizado por el régimen racista de Pretoria. El alza revolucionaria de la clase obrera metropolitana le impidió a la burguesía portuguesa dar una respuesta efectiva y cerrar esta brecha mediante una operación neocolonialista exitosa.

Dada esta situación y la movilización de las masas angoleñas, cuya dinámica apunta hacia objetivos no sólo antiimperialistas sino también anticapitalistas

— sobre todo en Luanda, donde el sector obrero tiene un peso considerable—, los viejos y nuevos partidarios del colonialismo y los defensores de los intereses imperialistas, tanto norteamericanos como europeos, han constituido un bloque para aplastar la revolución angoleña e imponer un régimen reaccionario mediante una guerra civil. Las direcciones de FNLA y UNITA, que defienden intereses tribales y regionalistas y de las capas burguesas en formación, toman parte en esa operación. Han integrado un frente común con los imperialistas, los racistas y los regímenes neocoloniales de Zaire y Zambia: una especie de santa alianza, patrocinada por la Organización de la Unidad Africana contra la independencia efectiva de Angola y las luchas de las masas trabajadoras angoleñas. El hecho de que China ayude en la práctica a este frente reaccionario a través de su asistencia al FNLA y su actitud actual, es una nueva prueba de las consecuencias nefastas de una política que considera a la URSS como su principal enemigo y apunta a lograr un compromiso con el imperialismo yanqui.

Los movimientos obreros y revolucionarios de todo el mundo denuncian la operación contrarrevolucionaria en curso en África. En esta guerra civil, dichos movimientos se encuentran en el bando de la República Popular de Angola [6] proclamada por el MPLA el 11 de noviembre. Los estados obreros y todas las organizaciones obreras deben garantizar que los combatientes angoleños reciban solidaridad política y ayuda material. Una derrota de la República Popular constituiría una seria derrota para la revolución africana; significaría el fortalecimiento del imperialismo y el neocolonialismo y entrañaría una represión sangrienta. En cambio, el triunfo de la República Popular, puesto que sólo puede ser fruto de una movilización muy profunda de las masas, crearía condiciones favorables para la total eliminación de la dominación imperialista y le daría una dinámica socialista a las luchas obreras y campesinas.

La Cuarta Internacional elige el campo de la República Popular de Angola contra la santa alianza de imperialistas, racistas y reaccionarios locales. En la guerra civil, la Cuarta Internacional se alinea con las masas, movilizadas para defender la independencia lograda tras quince años de dura lucha; para defender sus intereses fundamentales contra todas las clases explotadoras extranjeras y “nacionales”; por la expropiación de capitalistas y terratenientes y por la construcción de un nuevo estado basado en los comités democráticos revolucionarios, expresiones directas de las masas.

Semejante actitud no significa que la Cuarta Internacional y los marxistas revolucionarios africanos abandonen sus críticas a la dirección del MPLA, a la que caracterizan como pequeñoburguesa nacionalista, no como proletaria y comunista. La alineación en el mismo bando y la dedicación a la lucha común no se contradicen con la batalla por la clarificación política, que es necesaria para salir victoriosos de la guerra y construir una dirección proletaria marxista revolucionaria.

¡Contra la santa alianza de imperialistas, racistas sudafricanos, neocolonialistas de Zaire y Zambia y las direcciones reaccionarias de FNLA y UNITA!

¡Por la defensa de la independencia total de Angola! ¡Por la defensa de la República Popular proclamada por el MPLA! ¡Repudio a todo intento de balcanización! ¡Por el retiro inmediato de todas las fuerzas del imperialismo europeo y yanqui, los racistas sudafricanos y todos los gobiernos neocoloniales!

¡Organicemos una campaña internacional de solidaridad! ¡Todos los estados obreros y todas las organizaciones sindicales y políticas del proletariado deben movilizarse en el bando de los combatientes angoleños asegurándoles su solidaridad política y apoyo material! ¡Por el boicot a los envíos de armas al bloque reaccionario de FNLA y UNITA!

¡Viva la república popular!

por Javier Baigorri [7]

Desde antes de proclamarse la independencia, el 11 de noviembre, desgarra a Angola una enconada guerra civil entre los tres movimientos guerrilleros que llevaron a cabo la lucha contra el imperialismo portugués.

El retiro total de las últimas tropas lusitanas y del alto comisionado de la metrópoli, en la fecha indicada, agravó la intensidad de la guerra, librándose furiosas batallas por el control de la capital, Luanda (ocupada por el Movimiento Popular de Liberación de Angola), y de otros puntos estratégicos de este país africano, de gran riqueza agrícola y minera.

La existencia misma de la guerra civil, su intensidad (que hace poco probable un acuerdo pacífico), y la intervención abierta de varias naciones imperialistas, de los países más cercanos, y de dos estados obreros (la URSS y Cuba) hacen imperioso para los marxistas revolucionarios tomar una posición clara. Más allá de los comunes rasgos no revolucionarios que presentan los movimientos enfrentados en Angola, es necesario definir qué bando representa un peligro mayor y más inmediato para el movimiento de masas angoleño, y participar resueltamente en la guerra civil junto a aquel que signifique un peligro más remoto.

Guerra civil: análisis de clase o descripción periodística

Para los marxistas hay una sola forma de encarar el problema: determinar qué intereses de clase representa y en qué fuerzas sociales se apoya cada bando. Eso permitirá definir qué sector es más progresivo y encontrar la vía por la cual los revolucionarios puedan utilizar la guerra civil y hacer avanzar el movimiento de masas.

Decir que la guerra es “fratricida’’ es no decir nada. Una guerra civil no es más que la agudización de la lucha de clases que se libra permanentemente bajo formas más “pacíficas” (lucha política, huelgas, etcétera).

La pura descripción de los hechos, que no toma partido ni es capaz de indicar qué hacer, no es marxista ni revolucionaria: es sólo periodismo.

Hay una guerra civil en Angola. ¿Qué debería hacer un socialista revolucionario angoleño frente a esa realidad? ¿Pontificar sobre el “fratricidio”? ¿O definir qué sector representa un peligro más grave e inmediato para las masas explotadas de su país?

Los protagonistas de la guerra civil angoleña

Los bandos enfrentados son dos: de un lado, el MPLA, fuerte en la zona costera y el centro del país (donde proclamó la República Popular de Angola); del otro, el bloque formado por el Frente Nacional de Liberación de Angola y la Unión Nacional por la Independencia Total de Angola, afianzados en las regiones norteña y sureña (donde proclamaron la República Popular Democrática de Angola).

Los tres movimientos han tenido una política de colaboración con la última etapa de dominación portuguesa en el país. Firmaron los acuerdos de Alvor, que establecían un proceso de independización controlado por el imperialismo portugués y garantizaban la instauración de un régimen semicolonial (respetando las inversiones portuguesas y la propiedad de los colonos blancos). Ninguno de los tres movimientos tiene un claro programa de medidas consecuentemente antiimperialistas y, menos que menos, anticapitalistas.

Sin embargo hay diferencias entre ellos. Es cierto que el MPLA, al confiar en la verborragia “tercermundista” de algunos elementos del Movimiento de las Fuerzas Armadas de Portugal, aceptó los acuerdos colaboracionistas y contribuyó, junto al FNLA y la UNI-TA, a frenar las luchas de los trabajadores angoleños facilitando así las maniobras del imperialismo portugués. Pero, de hecho, la revolución obrera en la metrópoli ha impedido a los portugueses aprovechar plenamente esa oportunidad. El retiro total de las tropas coloniales (anticipado por la negativa de la Policía Militar a acatar las órdenes de ir a Angola), y la partida de miles de colonos blancos, ha debilitado duramente la posición portuguesa en su ex colonia.

