Indice General

La Traición de la OCI (U)
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Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.oocities.org/obreros.geo/

mail : seca_6@yahoo.com

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Panorama Internacional Año VI N° 19, Madrid, 1982)



Indice

Capítulo VII La Política Frente a los Partidos Obreros Contrarrevolucionarios

1 . La OCI no combate a los partidos obreros contrarrevolucionarios

2. En lugar de denuncia, crítica fraternal

3. La OCI(u) llama al PS y al PCF a conformar un frente único

4. Una confusión teórica al servicio de la traición

5. Un frente único dentro del frente único

6. La verdadera política de Lenin y Trotsky

7. Una táctica excepcional para una circunstancia excepcional

8. El origen de la táctica del frente único

9. Una táctica contradictoria

10. El frente único en nuestras filas

11. La táctica del entrismo

12. El gobierno obrero y campesino

13. El frente obrero revolucionario

14. La única estrategia del trotskismo

Capítulo VIII La OCI Abandona el Programa de Transición en Favor de un Programa Mínimo

1. La OCI reconoce que no tiene programa

2. Trotsky versus Frank-Molinier-Lambert

3. Las tareas y consignas de Pablo y Lambert

4. Una política a partir de las ilusiones de las masas

5. La política trotskista parte del factor objetivo

6. Una “confusión” en el carácter de las consignas

7. El carácter de nuestro Programa de Transición

8. Los ejes del Programa de Transición

9. El reformismo de la OCI

Capítulo IX UN PROGRAMA OPORTUNISTA FRENTE A LAS NECESIDADES Mínimas DE LAS MASAS

1. La situación del proletariado francés

2. La OCI no lucha contra la miseria del proletariado francés

3. La desocupación

4. El apoyo a las nacionalizaciones del gobierno

5. La enseñanza

6 - Los trabajadores inmigrantes

7. El problema de clase en esta discusión

Capítulo X UN PROGRAMA Mínimo FRENTE AL ESTADO Y LA IGLESIA

1. Primera omisión: la V República

2. Segunda omisión: la presidencia de la república

3. Tercera omisión: las fuerzas armadas burguesas

4. Se abandona la lucha contra la Iglesia

5. La teoría de los campos en el aparato gubernamental

6. Cómo desmantelar el aparato estatal, según la OCI

Capítulo XI LAMBERT Y PABLO APOYAN AL GOBIERNO

1. Cómo se expresa el apoyo al gobierno

2. ¿Algunos gobiernos burgueses son más progresivos que otros?

3. La posición de los trotskistas

4. Una tergiversación grosera de nuestra posición

5. Una discusión clave

Apéndice En respuesta a algunas criticas

1- La OCI(u) a la retaguardia de la primera ola

1. La Plataforma de Orly: capitulación ante la burocracia

2. Renault, la segunda traición

3. Aguardar la maduración política de las masas

2. La OCI(u) viola los principios elementales del movimiento obrero

1. Las vergonzosas explicaciones de Luis Favre

3. Mitterrand es parte del dispositivo contrarrevolucionario mundial

1. La OCI (u) no ataca al imperialismo francés

2. La OCI (u) miente sobre su política

3. Un editorial en seis meses

4. La política sindical de la OCI (U) en el movimiento obrero

1. El apoliticismo, política burguesa

2. La unidad sindical

5. La política sindical de la OCI (U) para el movimiento estudiantil

1. Favre responde a Nahuel Moreno

2. Las verdaderas razones detrás de una política

BIBLIOGRAFIA DE LAS OBRAS CITADAS EN EL DOCUMENTO

Documentos de la Organizacion Comunista Internacionalista (Unificada)

Materiales de la Corriente Pablista

Materiales de Nuestra Corriente

Textos

Capítulo VII
La Política Frente a los Partidos Obreros Contrarrevolucionarios

El ascenso de los partidos obreros contrarrevolucionarios al gobierno, sea para ejercerlo en forma directa con la “ sombra de la burguesía ” (el caso actual en Francia) o para participar en un gabinete de mayoría de los partidos burgueses (el primer gobierno francés de posguerra, en que Thorez fue ministro de trabajo) es un hecho relativamente inusual en la mayoría de los países capitalistas, aunque más frecuente en los adelantados. Cuando sucede, provoca distintos tipos de reacciones en el movimiento marxista. Justamente, esa reacción es un excelente termómetro para saber si el partido en cuestión es revisionista o consecuentemente marxista. Adelantándonos a lo que será el desarrollo del presente capítulo, sinteticemos brevemente las diferencias.

Para los revisionistas, el ascenso de los partidos obreros contrarrevolucionarios al gobierno significa un cambio favorable en las características de los mismos. El hecho de que las masas confíen en ellos les otorga ciertas virtudes, que los convierten de contrarrevolucionarios y agentes de la burguesía, en reformistas que están contra la burguesía pero tienen un método equivocado: la colaboración de clases.

De ahí se deriva que debe abandonarse la denuncia violenta y constante de los mismos y de sus direcciones, a cambio de una política de apoyo combinado con la crítica fraternal para que modifiquen su orientación errónea.

Los marxistas revolucionarios piensan justamente lo contrario. Cuando dichos partidos entran a formar parte del gobierno burgués, su carácter contrarrevolucionario se acentúa al máximo, porque a su función habitual de agentes de la burguesía en el movimiento obrero, se agrega ahora la de gobernantes, gerentes políticos del Estado capitalista contra los trabajadores. Este es el análisis de principios que hacen los marxistas revolucionarios: que se han convertido, de agentes de la burguesía en el movimiento obrero, en agentes de la burguesía y garantes del orden burgués a nivel de la sociedad en su conjunto . Podemos decir que han pasado de partidos obreros burgueses a partidos burgueses obreros : su carácter de clase no cambia por el hecho de entrar al gobierno burgués, pero a partir de entonces su función es aplicar la política de la burguesía a nivel de toda la sociedad, no sólo del movimiento obrero.

La política que se desprende de esta apreciación es que nuestra denuncia de los partidos obreros traidores, si fue violenta antes de su ascenso al gobierno, es ahora un millón de veces más violenta y consecuente. Para no extendernos, digamos simplemente que, cuando los mencheviques entraron al gobierno provisional, Lenin dijo que la política de los bolcheviques hacia ellos debía ser igual a la que tenían con respecto a los kadetes antes de febrero. Y cuando Blum llegó al gobierno en 1936, Trotsky lo calificó de hermano gemelo del Partido Radical burgués.

Estas son, a grandes rasgos, las diferencias entre los revisionistas y marxistas frente a los partidos obreros contrarrevolucionarios en el gobierno. ¿Cómo es la política de la OCI(u)? Revisionista hasta la médula , como veremos a continuación.

1 . La OCI no combate a los partidos obreros contrarrevolucionarios

La OCI(u), partido que se reclama trotskista, ha cambiado por completo la caracterización marxista tradicional de los partidos obreros contrarrevolucionarios y de la política revolucionaria respecto de los mismos, desde que el PS y el PCF subieron al gobierno con Mitterrand.

Si pasamos revista a los Informations Ouvrieres aparecidos en los ocho meses que han transcurrido desde las elecciones, encontramos el siguiente panorama. Artículos contra el Partido Socialista no hay absolutamente ninguno.

Todo lo contrario: I.O. Nro. 1004 expresa su alegría porque en las elecciones el PS le ganó 46 escaños al PC y afirma: “ La derrota aplastante de los partidos burgueses se acompaña de un retroceso considerable del PC”. I.O. Nro. 1024 publica un articulo al que ya nos hemos referido en otra parte, sobre el congreso del PS, con un virulento ataque frontal al ala Rocard, supuesta representante del “campo reaccionario” en las filas del partido de gobierno.

Con respecto al partido stalinista, hemos encontrado artículos en los siguientes números de I.O. (subrayamos la palabra artículos, porque no nos referimos a tal o cual frase suelta): 1007, 1014, 1022, 1023, 1027, 1030 y 1032. Dos de ellos (1014 y 1032) no se refieren a Francia sino a Polonia, critican a la dirección del PCF por apoyar a la burocracia polaca y soviética en su guerra contra los obreros polacos. Tenemos entonces que, en treinta y tres ediciones del periódico, aparecen solamente siete artículos contra el partido stalinista, y dos de ellos no se refieren a su política en Francia.

Ahora bien, el Proyecto de informe político afirma: “Su presencia [en el gobierno[ significa que el PCF, el aparato stalinista de la CGT, no solamente cubren el conjunto de la política del gobierno, sino que toman a su cargo el freno y retroceso de las masas, la defensa de la burguesía, el Estado, la V República y sus instituciones, avalando las exigencias económicas y políticas de la burguesía” (p. 7).

Excelente afirmación, si no fuera por dos pequeños defectos. En primer lugar, ¿por qué no se incluye aquí al PS? Justamente éste es el máximo responsable de provocar el “ freno y retroceso de las masas ” y el que está encargado de la “ defensa de la burguesía, el Estado, la V República y sus instituciones ” por tener a su cargo la máxima institución del Estado francés, la presidencia de la república.

En segundo lugar, es lícito creer que semejante afirmación en el documento que fija los lineamientos de la política del partido para el próximo período debería concretarse en una campaña de denuncia implacable siquiera contra el PC. Nada de eso: sólo cinco artículos en ocho meses, sin contar dos dedicados a la cuestión polaca.

Antes del 10 de mayo pasado, el PC era objeto de ataques constantes y brutales en I.O. Por su política contrarrevolucionaria al servicio de la burguesía; el PS también lo era, aunque en mucho menor medida. En edición tras edición del periódico se lo atacaba por su política divisionista, que ponía en peligro la derrota electoral de Giscard.

Elegido el nuevo gobierno, todo eso ha cambiado. Los escasos ataques al PS han desaparecido por completo, y la campaña constante contra el PC se ha convertido en alguno que otro artículo de denuncia.

2. En lugar de denuncia, crítica fraternal

La falta de denuncia de los crímenes contrarrevolucionarios del PC y principalmente del PS en la actual etapa tiene una contrapartida en lo que la OCI(u) sí dice sobre ellos. Esta política por la positiva tiene dos aspectos que veremos por separado, aunque ambos responden a la misma concepción global, típica del revisionismo: que el PS y el PC han perdido su carácter contrarrevolucionario . El primer aspecto es el de la crítica fraternal al PS y al PC; el segundo, que veremos más adelante, consiste en llamarlos al frente único.

La “ Declaración del CC de la OCI” (I.O. 1030), otro de los documentos que serían discutidos en el XXVI congreso de la organización, se refiere a la política del gobierno y a la de los partidos obreros dentro del mismo:

“Es un hecho: contra las aspiraciones de las masas trabajadoras, el gobierno no toma las medidas anticapitalistas que se imponen para sacar al país del atolladero. El gobierno y la mayoría PS-PCF han obtenido, junto con esa mayoría, la confianza de la clase obrera, las masas trabajadoras y la juventud. El gobierno y la mayoría PS-PCF no dejan de ceder ante los capitalistas y banqueros . Es un hecho: desde su constitución, el gobierno y la mayoría PS-PCF sólo hacen concesiones y más concesiones a los capitalistas y banqueros .

Se diría que la conclusión, puesto que se trata de un documento supuestamente trotskista, es obvia: “ No es casual que el gobierno, con su mayoría PS-PCF actúen exclusivamente en beneficio de los patrones y contra los intereses de los trabajadores que los hemos elegido contra Giscard. Este gobierno no puede actuar de otra manera porque es un gobierno burgués, patronal. El PS y el PCF no pueden actuar de otra manera porque son partidos traidores, que se vendieron a la patronal hace ya muchos años . Eso confirma lo que los trotskistas decimos desde hace años: que el movimiento obrero y las masas trabajadoras no pueden confiar en un gobierno patronal, aunque lo formen mayoritariamente el PS y el PCF ”.

Esto decimos los trotskistas, pero no es lo que dice la OCI:

“La verdadera salida consiste en responder a los pedidos de los trabajadores y romper con la burguesía. Lo que piden los trabajadores es que el país sea gobernado contra los capitalistas” .

¿A quién va dirigido este llamado plañidero? Al gobierno y los partidos obreros traidores:

“existe la posibilidad de hacer una política distinta. La existencia de una mayoría PS-PCF en la Asamblea lo indica claramente (....) La exigencia del momento, que viene desde abajo, es clara: hay que gobernar contra los capitalistas, apoyándose en la mayoría. Hay que apoyarse en la mayoría que echó a Giscard, la mayoría que eligió a una mayoría PS-PCF para terminar con el sabotaje de los capitalistas y banqueros.”

Es decir, en lugar de aprovechar la situación para terminar de desbaratar las ilusiones erróneas de los trabajadores, mostrándoles en la práctica el verdadero carácter del gobierno, el PS y el PC, se dice que ese mismo gobierno y esos partidos pueden tomar otro camino, el de gobernar contra los capitalistas. De paso, se afirma que hay que seguir confiando en ellos, porque pueden hacerlo.

Ahora que la situación objetiva nos permite a los trotskistas pasar de las denuncias propagandísticas contra los partidos traidores, denuncias que venimos haciendo desde hace tantos años, a la acción y la movilización de masas contra los mismos, la OCI llama a los trabajadores a confiar en ellos. Toda su acción se limita a criticarlos fraternalmente por gobernar a favor de los patrones y llamarlos a que enderecen el rumbo. ¿Puede haber crimen mayor contra el trotskismo y contra la revolución proletaria?

3. La OCI(u) llama al PS y al PCF a conformar un frente único

La otra cara de esta política de confiar en los partidos traidores se expresa de la siguiente manera: “ Contra el aumento de precios, contra el derrumbe de los salarios organizado deliberadamente por los patrones , sólo existe una posibilidad de luchar: formar el frente único de las organizaciones obreras para reclamar, precisamente a los patrones que tanto se regocijan: aumento general de salarios, bloqueo automático de los precios ” (I.O. Nro. 1007, editorial).

Aquí hay una mentira flagrante, al servicio de proteger al gobierno: el aumento de precios y el derrumbe de los salarios es exigido por los patronos, pero quien los decreta es el gobierno de Mitterrand, y así hay que decirlo .

Pero esa mentira tiene un objetivo inmediato: ocultar que son el PS y el PCF quienes aplican esta política, porque aquí se los llama a conformar un frente único para luchar contra la misma. Es decir, la OCI llega al extremo de la idiotez al llamar al PS y al PCF a conformar un frente único contra la política... ¡que ellos mismos aplican desde el gobierno! La OCI es consciente de que el absurdo de esta política se descubre fácilmente; por eso miente para ocultar a los verdaderos autores de la política de hambre.

Podría objetarse que un mero editorial no refleja la política general y permanente del partido. Sin embargo, hay dos afirmaciones categóricas que demuestran que el frente único sí es uno de los ejes de la Política actual de la OCI.

En la carta al CC del POSI nosotros decíamos: “ Cuando aparece un gobierno de frente popular, se terminó la táctica del frente único ”. El fraudulento “consejo general” convocado por la OCI responde: “ La lucha por el frente único obrero es una constante .” (Bulletin... , p. 27).

La “Declaración del CC” dice, citando un manifiesto de la OCI(u), “ decimos a los trabajadores y jóvenes: Habéis impuesto la unidad contra la división. Giscard está vencido. Hay que hacer todo lo posible para mantener y extender el bloque unido de los trabajadores, de sus partidos y organizaciones políticas , que acaban de inflingirle una primera derrote al capital ”.

Y un poco más abajo: “ Así, la posición de la OCI(u) es clara, y se caracteriza por una continuidad política que, en todas las circunstancias, opone la unidad del frente proletario a la burguesía... ”.

Aquí está dicho con una claridad que no admite dudas, que para la OCI(u) el ascenso del PS y el PC al gobierno no significa el abandono del frente único, porque es la política a aplicar “ en todas las circunstancias ”. En realidad, sí ha habido un cambio: antes el llamado al frente único iba acompañado de la denuncia de esos partidos ahora, esa denuncia ha sido atenuada en el caso del PC y abandonada por completo en el caso del PS.

Los trotskistas creemos lo contrario: que es condición indispensable -aunque no única- para aplicar la táctica del frente único, que los partidos obreros estén en la oposición, no en el gobierno. Cuando el PS y el PC se encuentran en el gobierno, existe una alianza política entre ellos y la burguesía, o sectores importantes de la misma. Esto no quita que exista una oposición política al gobierno, pero dentro de los marcos del régimen institucional que cobija tanto a los partidos burgueses como a los partidos obreros contrarrevolucionarios.

Existen momentos excepcionales en que la mayor parte de la burguesía rompe con el gobierno frentepopulista y busca derribarlo mediante un golpe de estado, o sublevación contrarrevolucionaria. En esos momentos, cuando se rompe el acuerdo político entre el PS-PC y la burguesía, puede estar planteada la táctica del frente único con ellos. Pero esos momentos son, insistimos, excepcionales. La regla general es el acuerdo político de esos partidos con la burguesía. Y en esa situación, no puede haber llamado al frente único obrero con los gerentes políticos del régimen burgués.

La razón es muy sencilla: el frente único es una táctica que consiste en invitar a los partidos obreros mayoritarios y a sus bases a luchar contra la burguesía y su gobierno alrededor de puntos comunes, que son las reivindicaciones más sentidas por las masas. Es el llamado a una lucha inmediata, ya, hoy mismo.

¿Cuáles son los puntos en común que tenemos los trotskistas con el PS y el PC actualmente en Francia? Las reivindicaciones más sentidas por las masas francesas hoy día son que se ponga fin a la desocupación, se congelen los precios de los artículos de primera necesidad y se aumenten los salarios. ¿Cómo podemos llamar al PS y al PC a luchar por esas reivindicaciones si son ellos los que aplican la política de austeridad del gobierno, de desocupación, precios altos y salarios miserables? Un frente con el PS y el PC contra la desocupación significa luchar por la aplicación del plan Mauroy, que promete trabajo para el 10% de los parados actuales para el fin de 1984, y para todos hacia el año 1988. Ese sí sería un punto en común para hacer un frente único, pero un punto común de los traidores, de la canalla contrarrevolucionaria de la cual forma parte hoy día la OCI(u).

4. Una confusión teórica al servicio de la traición

Dice la respuesta del supuesto “consejo general” a nuestra Carta al C.C. del POSI: Toda la política de Lenin y Trotsky en relación a los partidos obreros o que representan a las masas tiene como eje la línea del frente único, con la reivindicación, ¡romped con la burguesía! En Francia, la reivindicación de un gobierno PS-PCF sin ministros burgueses es una de las expresiones más elevadas de la lucha por el frente único obrero.” ( Bulletin ... Nº 1, p. 26; subrayado en el original).

En primer lugar, es falso que la línea del frente único es el eje de la política de Lenin y Trotsky con respecto a los partidos obreros burgueses; nos extenderemos sobre esto un poco más adelante. Aquí se está haciendo una confusión entre dos tácticas distintas: el frente único y el gobierno obrero y campesino.

El llamado al PS y al PC a romper con la burguesía es , efectivamente, “una de las expresiones más elevadas de la lucha por el frente único obrero”, cuando esos partidos están en la oposición ; aquí se habla del PS y el PCF en el gobierno, en alianza con la burguesía. El llamado a romper con la burguesía como expresión de la táctica del frente único es, como todas las expresiones de esa táctica, una invitación a la lucha alrededor de puntos comunes, sentidos por las masas hasta el punto de que están dispuestas a movilizarse de manera inmediata.

El llamado a “ romper con la burguesía ” cuando el PS y el PC están en el gobierno no es una invitación a la lucha conjunta con ellos, sino una exigencia, destinada a impulsarlos a constituir un gobierno sin burgueses, un gobierno contra la burguesía; en el caso de que un gran ascenso de las masas los obligara a hacerlo, el gobierno resultante no sería aún la verdadera dictadura del proletariado pero sí un paso extremadamente importante hacia la misma. Pero si no rompen con la burguesía que es lo más probable entonces su esencia contrarrevolucionaria queda puesta al desnudo ante las masas. Esta, digámoslo de una vez, es la táctica del gobierno obrero y campesino.

Esta confusión de ninguna manera es casual, sino que obedece a una lógica profunda, coherente con toda la política de la OCI(u). Porque a continuación del pasaje de Bulletin arriba citado, se dice: “¿Es necesario recordar una vez más el Programa de Transición y ese pasaje tan importante sobre el gobierno obrero y campesino...?” (op. cit., p. 26).

Digamos que si, y recordémoslo: Exigimos a todos los partidos y organizaciones que se apoyan en los obreros y campesinos y hablan en su nombre, que rompan políticamente con la burguesía y entren al camino de la lucha por el gobierno de los obreros y campesinos. En este camino, les prometemos pleno apoyo contra la reacción capitalista. Al mismo tiempo, desarrollamos una infatigable agitación alrededor de las reivindicaciones de transición que deberían formar, en nuestra opinión, el programa del ‘gobierno obrero y campesino’.” ( P. de T. , p. 34).

Aquí se dice que esta es una exigencia a los partidos obreros, no una invitación a luchar juntamente con ellos. Pero lo más importante aquí es que “ desarrollamos una infatigable agitación alrededor de las reivindicaciones de transición que deberían formar, en nuestra opinión, el programa del gobierno obrero y Campesino .”

¿Cual es la única agitación que hace la OCI? El apoyo a las “medidas” o “pasos progresivos” del gobierno de Mitterrand contra lo burguesía y la CNPF; el apoyo a los principios que surgen del plan Mauroy para liquidar la desocupación en siete años; el llamado al gobierno a no cometer el error de conciliar con la burguesía.

Algunos ejemplos:

· La gran huelga de la Renault fue ignorada por la OCI(u) durante un mes, y finalmente se dio una línea aventurerista destinada a paralizar la lucha.

· En Logabax, contra los despidos, se planteó que había que “ darle al gobierno el tiempo que necesite ” para resolver los problemas, y no plantear la nacionalización de la empresa.

· En el movimiento estudiantil, la UNEF dirigida por la OCI y el PS, se limita a “felicitar” al gobierno ante cada medida que toma.

· Finalmente, en el conflicto de Orly, contra los despidos, la OCI conformó un frente único con la burocracia sindical ligada al PS y al PC para hacer aprobar una resolución donde se adopta como única medida para impedir los despidos, una reunión con el ministro de trabajo.

Esta es la lógica profunda de la confusión teórica entre frente único y gobierno obrero y campesino: la OCI(u) ha conformado un sólido frente único con el gobierno frentepopulista, burgués, imperialista de Mitterrand y con todos los partidos que lo integran (incluidos los burgueses). El objetivo de sus referencias fraudulentas a Lenin y Trotsky es disfrazar su traición al proletariado y la revolución bajo un ropaje trotskista.

5. Un frente único dentro del frente único

Sostenemos, entonces, que la OCI(u) es parte de un gran frente único encabezado por el gobierno de Mitterrand, donde participan los partidos burgueses y obreros del mismo. Sin embargo, es necesario matizar esta afirmación, porque dentro de ese gran frente, la OCI(u) impulsa otro, más reducido, que obedece a la lógica de los “campos progresivos”. Veamos:

“El conflicto se desenvolverá tanto en el interior del gobierno como en el interior del PS . Y en este caso tampoco la OCI unificada permanecerá neutral” (Proyecto de informe político , p. 7).

Es decir, la teoría de los campos se extiende aquí al Partido Socialista, el principal partido del gobierno.

Informations Ouvriers 1024 (31-10-81) dedican un importante artículo al congreso del PS, realizado en octubre. Allí se dice:

“Ante el furor reaccionario (de la patronal y la prensa), numerosos delegados al congreso fueron muy aplaudidos al pedir al gobierno que utilice los medios de que dispone para hacer cesar los golpes lanzados por los banqueros y el sabotaje escandaloso de la alta administración. Pero esta voluntad de reaccionar y de nombrar claramente al enemigo, fue contrarrestada el segundo día por varios miembros del gobierno, principalmente por dirigentes de corrientes minoritarias del PS: Rocard [ministro del Plan], Chevenement, Mauroy [primer ministro]. ¿No es éste el objetivo de la nueva andanada de la prensa, dirigida esta vez contra el congreso de Valence: apoyarse en los llamados a la ‘moderación’ provenientes del interior del PS para redoblar la ofensiva contra los trabajadores y el gobierno

Más claro, imposible. El gobierno (es decir, Mitterrand) está siendo atacado desde el interior del propio Partido Socialista, por ministros como Mauroy y Rocard. Estos son los agentes de los “capitalistas y banqueros” que sabotean la acción del gobierno.

Otro artículo, bajo el título de “ por qué ellos prefieren a Rocard ” señala que este ministro está en contra de “ provocar un desbarajuste en el aparato productivo ”; en otras palabras, está en contra de las nacionalizaciones. Debido a estas declaraciones y otras por el estilo, el diario La Croix , que expresa las posiciones de la jerarquía católica, ha dicho que Rocard “ se destaca en e] grupo de los razonables (...) por preconizar la moderación en los aumentos salariales....” (I.O. 1024).

I.O. contrasta estas declaraciones de Rocard con las del ministro del interior Gaston Defferre: “En cuanto a los banqueros, es ellos o nosotros ” , es decir, el gobierno es el enemigo mortal de los banqueros.

Aquí se revela el aspecto sectario de la orientación general oportunista de la OCI(u): se excluye a Mauroy y Rocard del “ campo burgués progresivo ”. El gobierno frentepopulista es progresivo, por lo cual la OCI(u) hace frente único con él. Pero dentro de ese frente único hay un ala “infiltrada”, por así decirlo, que responde al campo enemigo, reaccionario, el del CNPF. Ese sector es el que impide que el gobierno avance por el “buen camino” de satisfacer las reivindicaciones de las masas, y lo hace ceder a las exigencias de los capitalistas y banqueros. Por ello la OCI(u) conforma un frente único dentro del frente único mayor con Mitterrand y sus incondicionales, como Defferre, contra Rocard y los suyos.

Con ello, el PS -y nos referimos al PS en su conjunto, con Mitterrand a la cabeza- ha dejado de ser un partido obrero traidor, un partido obrero burgués que se pasó definitivamente al bando de la contrarrevolución hace casi setenta años. Ahora es un partido que integra a los dos campos, el burgués y el antiburgués; la OCI hace frente único con este último, es decir, nada menos que con Mitterrand.

6. La verdadera política de Lenin y Trotsky

El ropaje leninista y trotskista con el cual la OCI (u) busca disfrazar su traición realmente no resiste la critica: basta ver qué dijeron realmente Lenin y Trotsky sobre el tema que nos ocupa.

En primer lugar, el ascenso de los partidos obreros traidores al gobierno, exige un cambio radical en la caracterización de los mismos y, por consiguiente, un cambio en la política del partido revolucionario. Escuchemos primero a Lenin refiriéndose a los mencheviques cuando entraron a formar parte del gobierno provisional:

“La mínima confianza en los mencheviques equivaldría a una traición a la revolución, como lo hubiera sido confiar en los kadetes entre 1905 y 1917.

Y poco después: “ La principal garantía de su éxito está ahora en la clara comprensión de las masas sobre la traición de los mencheviques y los eseristas, en la total ruptura con ellos, en un boicot tan incondicional por parte de todo el proletariado revolucionario, como lo fue el boicot a los kadetes después de la experiencia de 1905 .” (Obras completas, T. XXVI, p. 330).

Lenin afirma e insiste en que, a partir de su ingreso al gobierno burgués, los mencheviques merecen, de parte del proletariado, el mismo tratamiento que recibe el partido burgués de los kadetes: ninguna confianza, ruptura total, boicot incondicional. Evidentemente, esta caracterización excluye toda política de acuerdo o frente con ellos. Lenin lo dice explícitamente: “ Los mencheviques se han pasado definitivamente al campo de los enemigos del proletariado. Con personas que se han pasado definitivamente al campo de los enemigos no se negocia; con ellas no se conciertan bloques. La tarea primordial de los socialdemócratas revolucionarios es aislarlos por completo, en todos los elementos más o menos revolucionarios de la clase obrera” (Obras completas, T. XXVI, pp. 329-330).

Trotsky no es menos categórico. Cuando llegó Blum al gobierno, dijo: “El partido de Blum es un partido burgués, el hermano menor del radicalismo decadente (On France, p. 178).

Vuelve a insistir en este concepto, en plena guerra civil española: “Hay que desencadenar una batalla implacable contra la alianza con la burguesía y por el programa socialista. Hay que denunciar a la dirección stalinista, socialista y anarquista, precisamente por su alianza con la burguesía. No se trata de redactar artículos que quedarán más o menos confinados en las columnas de La Batalla [el órgano del POUM] . No. De la que se trata es de dirigir a las masas contra sus dirigentes que están a punto de conducir la revolución al desastre (La revolución española , vol. 2, p. 77).

Es decir, en medio de la guerra contra el fascismo, Trotsky llama a combatir el frentepopulismo y las direcciones traidoras del PS, el PCE y los anarquistas: todo lo contrario del frente único.

En conclusión, “ toda la política de Lenin y Trotsky en relación a los partidos obreros o que representan a las masas tiene como eje ” exactamente lo contrario de lo que afirma la OCI: ningún acuerdo, ruptura total, aislamiento, dirigir a las masas contra ellos, cuando forman parte de un gobierno burgués.

7. Una táctica excepcional para una circunstancia excepcional

Decíamos que existe una circunstancia excepcional en la cual sí está planteada la táctica del frente único con los partidos obreros traidores cuando están en el gobierno. Esa circunstancia se dio en agosto de 1917, y duró exactamente quince días. En ese lapso Lenin y Trotsky plantearon el frente único con los mencheviques y socialrevolucionarios, aunque sin dejar de atacarlos. Así lo explicó Trotsky, años después, en la polémica contra los stalinistas del tercer período que se negaban a combatir a Hitler con los socialdemócratas: [los bolcheviques] tenían derecho a decir: ‘para derrotar a la korniloviada debemos derrotar primero a la kerenskiada’. Lo dijeron más de una vez, porque era correcto y necesario para toda la propaganda posterior. Pero eso resultaba totalmente insuficiente para ofrecer resistencia a Kornilov el 26 de agosto y las días subsiguientes, y para impedir que él masacrara al proletariado de Petrogrado . Por eso los bolcheviques no se limitaron a hacer un llamado general a los obreros y soldados a romper con los conciliadores y apoyar el frente único rojo de los bolcheviques . No, los bolcheviques propusieron la lucha en frente único a los mencheviques y socialrevolucionarios y crearon organizaciones de lucha conjuntas ” ( The Strugle Against Fascism in Germany, p. 136).

Ante la sublevación contrarrevolucionaria de Kornilov, los bolcheviques dejaron de tener como centro de su agitación el llamado a “ romper con los conciliadores ” y, como excepción, propusieron a los mencheviques y SR una lucha conjunta por un objetivo inmediato: derrotar a Kornilov. Dicho de otra forma, hasta la sublevación de Kornilov aplicaron una táctica directamente opuesta al frente único con los mencheviques y SR. En lugar de ello, llamaban a romper con los conciliadores y conformar el frente único revolucionario (“rojo”).

¿En qué circunstancias se propuso ese acuerdo? Nuevamente, habla Trotsky: “ La burguesía en su conjunto, apoyaba a Kornilov , la alianza de los bolcheviques con los Socialrevolucionarios sólo fue posible porque los conciliadores rompieron temporalmente con la burguesía : el miedo a Kornilov les obligó a ello. Los representantes de estos partidos sabían que, si Kornilov triunfaba, la burguesía ya no los necesitaría y permitiría que Kornilov los estrangulara”. (op. cit., p. 187; subrayado en el original).

Lenin y Trotsky plantearon el frente único cuando la burguesía en su conjunto rompió la alianza con los mencheviques y SR y se pasó al bando de Kornilov.

El caso de España fue distinto: sólo un sector de la burguesía rompió con la República y se alzó con Franco. El otro mantuvo la alianza con el PS, el PC y los anarquistas, y por eso Trotsky jamás planteó la táctica del frente único en la guerra civil española.

8. El origen de la táctica del frente único

El frente único, táctica de aplicación circunstancial, cuando el momento lo exige, es una de las mejores que ha elaborado el leninismo. En manos de los revisionistas de la OCI(u) se ha trasformado en un principio de aplicación universal y permanente: “La lucha por el frente único obrero es una constante”.

Para nuestros maestros, el frente único es una táctica formidable que se aplica en determinados momentos, de acuerdo a la situación de la lucha de clases y del grado de fuerza (o debilidad) de la organización marxista revolucionaria. Se planteó por primera vez en la III Internacional, después de 1921, en las circunstancias que explica Trotsky:

“Los acontecimientos contrarrevolucionarios de febrero de 1921 demostraron que era absolutamente imposible seguir postergando la adecuación de los métodos económicos de construcción socialista a las necesidades del campesinado. Los acontecimientos revolucionarios de marzo de 1921 en Alemania demostraron que era absolutamente imposible seguir postergando una ‘retirada’ política, en el sentido de preparar la lucha para ganar a la mayoría de la clase obrera. Como hemos visto, ambas retiradas coinciden en el tiempo y están íntimamente ligadas entre sí. Son retiradas en sentido relativo, porque demuestran gráficamente la necesidad, tanto en Alemania como en Rusia, de pasar por un cierto periodo preparatorio: un nuevo curso económico en Rusia; la lucha por consignas transicionales y por el frente único en Occidente” (The First Five Years of the Communist International, vol. 2, p. 267).

Es decir, la táctica surge en 1921, cuando se estabiliza el capitalismo y fracasa el plan de la Internacional Comunista de desplazar a la socialdemocracia del movimiento obrero mediante el triunfo de la revolución en algún país de Europa occidental. La derrota de la revolución alemana significa la estabilización del capitalismo y una gran ofensiva contra el nivel de vida de las masas, y al mismo tiempo la consolidación de la socialdemocracia en el movimiento obrero. Con ello, los partidos comunistas, que en algunos países europeos han adquirido mucha fuerza, siguen siendo minoritarios con respecto a la socialdemocracia. La táctica del frente único se elabora a partir de esa novedosa situación objetiva y subjetiva, que obliga a los partidos comunistas a pasar por un “período de preparación” en el que deberán ganar a la mayoría de la clase obrera.

¿Cómo se plantea esta táctica? Nuevamente, habla Trotsky:

“Hoy, el sector organizado de la clase obrera está dividido en tres formaciones. Una de ellas, la comunista, brega por la revolución social y precisamente por ello apoya toda movilización, por parcial que sea, de los trabajadores contra los explotadores y el Estado burgués”.

“Otra formación, la reformista, busca la conciliación con la burguesía. Pero para no perder su influencia sobre los trabajadores, los reformistas se ven obligados, contra los deseos más caros de sus propios dirigentes, a apoyar las movilizaciones parciales de los explotados contra los explotadores”.

“Por último , el tercer grupo, centrista, vacila constantemente entre los otros dos y carece por completo de importancia como sector independiente”.

“Por consiguiente, debido a estas circunstancias, es perfectamente posible realizar acciones conjuntas entre los obreros agrupados en esas tres organizaciones y las masas desorganizadas que adhieren a las mismas, en torno a toda una serie de problemas vitales” (op. cit., p. 94)

En el mismo documento que estamos citando, dice: En los casos en que el Partido Comunista es la organización de una minoría numéricamente insignificante, el problema de su conducta en el frente de la lucha de masas no tiene una importancia práctica y organizativa decisiva . En tales condiciones, las acciones de masas siguen siendo dirigidas por las viejas organizaciones que, debido a la existencia de poderosas tradiciones, siguen desempeñando el papel decisivo. El problema del frente único tampoco se plantea en los países donde el PC es la organización dirigente de las masas trabajadoras. Pero allí donde el PC ya constituye una fuerza política grande y organizada pero no decisiva; donde el partido abarca organizativamente, digamos, a la cuarta o la tercera parte o a un sector aun mayor de la vanguardia proletaria organizada, el problema del frente único se plantea en toda su agudeza ” (op. cit., p. 92).