Por otra parte, el MPLA, en su enfrentamiento con el bloque FNLA-UNITA, ha debido apoyarse en la UNTA (central sindical angoleña) y en las Comisiones de Poder Popular, nacidas en los barrios negros de Luanda como organismos de defensa contra los grupos fascistas de colonos portugueses.

Es el temor a estos organismos de masas (en los que el MPLA tiene influencia pero que no domina por completo) lo que impulsa a las principales potencias imperialistas (Estados Unidos y varias naciones europeas), a los regímenes africanos reaccionarios, y a los racistas blancos de Sudáfrica, a brindar su apoyo en dinero, armas y tropas al bloque FNLA-UNITA. Junto a las fuerzas de estos movimientos luchan mercenarios blancos y tropas de Zaire (donde ocupaba la presidencia el dictador Mobutu, uno de los asesinos de Patrice Lumumba). En el sur de Angola, fuerzas del régimen racista de Sudáfrica han ocupado una estratégica zona. En Washington, se reveló la intensa participación de la CIA en el respaldo al FNLA y a la UNITA.

La agencia United Press (estrechamente vinculada al Pentágono) resumió claramente quién patrocina estos movimientos: “En Pretoria (capital sudafricana), fuentes oficiales reconocieron que Sudáfrica se unió a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en su ayuda militar a los ejércitos combinados del FNLA-UNITA (...) ‘En Angola nos encontramos en la buena compañía de las grandes naciones del mundo’, dijeron los informantes. “ (La Prensa, 30 de noviembre de 1975).

El FNLA-UNITA es la carta principal con que cuentan las potencias imperialistas y sus aliados reaccionarios africanos para quebrar la resistencia de la clase obrera y el pueblo de Angola y estabilizar un régimen neocolonialista. De otro modo es inexplicable, no sólo el enorme apoyo que le brindan sino también la campaña publicitaria que han montado (lanzada por el propio Kissinger) para presentar el respaldo de la URSS y Cuba al MPLA como un “peligro para la paz’’.

El enemigo fundamental

Sin duda, el MPLA, en caso de triunfar, va a tratar de contener y reprimir el movimiento de masas en el que hoy se apoya. En este sentido, representa un enemigo potencial. Lo demuestran su colaboración con los imperialistas portugueses hace apenas unos meses, y su participación en las medidas tomadas contra las movilizaciones obreras y populares (Ley antihuelgas, orden de desarmar a la población civil, intentos de controlar a las Comisiones de Poder Popular).

Pero su derrota es un peligro mucho más inmediato y grave. Porque su derrota significará también el aplastamiento de los organismos sindicales y políticos de la clase obrera angoleña y de las capas populares urbanas. El triunfo del FNLA-UNITA sólo es posible sobre el aplastamiento del sector más combativo y avanzado de las masas. Implicará un retroceso en el proceso revolucionario abierto en el país por la guerra contra los portugueses y, por la importancia de Angola en el continente africano, un debilitamiento de las fuerzas antiimperialistas y revolucionarias en este último.

Este es el peligro mayor y, por eso, el bloque FNLA-UNITA es el enemigo más inmediato. Sólo su derrota hará posible que los organismos de poder creados por las masas se sacudan la tutela del MPLA y superen las posiciones tibiamente antiimperialistas de su dirección.

El MPLA no merece la menor confianza de los revolucionarios. Ha dado sobradas muestras de que no aspira a ir más allá de un régimen neocolonial relativamente nacionalista: su acuerdo con la Gulf Oil (empresa yanqui que explota los campos de petróleo de Cabinda, en el norte de Angola), y los llamados de Agostinho Neto (presidente de la República Popular de Angola) a los inversores extranjeros son buenas muestras de ello. Indiscutiblemente, la URSS apoya esta política nefasta.

Pero eso no justifica la indefinición. Frente a la guerra civil española Trotsky sostuvo que “sólo los cobardes, los traidores o los agentes del fascismo pueden renunciar a ayudar a los ejércitos republicanos españoles” (Escritos sobre España, Ruedo Ibérico, p. 144). Esto no implicaba sostener la desastrosa política patronal y proimperialista del gobierno republicano. Por el contrario, Trotsky llegaba a admitir la hipótesis de que este último, en el caso de vencer militarmente a Franco, pudiera transformarse en un “régimen fascista’’.

Hasta el 11 de noviembre el principal enemigo de las masas de Angola eran las tropas coloniales portuguesas, y la tarea más urgente era lograr su retiro. Una vez concretado ese retiro, el principal enemigo son las fuerzas proimperialistas de Zaire, Sudáfrica, y mercenarios blancos, y no hay tarea más decisiva y urgente que combatirlas y lograr que abandonen el territorio angoleño. La intervención activa de las masas en esa lucha le da una dinámica que puede ser impulsada por los revolucionarios más allá de las intenciones del MPLA.

No depositar ninguna confianza en la dirección del MPLA significa que, junto con la lucha implacable contra el bloque FNLA-UNITA, la UNTA y las Comisiones de Poder Popular deben remplazar el gobierno impuesto por el MPLA por un gobierno obrero y campesino elegido por las masas. Las inmediatas elecciones de una Asamblea Constituyente, y una reforma agraria que entregue a los campesinos la tierra de los colonos blancos y de las empresas imperialistas, permitirán ganar a las masas rurales que siguen al FNLA y a la UNITA, garantizándoles sus derechos democráticos y el acceso a la tierra.

Los socialistas revolucionarios de todo el mundo tienen un deber que cumplir en relación con la guerra civil angoleña: organizar una campaña mundial por el reconocimiento de la RPA, así como para exigir el retiro inmediato de todas las tropas mercenarias, zaireñas y sudafricanas de Angola, y el fin de la intervención de las potencias imperialistas y sus lacayos africanos.

Angola: el paralelo con Vietnam

por Joseph Hansen [8]

En un articulo publicado en la primera página del New York Times del 14 de diciembre, el periodista Seymour M. Hersch dio a conocer una discusión existente en el seno del Departamento de Estado acerca de hasta qué punto avanzar en la intervención en la guerra civil en Angola. Las divisiones se volvieron tan tajantes que Nathaniel Davis, asesor para los asuntos africanos del Secretario de Estado Kissinger, renunció en agosto. Davis —en oposición a Kissinger, quien está por una política de intervención— estaba a favor de buscar un “arreglo” diplomático en Angola y de no desempeñar un papel “activo” en la guerra civil. Según un “funcionario”, Davis envió a Kissinger “un torrente de memorándums” donde daba los siguientes argumentos.

“En primer lugar, Davis les dijo que la cosa no andaría. Ni Savimbi ni Roberto son buenos combatientes y serían incapaces de salir peleando desde dentro de una bolsa de papel. El juego viene mal y los jugadores que tenemos son perdedores. “ En segundo lugar, el inevitable fracaso de la intervención norteamericana en Angola sería dañina para los aliados africanos de EE.UU., como Mobutu de Zaire y Kaunda de Zambia. Por último, el único aliado que tendría Estados Unidos seria el estado racista sudafricano.

Kissinger se negó a escuchar tales argumentos. La “primera decisión significativa respecto de la política para Angola se resolvió en la primavera, cuando el gobierno autorizó a la CIA a enviar pertrechos militares y de otro tipo, por valor de 300. 000 dólares, a la UNITA, que dirige Jonas Savimbi...

“La autorización fue el resultado de los informes oficiales de la CIA, dando cuenta del incremento de la ayuda militar soviética al Movimiento Popular...