De todo esto se derivan una serie de características de la táctica del frente único, que podemos sintetizar sí:

· Se plantea cuando existe una determinada relación de fuerzas entre el partido revolucionario y el reformista, siendo aquél más débil que éste pero sin constituir una minoría insignificante del movimiento obrero.

· Se plantea cuando el movimiento obrero está luchando para defenderse de una ofensiva capitalista.

· Está dirigida a los partidos oportunistas con influencia mayoritaria en el movimiento obrero -en la época de Lenin y Trotsky eran los socialdemócratas- cuando éstos se ven obligados a apoyar las movilizaciones parciales de los trabajadores.

· Es una invitación -no una exigencia- a la lucha conjunta e inmediata alrededor de los problemas que sufren los trabajadores.

Y se desprende de aquí una característica adicional, sobre la cual es necesario hacer énfasis aun a riesgo de ser repetitivos: puesto que se aplica solamente a circunstancias, se trata de una táctica , de ninguna manera de una política de aplicación permanente. Caso contrario, la III Internacional la hubiera definido como una estrategia, que requeriría tácticas accesorias o subordinadas para lograr el frente único en cada etapa de la lucha de clases.

La OCI, con su concepción de que “ la lucha por el frente único es una constante ”, sostiene justamente lo contrario. En tal caso, debe ser consecuente y afirmar que la III Internacional cometió un error político al definirlo como táctica que se aplica sólo en circunstancias especiales y coyunturales como las arriba descriptas. Si la OCI es consecuente hasta el final, deberá afirmar que Lenin y Trotsky se equivocaron en 1917 en Rusia porque no aplicaron esa táctica (durante todo el año rechazaron los acuerdos con los mencheviques y SR), y que se equivocaron nuevamente en los dos primeros congresos de la Internacional Comunista, cuando se plantearon toda clase de tácticas menos el acuerdo con la socialdemocracia.

Además, los dirigentes de la OCI deberían ponerse de acuerdo entre ellos. En su intervención en Angola, Luis Favre planteó, como hemos visto, que las únicas consignas que se deben agitar son las consignas para la acción inmediata, razón por la cual la OCI no levanta ahora una consigna de gobierno. Supongamos por un instante que Favre tiene razón. Pero el frente único es justamente para la acción inmediata: ¿por qué, entonces, es una “constante”, es decir que se plantea inclusive cuando no existen posibilidades de realizarlo?

9. Una táctica contradictoria

Esta táctica, en su aplicación, se enfrentaba frecuentemente a la realidad de que la dirección socialdemócrata se negaba rotundamente a la lucha conjunta. De esa realidad surgió una discusión, ya en el IV Congreso. El ala derecha, encabezada por Radek y Thalheimer planteaba que el frente único pasaba esencialmente por el acuerdo con las direcciones socialdemócratas, mientras que la izquierda, liderada por Zinoviev, afirmaba que se debía buscar la unidad con las bases obreras, de cualquier tendencia que fuesen. Esta es la discusión entre los partidarios del frente único “por arriba” y los del frente único “por abajo” (desconociendo a la dirección socialdemócrata).

En base a estas contradicciones, el stalinismo cayó después en dos desviaciones diametralmente opuestas. La primera fue la del Comité de Unidad Sindical Angloruso, frente único de la burocracia soviética con la burocracia sindical británica en 1925. Gracias a ese frente único, los burócratas británicos pudieron traicionar y provocar la derrota de la formidable huelga general británica de 1925, aprovechando el prestigio de su alianza con la dirección de la Revolución Rusa. La otra se dio en Alemania, cuando los stalinistas, en su “tercer período” ultraizquierdista planteaban el frente único “por la base” y el desconocimiento de la dirección “socialfascista”. Con ello sabotearon la unidad del proletariado alemán y permitieron el ascenso de Hitler al poder.

Desviaciones aparte, la táctica del frente único es contradictoria, debido a un hecho real: se trata de lograr una movilización unitaria e inmediata de los trabajadores, y la lucha no es precisamente el terreno en el cual las direcciones reformistas se sienten más cómodas. Su teatro de acción es la tribuna parlamentaria, la redacción del periódico, la oficina del sindicato o el partido, no la fábrica o la barricada en la calle. El eje de su actividad es la negociación, no la movilización.

A nosotros, dice Trotsky, “ nos interesa arrastrar a los reformistas de sus santuarios y presentarlos junto a nosotros ante los ojos de las masas en lucha ” (The First Five Years... p. 95).

En ocasiones, cuando la presión de las masas es muy fuerte y sobre todo cuando una ofensiva del capitalismo pone en peligro sus privilegios, podemos “ arrastrar a los reformistas de sus santuarios ” y obligarlos a luchar. Esta situación nos beneficia como revolucionarios, puesto, que es sólo a través de la movilización que se fortifica nuestro partido y se pone al desnudo la verdadera faz contrarrevolucionaria de esas direcciones.

Pero en muchas ocasiones, quizás en la mayoría, resulta imposible obligar a la burocracia reformista a movilizarse. En tales casos, siempre y cuando el partido revolucionarios posea la fuerza suficiente (y recordemos que ésa es una de las condiciones para aplicar el frente único), se da de hecho un frente único por la base. Si se produce una lucha, entonces este tipo de frente también puede favorecernos ya que desenmascara a la dirección traidora.

Sea como fuere, el frente único es una táctica para movilizar a las masas, y solamente así debe plantearse. Jamás para frenar una movilización como la planteó el stalinismo en sus dos versiones contradictorias, “por arriba” (en Inglaterra) y “por la base” (en Alemania).

10. El frente único en nuestras filas

La táctica del frente único, aplicada por los trotskistas en vida de Trotsky, pasó por tres etapas claramente definidas.

La primera corresponde a la etapa del Comité Anglorruso y de otro gran frente único de esa época: el del Partido Comunista Chino con el Kuomintang. Y dentro de la URSS se da de hecho el frente único de la burocracia con el campesinado rico, en el marco de la NEP, como hemos visto en un capítulo precedente.

El eje de la política de Trotsky en esa etapa fue la ruptura de esos tres frentes únicos contrarrevolucionarios. En Inglaterra y China sus previsiones se vieron confirmadas por la derrota de la huelga general en una y la derrota de la revolución de 1925-27 en la otra. Dentro de la URSS, la burocracia, obligada por las circunstancias que ponían en peligro su dominación, tuvo que poner sangriento fin a su frente con los kulaks y tomar las consignas de la Oposición de Izquierda por la aplicación de un plan quinquenal y la industrialización del país, en forma ultimatista y totalitaria.

La segunda etapa se produjo entre 1928 y 1933. Con el avance del nazismo en Alemania, el frente único se transforma en la táctica principal del trotskismo. Esta tenía todas las características clásicas del frente único, tal como fueron definidas por la III Internacional.

En primer lugar, se debe tener en cuente que el trotskismo, ultraminoritario, no se consideraba una organización independiente sino una fracción leal de la Comintern y sus partidos nacionales. Por consiguiente, luchaba porque el PC alemán, organización con gran influencia de masas pero minoritaria en relación a la socialdemocracia, llamara a ésta a conformar el frente único. En segundo lugar, se trataba de una táctica defensiva para movilizar unitariamente a las masas, contra el peligro fascista.

La segunda etapa llega a su fin en 1933, con el triunfo del fascismo en Alemania. A partir de entonces, los trotskistas rompen con la Comintern, se constituyen en grupos independientes y prácticamente abandonan la táctica del frente único. Es decir, no totalmente: siguen planteándola a nivel local alrededor de luchas reivindicativas de los trabajadores, pero a nivel nacional sólo la plantean propagandísticamente , en el sentido de “ esto es lo que deberían hacer los partidos obreros de masas ”, abandonándola como táctica para la acción inmediata del propio partido. La sola mención del frente único desaparece de la literatura trotskista a partir del ascenso de los frentes populares en España y Francia.

E] abandono del frente único obedece a una razón muy sólida: es una táctica para la acción inmediata. El trotskismo, corriente muy débil y ultraminoritaria en el movimiento obrero, no estaba en condiciones de plantearla. De ahí el hecho notable de que los dos documentos programáticos más importantes de la fundación de la Cuarta Internacional — El Programa de Transición y el manifiesto La guerra imperialista y la revolución proletaria mundial (llamado “Manifiesto de emergencia”)—, ni siquiera mencionan la táctica del frente único. Lo cual demuestra, por otra parte, que es sólo una táctica subordinada a la gran tarea estratégica de la construcción del partido revolucionario del proletariado.

Puede haber una circunstancia en que el frente único siga planteado: es a nivel local, gremial o de una nacionalidad oprimida. Por ejemplo, ante una huelga en una fábrica, o una movilización de trabajadores inmigrantes, puede estar planteado el frente único con la burocracia sindical, o la dirección local del partido socialista o stalinista, para lograr el triunfo de la movilización. Pero esto es enteramente distinto del frente único a nivel nacional, tal como lo planteó originalmente la III Internacional.

Cuando los partidos obreros traidores están en el gobierno, sólo se plantea bajo una circunstancia absolutamente excepcional como la sublevación de Kornilov.

11. La táctica del entrismo

A partir de 1934-35, Trotsky empieza a plantear una nueva táctica: la del entrismo en los partidos socialistas.

La nueva táctica responde al siguiente hecho: como consecuencia de la traición stalinista en Alemania y el avance del fascismo en Europa, un gran sector de la juventud es atraído hacia la socialdemocracia e ingresa a sus filas. Con ello se produce un doble fenómeno: los partidos socialdemócratas se fortalecen pero al mismo tiempo aparecen en un seno una serie de tendencias centristas de izquierda que enfrentan a las direcciones traidoras.

En los países donde esto sucede —principalmente Francia, España y Estados Unidos— Trotsky propugna la línea del entrismo.

Para analizar esta táctica, el ejemplo más claro, aunque parezca extraño, es un caso en que aparentemente estaba planteado el frente único: Francia en 1934. Veamos qué decía Trotsky:

“Ya hemos dicho que el frente único de los partidos Socialista y Comunista encarna posibilidades inmensas. Si lo quiere seriamente, mañana será el amo de Francia. Pero debe poseer la voluntad de hacerlo. (....) La clave de la situación está en el frente único. Si [el proletariado] no utiliza esta clave, el frente único jugará el lamentable papel que hubiera jugado el frente único de los mencheviques y socialrevolucionarios en Rusia en 1917 si... los bolcheviques se lo hubiesen permitido” (On France, p. 58).

¿Es este un llamado de Trotsky a conformar el frente único? No, es reconocer que ese frente de los dos partidos obreros existe en la realidad y llama a dotarse de una política para el mismo. Esa política fue la del entrismo en el partido socialista y fue planteada precisamente cuando se conformó el frente único PS-PC.

“El frente único inicia la marcha por los rieles de las masas. Queremos participar activamente . La única posibilidad que nuestra organización tiene de participar en el frente único de masas, en las circunstancias dadas, consiste en ingresar al PS.” (Escritos, T. VI, vol. 1, p. 66).

Es decir, se planteaba como táctica para que el pequeño partido trotskista no quedara marginado del movimiento de masas. ¿Con qué objetivos?

“Varios camaradas —yo entre ellos— acusamos a la dirección de la Liga (francesa) y de La Verité de que su lucha contra la dirección socialdemócrata era insuficiente. A primera vista podría parecer que existe una contradicción irreconciliable entre esta crítica (que mantengo hoy en todos los aspectos) y la propuesta de ingresar al partido, con el fin de desarrollar una lucha inexorable contra su dirección reformista , implica llevar a cabo un acto revolucionario. El examen crítico de la política de Blum y Cía. debe ser el mismo en ambos casos” (op. cit., p. 65-66).

Trotsky entonces critica a la dirección de la sección francesa por la insuficiencia de su lucha contra la dirección socialdemócrata y propone que, para que esa lucha sea más efectiva (“inexorable”), la Liga entre al partido socialdemócrata. Es lo opuesto del frente único, que busca el acuerdo entre dos organizaciones alrededor de puntos comunes para la lucha. El entrismo es una táctica para que el pequeño grupo revolucionario se inserte en la corriente de las masas y lleve adelante su “ lucha inexorable contra la dirección reformista ”. Hemos dado el ejemplo de Francia, pero insistimos en que la táctica entrista se aplicó, no por la existencia del frente PS-PC, sino para ganar a las corrientes de izquierda del PS, es decir, por las mismas razones que en Estados Unidos, España, Holanda, etc., donde ese frente único jamás surgió.

12. El gobierno obrero y campesino

Al desaparecer el frente único entre las tácticas del trotskismo, surge otra, que rápidamente adquiere carta de ciudadanía como una de las tácticas más importantes de nuestro movimiento: el gobierno obrero y campesino.

No es casual que Trotsky no planteara esas dos tácticas al mismo tiempo, y que surgiera una a medida que desaparecía la otra. Como hemos dicho, el frente único es un llamado, hecho por un partido revolucionario con influencia de masas, a un partido reformista mayoritario a la lucha conjunta, en base a puntos comunes.

El gobierno obrero y campesino como táctica frente a los partidos obreros corresponde a otra etapa, cuando los partidos stalinistas y socialdemócratas han dejado de ser reformistas para convertirse en contrarrevolucionarios, puesto que se han pasado definitivamente al orden burgués. El frente único parte de la base de que existen roces entre la burguesía y los partidos obreros. La táctica del gobierno obrero y campesino se plantea cuando existe una profunda unidad contrarrevolucionaria entre ellos, lo que es característico de la actual etapa histórica.

El frente único es el llamado a la movilización de las masas con sus direcciones reformistas. El gobierno obrero y campesino no es un llamado sino una exigencia; no a luchar conjuntamente sino a que esas direcciones rompan su colaboración y su alianza con la burguesía y tomen el poder con un programa revolucionario. Es, en síntesis, el llamado a las masas a romper con sus direcciones traidoras u obligar a éstas a romper con la burguesía.

Por todo esto, frente único y gobierno obrero y campesino son tácticas opuestas, que corresponden a etapas enteramente distintas de la lucha de clases.

Digamos para concluir que aquí sólo nos hemos referido al gobierno obrero y campesino como táctica para barrer a las direcciones traidoras del movimiento obrero, y no en el otro sentido que lo describen las Tesis , es decir, como tipo especifico de gobierno.

13. El frente obrero revolucionario

La etapa en que los partidos obreros se han convertido definitivamente en contrarrevolucionarios, ha producido otro fenómeno: el de corrientes centristas, y que en muchos casos surgen en el seno de dichos partidos, que evolucionan hacia posiciones revolucionarias trotskistas. Llamamos a estas corrientes “trotskizantes” porque adoptan muchos de nuestros postulados programáticos: la necesidad de la revolución obrera y la destrucción del Estado burgués, la denuncia de los partidos obreros contrarrevolucionarios, la necesidad de apoyarse en la movilización revolucionaria de las masas, el tipo de Estado que se debe construir después de la toma del poder, etc.

Es necesario dotarse de una política frente a estas corrientes, para ganarlas al programa marxista y la revolución proletaria, y para la construcción del partido trotskista. Esa política es la del frente único revolucionario, ya planteada en 1917 como “frente único rojo”. El trotskismo la planteó en España y Francia, países donde la situación revolucionaria o prerrevolucionaria había dado surgimiento a dichas corrientes en los partidos obreros de masas, ante las traiciones de sus direcciones. Veamos cómo se planteó en España:

“La tarea inmediata [del proletariado] es crear, en el propio curso de la lucha, una dirección capaz, que no puede ser otra que un nuevo partido revolucionario verdaderamente marxista, que no esté cargado de los viejos errores y de los viejos crímenes, que esté libre de todo oportunismo y de todo deseo de conciliación (....) Los elementos de ese nuevo partido ya existen . Se encuentran entre los restos del POUM, en donde se había formado un ala izquierda que criticaba muy vivamente la pusilanimidad del Comité Ejecutivo; entre los anarquistas, sobre todo entre los ‘Amigos de Durruty’; y en las juventudes socialistas, donde los camaradas se sublevan contra el curso contrarrevolucionario de los stalinistas” .

“A todos los revolucionarios que se sienten próximos a nosotros, dirigimos este llamamiento: acudid a reforzar nuestras filas. Aclaremos los puntos en divergencia en base a una discusión amigable. Unidos en la lucha, derrotaremos a nuestro enemigo común”. (La revolución española, vol. 2, p. 482 y 485).

Una política similar se aplicó en Francia, con el llamado a la conformación del frente proletario revolucionario . El periódico La Lutte Ouvriere en su edición del 10 de octubre de 1936 publica una carta abierta del Buró Político del POI dirigida a Izquierda Revolucionaria (el grupo de Pivert), Grupo ¿Qué hacer? (una pequeña organización centrista), Unión Anarquista y la Alianza de Juventudes Socialistas del Sena, corriente dirigida por Fred Zeller que había roto con la juventud del partido de Blum y se estaba acercando a los trotskistas.

Tras un breve análisis de la situación en España y Francia, la carta dice:

“En semejante situación, sólo la lucha resuelta por el programa revolucionario de la expropiación de la burguesía puede quitarles la iniciativa a los fascistas y preparar a los trabajadores para la lucha decisiva. Proponemos que la lucha se organice en torno a las siguientes consignas:

“Control obrero y campesino de la producción, la industria y la banca, supresión del secreto comercial;

“Constitución de Comités de Acción de masas electos y congresos de delegados de Empresa;

“¡Viva la ocupación de las fábricas!”

El llamado concluye así:

“La crisis del frente popular es la expresión de la crisis del capitalismo liberal en Francia. La burguesía radical amenaza a los obreros que ocupan las fábricas. Para vencer, la clase obrera debe romper el ‘frente’ de la traición, esa asociación monstruosa del agua y el fuego.

“Las clases medias y el campesinado escucharán al frente proletario revolucionario y lo ayudarán, si expresa la lucha de las clases explotadas y no es el fruto de la domesticación de los trabajadores por la burguesía. En este momento en que la situación nos exige redoblar y extender la lucha, os proponemos la acción conjunta sobre las bases aquí expresadas.” (Subrayado en el original).