“La CIA ya viene prestando ayuda al FNLA, encabezado por Holden Roberto, desde principios de la década del sesenta. La mayoría de los envíos llegan a través del vecino país de Zaire, cuyo presidente es Mobutu Sese Seko. “

La decisión más importante fue la resuelta por el “Comité 40” en una reunión formal en julio y consistía en el envío de provisiones por valor de diez millones de dólares. “El ‘Comité 40’ —explica Hersch— es un sub-comité dependiente del Consejo Nacional de Seguridad, que tiene la responsabilidad de aprobar todas las actividades de espionaje clandestino realizadas por este país en el exterior. El presidente del Comité es el Dr. Kissinger. Los demás integrantes son el Sr. Colby, el Subsecretario de Defensa William Clement, y el general George S. Brown, presidente del Estado Mayor Conjunto. ‘‘

Desde julio pasado, el gobierno de Ford viene incrementando sus “actividades de espionaje clandestino” en Angola. El paralelo con la primera fase de la intervención norteamericana en la guerra civil vietnamita es tan notable que la opinión pública de Estados Unidos ya empieza a mostrar su preocupación.

Kissinger ya había salido al cruce de esta posibilidad cuando declaró en Bruselas el 12 de diciembre que la situación de Angola “no es análoga” a la de Vietnam de hace una década.

El director de la CIA, William Colby, se pronunció en el mismo sentido ante el Comité de Espionaje de la Cámara de Representantes. Según el New York Post del 13 de diciembre, “Colby declaró que no existe ninguna similitud entre la participación norteamericana en Angola y en Vietnam. La de Angola es una situación donde Estados Unidos debe resolver si participa en una forma ‘modesta’ —dijo—, mientras que el de Vietnam fue un caso de ‘intervención militar en gran escala’.”

Los argumentos de Colby no afectaron a los editores del New York Times. Un artículo sin firma en la sección “Panorama semanal’’ del 14 de diciembre citó los argumentos de Colby y a continuación recordó una declaración del presidente Kennedy, del 23 de marzo de 1961, respecto de la necesidad de contrarrestar la ayuda militar de la Unión Soviética a una de las fracciones en Laos.

“El grave problema es producto de esta nueva dimensión de una guerra que cuenta con apoyo exterior... Apoyamos el objetivo de un Laos neutral e independiente decididamente y sin reservas... Si estos ataques [comunistas] no terminan [Estados Unidos y otros países] deberán pensar en la forma de responder... Que nadie dude de nuestra disposición a actuar... Laos está lejos, pero el mundo es pequeño... Si Laos pierde su independencia neutral, todo el sudeste asiático estará en peligro... Su seguridad tiene que ver con nuestra seguridad...”

El paralelo entre el lenguaje empleado por Kennedy y el que emplea Kissinger ahora es verdaderamente impresionante.

Es obvio que el New York Times toma partido por el sector gobernante que considera que un nuevo Vietnam sería lo peor que podría ocurrir. Sin embargo, al igual que en la discusión acerca del error de intervenir militarmente en Indochina, las diferencias se producen exclusivamente en torno a cuál será la política que sirva mejor a los intereses del imperialismo yanqui.

En el caso de Vietnam, estas diferencias tácticas surgieron recién después de que el presidente Johnson inició la intervención de Estados Unidos en la guerra civil indochina en escala masiva. La causa de la polémica fue la resistencia inesperada de las fuerzas nacionalistas de liberación y, sobre todo, la creciente oposición de masas en Estados Unidos, cuya característica fue la consigna “ ¡Fuera, ya!”

Hoy, por el contrario, surgen diferencias parecidas desde el comienzo mismo de la intervención en la guerra civil angoleña y este hecho significativo puede atribuirse a la experiencia indochina. Un sector de la clase dominante reconoce que una nueva aventura extranjera similar a la de Vietnam probablemente concitaría la oposición de las masas desde un principio. Este sector comprende que ni Ford ni quienquiera que lo suceda en la Casa Blanca puede repetir Vietnam sin poner en juego los cimientos del dominio capitalista en Estados Unidos. La pregunta que se hacen es: ¿vale la pena correr el riesgo?

Mientras tanto, el gobierno de Ford, siguiendo el modelo de gobiernos anteriores, ya se ha inmiscuido en la guerra civil angoleña.

Los argumentos de Kissinger y Colby demuestran que tienen en cuenta a la opinión pública, pero los conspiradores de Washington esperan salirse con la suya; tal vez hayan resuelto incrementar la agresión de a poco, que cada paso sea tan “modesto” que no provoque una oposición pública violenta. La propaganda que acompaña estas medidas es una reedición de los argumentos empleados para justificar la agresión a Vietnam: la amenaza del comunismo, el peligro de que Moscú logre implantar bases navales que “amenacen” la navegación del Atlántico sur y una posible reacción en cadena a lo largo y ancho de África.

La propaganda respecto a las fracciones en pugna en Angola es igualmente indigna de crédito. Las tres poseen programas nacionalistas basados en asegurar la salvaguarda de las inversiones. Es cierto que el MPLA habla del “socialismo”. Pero aunque resultara más socializante que Nasser en Egipto o Nkrumah en Ghana, hay indicios de que Wall Street descarta esa posibilidad. Sea como fuere, quienes tienen que resolver ese problema son los angoleños, no los Ford ni los Kissinger.

Hablar de la intervención de la URSS en la guerra civil angoleña es igualmente espúreo. Lo que el Kremlin busca es mejorar su posición para negociar dentro del marco de la distensión. Nadie lo sabe mejor que Kissinger.

La participación cubana no ha provocado gran revuelo en el Departamento de Estado. Se la considera como un subsidiario de la posición de Moscú. Se dice que los cubanos participan como instructores en el uso de los sofisticados equipos enviados por la URSS a Luanda. Además de evitarle a Breznev los peligros diplomáticos inherentes al envío de tropas rusas a Angola, los cubanos siempre pueden reforzar su imagen de política antiimperialista.

Sean cuales fueran las opiniones de cada uno respecto a los problemas inherentes al conflicto entre FNLA, UNITA y MPLA, es claro que el enemigo principal en Angola es el imperialismo. Hasta hace poco el enemigo principal era el imperialismo portugués, que luchó salvajemente para no soltar su garra. Hoy el principal enemigo es el imperialismo yanqui y las potencias satélites, los autotitulados herederos del imperio portugués.

Para todos los que creen en el derecho democrático de los pueblos de determinar su propio destino, estas consideraciones dictan un curso de acción similar al que suscitó la oposición a la agresión imperialista en Vietnam. La consigna debería ser: “¡Saquémolos antes de que nos metan!’’.

Detrás de la guerra civil en Angola

Informe presentado por Tony Thomas y aprobado por el Comité Nacional del Socialist Workers Party realizado el 2, 3 y 4 de enero de 1976 [9]

El Comité Político ha propuesto que lancemos una campaña nacional contra la intervención del imperialismo yanqui en Angola. Queremos ayudar a detener la intervención del Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono en la guerra civil angoleña. Queremos sacar a la luz las maniobras secretas del gobierno de Ford, y obligar a Kissinger y sus secuaces a revelar toda la verdad acerca de sus operaciones secretas en Angola.

Se sabe que Kissinger ha asignado al Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y a la Unión por la Independencia Total de Angola (UNITA) por lo menos 33 millones de dólares en armas y otros tipos de ayuda. El senador Hubert Humphrey declaró hace un par de semanas, que el gobierno de Ford va a solicitar otros 150 millones este año.

“¿Otro Vietnam?”

El pueblo norteamericano está preocupado. Presiona para que se le responda: “¿Angola va a convertirse en otro Vietnam?”. Esta cuestión se discute ampliamente. Y nosotros participamos en este debate. Proponemos una respuesta igual a la que se dio durante la guerra de Indochina: una amplia campaña de movilización y propaganda centrada en la consigna EE.UU. fuera de Angola. Ni un centavo, ni una bala, ni un soldado, ni un asesor a Angola.