“Las bases aquí expresadas” son justamente las consignas que constituirán el Programa de Transición: el control obrero y la creación de soviets (“Comités de Acción”). Un llamado sobre estas bases no puede estar dirigido a las direcciones traidoras del movimiento obrero, sino a grupos o corrientes con posiciones revolucionarias o que evolucionan hacia dichas posiciones: aquí se está proponiendo nada menos que la expropiación de la burguesía con un programa revolucionario.

Este llamado fue objeto de una verdadera campaña en Lutte Ouvriere : en su edición del 24 de octubre lanza las consignas:

“Frente único proletario contra la burguesía, el fascismo y la guerra imperialista;

“Hay que echar a los ministros radicales del gobierno.

“Agrupemos a los explotados en el terreno de la lucha de clases contra el capitalismo”.

El llamado a luchar por estas consignas se repite en casi todas las ediciones de L.O., que no citamos para no seguir extendiéndonos.

Debemos señalar que el entrismo y el frente revolucionario se plantean en dos etapas enteramente distintas de la lucha de clases. El primero correspondió a un momento en que las masas habían sufrido una derrota, con el ascenso de Flandin al gobierno y la transformación de la III República francesa en un Estado bonapartista. En el partido socialdemócrata de Blum existían corrientes de izquierda que cuestionaban a la dirección traidora.

El frente único revolucionario se plantea cuando las masas han retomado la ofensiva, mientras que el frente único PS-PC se ha convertido en un frente popular con el Partido Radical burgués. Esta etapa exige una táctica para ganar a las corrientes que hemos definido como “centristas trotskizantes” (centristas con una dinámica positiva, hacia la revolución) para la construcción del partido revolucionario. Por eso el llamado a la lucha conjunta con esas corrientes, se hace sobre la base del programa trotskista.

14. La única estrategia del trotskismo

De todo lo anterior se desprende que, para el trotskismo, el frente único con los partidos reformistas, el gobierno obrero y campesino (desde el punto de vista que lo hemos tratado aquí) y el frente único revolucionario son solamente tácticas . Cada una corresponde a una determinada circunstancia de la lucha de clases, y es adoptada o desechada por conveniencia circunstancial.

El trotskismo conoce sólo una estrategia en el terreno político-organizativo: La construcción del partido revolucionado para superar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado. Subordinada a esta estrategia, aplica las distintas tácticas que acabamos de describir, con el fin de destruir, barrer del movimiento de masas a las direcciones contrarrevolucionarias stalinistas y socialdemócratas. Que se aplique una u otra forma de estas tácticas, depende de la situación objetiva (ascenso o retroceso del movimiento de masas, fortaleza o debilidad de la clase dominante, etc.) y subjetiva (la relación de fuerzas entre el grupo revolucionario y las direcciones contrarrevolucionarias, la existencia o inexistencia de corrientes trotskizantes).

La dirección revolucionaria que convierte cualquiera de estas tácticas en una estrategia universal de aplicación permanente, abandona en los hechos la construcción del partido revolucionario y, con ello, la lucha por la conquista del poder. Este es, precisamente el caso de la OCI, para la cual la “ lucha por el frente único es una constante ”.

Lo único constante para nosotros es la construcción del partido trotskista mediante distintas y múltiples tácticas.

Esta manía de la OCI(u) por trasformar al frente único en una estrategia suprahistórica es una maniobra para alejar al trotskismo de la dirección de las luchas de la clase obrera y las masas explotadas, conformándose con el llamado a las direcciones traidoras a que encabecen esas luchas.

Capítulo VIII
La OCI Abandona el Programa de Transición en Favor de un Programa Mínimo

Como hemos visto, la OCI tiene una política de centrar sus ataques exclusivamente en el CNPF y en los altos funcionarios giscardianos. No sólo no ataca al gobierno, sino que forma parte de su “campo”. Esto la lleva a sostener que el movimiento de masas atravesará dos etapas en su actitud frente al gobierno. En la primera, las masas verán en el gobierno su “aliado” contra el CNPF, y buscarán “dialogar” con él. La tarea de la OCI en esta etapa es “facilitar” ese diálogo. En la segunda, que se iniciara una vez producida la derrota del CNPF, las masas se alzarán pero no para derrocar al gobierno sino para obligarlo a romper con la burguesía. Suponemos (porque jamás se lo dice explícitamente) que la consigna “fuera los ministros burgueses del gobierno” queda relegada para esa segunda etapa, es decir, para un futuro indeterminado. La síntesis de esta política es que la OCI no tiene ni busca tener una consigna de gobierno.

Esto último significa el abandono total del Programa de Transición, tanto en la letra como en el método. Porque el eje del Programa de Transición es justamente el problema del poder: un programa trotskista es un conjunto de consignas y tareas que tienen por objetivo la movilización revolucionaria de las masas para el derrocamiento de la burguesía es decir, del gobierno burgués de turno - y la conquista del poder por el proletariado.

Ahora bien, con la OCI sucede algo bastante cómico. Toda su política es revisionista, pero como busca ocultar este hecho, cita a cada paso a Trotsky y al Programa de Transición; el Proyecto de informe político tiene un capítulo intitulado “Aplicar el método del Programa de Transición” y a todo lo largo del documento abundan las citas de Trotsky (además de algunas de Lenin y la III Internacional). Esto es típico del revisionismo vergonzante: citar ritualmente a los maestros, jurar por ellos, aplicar una política directamente contraria a sus enseñanzas.

1. La OCI reconoce que no tiene programa

En el Proyecto de informe político se afirma que la OCI no tiene en la actualidad un programa de transición: “.. las demás consignas transitorias que conformarán la columna vertebral del programa de acción que tendremos que redactar (op. cit., p. 5).

Es decir, las consignas transicionales y el programa de acción todavía no han sido redactados.

Aclaremos que en la terminología trotskista “‘programa de acción” es lo mismo que “programa de transición”: en 1934 Trotsky redactó un “programa de acción para Francia”; el programa de transición de 1938 retoma las mismas consignas y, sobre todo, mantiene el mismo carácter y método que aquél. Sigamos.

El Proyecto pregunta: “Estamos en presencia de una tarea que debemos cumplir: saber elaborar, sobre la base del Programa de Transición de la IV Internacional, un programa de acción que responda a la nueva situación política entre las clases en nuestro país. ¿Podemos hacerlo de inmediato?” (op. cit., p. 5).

La respuesta es no: “Es indispensable que la OCI elabore en las próximas semanas y en los próximos meses, un ‘programa de acción’. Sin embargo, no se trate de ser ultimatista ni de ser abstracto ” (op. cit., p. 7).

En esto, la OCI procede exactamente al revés del trotskismo. Un trotskista dice: “Hecha la caracterización de una nueva etapa de la lucha de clases, no podemos avanzar un paso más sin elaborar un programa adecuado a la mismas”. La OCI, en cambio, pone todo patas para arriba al afirmar que el programa es necesario, que debe elaborarlo, pero que puede dejar esa tarea para más adelante, para las próximas semanas o meses.

2. Trotsky versus Frank-Molinier-Lambert

La negativa consciente a formular un programa no es un hecho casual. Tampoco es nuevo: ya ocurrió antes en nuestras filas con la fracción Frank-Molinier del partido francés. Veamos cómo fue, y la polémica que hizo Trotsky en aquella ocasión, porque la historia se está repitiendo.

En 1935, un ala del partido trotskista francés, encabezada por Frank y Molinier, resuelve publicar un “órgano de masas” para responder a la nueva situación creada por la formación del Frente Popular de Blum y el creciente ascenso de las masas. Este periódico, llamado La Commune , formuló cinco consignas: creación de comités obreros y comunas; formación de milicias populares y armamento del proletariado; derrotismo revolucionario; gobierno obrero y campesino; reconstrucción del partido revolucionario.

Exceptuando lo de “comunas”, estas consignas parecen extraídas de ¿Adónde va Francia? o algún otro escrito de Trotsky de la época. Sin embargo, Trotsky calificó al manifiesto de La Commune de “ capitulación ante la oleada socialpatriota. Quien no lo comprende así, no es un marxista” (The Crisis of the French Seccion. New York: Pathfinder Press, 1977; p. 102). ¿Por qué? Porque La Commune como la OCI hoy día no tenía un programa:

“Para nosotros, lo importante es un programa que corresponda a la situación objetiva (...) Pero en el pensamiento y en la carta de P. Frank -y en el conocido manifiesto de La Commune - no se menciona un programa, y no es casual: el programa es un obstáculo importante para la confraternización con la pequeña burguesía, los intelectuales, pesimistas, escépticos y aventureros; nosotros, en cambio, estamos convencidos de que el programa determina todo” (op. cit., p. 106).

Aquí Trotsky nos da la clave: Frank y Molinier no levantaban un programa para poder capitular ante la izquierda del Frente Popular: Marceau Pivert y compañía. Lambert se niega a levantar un programa para capitular, no ante los intelectuales de izquierda como Pivert, sino peor aún: ante el gobierno burgués de Mitterrand y lo más podrido de la derecha burocrática contrarrevolucionaria del aparato sindical, Bergeron y sus consortes.

Lambert dice que no levanta un programa porque “no es cuestión de ser ultimatista”. Frank decía exactamente lo mismo: “Nada de ultimatismo organizativo” (citado en op. cit., p. 106). Trotsky responde:

“¡Qué distorsión repugnante de la formulación leninista! Nada de ultimatismo en relación a las masas, los sindicatos, el movimiento obrero; el ultimatismo más intransigente en relación a cualquier grupo que aspire a dirigir a las masas. El ultimatismo al que nos referimos se llama programa marxista (op. cit., p. 106; subrayado en el original).

Y un poco más adelante, cuando Frank y Molinier plantearon la reunificación, Trotsky insistió: “¡Antes que nada, el programa ! ¿’Periódico de masas’? ¿Acción revolucionaria? ¿Reunificación? ¿Comunas por todas partas? Muy bien, muy bien. Pero, ¡antes que nada, el programa!”.

Como vemos, la historia se repite; pero, como decía Marx, lo que ayer fue tragedia hoy se repite como farsa. Frank-Molinier levantaban cinco consignas y llamaban a eso un programa. Trotsky respondió: “Milicia obrera y derrotismo revolucionario no constituyen un programa. Todo el mundo las acepta con tales o cuales reservas” (op. cit., p. 107).

En cambio Lambert se niega explícitamente a levantar un programa.

Frank-Molinier rechazaban el “ultimatismo” para capitular ante una corriente centrista de izquierda que a su vez capitulaba ante el frente popular. Lambert capitula directamente ante el gobierno burgués del frente popular y la burocracia sindical.

3. Las tareas y consignas de Pablo y Lambert

La negativa a elaborar y levantar un programa de acción (es decir, de transición) no significa que la OCI no plantee tareas y consignas frente a la política del gobierno. Al contrario, sí las plantea de la manera más clara y categórica hacia el final del Proyecto de informe político.

El punto de partida para elaborar las tareas es la siguiente constatación, inmediatamente después de afirmar que no se debe ser “ultimatista ni abstracto”.

“El gobierno Mitterrand-Mauroy entra forzosamente a cada momento en conflicto con el aparato de Estado burgués, con la burguesía cuyos intereses, sin embargo, defiende” (op. cit., p. 7). Aparte de la frase ritual de que el gobierno defiende los intereses de la burguesía, esta apreciación da la tónica de las tareas que se impone la OCI:

1) Sobre la necesidad de quebrar el aparato de Estado de la V República: “La OCI(u) apoyará todo paso que el gobierno Mitterrand-Mauroy pueda dar en este sentido ” (op. cit., edición francesa, p. 19).

2) Sobre la política económica y las nacionalizaciones con indemnización que proyecta el gobierno: “ La OCI(u) apoyará todo paso que el gobierno Mitterrand-Mauroy dé en este sentido. Consideramos que las medidas tomadas por el gobierno para que los trabajadores de Boussac-Saint Freres conserven sus empleos hasta setiembre constituyen un primer paso” (ídem).

3) Sobre la derogación de las leyes antilaicas y la supresión de fondos oficiales para la enseñanza privada: “Una vez más, la OCI apoya todo avance en ese sentido ” (ídem).

4) Sobre el problema del empleo, el aumento de precios, la enseñanza, la formación profesional: “ Será siempre desde el mismo ángulo que deberemos abordarlos ” (ídem), es decir, se trata de apoyarlos pasos progresivos del gobierno.

En síntesis, la OCI tiene un programa clarísimo y concreto frente a la desocupación, la inflación, las leyes antilaicas, la enseñanza, las condiciones de trabajo y la formación profesional, nada menos que la totalidad de los problemas más angustiosos del proletariado francés. No es un programa transicional, dirigido contra el gobierno burgués y contra la propiedad privada capitalista: es el apoyo a las medidas reformistas del gobierno . Como dice el propio proyecto, este es el eje de la política de la OCI: “será siempre desde el mismo ángulo que deberemos abordarlos”. Más claro, imposible: hay que reconocerles esa virtud.

Por su parte, Pablo tiene exactamente el mismo programa. En la resolución política del congreso constitutivo de la Tendance Marxiste Révolutionnaire Internationale se dice: “Apoyamos cada medida favorable a los trabajadores ” (suplemento de Pour L’Autogestion Nro. 2). Y en otra parte:

“Nosotros defenderemos incondicionalmente (al gobierno de Mitterrand contra los ataques de la derecha) y apoyaremos todas las medidas sociales y políticas que tome, que satisfagan las reivindicaciones de los trabajadores” (Pour L’Autogestion Nro. 1).

Y en síntesis: “ Se trata de combinar hábilmente la unidad de acción, el apoyo a toda medida progresiva, con la propaganda del programa transitorio ” (Sous le drapeau du socialisme, 10 de mayo).

Es decir, al igual que Lambert, Pablo hace del apoyo a las medidas progresivas del gobierno el eje de su política y programa; y para completar las coincidencias aparecen las mismas frases rituales de rigor entre los revisionistas: “ la propaganda del programa transitorio ”.

Entonces, la coincidencia entre Pablo y Lambert en cuanto al problema clave del programa, es total. La única diferencia entre ellos es de tipo terminológico porque donde Pablo habla de apoyar “medidas”, Lambert habla de apoyar “pasos”. En esto vemos un acercamiento entre Lambert y .. Stalin. Como hemos visto, se caracterizaba por apoyar los “pasos progresivos” del gobierno provisional desde las páginas del Pravda, en la época en que dicho periódico tenía una política, según Trotsky, totalmente oportunista.

4. Una política a partir de las ilusiones de las masas

En el afán de justificar su capitulación ante el campo frentepopulista, la OCI ha montado un andamiaje explicativo que parte de la siguiente consideración: “El gobierno Mitterrand-Mauroy, burgués, de colaboración de clases, de tipo frentepopulista, es producto de la derrota que las masas trabajadoras y la juventud le infligieron a la burguesía: lo reconocen y lo reconocerán durante toda una etapa como su gobierno. A partir de esta constatación, hecha sobre la base de hechos objetivos rigurosamente establecidos (...) es que debemos guiarnos hoy para determinar nuestras tareas” (Proyecto de informe político, p. 3; subrayado en el original).

En realidad, aquí se mencionan dos hechos, pero los dos no son “objetivos”. Que el gobierno Mitterrand-Mauroy es “burgués, de colaboración de clases, de tipo frentepopulista”, sí es un hecho objetivo. Pero el hecho de que las masas “lo reconocen y lo reconocerán durante toda una etapa como su gobierno” es claramente subjetivo. Es lo que piensan las masas -erróneamente, por otra parte- acerca del carácter del gobierno.

El factor que la OCI tiene en cuenta para determinar sus tareas es únicamente el subjetivo, puesto que a todo lo largo del documento se repiten frases tales como: “combatir las ilusiones en el terreno de las ilusiones’’ teniendo en cuenta que “los trabajadores no han hecho la experiencia de la política de colaboración de clases del gobierno Mitterrand-Mauroy”. Y la estructura misma del documento confirma lo que decimos: el primer capítulo versa “Sobre el problema de las ilusiones”, vale decir, sobre el problema subjetivo.

Queda claramente establecido, entonces, que el punto de partida de la OCI para elaborar su política es el factor subjetivo, las ilusiones de las masas. Ahora veamos qué significa esto en la práctica.

La empresa de computadoras Logabax había empezado un plan de reestructuración que implicaba el despido de varios centenares de obreros. ¿Cuál fue la política de la OCI ante ese problema desesperante? “Nosotros no propusimos la nacionalización inmediatamente [de Logabax] porque tomamos en cuenta el hecho de que los trabajadores, que acababan de echar a Giscard, le creyeron al nuevo gobierno Mitterrand-Mauroy que necesitaba tiempo para preparar las nacionalizaciones” (op. cit., p. 5).

No puede ser más claro. Contra la política trotskista “para que no haya más despidos ocupemos la fábrica y exijamos su expropiación”- la OCI resuelve, junto con los trabajadores, darle a Mitterrand el tiempo que pide.

5. La política trotskista parte del factor objetivo

Nosotros sostenemos, con Trotsky, que la concepción de la OCI de tomar como punto de partida de su política el factor subjetivo -lo que las masas creen- es una concepción absolutamente revisionista, de hacer seguidismo al atraso de las masas para justificar el apoyo a Mitterrand. Nos explicamos.

En nuestro artículo publicado en Correspondencia Internacional Nro. 13, señalamos que el ultraizquierdismo y el oportunismo comparten el defecto metodológico de tomar un solo elemento de la realidad. Para los oportunistas de la OCI, ese elemento es el subjetivo, las ilusiones de las masas. Pero son tan oportunistas, que no toman en cuenta el otro factor subjetivo: que las masas además de ilusiones tienen aspiraciones. Las aspiraciones de las masas francesas hoy día se concretan en liquidar la desocupación, tal como lo prometió Mitterrand; se concretan en mejores salarios, etc. Y se sintetizan en una Francia socialista: por eso eligieron a Mitterrand. Este ha traicionado absolutamente todas las aspiraciones de las masas, pero la OCI no las toma en cuenta para nada al formular su política.