No debemos subestimar el peligro de la intervención militar norteamericana a pesar de las promesas de Kissinger de no enviar tropas. El Comité Norteamericano para África informó el 19 de diciembre que los oficiales están presionando a muchos soldados estadounidenses para que renuncien y se alisten como mercenarios de FNLA y UNITA. También reveló el Comité que las unidades de la fuerza aérea se encuentran en estado de alerta, listas para bombardear Angola en defensa de las tropas sudafricanas si la situación así lo requiere.

Los voceros del gobierno de Ford repiten la misma cantinela que utilizaban para justificar la intervención en la guerra civil vietnamita. Señala el supuesto peligro de un “golpe comunista”. Pero guardan silencio sobre los cuatro siglos de dominación imperialista portuguesa. Y nada dicen de la vieja política de Washington de apoyo activo a la guerra de Portugal contra el derecho de los pueblos angoleños a determinar su propio destino.

En los diez años que precedieron al estallido de la rebelión angoleña en 1961, Washington dio a Lisboa ayuda militar por valor de 298 millones de dólares. Durante algunos años, la ayuda de EE.UU. fue igual a la mitad del presupuesto militar portugués.

Después de que los angoleños comenzaron a luchar por su libertad de una manera que recuerda a los colonos norteamericanos de 1776, Washington siguió ayudando a los portugueses. Oficiales y soldados lusitanos se entrenaban en unidades militares norteamericanas, incluida la base de los boinas verdes de Fort Bragg. Durante los últimos años de dominación colonial portuguesa, el imperialismo yanqui incrementó su ayuda a Portugal contra los rebeldes africanos.

Tad Szulc, ex corresponsal del New York Times, describió así la política hacia el sur de África formulada por Kissinger en 1970: “En un National Security Decisión Memorándum [Memorándum de Decisiones Sobre la Seguridad Nacional] publicado secretamente por el National Security Council [NSC - Consejo Nacional de Seguridad] en enero de 1970, el gobierno formuló una nueva política de ‘comunicación’ con los regímenes blancos en el sur de África (incluyendo a Portugal como poder dominante en Angola y Mozambique), sobre la base de que ‘los blancos van a permanecer aquí y la única forma en que se pueden llevar a cabo cambios constructivos es a través de ellos’, y que ‘no hay ninguna esperanza de que los negros ganen derechos políticos por medio de la violencia, que sólo conduciría al caos y a aumentar las oportunidades de los comunistas’.”

¿Qué buscan los imperialistas?

Los intereses de Wall Street se centran en los recursos de Angola.

Angola es el tercer productor de café del mundo. Buena parte de su producción va a los EE.UU. Las minas de diamantes, propiedad de norteamericanos, sudafricanos, belgas y portugueses, produjeron solamente en 1972 dos millones de quilates por valor de 110 millones de dólares. El país posee importantes yacimientos de hierro, fosfatos, cobre, granito, mármol y asfalto.

Lo más importantes es que Angola tiene petróleo.

La concesión de la Gulf Oil en Cabinda produce unas 10 millones de toneladas anuales. Esso, Texaco y la Total francesa buscan petróleo en otras partes del país.

En el valle del río Cunene, en el sur, capitales sudafricanos y portugueses han construido una gran planta de energía hidroeléctrica. En los próximos años, esa será la fuente de energía para Namibia y otras zonas ocupadas por Sudáfrica, así como para Angola.

Otros recursos conocidos aún no han sido explotados. La ubicación geográfica de Angola posee un importante valor estratégico. Controla la desembocadura del río Congo y limita con terriorios ocupados por Sudáfrica. Zambia y Zaire dependen de los ferrocarriles y puertos angoleños para enviar su cobre a los mercados mundiales.

Además, los acontecimientos en Angola tienen repercusión directa o indirecta en los asuntos de Zambia, Zaire, la República Popular del Congo y la colonia sudafricana de Namibia. Muchos de los grupos étnicos o nacionalidades de Angola trascienden las fronteras trazadas por las potencias coloniales europeas.

A pesar de la ayuda del imperialismo yanqui al colonialismo portugués, la lucha dirigida por FNLA, UNITA, MPLA, y los combatientes de Guinea-Bissau y Mozambique finalmente venció a Portugal.

Las acciones armadas comenzaron en 1961. Los principales combates se libraron en el norte de Angola, donde los combatientes de la Unión del Pueblo Angoleño (UPA), dirigidos por Holden Roberto, lanzaron una insurrección. Las fuerzas que participaron en esta revuelta lograron controlar una zona que se extendía por 450 kilómetros desde la frontera con el Congo [Leopoldville] (hoy Zaire).

La respuesta de Portugal fue una campaña de terror, no sólo en el norte, sino también en Luanda y otras regiones. Un millón de personas debieron huir desde el norte hacia el Congo (Brazzaville), Zaire y Zambia.

Hasta mediados de la década del 60, fue el FNLA el que realizó las principales acciones militares en Angola. Esto se contrapone a lo que dicen el MPLA y sus partidarios de que el FNLA jamás fue un verdadero grupo de liberación nacional y que sólo el MPLA hacía la lucha armada.

En realidad, el FNLA jugó un papel tan importante que en 1964 la IV Internacional reconoció correctamente que el FNLA dirigía la lucha y que, por lo tanto, había que apoyarlo. La IV Internacional, por supuesto, no apoyó políticamente al FNLA porque su programa se limitaba a lograr la liberación nacional.

Al mismo tiempo, el FNLA era calumniado por el MPLA, que lo acusaba de ser instrumento del imperialismo occidental y del régimen de Tshombe en el Congo. La verdad es que Tshombe, apoyado por Portugal, Bélgica y Washington, atacó al FNLA.

La IV Internacional defendió al FNLA contra estas calumnias. Camaradas como Livio Maitan señalaron en sus artículos que, aun si el FNLA hubiera solicitado ayuda a Washington, lo esencial no eran esos vínculos, sino cómo se llevaba a cabo la lucha de las masas angoleñas por la independencia.

Durante este período el MPLA era muy débil: en 1963 llegó al borde de la disolución. No estaba vinculado a los combatientes en Angola ni a los refugiados en Zaire. Sin embargo, en los años subsiguientes, estableció vínculos con los dirigentes étnicos y religiosos (metodistas) mbundus de Angola central. En 1967 pudo crear algunas bases en Zambia y el Congo (Brazzaville), y llevar a cabo acciones contra los portugueses en las zonas fronterizas con esos países.

La UNITA entró en escena en 1964-1965. Comenzó como una ruptura del FNLA dirigida por Jonas Savimbi, quien era ministro de relaciones exteriores y vi-ce comandante del Frente. A ella se unieron grupos maoístas que rompieron con el MPLA, caracterizando a esta organización de “tribal” y “prosoviética”. A fines de los años 60 y comienzos de los 70, la UNITA decía carecer de ayuda exterior. Afirmaba que todas sus actividades se basaban en Angola, en contraste con las del MPLA y el FNLA sostenidas fundamentalmente desde el exterior. Las zonas liberadas por UNITA estaban en el centro y sud de Angola, habitadas principalmente por el pueblo ovimbundu.

La incapacidad de Portugal de sobrellevar el peso de las guerras coloniales fue un elemento decisivo entre los que provocaron la caída del régimen de Salazar-Caetano y detonaron las luchas de masas que vienen sacudiendo a Portugal desde abril de 1974.

Para postergar la independencia, los imperialistas portugueses trataron de apuntalar a las diversas organizaciones neocolonialistas y de colonos blancos. Todos los grupos de liberación se opusieron a esta maniobra neocolonialista y exigieron la independencia inmediata. Los tres grupos, especialmente el FNLA, incrementaron la guerra de guerrillas contra los portugueses.

El 26 de mayo de 1974, justo después de la caída de Caetano, veinte mil negros salieron a manifestar en Luanda, exigiendo la independencia. El 15 de julio, en respuesta a ataques racistas contra las comunidades africanas, se realizó una huelga general, seguida de la ocupación de universidades y colegios secundarios por parte de los estudiantes, profesores y personal no docente.