Los marxistas revolucionarios elaboramos nuestra política y consignas en base a todos los elementos -objetivos y subjetivos- que nos da la realidad, en su relación orgánica y su dinámica. Pero el punto de partida para elaborar nuestra política es siempre el factor objetivo, concretamente, las necesidades de las masas: bajos salarios, desocupación, etc. Por eso no es casual que el Programa de Transición parta de “las premisas objetivas de la revolución socialista”. Nuestro programa no parte del planteo de que las masas creen en Stalin, Blum o Jouhaux, sino de los siguiente: “Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Los nuevos inventos y progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. La crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, infligen a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores” (Programa de transición, Bogotá, Editorial Pluma, 1977, p. 7).

Por otra parte, Trotsky señalaba muy claramente que cuando surge una nueva situación en la lucha de clases, debemos “en primer lugar, dar una visión honesta y clara de la situación objetiva, de las tareas históricas que emanan de este situación, independientemente de que los trabajadores están maduros o no para esto. Nuestra tarea no depende de la mentalidad del obrero (....) Nosotros debemos decir la verdad a los trabajadores y entonces ganaremos a los mejores elementos” (Discusiones sobre el Programa de Transición”).

Es decir, nuestra política no depende de la mentalidad (las ilusiones) de los trabajadores sino de sus necesidades.

¿Significa esto que no tenemos en cuenta las ilusiones? De ninguna manera. Ese es justamente el error de los ultraizquierdistas. Las tenemos en cuenta para elaborar nuestra táctica, es decir, la forma en que les “decimos la verdad a los trabajadores” de manera tal que ellos nos comprendan y se movilicen.

Para explicarnos mejor, volvamos al ejemplo de Logabax. Allí hay un hecho objetivo -cientos de obreros en peligro de perder su trabajo- y uno subjetivo, esos trabajadores creen que Mitterrand les solucionará el problema.

Un oportunista dice, con la OCI: “puesto que los trabajadores creen en Mitterrand, debemos darle el tiempo que pide y no exigir la expropiación de la fábrica”.

Un ultraizquierdista dice: “Los despidos de Logabax demuestran que este gobierno burgués no solucionará nada, es igual al de Giscard. Abajo el gobierno de Mitterrand”.

Las trotskistas decimos: “Contra los despidos, debemos ocupar la fábrica y exigir su expropiación inmediata, sin pago y bajo nuestro control. Vosotros confiáis en Mitterrand, nosotros no. Proponemos un acuerdo: luchemos juntos contra los despidos, al tiempo que negociamos con el gobierno en el cual creéis”.

Cualquier trabajador puede aceptar este planteo sencillo, movilizarse, luchar y al mismo tiempo negociar con el gobierno. Así, a través de la acción y la movilización, comprenderá el error de confiar en el gobierno.

Esto nos lleva a otro problema. Según la OCI, hay que “combatir las ilusiones en el terreno de las ilusiones”. Falso: ubicarse en el terreno de las ilusiones es hacer seguidismo a las mismas, como la OCI. Las ilusiones sólo pueden combatirse mediante la movilización, y las masas sólo se movilizan a partir de sus necesidades objetivas.

6. Una “confusión” en el carácter de las consignas

Las consignas y tareas que formula la OCI son todas mínimas: ninguna atenta contra la propiedad privada capitalista, que es el sine qua non para que una consigna sea transicional. Un poco más adelante profundizaremos en este aspecto, del carácter de las consignas. Lo que señalamos aquí es la falta de consignas tansicionales entre las que levanta la OCI (nos referimos a las que levanta de manera sistemática, no a las que aparecen en alguno que otro artículo del periódico de manera ritual) no es casual: atentar contra la propiedad privada capitalista significa dirigirse contra el gobierno burgués, y esto es lo que la OCI quiere evitar a toda costa.

Una de las razones que se esgrimen para no levantar consignas transicionales y de gobierno en esta etapa, la da el camarada Luis Favre en su intervención ante un plenario conjunto de la Convergencia Socialista y la Organización Socialista Internacionalista de Angola. Dice Favre:

“Un camarada dijo que para proponer una política es necesaria una consigna de gobierno. Ahora bien, ¿esta consigna de gobierno tiene un carácter de agitación o de propaganda? Si el problema de derribar al gobierno está a la orden del día, el carácter de esta consigna es agitativo; es un llamado inmediato para la acción de las masas para derribarlo. Si se trata de una perspectiva, la OCI afirmó en varios editoriales que se pronuncia por un gobierno PC-PS sin ministros burgueses.” (Transcripto de la grabación efectuada en la reunión.)

Empezando por la última afirmación de Favre, es verdad que en varios editoriales de I.O. así como en el Proyecto de informe político , la OCI se pronuncia por un gobierno PS-PC sin ministros burgueses. Pero lo hace de manera abstracta, ritual: al negarse a levantar “fuera los ministros burgueses”, la consigna por un gobierno PS-PC se convierte en una bandera para agitar los días de fiesta, y un lema que en nada inquieta al gobierno burgués.

Según Favre, las únicas consignas que se deben agitar son aquellas que sirven para movilizar a las masas en forma inmediata. Esto es un error; agitación y acción inmediata no son sinónimos. Las consignas agitativas son las tres o cuatro ideas fundamentales que presentamos al movimiento de masas de manera constante, independientemente de que éste se movilice por ellas o no en lo inmediato.

La OCI nos da el mejor ejemplo de ello. En 1974 lanzó su consigna “echar a Giscard”; las masas derrocaron electoralmente a Giscard en 1981. Es decir, pasaron siete años; pero durante esos siete años, la OCI jamás dejó de agitar esa gran reivindicación, concretada en consignas tales como “unidad PS-PCF para echar a Giscard”, “votar a Mitterrand”, etc.

Veamos otros ejemplos. Los camaradas venezolanos levantan la consigna “por una conferencia de las organizaciones obreras para combatir la desocupación”. Posiblemente pasen varios años antes de que esa tarea pueda llevarse a cabo; sin embargo, los camaradas venezolanos no dejan de agitar esa consigna, y entendemos que es un gran acierto que así lo hagan.

El PST agita las consignas “abajo la dictadura militar” y “por una Asamblea Constituyente”. Nadie sostiene que las masas se levantarán para derribar al gobierno de manera inmediata. Pero al mismo tiempo, nadie critica al PST por hacer de la consigna “abajo la dictadura militar” el centro de su agitación. Al contrario, todo nuestro movimiento mundial considera que se trata de un gran acierto político del partido.

Este “error” de la OCI, como todos los demás, no es casual. Es parte coherente de su política de proteger la unidad del “campo” liderado por Mitterrand y su gobierno burgués.

7. El carácter de nuestro Programa de Transición

El Programa de Transición , ese programa que la OCI se niega explícitamente a formular, tiene una serie de ca racterísticas esenciales, como veremos sintéticamente a continuación.

El trotskismo no tiene dos programas, sino uno solo. La socialdemocracia, como la OCI hoy día, tenía dos programas. Uno, llamado “mínimo”, estaba integrado por reivindicaciones reformistas, vale decir, aquéllas que el régimen capitalista podía conceder sin poner en peligro su dominación. El otro, “máximo”, incluía las consignas que atentan contra la propiedad privada capitalista y hacen directamente al problema del poder. La agitación de la socialdemocracia se centraba en el programa mínimo; las consignas contra la propiedad capitalista y por la conquista del poder quedaban relegadas a los “días de fiesta”, los discursos del primero de Mayo, etc.

El trotskismo tiene un solo programa, porque las consignas contra la propiedad privada capitalista no las guarda para los días de fiesta, sino que son sus consignas fundamentales. Considera que los objetivos que la socialdemocracia relegaba al programa máximo -la conquista del poder, la expropiación de la burguesía, la instauración de la dictadura del proletariado- son tareas urgentes, inmediatas. La crisis del sistema capitalista significa no sólo que la burguesía no puede dar nuevas concesiones, sino que ni siquiera puede mantener las existentes, algunas de las cuales fueron conquistadas hace décadas por el movimiento obrero.

Debido a esto, ya no existen consignas máximas y mínimas. Cualquier reivindicación obrera, por elemental que sea, es revolucionaria porque cuestiona la propiedad capitalista y, por consiguiente, el poder político de la burguesía. Muchas tareas que el movimiento obrero tenía planteadas para realizar dentro del sistema capitalista, deberán ser resueltas por el socialismo. Por ejemplo, el problema del empleo y del nivel de vida: el capitalismo no puede garantizar trabajo y una vida digna para la inmensa mayoría de la humanidad. Por eso, estas reivindicaciones requieren la implantación de la escala móvil de horas de trabajo (reparto del trabajo existente entre toda la mano de obra disponible) y la escala móvil de salarios (aumento automático del salario de acuerdo al aumento del costo de la vida). Estas tareas no son reformistas sino transicionales, porque sólo el gobierno del proletariado puede realizarlas, en el marco de la planificación socialista de la economía.

Esto no significa que el partido trotskista no luche por tareas reformistas: un pequeño aumento de salarios, la expulsión de un capataz abusivo de una fábrica, etc. Al contrario, agita constantemente una infinidad de consignas como éstas, que no atentan contra la propiedad capitalista. Pero el método del programa exige que tales consignas jamás se planteen en forma aislada: expulsión del capataz y punto. Por el contrario, esas consignas son muy útiles para iniciar una movilización, pero buscando que dicha movilización no se detenga más. Por eso, combinamos la consigna “reformista” con otras cada vez mas audaces para que la movilización no se detenga: de la expulsión del capataz a la expulsión de todos los capataces, luego del dueño de la fábrica, la expropiación de ésta, la imposición del control obrero.

En síntesis, el trotskismo jamás plantea sus consignas en forma aislada, ni anárquica. Cada consigna es parte de un sistema, que puede partir de una tarea sentida por las masas, pero culmina siempre en el cuestionamiento de todo el régimen.

Volvamos al anterior ejemplo de Logabax: hay despidos, pero los trabajadores confían en el gobierno. La OCI plantea, basándose en esto último, que la única tarea es negociar con el gobierno. Los trotskistas no estamos en contra de negociar; más aún, puesto que los trabajadores confían en el gobierno, negarse a negociar sería una política ultraizquierdista estéril. Pero de ninguna manera nos limitamos a negociar. Nuestra política es: “ Negociemos con el gobierno, pero mientras tanto ocupemos la fábrica e impongamos el control del Comité de Empresa y el reparto del trabajo disponible entre todos . Aquí hay mil obreros trabajando ocho horas diarias. La patronal quiere despedir quinientos. Proponemos que sigan trabajando los mil, cuatro horas dianas, sin disminución del salario ”.

Esta es la esencia del programa transicional: el encadenamiento dinámico de las consignas, desde las más elementales hasta las anticapitalistas, para originar la movilización permanente de los trabajadores contra el sistema y el régimen.

8. Los ejes del Programa de Transición

Las características mencionadas conforman de conjunto un aspecto del Programa, pero no lo agotan. Este método se apoya sobre tres pilares distintos pero íntimamente ligados entre sí: el problema del gobierno, el de las instituciones del Estado y la superación de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado.

Puesto que el objetivo presente, inmediato del trotskismo es la conquista del poder, ningún programa puede considerarse transicional si no incluye consigna de gobierno. Nos referimos a la consigna concreta , es decir, cuál es la superestructura obrera que debe reemplazar a la burguesa y los pasos para lograrla. Esto significa levantar consignas tales como “gobiernos del PS y el PC”, que debe ir acompañada, en el caso de Francia, con la de fuera los ministros burgueses”. En Afganistán, para dar otro ejemplo, planteamos “ fuera el gobierno militar, convocatoria inmediata a una Asamblea Constituyente con libertad para los partidos obreros ”. En España o Inglaterra diríamos “abajo la monarquía”, acompañada por la consigna de asamblea constituyente u otra que resultara adecuada.

Distinto del problema del gobierno, que se asienta en los partidos políticos, es el del Estado burgués, que se asienta en instituciones: presidencia, ministerios, parlamento y la más importante de todas que es la fuerza armada. Frente a esta estructura del Estado, el trotskismo siempre plantea una república de tipo soviético, asentada en las organizaciones obreras de base.

El tercer pilar, que constituye el eje central del programa, es la superación de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado. Esto implica la crítica constante y brutal a los partidos obreros contrarrevolucionarios, agentes del capital en el movimiento obrero, y a las burocracias sindicales. Simultáneamente con la lucha por aplastar, barrer, masacrar a las direcciones traidoras, construimos el partido revolucionario, que sólo puede ser un partido trotskista.

Toda la actividad del partido trotskista se basa en el método y los ejes que mencionamos. En otras palabras: nunca levantamos una consigna aislada o un conjunto anárquico de consignas, sino un sistema de consignas que lleve a la clase obrera a las siguientes conclusiones: que la solución de todos los problemas, por mínimos que sean, exigen la insurrección contra el gobierno burgués y la conquista del poder por el proletariado; que esto exige la construcción de una dirección revolucionaria, derrotando a los partidos obreros traidores.

9. El reformismo de la OCI

Por todo esto decimos que la política de la OCI es absolutamente reformista, al servicio del campo de Mitterrand.

En primer lugar, todas las consignas y tareas que plantea, son las mismas del gobierno burgués, con el agregado de algunos lemas extraídos del Programa de Transición , que aparecen en su prensa planteados de manera abstracta y por motivos puramente rituales.

En segundo lugar, al no estar ligados a las reivindicaciones transicionales y al problema del poder, no constituyen un programa sino una suma de consignas anárquicas, sin jerarquización ni vinculación entre si. Es decir, son todas consignas mínimas , que no cuestionan la propiedad privada capitalista ni el poder burgués por más que algunas de ellas estén extraídas textualmente del Programa de Transición .

Finalmente, como lo demuestra el ejemplo de Logabax (y muchos ejemplos más que no citamos para no extendernos demasiado), el método de la OCI no es la movilización sino la negociación. Insistimos en que los trotskistas no nos oponemos a la negociación. Pero para nosotros lo fundamental es la movilización de las masas, y en ese marco negociamos con la patronal o el gobierno en el momento y en los términos en que la relación de fuerzas nos obliga a ello. Para la OCI y todos los reformistas, en cambio, lo fundamental es la negociación, y en ese marco la presión de las masas puede obligarle a llamar alguna que otra vez a la movilización.

Como síntesis de toda su política oportunista-revisionista, la OCI no tiene una política para superar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado francés. Junto al Proyecto de informe político aparece una “Resolución sobre el partido de los 10.000”. En ella no aparece ninguna mención del PS ni del PCF y de la necesidad de combatirlos. Por otra parte, si antes de las elecciones había en su prensa una campaña sistemática contra el PCF y otra, no tan brutal contra el PS, ahora los ataques contra los stalinistas se han suavizado y los ataques a los socialdemócratas han desaparecido por completo.

Por eso, la construcción del “partido de 10.000” es una frase ritual más: toda la política de la OCI conspira directamente contra la construcción del partido trotskista revolucionario”.

Capítulo IX
UN PROGRAMA OPORTUNISTA FRENTE A LAS NECESIDADES Mínimas DE LAS MASAS

Decíamos en nuestra Carta al CC del POSI que una de las características fundamentales del bolchevismo y el trotskismo, y a la vez aspecto fundamental del método del Programa de Transición , es la agitación constante de consignas que movilicen al proletariado a partir de sus necesidades más sentidas. Aun a riesgo de parecer repetitivos, conviene detenernos en esta cuestión, insuficientemente desarrollada en la Carta.

El Programa de Transición plantea que nuestra “tarea consiste en la movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria (p. 12).

El concepto de movilización sistemática se repite en cada una de las tareas enumeradas por el programa:

·         La desocupación y la carestía de la vida exigen consignas y métodos de lucha generalizados (ídem ).

·         Contra la carestía de la vida sólo es posible luchar con una consigna : la escala móvil de salarios” (ídem).

·         La lucha contra la desocupación es inconcebible sin el llamado a una amplia y audaz organización de obras públicas ” (op. cit., p. 18).

·         Y en síntesis: “La ‘posibilidad’ o ‘imposibilidad’ de realizar las reivindicaciones es, en el presente caso, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha (op. cit., p. 13).

Ahora bien, la OCI se opone a este concepto de movilización con un argumento bastante sofisticado en el que conviene detenerse. Veámoslo tal como lo plantea el Proyecto de informe político, a través de un ejemplo.

Entre las empresas que el gobierno piensa nacionalizar está la Thomson-Brandt, gran multinacional de la industria eléctrica y electrónica que produce desde electrodomésticos hasta aparatos de radar y computadoras. En la empresa estalla un conflicto cuando el gobierno anuncia que sólo nacionalizará la cara central, no sus numerosas filiales y subsidiarias. Esto implica una reestructuración de la empresa, con un gran número de despidos.

La célula local de la OCI publica un volante diciendo: “No a los despidos, anulación del nuevo plan de reestructuración del grupo Thomson-Brandt, pago integral de los días no trabajados, empleo para los temporarios, indexación de los salarios conforme al alza del costo de la vida ” (citado por el Proyecto. .. p. 6).

Lambert comenta: “La línea política de ese volante es directamente opuesta a la línea de este informe” (op. cit., p. 6). ¿Por qué?

Todas las consignas -las enumeradas más arriba- (...) están totalmente separadas ‘a la manera stalinista, como consignas ‘económicas’, de la consigna política de la nacionalización sin indemnización ni derecho a la readquisición, ausente en esta enumeración. En otras palabras, nuestro camarada invita a los trabajadores a lanzarse a ‘la lucha, la lucha’ por reivindicaciones ‘económicas’, las cuales, al estar ausente la consigna de nacionalización, implican que evacuamos el contenido transitorio -político- de esas reivindicaciones que, por otra parte, se le libran en desorden al trabajador; dado el carácter de algunas de esas reivindicaciones, ese desorden implica que de hecho se les propone a los trabajadores la lucha. . . por la huelga general ‘reivindicativa’ “ (op. cit., p. 6).

Vamos a desentrañar esta trampa para incautos. Aquí se está diciendo que es incorrecto plantear la consigna “contra los despidos” sin unirla a la de nacionalización sin pago. (Esto, digamos de paso, es lo opuesto a lo que se propone en Logabax, donde la OCI no plantea la nacionalización porque los obreros confían en el gobierno. ¿Acaso los obreros de la Thomson-Brandt no confían en el gobierno?) Pero acá se dice algo más. Puesto que los trabajadores levantan consignas “económicas”, puramente “reivindicativas” y no levantan la consigna transicional de nacionalización sin pago. . . ¡no se les debe llamar a la lucha!

Esta es una tergiversación repugnante del Programa de Transición y su método. Los trotskistas impulsamos todas las luchas de los trabajadores, por “reivindicativas” que sean, y en el curso de las mismas buscamos darle un contenido transicional, a través de la movilización permanente. Concretamente, en el caso de la Thomson, la OCI dice: “Es un error impulsar esta lucha porque los trabajadores no se están movilizando por la nacionalización sin pago de la empresa”.

Los trotskistas decimos: “Salgamos a la huelga contra los despidos y la reestructuración. Para que no haya despidos, nacionalización sin pago de la Thomson, con control obrero para imponer nuestra reestructuración, acorde con nuestros intereses y no los de la patronal”.

La diferencia entre la OCI y los trotskistas es la diferencia entre no movilizar basándose en un argumento ultrarrevolucionario (en realidad profundamente reformista por sus consecuencias), y elevar una lucha “económica” al nivel político planteando consignas transicionales en la propia movilización.

Toda lucha obrera parte de esas reivindicaciones que el Proyecto llama con tanto desprecio “económicas”. Elevarla al nivel “político” mediante consignas transicionales es la tarea de nosotros, los trotskistas. Abandonar la lucha por las reivindicaciones económicas, que es la política de la OCI, es abandonar toda lucha. Esto la OCI lo sabe muy bien, su actitud de despreciar “la lucha, la lucha” esconde, tras un argumento ultraizquierdista, la abyecta política reformista de no movilizar a las masas.

A lo largo del presente capítulo, veremos cómo el desprecio por “la lucha, la lucha” se traduce en la militancia práctica de la OCI.

1. La situación del proletariado francés

Empecemos por conocer un poco la situación del proletariado y las masas trabajadoras francesas bajo el actual gobierno. En los comienzos del mandato de Mitterrand, tenemos el siguiente cuadro: aumento de la tarifa del gas en 22% y la luz en un 15%; aumento del precio de la gasolina en seis céntimos el litro; aumento de los alquileres de vivienda en un 10 al 13%; aumento de las tarifas del transporte público de pasajeros en un 14%. Por otra parte, el aumento del salario mínimo es de un 10%, y existen 1.800.000 desocupados, además de un cifra indeterminada de subempleados, trabajadores que sólo obtienen trabajos temporarios, (Todos los datos son de Le Monde , 1, 2, 7, 10 y 18 de julio de 1981).

Seis meses más tarde, la situación es mucho peor. Según Informations Ouvrieres Nro. 1025, “se ha franqueado el umbral de los dos millones de desempleados (...) cifra oficial a la que re deben agregar los miles y miles de jóvenes en busca de su primer empleo, a los cuales no se computa como desempleados”. Además, “la desocupación sigue en aumento”.

Una “Declaración aprobada por el Comité Central de la OCI”, publicada en I.O. 1030 lo sintetiza todo:

“Los salarios están congelados, los precios siguen en ascenso, los alquileres se vuelven una carga cada vez más pesada —tan pesada, que crece el número de desempleados que no pueden pagarlos-; las condiciones de trabajo, lejos de mejorar, se vuelven tan intolerables que, en una oficina de correos, los trabajadores protestaron contra el ‘local giscardiano’ en que se les obliga a trabajar, es decir, contra el hecho de sufrir las mismas condiciones de trabajo que bajo Giscard. Sin hablar del aumento del ritmo de trabajo (....) Sin hablar de la negativa obstinada a reclasificar a los obreros semiespecializados de Renault (....) Sin hablar del aumento en las cotizaciones al seguro social. Sin hablar de las increíbles maniobras mediante las cuales se busca hacer pagar la disminución de la jornada laboral mediante el trabajo sabatino e inclusive la disminución de salarios. Sin olvidar la cifra oficial de dos millones de desocupados y las sombrías previsiones para 1982".

Tenemos, entonces, un panorama extraordinariamente sombrío, que ya ha generado varias luchas de importancia de los trabajadores franceses, como en la Renault y otras empresas, como veremos más adelante.

2. La OCI no lucha contra la miseria del proletariado francés

El Programa de Transición, como vimos, plantea la necesidad de luchar contra estas plagas del capitalismo. Y propone una serie de medidas de lucha concretas:

Contra el aumento de precios y la caída del salario real; “...la escala móvil de los salarios. Esto significa que los contratos colectivos de trabajo deben asegurar el aumento automático de los salarios correlativamente con la elevación del precio de los artículos de consumo” (p. 12).

Contra la desocupación; “.. ha llegado el momento de lanzar, junto con la exigencia de obras públicas, la consignada la escala móvil de trabajo” (p. 13).

Estas consignas deben formar parte de “un plan general, trazado para un período de varios años (....) desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, y no de los explotadores’ (p. 18).

Aquí tenemos, si se quiere, el método del Programa en todo su esplendor; desde las reivindicaciones más elementales, contra el desempleo y la caída del salario real, hasta la elaboración de un plan económico obrero.

La OCI no tiene un plan para luchar contra la miseria del proletariado; se limita a denunciarla. Cuando decimos plan, nos referimos a una campaña da agitación sistemática, con “consignas y métodos da lucha generalizados” como dice el Programa de Transición (p. 12). Aquí y allá aparecen consignas; aumento de salarios y pensiones en relación con al costo de la vida en I.O. No. 1005; congelamiento de precios en I.O. No 1014; escala móvil de horas da trabajo en el Nro. 1020. La citada “Declaración del CC” ( I.O. Nro. 1030) trae una lista de consignas, que citamos a continuación, intercalando algunos comentarios; “Por un verdaderos control de precios (¿aplicado por quién? No se dice); por un aumento general de salarios en relación al aumento da precios; por la disminución del horario de trabajo sin contrapartida y respetando la legislación de 1936; por la medida de urgencia de dar trabajo obligatoriamente a los desempleados (¿y por qué no se levanta la consigna da ‘plan de obras públicas’? Respondemos; porque sería una exigencia a formular al gobierno, cosa que la OCI evita por todos los medios); por la satisfacción de las reivindicaciones de los trabajadores inmigrantes (¿cuáles son esas reivindicaciones? ¿Quién debe satisfacerlas y cómo lo obligamos a que las satisfaga?); por la nacionalización sin indemnización ni derecho a readquisición da los grandes grupos capitalistas (¿y el control obrero? Sin esto último, “nacionalización” significa para los trabajadores un mero cambio de patrón); por un plan de producción que no responda a las necesidades de la ley de ganancia ni a las exigencias de los capitalistas, sino a las necesidades de los trabajadores” (I.O. No 1030).

Si esta última consigna, es el “plan general trazado para un período de varios años” que menciona el Programa de Transición?, ¿dónde están los “métodos de lucha” para imponerlo? Respondemos; no están en I.O. ni en el Proyecto de informe político, ni en la “Declaración del CC”. Y agregamos; no es casual, porque toda movilización en última instancia se dirigirá contra el gobierno de Mitterrand, jefe del campo ‘progresivo”

Esto lo explica con claridad Stephane Just, en el documento del Buró Político que también será discutido en el XXVI Congreso de la OCI;

“En el momento actual debemos expresar qué es lo que las masas esperan del gobierno, lo cual no significa que todas las reivindicaciones deben ser formuladas en dirección al gobierno: lo regla general es que debemos formularlas en dirección a la patronal, y no forzosamente en términos de acción inmediata” (La Lettre d’Informations Ouvrieres, Nro. 11).

Aquí está la justificación teórica de la negativa de la OCI a movilizar; las aspiraciones de las masas están depositadas en el gobierno, y la conclusión implícita de ello es que contra el gobierno se movilizarán cuando esas aspiraciones se vean traicionadas. La tarea (o “regla general”) de la OCI es desviar las reivindicaciones hacia la patronal; cuando se dirijan contra el gobierno, la OCI las formulará (como en la “Declaración del CC”) pero no en “términos de acción inmediata”, de ahí la ausencia de métodos de lucha en dicha declaración y en toda la literatura de la OCI.

Cuando se dice que no todas las reivindicaciones deben formularse en términos de acción inmediata, podríamos estar de acuerdo con Just, pero bajo dos condiciones. La primera, es que se especifiquen las consignas que no son para la acción inmediata: por ejemplo, “cuando tengamos la fuerza suficiente voltearemos al gobierno burgués de Mitterrand”, o inclusive “fuera los ministros burgueses”. Las masas no se movilizarán por estas tareas en tanto confíen en el gobierno. Pero en una situación como la que vive el proletariado francés, “aumento de salarios”, o las consignas para poner fin al desempleo si son “para la acción inmediata” puesto que se trata de problemas de vida o muerte.

La segunda condición es que se aclare que “agitación” y “acción inmediata” no son sinónimos. Si la clase obrera confía en el gobierno, las consignas que se refieren al carácter burgués del mismo y la necesidad de derrocarlo evidentemente no son para la acción inmediata. Pero esto no significa que no las agitemos. Todo lo contrario; aplicamos la famosa frase de Lenin de “explicar pacientemente”, que para nosotros significa de manera constante y pedagógica.

Para Just, en cambio, si determinada consigna no es “para la acción inmediata”, entonces no se debe levantar, ni agitar, sino sólo plantear de vez en cuando, los días de fiesta, y de manera abstracta.

Las consignas enumeradas en la “Declaración del CC” son todas para la acción inmediata, vista la situación en que se encuentran las masas de Francia. Sin embargo, la OCI no menciona ninguna medida de lucha, porque todas esas reivindicaciones se dirigen contra el gobierno, y eso va contra la “regla general” de Just. Por eso reafirmamos lo dicho más arriba; la OCI denuncia los problemas de las masas francesas, pero no los combate.

Veamos algunos de esos problemas más de cerca.

3. La desocupación

Cuando el primer ministro Mauroy pronunció su discurso programático ante la Asamblea Nacional, el 8 de julio, había en Francia un millón ochocientos mil desocupados; esa cifra ya ha superado los dos millones. Mauroy presentó el siguiente plan, bautizado “guerra contra el desempleo” (guerre au chómage);

“El gobierno os propondrá en diciembre la aprobación de un plan de dos años (...) que organizará la lucha implacable contra el desempleo. Permitirá iniciar una transformación profunda de nuestra sociedad en 1984. Entonces se presentará un plan quinquenal más ambicioso”. (Le Monde, 10-7-81). Y en otra parte del discurso dice que el objetivo del primer plan es la creación de 200.000 puestos de trabajo para fines de 1984.

La OCI no sólo no plantea ninguna medida de lucha concreta contra el desempleo, sino que, en el comentario sobre el discurso de Mauroy dice; “Ningún trabajador puede dejar de apoyar el principio de tales planes”.

¿Qué es esto sino una broma cruel? El trabajador desocupado sabe que, según el plan de Mauroy, para 1984 habrá trabajo para el 10%, de los desocupados actuales (quién sabe cuántos serán para entonces), y que luego habrá un plan de cinco años. Por lo tanto, tendrá que esperar siete años para ver si los planes burgueses pueden eliminar el problema del desempleo. ¡Y la OCI le dice que tiene que aprobar ese plan! Y más aún, como demuestra el ejemplo de Logabax, debe ser paciente y darle al gobierno el tiempo que necesita para llevarlo a cabo.

El problema se agrava con la existencia de los “intérimaires” , trabajadores que obtienen empleos temporarios a través de las agencias de colocación. Este es uno de los sectores más explotados de la clase trabajadora, ya que la inestabilidad en el trabajo lo hace particularmente vulnerable a los ataques patronales.

La OCI atribuye -correctamente—gran importancia a esta cuestión. Pero cuando se trata de pasar de las denuncias a las propuestas para la acción, lo único que propone es la realización de un congreso de trabajadores temporarios para elegir una delegación que se presente al ministerio de trabajo con un petitorio.

Pues bien, la delegación se formó y fue al ministerio. El resultado de la entrevista, publicado en I.O. Nro. 1029, es un canto a la impotencia; el funcionario que recibió a la delegación hizo algunas vagas promesas, pero cuando se le preguntó por qué no se aplica la promesa electoral del PS, de obligar a las agencias a pagar al trabajador temporario un sueldo en el intervalo entre un empleo y otro, en la perspectiva de abolir el trabajo temporario respondió: “No hemos resuelto eso, porque provocaría la desaparición inmediata de las empresas de trabajo temporario. No lo deseamos. Indudablemente, llegaremos a ese resultado, pero no inmediatamente”. Agregó que el gobierno formularía un plan de tres años para poner fin al trabajo temporario.

La delegación se retiró llorando: “Por consiguiente, al gobierno se orienta de hecho hacia una ley que mantendrá el trabajo temporario durante tres años, por lo menos. ...¿Cómo se concilia esto con los intereses de la democracia y con el de los más afectados, los superexplotados trabajadores temporarios?”

Punto, fin del artículo. ¿Qué otra cosa esperaban? ¿Creían que una delegación al ministerio de trabajo, sin estar acompañada de ninguna medida de lucha, resolvería el problema?

Aplicando el método del Programa de Transición al problema del desempleo (incluyendo a los temporarios), tendríamos un programa como el siguiente:

“Compañeros trabajadores, hay en nuestro país más de dos millones de desocupados, cifra que aumenta constantemente y no incluye a los temporarios ni a los jóvenes que buscan su primer empleo. El gobierno nos pide un lapso de siete años para resolver el problema. El plan del gobierno contempla únicamente los intereses de los patronos, es una burla a nuestras aspiraciones y a las razones por las cuales lo elegimos. ¡Rechacémoslo!

“Que los comités de empresa convoquen a un congreso de delegados para elaborar un plan económico que contemple el trabajo para todos y apruebe las medidas de lucha necesarias para imponerlo. En ese congreso la OCI propondrá las siguientes medidas de emergencia;

·         Aumento inmediato de los impuestos a las ganancias patronales.

·         Anulación del presupuesto de defensa.

·         Que se utilice ese dinero para un plan de obras públicas que garantice trabajo para todos los desempleados, con sueldos fijados por los sindicatos.

·         Reintegro de los despedidos a sus antiguos puestos de trabajo,

·         Que se ponga a disposición del congreso de delegados los libros de contabilidad de las empresas en proceso de despedir trabajadores o de cerrar sus puertas. Una comisión nombrada por el congreso estudiará esos libros y en base a su informe el congreso dictaminará; las empresas que puedan reintegrar a los despedidos serán obligadas a hacerlo; las que no puedan, serán expropiadas de manera inmediata, sin indemnización y bajo control de los trabajadores de las mismas.

·         Las agencias de empleo temporario serán cerradas y puestas fuera de la ley.

·         La OCI alerta: la patronal y el gobierno no pueden aceptar este plan, porque el mismo se basa en nuestras necesidades, no en las ganancias de los patronos; es un plan opuesto al de Mauroy. Esto exige que el congreso adopte las medidas de lucha necesarias. Estarnos convencidos que sólo doblegaremos a la patronal y el gobierno mediante una huelga general con ocupación de fábrica, y proponemos que empecemos desde ya a prepararla con la creación de comités de huelga por fábrica y un comité de huelga nacional”.

Este programa es sólo un ejemplo, al que hay que adecuar mejor a la situación concreta. Sólo queremos señalar que la OCI no levanta ningún programa transicional por el estilo. Se contenta con la medida ultramínima de exigirle al gobierno que cumpla con su miserable plan burgués y sus promesas electorales, y a llorar cuando el gobierno dice que no puede hacerlo. En síntesis, la OCI ha renunciado a luchar contra el desempleo, porque ha renunciado a luchar contra la burguesía y el gobierno de Mitterrand.

4. El apoyo a las nacionalizaciones del gobierno

Decíamos en nuestra carta al CC del POSI que la OCI (u) apoya el plan de Mauroy, de nacionalizar una serie de empresas en crisis.

La OCI ha respondido parcialmente a nuestra crítica, diciendo que hemos tergiversado el editorial de I.O. al no citar, entre otras, las siguientes frases;

Este ejemplo es significativo en otro sentido. ¿Es correcto ‘reembolsar’ o ‘indemnizar’ a Agache-Willot? ¿Cuántos miles y miles de millones de francos han beneficiado a los grandes grupos de la siderurgia y las industrias eléctrica, electrónica y química? ( Bulletín Nro. 1, p. 31).

Con esto quieren demostrar que nosotros hemos tergiversad la línea del editorial; “En este editorial se pone claramente de relieve, en oposición al plan de nacionalizaciones del gobierno, la reivindicación de ‘nada de indemnizaciones’, la requisación de toda empresa que despide, etc .” (op. cit.,, p. 31).

Entonces, vamos a citar nuestra Carta al CC del POSI, a ver quién tergiversa;

“En lugar de hacer invocaciones a la supresión y a la colectivización de la propiedad privada, y por lo tanto ‘estar a favor.... de las nacionalizaciones’ que va a llevar a cabo el gobierno de Mitterrand, en el Programa de Transición se dice que hay que ‘prevenir a las masas contra los charlatanes del Frente Popular’, ya que son agentes del capital’, y no confiar más que en la ‘fuerza revolucionaria’, es decir, no confiar en el gobierno de los charlatanes, Trotsky hubiera dicho que Mauroy es un charlatán al servicio del capitalismo, que no hay que confiar para nada en él y solo en la fuerza revolucionaria de las masas, que hay que expropiar sin pago y luchar ya por la “toma del poder por los obreros y los campesinos ”.