Con este alzamiento la clase obrera angoleña entró en la arena política.

Con el incremento de las inversiones imperialistas no portuguesas en los años 60 y 70, la clase obrera angoleña se expandió. En 1973, de una población africana de 5 ó 6 millones, 130. 000 eran obreros fabriles, concentrados principalmente en Luanda, Lobito y Nova Lisboa.

En la oleada de movilizaciones de masas angoleñas, luego del golpe de abril de 1974 en Portugal, los obreros de Luanda, Lobito, Benguela y Nova Lisboa lanzaron una ola de huelgas por aumentos de salarios, mejores condiciones de trabajo y contra las acciones racistas.

En las marchas y manifestaciones, los participantes llevaban los carteles y banderas de los tres grupos de liberación.

El gobierno de transición

Para solucionar los problemas planteados por esta oleada de movilizaciones de masas y luchas obreras, los portugueses firmaron un acuerdo que llevó al FNLA, UNITA y MPLA a formar parte de un llamado gobierno de transición, integrado también por funcionarios portugueses.

La independencia vendría después, tras las elecciones.

La instauración del gobierno de transición coincidió con el inicio de una nueva fase en la lucha. Esta se caracterizó por el resquebrajamiento del colonialismo portugués en Angola, por los esfuerzos de las masas para instaurar su propio gobierno y por la lucha de distintas potencias imperialistas y otras fuerzas para lograr el control de la situación o, al menos, aprovecharla.

El rasgo sobresaliente de este período ha sido la guerra civil angoleña, es decir, la lucha entre las tres fracciones nacionalistas. Este conflicto fratricida ha facilitado enormemente la intervención imperialista.

Por ejemplo, uno de los objetivos de Washington ha sido profundizar y exacerbar las hostilidades.

La mayoría de los grupos de izquierda han ofrecido apoyo a una u otra de las fracciones nacionalistas angoleñas. Algunos maoístas apoyan al FNLA o a la UNITA; los stalinistas pro-Moscú, el sector agrupado en los EE.UU. en torno al periódico Guardian y la mayoría de los grupos de ultraizquierda apoyan al MPLA.

Como los camaradas saben, esta cuestión se está debatiendo en el movimiento trotskista mundial. Los camaradas de la Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) están a favor de apoyar al MPLA. Esta posición ha sido sostenida con especial vigor en el artículo de C. Gabriel Sobre el problema de Angola, publicado en Intercontinental Press, (8/12/75). La dirección del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de la Argentina concuerda en esto con la TMI.

Los camaradas de la TMI argumentan que el MPLA recibe el apoyo de la clase obrera y que por ello debe ser apoyado, sin que importe lo inadecuado o erróneo que pueda ser su programa. Dicen que hay que reconocer al MPLA su papel dirigente en el levantamiento proletario, y que la victoria del FNLA y la UNITA significaría la represión y aun la masacre del sector obrero más radicalizado. También sostienen que el MPLA es más progresivo que los otros grupos y que ha puesto en marcha un programa social más progresista en las zonas bajo su control.

Estos compañeros dicen que el FNLA y la UNITA no son legítimos movimientos de liberación nacional, sino agentes venales de Washington y de otras potencias imperialistas. Tachan a FNLA y UNITA de “grupos tribalistas”; es decir, que se basan en grupos étnicos. La conclusión es que los grupos “tribalistas” son más “atrasados” que el MPLA, al cual pintan como un movimiento “panangoleño”.

La realidad es un poco distinta. Es por eso que quisiera usar parte de mi tiempo para demostrar qué falso y erróneo es ese cuadro.

La cuestión nacional

Creo que el problema que la mayoría de los partidarios del MPLA no ven es la cuestión nacional, que ellos llaman “tribalismo”.

Tanto el MPLA como la UNITA y el FNLA dicen representar a un movimiento “panangoleño”; y cada uno de ellos tacha a los otros dos de “tribalistas”. La verdad es que cada movimiento se basa en uno de los tres principales grupos étnicos del país.

A excepción de pequeños sectores urbanizados, es falso afirmar que existe, en forma acabada, una nacionalidad angoleña. El grueso de la población angoleña está dividida en grupos étnicos separados en zonas geográficas bien definidas que en algunos casos se extienden a otros países.

Estos grupos tienen lenguaje y cultura propios, y su propia experiencia histórica como pueblos distintos. En síntesis, cada uno de ellos posee los atributos de una nacionalidad.

Después de todo, las fronteras angoleñas fueron trazadas por las potencias coloniales imperialistas, no por los límites étnicos o los deseos de las masas africanas. Además, el capitalismo portugués bloqueó la integración económica y política de los distintos pueblos angoleños.

La lucha de liberación se desarrolló en forma desigual, representando cada grupo a una de las tres principales nacionalidades del país.

La base del MPLA la constituyen los mbundus, que habitan el norte y centro de Angola y alrededor de Luanda. Son más o menos un millón y medio.

El FNLA se basa en el millón y medio de bakongos, que viven en la zona noroccidental de Angola.

La UNITA encuentra apoyo entre más de dos millones de ovimbundus que habitan el centro y sur de Angola.

Divisiones étnicas

Salvo por algunos breves períodos, las posiciones militares de los grupos han reflejado las divisiones de esas zonas étnicas.

En las zonas urbanas también hay divisiones étnicas. Por ejemplo, en Lobito, el segundo puerto del país, decenas de miles de manifestantes salieron a recibir a Savimbi y la UNITA cuando tomaron la ciudad en noviembre. No hay que sorprenderse, porque Lobito es un centro de los ovimbundus.

Cuando MPLA logró el control de Luanda, sus propios diarios informaron que durante varios días miles de trabajadores de origen bakongo y ovimbundu salieron a la calle exigiendo que se los trasladara a otras zonas en manos del FNLA o la UNITA. Muchos pudieron llegar a Lobito, donde salieron a recibirlos manifestantes de la UNITA.

Tenemos que vaticinar que la victoria de cualquier bando en esta guerra civil podría significar pogroms con decenas de miles de víctimas. Ya los dirigentes del MPLA han discutido convertir en “otra Biafra” a las zonas bakongo en manos del FNLA.

En África, la palabra “Biafra” es sinónimo de la guerra civil de Nigeria y de la tremenda matanza realizada en torno al llamado problema tribal. Una perspectiva similar se da en Angola. Cada uno de los grupos —y no sólo el MPLA— utiliza, para lograr sus objetivos, la hostilidad entre las nacionalidades.

Debemos dejar en claro que no somos “patriotas angoleños”. Ser “panangoleño” no es ser necesariamente más progresista que ayudar a los bakongos, ovimbundus y mbundus a anudar buenas relaciones contra el enemigo común: el imperialismo.

Como leninistas, comprendemos que el camino para unir las masas de Angola contra la explotación y opresión no es el de denunciar como “tribalismo atrasado” las aspiraciones nacionales de estos pueblos, sino apoyar su derecho a la autodeterminación, que incluye el derecho a la autonomía y aun a la secesión.

Impulsar la victoria de alguna de las fracciones nacionalistas contra las otras lleva a exacerbar las tensiones. El MPLA, por ejemplo, ha anunciado que los que apoyen a los otros grupos no recibirán la ciudadanía angoleña, amenaza que seguramente fortalecerá su determinación de combatir hasta la muerte contra la victoria del MPLA.

Una razón por la cual ninguno de los grupos nacionalistas ha logrado superar los límites de su nacionalidad, es que se basan en programas económicos y sociales procapitalistas y antiobreros, que son esencialmente semejantes.

Esa fue, también, una de las razones por las que los portugueses llevaron a los grupos nacionalistas al gobierno de transición. Querían utilizarlos para frenar el ascenso de las luchas obreras.

Esto se opone a los argumentos de los que en el movimiento trotskista apoyan al MPLA, diciendo que éste es más “progresivo” que UNITA y FNLA o, al menos, más sensible a las presiones obreras.

Los tres grupos obedecieron el dictado de los portugueses. En esto, los más activos fueron UNITA y MPLA, que tienen apoyo en los centros urbanos.

Campaña contra las huelgas

Una de las primeras medidas de los tres grupos fue pedir a los trabajadores que terminaran las huelgas. Esta apelación fue inmediatamente seguida de un decreto dando al gobierno el poder de poner bajo control militar a los portuarios y otros trabajadores en huelga.

Los distintos grupos intentaron utilizar la campaña antihuelgas para lograr ventajas fracciónales, así como para tratar de conservar sus bases obreras.

Por ejemplo, cuando los portuarios de Lobito salieron a la huelga, el MPLA utilizó esto como excusa para enviar sus tropas contra la UNITA. El MPLA sostuvo que las tropas de UNITA eran responsables de la huelga, puesto que los portuarios eran ovimbundus partidarios de UNITA. No queremos decir con esto que la UNITA desempeñó en esa ocasión un papel más progresivo. Después de ser rechazado el ataque del MPLA contra los huelguistas, la UNITA ayudó a romper la huelga, so pretexto de que los portuarios impedían la llegada de pertrechos de Zambia destinados a las fuerzas de liberación africanas.

Desde el colapso del gobierno y el inicio de la guerra civil en julio de 1975, hacia los trabajadores no ha habido cambios en la actitud de esos grupos, incluyendo al MPLA.

En Luanda, bajo control del MPLA, el trabajo portuario ha vuelto a ser otra vez una labor de casi veinticuatro horas, y ha aumentado la duración de la jornada pero no los salarios. Es posible que exista allí alguna resistencia obrera, a juzgar por el hecho de que la dirección del MPLA denuncia como saboteadores a quienes no cumplen con el nuevo ritmo de trabajo.

Otro indicio es el informe, conocido por camaradas de dirección europeos, de que recientemente se reprimió a militantes obreros en Luanda. Ello se dio después de una purga de miembros “izquierdistas” del MPLA.

Los arrestos de militantes se dieron, en Luanda, en el contexto de una caza de brujas contra el “trotskismo”, aunque no hay datos de la existencia de algún grupo trotskista en el país. Los camaradas portugueses han informado que algunos estudiantes angoleños atraídos por el trotskismo y que volvieron a zonas controladas por el MPLA, fueron expulsados por esa organización a punta de pistola.

En cuanto al problema crucial del ascenso obrero, los hechos demuestran que el MPLA tiene en el fondo la misma posición que el FNLA y la UNITA. El MPLA intenta romper las huelgas, alarga las horas de trabajo e impide la organización independiente de la actividad política de la clase obrera.

Uno de los argumentos de los camaradas de la TMI es que el MPLA recibe el apoyo de los sectores obreros más radicalizados, los que serían reprimidos si los otros grupos entraran en Luanda. Si fuera cierto, podría argumentarse, con la misma razón que, de triunfar en Lobito, el MPLA reprimiría a los militantes obreros pro UNITA, tales como los portuarios, contra los cuales ya anteriormente envió tropas.

Cualquiera sea el apoyo que el MPLA pueda haber obtenido de los trabajadores en las regiones de los mbundus, ya ha roto huelgas y arrestado a militantes obreros en Luanda, y ha suprimido las expresiones de auténtica radicalización obrera.

Las líneas de clase en Angola no siguen las fronteras étnicas, sino que delimitan a los trabajadores de las direcciones de las tres fracciones nacionalistas. Para los obreros y sus aliados en Luanda, Lobito, el Bakongo, Mbundu, Ovimbundu y en toda Angola, el camino apropiado es el de avanzar en forma independiente.

Los trabajadores y sus aliados tienen que romper con cada uno de los grupos y formar un partido propio, basado en un programa obrero revolucionario.

Sólo con un programa así podrán los trabajadores superar las divisiones de fracción y las hostilidades nacionales que alimentan la guerra civil. Las masas trabajadoras angoleñas necesitan un programa de independencia de clase para derrotar la política antiobrera de los tres grupos nacionalistas y sus respaldos neoconialistas e imperialistas.

Otro elemento más en la situación es el apoyo imperialista que reciben el FNLA y la UNITA, que incluye el uso de tropas sudafricanas. ¿Esto implica que automáticamente debemos apoyar al MPLA?

En primer lugar, tenemos que definir nuestro criterio. Si ponemos un más donde la Casa Blanca pone un menos, o un menos donde la Casa Blanca pone un más, sería muy fácil determinar nuestra política.

Ya debatimos esto en la discusión con los camaradas de la TMI en relación a la defensa, el verano pasado, de los derechos democráticos del Partido Socialista [portugués]. ¿Deberíamos habernos opuesto a esa defensa porque la CIA declaró haber enviado fondos al Partido Socialista y los propagandistas de Wall Street decían defender la democracia al apoyar al PS contra el PC? Dijimos no, aunque, por supuesto, nos opusimos a la línea de colaboración de clases del PS portugués.

En Angola, debemos comenzar analizando las posiciones de los tres grupos en relación al imperialismo. Aquí tampoco encontramos diferencias fundamentales. El MPLA -al igual que la UNITA y el FNLA- ha dicho claramente que está a favor de las inversiones imperialistas extranjeras.

Los grupos nacionalistas, cuando participaron en el gobierno de transición, se mostraron de acuerdo en ese sentido. Los tres estuvieron a favor de que continuaran las inversiones extranjeras, con la condición de que el gobierno fuera dueño del 51% en el caso de las grandes industrias

El gobierno ya era dueño del 51 % de las acciones de la concesión de la Gulf Oil en Cabinda y tenía un porcentaje similar en las minas de diamante pertenecientes a intereses sudafricanos, belgas, portugueses y estadounidenses.

Además, muchas propiedades portuguesas ya habían sido nacionalizadas por efecto de las medidas dictadas por el MFA en Portugal. La medida más importante que exigían sobre todo el MPLA y el FNLA era la expropiación de los cafetales. En esto había mutuo acuerdo, y se logró sin dificultad un convenio ya que en su gran mayoría los pequeños propietarios Cafetaleros habían huido de Angola.

Cada uno de los grupos ha demostrado, además, su inclinación a solicitar contra sus enemigos apoyo imperialista en el terreno político, económico y aun militar.

El MPLA, por ejemplo, pidió el apoyo del régimen del MFA cuando éste todavía gobernaba Angola. Aunque los gobernantes portugueses estaban divididos en cuanto a la respuesta a dar, después de instaurado el gobierno provisional tendieron por lo general a apoyar al MPLA. Por ejemplo, cuando el MPLA obligó al FNLA y la UNITA a salir de Luanda, el ejército portugués anunció que impediría todo intento del FNLA de volver a la ciudad. Al retirarse los portugueses de Angola, el MPLA recibió miles de fusiles, camiones, barcos y otros pertrechos, mientras casi todo este equipo era retirado de las zonas controladas por FNLA y UNITA (parte de él fue llevado a la zona del MPLA).

El MPLA también ha buscado, y se jacta de haber recibido, apoyo material y político de los gobiernos de las potencias imperialistas menores, tales como los países escandinavos, Bélgica, Holanda y Canadá. Es posible que este apoyo haya disminuido en los últimos meses debido a la presión de los Estados Unidos.

Debemos agregar que el MPLA ha mantenido buenas relaciones con varias de las más grandes empresas imperialistas que tienen concesiones en sus territorios, inclusive con aquéllas cuyos gobiernos apoyan activamente a la UNITA o al FNLA.

La Gulf Oil y el MPLA

La Gulf Oil tiene la mayor concesión imperialista en Angola; obtiene más de mil millones de dólares al año de sus pozos petroleros de Cabinda, cuya producción se decuplicará en los próximos años.