El programa de la OCI(u) se transforma en un programa mínimo, que ‘está a favor de una medida ultraburguesa, que no soluciona absolutamente ningún problema y que no ataca en absoluto a la burguesía. Y paralelamente hay alguna que otra diferencia en el periódico, muy, muy excepcional, a través de preguntas algunas veces explícitas y otra en forma implícita, a la conveniencia de no pagarles a los burgueses que se expropian, Pero la línea positiva, editorial, ha sido el apoyo a priori, al plan de nacionalización del gobierno”.

Creemos que nuestra crítica fue perfectamente clara y no tergiversa en nada al editorial y la línea de la OCI. Nosotros sostenemos que su política es la de apoyar el plan de Mauroy, puesto que se dice que todo avance en ese sentido (de la aplicación del plan de nacionalizaciones) “sólo puede resultar positivo”, y que se debe estar “a favor, a priori, de la nacionalización”.

Y ritualmente, de tanto en tanto, se dice que lo ideal sería que no se indemnice a los capitalistas expropiados. ¡Justamente lo mismo que dicen Pablo, el PC y todos los reformistas que en el mundo han sido! Que las nacionalizaciones del gobierno burgués son progresivas, que debemos apoyarlas. Y de paso le decimos al gobierno que sería mejor no indemnizar a los capitalistas.

Si Lambert y Just dicen que los hemos tergiversado, entonces que nos digan dónde se dice en I.O. o en cualquiera de los materiales de la OCI(u); “El plan Mauroy es un plan burgués que consiste en nacionalizar empresas en crisis e indemnizar a sus dueños con el dinero que obtienen explotando a los obreros. Con ese plan, Mauroy y Mitterrand se muestran como lo que son, siervos abyectos de los capitalistas. La nacionalización que nosotros queremos es la expropiación sin pago y bajo control obrero de todas las empresas capitalistas y la imposición del control obrero de las ya nacionalizadas. Esa es la única ‘nacionalización’ a favor de los trabajadores, y que sólo puede ser lograda por un gobierno de los obreros y los campesinos. Por eso rechazamos el plan Mauroy.

Que Lambert y Just nos muestren donde se hace una campaña sistemática y brutal con la consigna “Abajo el plan burgués de Mauroy; por la nacionalización sin pago”.

Nosotros no la hemos encontrado. Lo único que hemos encontrado es, como dijimos, la aprobación del plan Mauroy “por principio y a priori”, y la sugerencia tímida de no indemnizar. Por eso, decimos que Lambert y Just son charlatanes al servicio de Mauroy, quien a su vez es un charlatán al servicio del capital.

5. La enseñanza

El problema de la enseñanza pública ha adquirido gran importancia últimamente, debido al cierre, bajo Giscard, de varios miles de escuelas públicas. Esto obliga a muchas familias trabajadoras a enviar a sus hijos a la escuela católica paga. El problema entonces radica en lo que significa la enseñanza católica como difusión de una ideología archirreaccionaria, y además en la disminución de los ingresos del trabajador.

Esta situación le exige al partido trotskista una política por la reapertura inmediata de las escuelas cerradas y frente a la respuesta inevitable del gobierno, de que “no hay fondos para ello”, la reivindicación de que se aumente el presupuesto para la enseñanza a costa, por ejemplo, del presupuesto militar.

Ese es un aspecto del problema. El otro es que la enseñanza es un hecho social y que todo el sistema educativo debe estar en manos de la sociedad, no en las manos caprichosas de cualquier grupo capaz de autofinanciarse, como es la Iglesia.

La campaña de la OCI, que se expresa permanentemente en todas las ediciones del periódico del Nro. 1000 al 1020, está sintetizada en la consigna “fondos públicos a la escuela pública, fondos privados a la escuela privada”. A partir del número 1021, y como si fuera una respuesta a esta crítica nuestra hecha en la Carta al Comité Central del POSI , esta reivindicación aparece ligeramente modificada: “sólo una escuela debe ser financiada por los contribuyentes: la escuela pública abierta a todos los niños ” (I.O 1025).

Esto no altera nada: la OCI hace campaña alrededor de la vieja reivindicación de los masones, los liberales y los socialistas burgueses: que el Estado debe dar fondos únicamente a la escuela pública, pero la escuela privada y confesional tiene derecho a coexistir con ella siempre que pueda autofinanciarse. Más adelante nos referiremos a este aspecto del problema y sus implicaciones profundamente reaccionarias. Ahora vemos qué se dice en I.O. sobre la reforma de la enseñanza:

“¿Quién mejor que los maestros, padres de alumnos y jóvenes para definir en qué sentido se debe reformar la escuela, expresar las necesidades y proponer medidas? Para quebrar la resistencia de los capitalistas, ¿no habría que apoyarse en los maestros, padres y jóvenes y movilizarlos (I.O. 1018). Esta es una posición liberal burguesa, que olvida el hecho de que los “padres y jóvenes” se dividen en burgueses, pequeños burgueses y proletarios. La posición trotskista, de clase, es la expropiación de las escuelas privadas y la estatización de todo el sistema educativo, bajo el control del movimiento obrero, y con un programa de estudios único, elaborado por los profesionales de la enseñanza y sujeto a aprobación también por las organizaciones obreras. Junto con ello, exigimos una serie de garantías para los estudiantes: un sueldo que los libre de toda obligación que no sea la de estudiar; derecho a la educación superior para todos los jóvenes; derecho al trabajo al concluir los estudios.

Ahora bien, nosotros ya habíamos formulado esta crítica en nuestra Carta al CC del POSI, y la OCI nos ha respondido. En I.O. No 1028 critica el “ curioso método de discusión ” de Moreno, puesto que en el citado artículo de I.O. 1018 , a continuación de las frases citadas por nosotros (y que son las mismas que aparecen un poco más arriba), se dice:

¿No habría que convocar a una conferencia nacional de delegados de maestros y padres, con las organizaciones obreras, preparada en todos los municipios de Francia, para discutir cómo se organiza la nacionalización laica de la enseñanza y las medidas a tomar para garantizar el derecho real a los estudios y a la formación profesional para todos?”

En nuestra Carta al CC del POSI, decíamos: “ Nos estamos refiriendo no a la simple mención, en dos o tres frases perdidas en algunos periódicos, de las tareas más elementales, sino a la campaña y agitación permanente y sistemática, en todos los periódicos, de las consignas ...”.

Este es precisamente el caso: sólo hemos encontrado el llamado a una conferencia nacional de padres y maestros con las organizaciones obreras en dos ediciones del periódico, un suplemento especial sobre la enseñanza en el Nro. 1017 y la citada del Nro. 1018. Por consiguiente, nuestra crítica es válida; se trata efectivamente de “dos o tres frases perdidas en algunos periódicos”, de ninguna manera una campaña tal como la entendemos los trotskistas. Se trata de la repetición ritual de algunas frases del léxico trotskista, nada más.

Alrededor del problema de la enseñanza, la OCI realiza dos campañas sistemáticas. Una es la de “fondos públicos a la escuela pública”; la otra, referida a la universidad, se refiere a la derogación de ciertas leyes giscardianas. A ambas nos referiremos más adelante, cuando veamos lo que la OCI hace, no lo que deja de hacer.

De todos modos, discrepamos con el llamado a la conferencia nacional hecho en esos términos. Las organizaciones obreras aparecen allí como un participante más, junto a los padres (sin diferenciación de clase) y los maestros. Nosotros pensamos, como decimos más arriba, que las organizaciones obreras son las que deben controlar y dirigir la tal conferencia y tener el voto definitivo sobre cualquier plan o programa que allí se elabore.

Segundo, la “nacionalización laica de la enseñanza” se contrapone por completo a la consigna sobre el destino de los fondos públicos y privados, que reconoce el derecho a la existencia de la escuela confesional. La consigna que se agita sistemáticamente es esta última.

Tercero, la conferencia debería resolver sobre las “medidas a tomar para garantizar”, etc., etc. ¿Por qué oculta la OCI las medidas que a su juicio se deberían tomar? Un partido trotskista diría: “La conferencia deberá discutir las medidas a tomar. Nosotros proponemos las siguientes, para que el movimiento obrero y los trabajadores de la educación empiecen a discutirlas....”.

Finalmente, las criticas de la OCI a nuestra Carta al CC del POSI empezaron a aparecer meses antes que la versión francesa de dicha carta. Por consiguiente, los lectores franceses no sabían que nosotros criticamos la falta de una campaña consecuente , no tal o cual frase aislada. ¡”Curioso método de discusión” es el vuestro, señores de la OCI!

6 - Los trabajadores inmigrantes

Dedicamos un capitulo aparte a los inmigrantes, puesto que constituyen aproximadamente la cuarta parte de los trabajadores manuales en Francia, y su sector más explotado. Los problema que afectan a todos los trabajadores -salarios, costo de la vida, desempleo, vivienda, etc.- están exacerbados al máximo en el caso de los inmigrantes debido a la discriminación racial. Además, les está prohibido organizarse sindicalmente y participar en la vida política del país. Los que se encuentran en peor situación son los indocumentados (“sans-papiers”): son aproximadamente 300.000, de acuerdo a cifras recientes, y están sujetos a expulsión inmediata del país.

El 26 de mayo, poco después de asumir el nuevo gobierno, el ministro del interior suspendió las expulsiones de inmigrantes, a la espera de las nuevas leyes que reglamenten su situación. La OCI aplaudió la medida: en I.O. Nro. 1002 se dice que la suspensión “es un importante primer paso en la satisfacción de las reivindicaciones de los trabajadores inmigrantes tras la caída de Giscard-Bonnet-Soléru. En segundo lugar, indica el camino a seguir para desmantelar el aparato represivo perfeccionado por Giscard-Poniatowsky-Peyrefitte (...) La medida de suspensión provisoria, a la espera del debate en la Asamblea Nacional, ha parado esa máquina que perturbaba sus vidas en nombre de las leyes giscardianas”.

Según la OCI, entonces, los trabajadores inmigrantes no deben desconfiar del gobierno burgués, socialchovinista, ni organizarse para luchar por sus derechos. ¿Para qué, si el gobierno satisface sus reivindicaciones? Pro veamos cómo fue el “debate en la Asamblea Nacional” y las “nuevas leyes”.

Según I.O. Nro. 1020, las leyes presentadas para regularizar la situación de los inmigrantes “distan de responder a las necesidades de igualdad y justicia reclamadas por ellos”. En efecto, los que deseen beneficiarse con las nuevas leyes deben tener 20 años de residencia en el país y “presentar pruebas irrefutables de ello ”. Se aprobó además un proyecto presentado por el senador socialista M. Roujas, que suprime el derecho de las organizaciones de inmigrantes con más de cinco años de existencia a “ luchar contra la discriminación ” y a ejercer “ ante la justicia los derechos reservados a la parte civil.

I.O: Nro. 1025 se refiere nuevamente a este problema, cuando informa que trabajadores inmigrantes de nueve empresas de la región parisina se declararon en huelga y ocuparon las fábricas debido a un nuevo decreto: los indocumentados tienen plazo hasta fin de este año para presentar ante las autoridades un contrato o por lo menos una promesa de trabajo; quienes no pueden presentarlo serán expulsados. Los ocupantes de las fábricas fueron expulsados “ brutalmente por la fuerza conjunta de una milicia patronal y la policía ”. El mismo I.O. denuncia que se trata de “ un verdadero engaño, porque la regularización de su situación de ‘indocumentados’ depende únicamente de la buena voluntad de los patronos ”.

¿Qué se propone para remediar la situación: “ Los militantes de la OCI unificada someten a la discusión (de los inmigrantes afectados) la propuesta de formar una delegación de las empresas afectadas que concurra al ministerio pasa exigir el retiro de las fuerzas de policía, la expulsión de las milicias patronales, la regularización inmediata e incondicional de la situación de los indocumentados y la intervención del gobierno para obligar a los patronos a dar a cada trabajador empleado un contrato de trabajo conforme a la ley ”.

En resumen, el gobierno dio “un importante primer paso” hacia la satisfacción de las reivindicaciones, por lo cual la OCI llamó a los inmigrantes a confiar en él. Luego ese “primer paso” se convirtió en un pisotón a los derechos de los inmigrantes, y la OCI sigue llamándolos a confiar: la única medida que propone es que se forme una delegación para concurrir al ministerio. Y en I.O. Nro . 1030 declara su apoyo a una manifestación convocada para el 12 de diciembre por la Maison des Travailleurs Inmigrés.

Nosotros no estamos en contra de la delegación al ministerio. Pero esa no puede ser la única medida, sobre todo porque los trabajadores están en lucha. Las formas de negociar son importantes, pero lo fundamental son las medidas de lucha. Si los trabajadores inmigrantes de nueve empresas están en huelga dirigidos por una “coordinadora de indocumentados”, hay ciertas tareas que se plantean de manera casi automática, para extender la lucha y garantizar su triunfo: que la “coordinadora extienda su radio de acción hasta abarcar a todos los inmigrantes, indocumentados y documentados. Así, lo que inició cómo un pequeño organismo ad hoc , puede convertirse en una poderosa organización única de todos los inmigrantes de Francia, y con una dirección independiente de la burocracia sindical, a la cual los inmigrantes odian con justa razón por su racismo.

Esta organización podría dirigir la lucha por todos los derechos de los inmigrantes (derechos que hasta ahora la OCI no se ha dignado siquiera mencionar). Por ejemplo, en la campaña electoral el PS les había prometido el derecho al voto, Una vez en el gobierno, anunció que sólo podrían votar a nivel municipal. Y terminó negándoles ese miserable derecho. Podrían luchar por sus derechos a obtener los mismos salarios que los obreros franceses. Podrían luchar por sus derechos nacionales: tener escuelas bilingües y conservar sus idiomas, costumbres y cultura.

Todo eso podría hacer, si existiera un partido revolucionario que lo planteara. La OCI no es ese partido. Sus escasos artículos sobre los trabajadores inmigrantes se limitan a apoyar sus luchas sin ofrecerles ninguna perspectiva revolucionaria. Al contrario, lo único que propone es una delegación al ministerio, es decir, en última instancia, a que confíen en que el gobierno que ha decretado la expulsión resolverá sus problemas.

7. El problema de clase en esta discusión

Estas deficiencias de la OCI(u) y de Lambert con respecto a los trabajadores inmigrantes (que, por otra parte, no son siquiera mencionados en el Proyecto de informe político ) no obedecen a un olvido casual. Detrás del revisionismo de Lambert y de su adaptación a la socialdemocracia hay un problema de clase.

La OCI(u) es una organización formada por sectores de la aristocracia obrera y trabajadores de “cuello blanco”. Es un partido de 5.000 militantes, de los cuales entre 500 y 1.000 son maestros, profesores y profesionales. En cambio, en una fábrica como la Renault tiene una célula de solamente dos militantes (hasta hace poco eran tres, pero uno fue expulsado por apoyar nuestras criticas en este debate). Por eso no es casual su frente único con Bergeron y Force Ouvriere, que es justamente la organización sindical de los trabajadores de cuello blanco.

En el terreno organizativo la OCI(u) también se adepta a la socialdemocracia y los estratos asalariados privilegiados. Llevada de la mano por Lambert, la OCI ha abandonado la organización del partido por empresas, gremio o sindicato en favor de la organización barrial, como el PS.

Tanto por su política como por su organización, la OCI(u) se aleja cada vez más del sector social al cual debería dirigirse como base de su militancia y dirección: el proletariado industrial y su sector más explotado, los trabajadores inmigrantes. El escaso trabajo que realiza en este medio, por lo que refleja I.O. no tiene como centro las fábricas sino los foyers , es decir, las lugares de residencia.

No es trotskista el partido francés que no se oriente hacia los obreros industriales y los trabajadores negros, árabes, antillanos, mediterráneos y las mujeres trabajadoras. Sólo estos sectores, los más explotados, pueden ser trotskistas consecuentes porque son anticapitalistas y antiimperialistas. Los sectores a los que se dirige la OCI(u) son “anticapitalistas” en un sentido estrecho, puesto que jamás denuncian ni se movilizan contra el imperialismo francés, la máxima expresión del capitalismo.

Por eso, no hay dirección trotskista en Francia, si no es una organización llena de camaradas negros, árabes y mujeres trabajadoras.

¡Fuera de la dirección de la OCI(u) los burócratas corrompidos de la UNEF y de la CGT (Force Ouvriere), pagados directa o indirectamente por Bergeron! ¡Por una orientación hacia los trabajadores inmigrantes, industriales y mujeres!

¡Llenar a la OCI(u) de los obreros más explotados, desplazando a la aristocracia obrera y a los burócratas de UNEF y FO!

Capítulo X
UN PROGRAMA Mínimo FRENTE AL ESTADO Y LA IGLESIA

Un problema vital para el partido revolucionario es el de dotarse de un programa para la destrucción de las instituciones mediante las cuales la burguesía ejerce su dominación. Nos referimos a todo ese dispositivo de ministerios, secretarías de Estado, jerarquías de funcionarios, fuerzas armadas, que comúnmente llamamos “aparato estatal”, coronado en el caso de Francia por la presidencia de la república.

Cuando un nuevo gobierno sube al poder, es muy común que efectúe algunos cambios superficiales, desde el reemplazo de altos funcionarios del gobierno anterior por gente adicta, hasta la reforma constitucional. El gobierno de Mitterrand no es una excepción: ha derogado la pena de muerte; ha promulgado una ley de amnistía (muy limitada, por cierto), está estudiando una llamada “ley de descentralización” , que limita los poderes de las prefectos de las departamentos mientras aumenta los de los concejos municipales.

Para los marxistas, el objetivo de tales “reformas” no es ningún secreto: se trata de abolir algunas instituciones o leyes particularmente irritantes para las masas, sin alterar nada en lo esencial. Es decir, “cambiar algo para que todo siga igual”.

Nosotros consideramos que en cada etapa de la lucha de clases, el partido trotskista debe tener un programa para la destrucción del Estado burgués y sus instituciones, planteando al mismo tiempo el tipo de instituciones que deben reemplazarlas: soviets, elección popular de los funcionarios públicos con revocabilidad inmediata, etcétera. Y tratándose de un Estado bonapartista como es la V República francesa, una de nuestras consignas permanentes debe ser “abolición de la presidencia”.