Hay muchos informes, tanto del MPLA, como del Departamento de Estado norteamericano y de la Gulf Oil, que indican que las relaciones entre el MPLA y la Gulf son muy buenas. Se dice, inclusive, que la Gulf está tratando de presionar al Departamento de Estado para que cambie su línea anti-MPLA. La Gulf fue el principal apoyo económico que tuvo el MPLA hasta el 22 de diciembre, cuando el Departamento de Estado obligó a la compañía a suspender los pagos.

En setiembre y octubre, la Gulf dio 116 millones de dólares al MPLA. Para el 31 de diciembre estaba previsto otro pago de 95 millones. Pero, después que Edward Mulcahy, Subsecretario Suplente de Estado para Asuntos Africanos, presionó a la Gulf, la compañía suspendió las entregas.

El pago de setiembre y octubre fue tres veces mayor que toda la ayuda de EE.UU. al FNLA y a la UNITA. Fue igual a la ayuda soviética que recibió el MPLA durante todo 1975. Así, desde el punto de vista formal de quién recibió ayuda del imperialismo norteamericano, el MPLA era hasta pocas semanas atrás el principal beneficiario. Claro que esta ayuda no provino del gobierno de Ford sino de la mayor empresa imperialista que opera en el país.

La suspensión de los pagos se produjo luego de una pugna entre el Departamento de Estado y la Gulf Oil. La Gulf intentó persuadir al Departamento de Estado a adoptar una posición menos agresiva hacia el MPLA. Pero Kissinger fue el más fuerte y ganó la batalla. Esta pugna es un indicio de las diferencias que existen en el seno de la clase dominante norteamericana en torno a la intervención en Angola.

Las relaciones amistosas entre la Gulf y el MPLA no son un caso único. Otras compañías reciben el mismo trato.

Esto no demuestra que la Gulf controle al MPLA. Sólo subraya el hecho de que cada una de las organizaciones nacionalistas tiene idéntica posición hacia el imperialismo; cada una maniobra con el imperialismo; cada una está dispuesta a hacer concesiones políticas y económicas para ganar su apoyo.

Los grupos son verdaderos movimientos nacionalistas con apoyo de masas; en consecuencia, no son dependientes del imperialismo. Es su rivalidad fraccional, que ahora ha llegado a nivel de guerra civil, la que ha exacerbado su propensión a pedir ayuda extranjera para igualar a sus oponentes en armas pesadas y equipo militar sofisticado.

Entre semejantes grupos nacionalistas es común buscar la ayuda del imperialismo. Además las distintas fuerzas imperialistas suelen intervenir —como en este caso—en los distintos bandos para garantizar que sus intereses se vean favorecidos gane quien gane.

Es posible que la principal estrategia del Departamento de Estado en este conflicto no sea la de inclinar la balanza decisivamente a favor de ninguno de los bandos, cosa que podría haber logrado fácilmente enviando una mayor ayuda a la UNITA y al FNLA o mediante una intervención más masiva de las tropas sudafricanas.

Es posible que el Departamento de Estado apunte a mantener un equilibrio de poder entre los tres grupos, impidiendo una derrota total de la UNITA y el FNLA. A medida que pase el tiempo, las masas angoleñas se cansarán y cada fracción será más susceptible a someterse a la influencia del imperialismo a cambio de recibir su apoyo.

La intervención de Moscú

Una de las razones que da Kissinger para apoyar al FNLA y la UNITA es la intervención del Kremlin a favor del MPLA.

Se calcula que Moscú entregó pertrechos militares al MPLA por valor superior a los 100 millones de dólares.

El Kremlin persigue los mismos objetivos que en otras zonas coloniales y semicoloniales. Trata de fortalecer la influencia diplomática de la URSS, pero sin extender la revolución mundial ni ayudar realmente a la liberación nacional de Angola.

En realidad, al igual que Washington, Moscú no parece buscar una victoria total del bando al que favorece. Los burócratas soviéticos tratan de sumar puntos para las negociaciones en el marco de la “distensión” con el imperialismo norteamericano. Esa es la base del apoyo del Kremlin al MPLA.

Otro objetivo es el de contrarrestar el prestigio de Pekín en África. Al apoyar a un MPLA supuestamente progresista, enfrentado con la UNITA y el FNLA, que han recibido apoyo de China, Moscú puede mejorar su imagen a costa de Pekín. En África, durante largo tiempo, Moscú ha gozado de menos simpatías que Pekín. En realidad, Guinea-Bissau y Mozambique, dos países cuyos dirigentes están estrechamente alineados con el MPLA, se encontraban más cerca de Pekín que de Moscú.

La intervención cubana

La intervención de Cuba, que según los informes tiene alrededor de cinco mil soldados en Angola, es subsidiaria de la intervención de la URSS. Por razones diplomáticas, Moscú prefiere no enviar tropas soviéticas. Desde el punto de vista cubano, esta acción podría ser valorada como una demostración de oposición al imperialismo.

Kissinger ha denunciado el apoyo de Moscú al MPLA, diciendo que esto pone en tela de juicio a la distensión en su conjunto. Al mismo tiempo, Kissinger no ha propuesto ninguna respuesta seria, como sería cortar las ventas de trigo a la URSS. Pero incluso si tomáramos su propaganda al pie de la letra, ¿esto significa que deberíamos apoyar el “derecho” de un estado obrero de aprovecharse de una situación como la de Angola y que esto implica dar apoyo político al MPLA?

No lo creemos. Los intereses de la revolución mundial no coinciden con los de la burocracia parasitaria soviética ni sus estrechas maniobras diplomáticas. La intención del Kremlin al otorgar ayuda militar y diplomática al MPLA no es la de ayudar a las masas angoleñas, sino la de comprometer al régimen del MPLA con Moscú.

Si basáramos nuestra posición en las acciones de los representantes burocráticos de un estado obrero degenerado o deformado, nos encontraríamos con una dificultad.

Corea del Norte y China han enviado asesores y ayuda militar al FNLA y a la UNITA. Rumania, otro estado obrero deformado, tiene la política de coquetear y dar ayuda a todos los bandos en este conflicto. ¿Qué campo elegimos entre los estados obreros que pescan en las aguas turbulentas de Angola?

¿Creemos, acaso, que Cuba y la URSS son más “progresivas” porque apoyan a una fracción nacionalista pequeñoburguesa, mientras que Pekín y Pyongyang apoyan a otra fracción nacionalista pequeñoburguesa?

Si no podemos confiar en la capacidad de ninguna de las fracciones de hacer avanzar la revolución socialista en Angola o en el plano internacional, concluimos entonces que la ayuda ofrecida por la burocracia de un estado obrero deformado o degenerado no cambiará la situación.

Por ejemplo, los burócratas contrarrevolucionarios que gobiernan la URSS no se oponen de ninguna manera a que se rompan huelgas o se arresten militantes, sobre todo si se hace bajo el pretexto de una caza de brujas contra el “trotskismo”. En realidad, es posible que esa caza de brujas haya sido una de las condiciones impuestas para dar su ayuda al MPLA.

Está claro que la posición marxista revolucionaria para la guerra civil angoleña no puede automáticamente derivarse de la intervención soviética y cubana a favor del MPLA, o de la intervención china y norcoreana a favor de la UNITA y del FNLA.

La guerra civil involucra fundamentalmente a tres fracciones nacionalistas sin principios, cuya política es procapitalista, antiobrera y de colaboración de clases.

La intervención sudafricana

El hecho más ominoso en la guerra civil angoleña es la intervención de Sudáfrica. Esta es una de las consecuencias de la falta de principios de los contrincantes, que invitan a la intervención foránea sin importarles su carácter reaccionario.

La intervención sudafricana ha pasado por varias fases.

Las primeras incursiones empezaron en junio o julio. Su objetivo inmediato era perseguir a los guerrilleros del SWAPO (South West African People’s Organization: Organización Popular de África del Sudoeste), quienes habían pasado a Angola desde Namibia. Bajo el dominio portugués, incluso bajo la dictadura de Salazar-Caetano, a las tropas sudafricanas se

les había prohibido entrar en Angola. Los portugueses temían que las incursiones sudafricanas allanaran el camino para la penetración de Sudáfrica en la región.

En agosto, la persecución a los guerrilleros del SWAPO fue seguida por la toma de la represa de Cunene y la ocupación militar de la zona.

Es importante señalar que el FNLA y la UNITA no sirvieron de títeres sudafricanos en esta invasión imperialista. En cambio UNITA y FNLA estuvieron a la cabeza de los combates contra Sudáfrica en junio, julio, agosto, junto con el MPLA. No es de sorprenderse, puesto que en estas zonas la población local apoya a las unidades de UNITA y FNLA dirigidas por Daniel Chipenda.

La guerra civil se profundiza

Fue la profundización de la guerra civil lo que impidió a las tres organizaciones unir sus fuerzas y echar a las tropas sudafricanas de Angola.

En octubre aparecieron los primeros informes de que había tropas sudafricanas participando en un avance de las fuerzas de FNLA y UNITA por la costa desde el sur. Según el MPLA, la columna incluía varios cientos de soldados de Sudáfrica, algunos de los cuales se hacían pasar por mercenarios. Otras fuentes afirman que actualmente cinco o seis mil efectivos sudafricanos han invadido Angola, contando con más tropas acantonadas en las zonas fronterizas de Namibia.

Debido a la censura sudafricana y a los intentos del FNLA y la UNITA de encubrir los movimientos de Sudáfrica, no está claro por el momento qué campo de operaciones es primordial: la persecución al SWAPO, la ocupación del valle de Cunene, o las agresiones militares contra el MPLA.

Los sudafricanos han intervenido por cuatro razones obvias: 1) mantener el control de la región del Cunene; 2) fortalecer su control sobre Namibia; 3) inclinar la balanza de la guerra civil a favor de la UNITA y el FNLA; 4) facilitar los planes contrarrevolucionarios del Departamento de Estado.

Hay que denunciar a la UNITA y el FNLA por formar un bloque con Sudáfrica, así como en el pasado había que denunciar al MPLA por colaborar con el ejército colonial portugués contra el FNLA y la UNITA.

En cuanto al régimen de Vorster en Sudáfrica, debe ser duramente censurado, junto con el gobierno de Ford, por intervenir en la guerra civil angoleña. Vorster utiliza tropas sudafricanas para allanar el camino a la intervención de tropas de otras potencias imperialistas. Nuestra consigna debe ser: “¡Fuera Sudáfrica de Angola!”

¿Cuál debe ser la posición de los revolucionarios?

Nuestra posición respecto de la guerra civil entre los grupos nacionalistas angoleños puede resumirse de la siguiente manera: 1) los tres grupos están a favor de colaborar con el imperialismo y se oponen a la movilización obrera y a cualquier autentica lucha por el socialismo; 2) los tres tratan de exacerbar la hostilidad entre las principales nacionalidades de Angola; 3) al mismo tiempo, cada uno posee una verdadera base de masas y ha desempeñado un papel importante en la lucha por la independencia.

Opinamos que no hay que dar apoyo político a ninguno de los tres grupos. La victoria de cualquiera de los tres no ofrece ninguna garantía de que las masas angoleñas avancen hacia el socialismo. Imponer el dominio de una nacionalidad sobre las otras dos no ofrecería una solución estable para los problemas de Angola y sólo facilitaría los planes del imperialismo para el país.

En realidad, no creo que ninguno de los grupos pueda “ganar” la guerra en vista de la amplia base popular que posee cada uno. Si alguno lograra una victoria decisiva sobre los otros, podría significar un baño de sangre en el que el verdadero ganador seria el imperialismo.

Nuestra actitud es de oposición a la guerra fraccional. Estamos a favor del programa socialista: por las luchas de los obreros, la juventud y los campesinos que apunten a una sociedad socialista. Nos oponemos al programa y a la práctica de cada uno de los grupos nacionalistas. Estamos a favor de una política clasista para las masas.

La responsabilidad de los socialistas norteamericanos

Como socialistas revolucionarios norteamericanos, nuestra tarea es la de oponernos a la intervención imperialista en Angola, en particular la intervención del imperialismo yanqui. Nuestra tarea consiste en organizar mítines, piquetes y manifestaciones y hacer todo lo posible para que crezca la oposición ya existente contra la intervención en la guerra civil angoleña.

Si, como parece muy probable, se incrementara la intervención imperialista, es posible que decidamos apoyar, por razones tácticas, la victoria de alguno de los grupos, pero, desde luego, sin darle apoyo político. En realidad, seguiríamos oponiéndonos políticamente a ese grupo.

Sin embargo, como he dicho, no sería correcto que en este momento asumiéramos esa posición. Nuestra preocupación principal en este momento es montar una efectiva campaña contra la intervención de Washington en la guerra civil y contra su objetivo de impedir la liberación nacional y las luchas sociales del pueblo angoleño.



[1] Salvo indicación en contrarío, todos los subrayados son nuestros. N. M.

[2] La FLT, en su resolución sobre Angola, trae un resumen sintético de las estrechas relaciones existentes entre el MPLA y el imperialismo portugués durante todo el año 1976: “Los vínculos del MPLA con el imperialismo portu gués se mostraron de manera particularmente clara durante el periodo en que el MFA designó al almirante Rosa Coutinho como gobernador de Angola a fines de 1974.

“Tanto durante el quinto gobierno provisional como durante el sexto, las fuerzas armadas portuguesas brindaron ayuda militar y de otro tipo al MPLA. Cuando el MPLA expulsó por la fuerza al FNLA y a la UNITA de Luanda en junio de 1975, el mando portugués amenazó con utilizar sus tropas para impedir que esos grupos volvieran a entrar a la ciudad.

“De hecho, en una declaración dada a conocer en marzo de 1975, el MPLA atacaba la “pasividad de las Fuerzas Armadas portuguesas en Angola”, llamando implícitamente a que el régimen portugués jugara un papel más activo. A principios de mayo, el presidente del MPLA, Agostinho Neto, dijo que el pueblo angolés “continúa esperando que el alto comisionado y el ejército portugués asuman sus responsabilidades”.

“Cuando el gobierno transicional de coalición se derrumbó en el verano de 1975, el régimen portugués transfirió el control administrativo del país a ministerios controlados por el MPLA. Y cuando se declaró la independencia formal en noviembre de 1975, el sexto gobierno provisional dio equipo militar al régimen del MPLA.” (pp. 232-33 de este volumen.)

[3] Publicado en Rouge, París, N° 311, 29/8/76. Traducción Luis Sandoval.

[4] Publicado en Avanzada Socialista, órgano del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Argentina, Año IV, N° 171, 14 de Noviembre de 1975

[5] Publicada en Intercontinental Press, 15/1/76. Traducción de Daniel Acosta.

[6] En el texto publicado por Intercontinental Press se desliza un error, ya que se habla de la “República Democrática de Angola proclamada por el MPLA”. En verdad, la del MPLA es la “República Popular”, mientras que la “República Democrática” es la de FNLA-UNITA. Nos hemos permitido rectificar este error en la presente traducción. (Nota del traductor.)

[7] Publicado en Avanzada Socialista, órgano del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Argentina, Año IV, 174, 5 de diciembre de 1976.

[8] Publicado en Intercontinental Press, 22/12/75. Traducido por Daniel Acosta.

[9] Publicado en Intercontinental Press (26/1/76). Traducción de Roberto Ramírez.

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