En nuestra Carta al CC del POSI criticábamos a la OCI par carecer de un programa para la destrucción de la V República. En el presente documento hemos visto que ello se debe a que la OCI ha trasladado su teoría de los “campos” al seno del aparato estatal y considera que la elección de Mitterrand es “incompatible” con la existencia de la V República.

La OCI ha respondido a nuestra crítica diciendo que sí tiene un programa para la destrucción del Estado burgués de la V República. Programa que se expresa, según ellos, en el siguiente pasaje del Proyecto de informe político .

Es imposible respetar la voluntad expresada por las masas el 10 de mayo y el 14 y 21 de junio, mientras se respetan la V República, la Constitución y sus instituciones antidemocráticas. El aparato de Estado (que es un aparato de Estado burgués) de la V República es un aparato de Estado bonapartista. Es necesario quebrarla. La OCI unificada apoyará todo paso que el gobierno Mitterrand-Mauroy pueda dar por este camino, sin tomar en cuenta su política” (Citado en “Acerca del problema del frente popular y la política de la OCI unificada”, Bulle tin intérieur de informartion et de discuesion international Nro. 1, 30-11-81).

Esta no hace más que ratificar nuestra crítica: el único programa que tiene la OCI para la destrucción del Estado burgués es el apoyo a “toda paso” que el gobierna burgués de Mitterrand pueda dar en ese sentido. No se dice qué se debe hacer en el caso de que el gobierno no dé ningún paso en ese sentido (que es, desde luego, lo que está ocurriendo) ni se contraponen instituciones obreras a las del Estado burgués.

Y como pasa reafirmar aún más lo que decimos, en la “Declaración del CC” publicada en I.O. Nro. 1030 aparece una lista de consignas, algunas de las cuales tienen que ver can el problema del Estado. Estas son:

·         “Por la derogación de todas las leyes antilaicas, la supresión de los créditos públicos a la escuela libre y confesional y la entrega íntegra de las mismos a la escuela pública;

·         “Por la revocación inmediata de los altos funcionarios impuestos por Giscard y que siguen en sus puestos, y que organizan el sabotaje”;

·         “Por la reducción inmediata del servicio militar a seis meses”

Vamos a ver qué significa este “programa”, tanto por lo que dice como por lo que omite.

1. Primera omisión: la V República

Podemos decir que hasta el 10 de mayo pasado, la OCI tuvo una política que constituye una cátedra de trotskismo en cuanto a los principios. Denunció constantemente su carácter bonapartista, que otorga poderes casi ilimitados a la presidencia, mientras anula los del parlamento. Señaló siempre el carácter antidemocrático del aparato estatal, como retroceso frente a las conquistas de la propia democracia burguesa. Esta política de la OCI se expresaba en la agitación de la reivindicación “abajo la V República”, concretada en consignas para la acción tales como: “echar a Giscard para derrocar a la V República”, “frente único de los partidos obreros contra los partidos e instituciones de la V República”, etcétera. El ataque al aparato estatal bonapartista era el eje de las campañas políticas de la OCI, centradas en los gobiernos que ejercían las funciones estatales. De ahí la lucha feroz contra los gobiernos sucesivos de De Gaulle, Pompidou y Giscard.

Desde que subió Mitterrand al gobierno, la reivindicación “abajo la V República” ha desaparecido por completo, de la agitación y la propaganda de la OCI, como lo demuestra la lista de consignas que reproducimos más arriba.

Evidentemente, no puede agitarse por el momento la consigna “echar a Mitterrand para destruir la V República”. Esta seria una política ultraizquierdista estéril, puesto que las masas todavía confían en el nuevo gobierno. Pero esto no significa que la consigna “abajo la V República” debe desaparecer de la agitación del partido revolucionario, siquiera momentáneamente. Todo lo contrario: ahora que se inicia un ascenso del movimiento de masas es necesario agitarla más que nunca, no sólo porque se puede encauzar la movilización obrera y popular hacia la destrucción del Estado burgués, sino también porque en ese proceso se puede desenmascarar al gobierno de Mitterrand como acérrimo defensor de la V República. Lo único que cambia con respecto a la etapa anterior, es la formulación táctica de las consignas. Por ejemplo;

“Para que se respete la victoria de las masas es necesario desmantelar el estado RPR-UDF, terminar con la V República, sus instituciones y su Constitución. Hemos elegido a Mitterrand contra la V República, pero él dice que las instituciones están bien hechas (ver su entrevista en Le Monde del 2 de julio), hasta ahora no ha cambiado nada ni piensa hacerlo en el futuro”.

“Por eso debemos confiar solamente en nuestras fuerzas. ¡Sólo nuestra movilización independiente puede liquidar a la V República! ¡Convocatoria a una Asamblea Nacional que asuma plenos poderes ejecutivos y legislativos hasta dotar a Francia de una nueva Constitución! ¡Que sus miembros sean elegidos en asambleas locales y puedan ser revocados cuando, a juicio de los electores, traicionan sus mandatos!”

“En dicha asamblea, los trotskistas propondremos una nueva estructura estatal, basada en concejos obreros locales que elijan delegados a un consejo obrero central, el cual concentraría todos los poderes de Estado y principalmente la fuerza armada”.

2. Segunda omisión: la presidencia de la república

La institución que corona todo el dispositivo estatal bonapartista es la presidencia de la república. En Francia este fenómeno es especialmente pronunciado; la Constitución gaullista otorga al presidente unos poderes casi ilimitados; por ejemplo, es él quien determina el orden del día que debe discutir el parlamento. Esta institución, que cumple un papel casi decorativo, no tiene poderes para oponerse al presidente. La presidencia inclusive puede emitir decretos (ordenances) con fuerza de ley, que no están sujetos a aprobación por al poder legislativo.

Por todo esto, las consignas por la abolición de la presidencia y su reemplazo por un organismo obrero debe formar parte de le agitación constante del partido revolucionario contra la V República. Pero igual que en el caso anterior, la OCI se ha “olvidado” de esto desde el 10 de mayo. Aunque jamás explica el por qué de esta ausencia, nosotros creemos que el mismo se deduce fácilmente de toda su política. La OCI considera que la sola elección de Mitterrand es incompatible con la existencia de la V República, de ahí que todo su programa en este terreno se reduce e impulsar los “pasos” que él dé en este sentido. Pero para dar “pasos” de debe contar con los poderes necesarios, y no hay institución en Francia que los posea en mayor grado que la presidencia.

Nuestra conclusión no se basa en una afirmación explícita de la OCI sino que es la consecuencia lógica de toda su política. La OCI está en contra de levantar las consignas por la abolición de la presidencia porque considera que esa institución, en manos del “burgués antiburgués” Mitterrand, es la herramienta para destruir a la V República desde adentro.

¿Es errónea esta afirmación? En todo caso nadie puede tacharla de aventurada ni especulativa, puesto que se basa en los hechos rigurosamente comprobados que exponemos más arriba. La OCI sólo podrá convencernos que estamos equivocados si nos muestra, periódico a periódico, las consignas que ha levantado contra la presidencia a partir del 10 de mayo.

3. Tercera omisión: las fuerzas armadas burguesas

Una de las consignas en el “programa” de la “Declaración del CC” es “ por la reducción inmediata del servicio militar a seis meses”.

Fue quizá pensando en ella que Francois Forgue dijo, en su artículo de respuesta a Capa en Correspondencia Internacional Nro. 13 ; “¿Puede haber alguien que tenga verdaderamente la audacia de pretender (. ,.) que le OCI apoya a las fuerzas armadas de su imperialismo?”

Pues sí, nosotros afirmamos eso, y no con audacia (en el sentido de ser especulativos o de inventar hechos) sino estrictamente en base a la realidad. Inmediatamente antes de la frase citada, Forgue dice que no se deben “confundir momentos diferentes de la situación” y aclara:

“La forma concreta de la lucha de las masas contra el Estado burgués, el eslabón que en este momento las masas pueden tomar para movilizarse contra el mismo son los sectores del aparato de Estado como la policía, las policías paralelas ‘institucionalizadas’, la alta administración que posee todas las palancas de mando del Estado” (op. cit.). Y en base a esto afirma que no se puede acusar a la OCI de apoyar a las fuerzas armadas imperialistas.

Expresado en términos de documento, tenemos: Visto que las masas en este momento no prestan atención al problema de las fuerzas armadas y considerando que sólo se deben agitar las consignas que sirvan para la movilización inmediata, la OCI resuelve.... ¡abandonar la lucha contra las fuerzas armadas! Y solamente un “audaz” puede pensar que esto constituye una forma de apoyo a las fuerzas armadas del imperialismo trances.

Nosotros, con la audacia que nos brinda nuestro firme apoyo sobre el método marxista, afirmamos que la OCI sí está apoyando a las fuerzas armadas del imperialismo francés, pero en forma vergonzante, negativa, al negarse explícitamente a combatirlas. Consideramos que si existe un buen momento para pasar de la propaganda a la agitación por la destrucción de las fuerzas armadas, ese momento es el presente , cuando las masas están en ascenso y aspiran a liquidar ese enemigo eterno que es el ejército burgués. Si sus ilusiones las hacen creer que Mitterrand lo hará entonces debemos combatir esas ilusiones en el terreno de la denuncia del gobierno y la movilización.

La consigna “por la reducción del servicio militar a seis meses” merece párrafo aparte. ¿Qué significa esta consigna aisladamente, como la expresa la OCI(u)? Aclaremos que tácticamente podemos coincidir con ella, puesto que se trata de una promesa electoral incumplida por el gobierno, y una reivindicación por la cual la juventud se está movilizando multitudinariamente. Pero en primer lugar, la OCI no centra sus ataques en el gobierno por no cumplir con sus promesas, sino en el PC por aceptar públicamente la duración actual del servicio militar (un año).

En segundo lugar, la reducción del servicio militar es una consigna mínima, reformista, que no atenta contra las fuerzas armadas burguesas si no esté unida a un programa de consignas transicionales al efecto. Veamos qué decía Trotsky:

“No podemos oponernos al entrenamiento militar obligatorio por parte del Estado burgués así como tampoco podemos oponernos a la educación obligatoria por parte de ese mismo Estado. El entrenamiento militar aparece ante nuestros ojos como parte de la educación” (“Sobre la conscripción”, 9-7-40; Escritos, tomo XI, vol. 2, p. 435). Y aclara:

“Estamos absolutamente a favor del adiestramiento militar obligatorio, lo mismo que de la conscripción. ¿Conscripción? Sí. ¿Por el Estado burgués? No. No podemos confiar esta tarea, ni ninguna otra, al Estado de los explotadores”.

“En nuestra propaganda y agitación debemos diferenciar claramente estas dos cuestiones. Es decir, no luchar contra la necesidad de los trabajadores de ser buenos soldados y de construir un ejército basado en la disciplina, ciencia, cuerpos fuertes, etcétera, incluyendo la conscripción, sino contra el Estado capitalista que hace abuso del ejército en favor de la clase explotadora” (op. cit., pp. 434-435). Y poco después:

“Nuestros camaradas deberían ser los mejores soldados y oficiales y, al mismo tiempo, los mejores militantes de clase. Deberían provocar en los trabajadores desconfianza hacia la vieja tradición, los planes militares de la clase burguesa y sus oficiales, e insistir en la necesidad de educar a oficiales obreros, que serán absolutamente leales al proletariado” (op. cit., p. 453).

De estos conceptos de Trotsky se desprende todo un programa transicional:

·         Control de la conscripción por las organizaciones obreras;

·         Empleo de las fuerzas armadas únicamente para repeler la agresión externa; no para atacar a otros países; desmantelamiento inmediato de todas las basas extranjeras y retiro de las tropas allí estacionadas;

·         Prohibición de utilizar a las fuerzas armadas para reprimir al movimiento obrero;

·         Salario mínimo industrial para los soldados, pagado por sus patronos;

·         Legalidad para los comités de soldados; que éstos se afilien a los sindicatos y centrales;

·         Que dichos comités elijan a los oficiales y suboficiales, bajo control de las organizaciones obreras; que garanticen un buen adiestramiento en el uso de las armas más modernas para todos los soldados; ¡no queremos ser carne de cañón! Hasta llegar al objetivo planteado por el Programa de Transición: “Sustitución del ejército permanente por una milicia popular en unión indisoluble con las fábricas, las minas, las granjas, etcétera”. (p. 30).

La OCI, con su consigna única (la cual, insistimos, sólo serviría tácticamente para denunciar al gobierno) tiene el “programa” contrario: que los obreros deben ser peores soldados que antes y permanecer siempre bajo el mando de sus oficiales burgueses, al servicio de los explotadores.

4. Se abandona la lucha contra la Iglesia

Una de las críticas formuladas en nuestra caria al CC del POSI se refería al empleo por parte de la OCI, de la consigna “fondos públicos a la escuela pública, fondos privados a la escuela privada”, porque la misma significa respetar el derecho de la Iglesia Católica a mantener sus escuelas y difundir su ideología putrefacta, con tal de que se autofinancie.

Nuestra crítica no ha provocado la menor respuesta de parte de la OCI. Ahora bien, I.O. (por ejemplo, en los números 1019 y 1020) ha dedicado mucho espacio a explicar cómo las escuelas católicas difunden su ideología al servicio de la explotación. Como denuncia está muy bien, pero lo curioso (mejor dicho, lo repugnante) es que la OCI sigue defendiendo el derecho de la escuela católica a existir y a contaminar las mentes infantiles: su única reivindicación sigue siendo la de no otorgar créditos públicos a la escuela privada, es decir, el viejo lema de la masonería, los liberales y el socialismo burgués.

Si consideramos que la Iglesia Católica, además de un colosal aparato al servicio de la contrarrevolución es una potencia económica (el Papa es en estos momentos el primer accionista de la Bolsa de Nueva York), el corte de los fondos públicos sería un golpe duro para ella, pero de ninguna manera la haría desaparecer de la escena. Por eso para los revolucionarios es un deber supremo emplear los métodos de la lucha de clases más implacable para quitarle a la Iglesia los medios con que cuenta para su acción contrarrevolucionaria. Esto significa, en otras palabras, expropiarle sus escuelas, clubes, hospitales, y todos sus medios de autofinanciación: fábricas, campos, etcétera. Significa obligar a los curas a trabajar, y a ejercer los ritos fuera de las horas de trabajo, así como el trabajador va a misa únicamente en sus horas libres. Significa, en fin, levantar un programa de transición contra la Iglesia:

·         ¡Fuera los curas y las monjas de la escuela, los sindicatos, los hospitales, las asociaciones deportivas y culturales, de toda actividad que no sea estrictamente la del culto!

·         ¡Expropiación inmediata y sin pago de todos los bienes de la Iglesia!

·         ¡Que los curas se ganen la vida trabajando, no difundiendo su pútrida ideología al servicio de la explotación!

·         ¡Fondos públicos a la escuela pública, fondos privados.. . también!

5. La teoría de los campos en el aparato gubernamental

La OCI no sólo considera que han surgido dos campos antagónicos a nivel de la sociedad, sino que ha trasladado esa teoría al seno del propio gobierno, y el aparato estatal. Según el Proyecto de Informe político, no existe un solo aparato gubernamental al servicio de la burguesía, sino los dos campos consabidos. El campo antiburgués comprende al presidente Mitterrand, los altos funcionarios nombrados por él y la mayoría de los ministros. El otro, por ahora mucho más poderoso, es el campo burgués de los funcionarios giscardianos y también algunos ministros.

Veamos algunos ejemplos de aplicación de esta política. En julio se produce una huelga en el aeropuerto Roissy-Charles de Gaulle, por el reintegro de seis sindicalistas despedidos. Este aeropuerto es, desde luego, una empresa estatal; por consiguiente, el patrón contra el cual se libra la huelga es el Estado, y concretamente el gobierno de Mitterrand. Pero la OCI no lo entiende así:

“¿Qué debimos haber hecho? Luchar por la victoria de la huelga, formulando una táctica que en su desarrollo plantease la ruptura con la burguesía, y en este caso, la revocación de los altos funcionados puestos por Giscard, que se mantienen en sus puestos” (Proyecto de in forme político, p. 5).

Resulta entonces que el patrón no es el gobierno sino los altos funcionarios, y no cualquier funcionario sino los que vienen de la administración anterior, que por alguna razón (quizá por falta de tiempo) el gobierno no ha removido.

Unas líneas más arriba, se dice: “Nosotros no dijimos: El ministro Fiterman es el responsable (de los despidos), sino que dijimos: la culpable es la dirección general (del aeropuerto)” (op. cit., p. 4).

Por lo tanto, los trabajadores de esta empresa estatal están luchando únicamente contra la administración del aeropuerto, que viene de la época de Giscard; no contra el ministro de transportes Fiterman (que pertenece al PC, y del cual nos enteramos de paso que pertenece al campo Mitterrandista), ni contra el patrón supremo de las empresas estatales, el presidente de la República. En otras palabras, según la OCI, cuando el patrón es el gobierno, los trabajadores no deben luchar contra él sino contra los representantes del campo enemigo que se encuentran en su seno.

Ejemplos como éste hay muchísimos, y los veremos cuando profundicemos en la política de la OCI para la actual etapa; señalamos el de Roissy para mostrar cómo responde a una concepción general, la de los “campos”, trasladada al seno del aparato estatal. El Proyecto de informe político eleva la línea aplicada en Roissy al nivel de una política general para el período:

“Debemos explicarles a las masas trabajadoras que (....) para respetar la democracia que echó a Giscard, hay que echar a esos altos funcionarios (giscardianos); revocarlos” (op. cit., p. 3).

Decíamos que algunos ministros del actual gobierno pertenecen al campo enemigo. El Proyecto de informe político menciona concretamente a cuatro ministros: el gaullista de izquierda Jobert, el radical Crépeau y los socialistas Delors y Rocard. “Aunque radicales y gaullistas de ‘izquierda’ estén totalmente marginados, su presencia en el gobierno es altamente significativa. Pero el hecho de mayor importancia reside en que, frente a la derrota de su representación política, la burguesía tuvo que tomar directamente a su cargo el combate político contra el gobierno de Mitterrand” (op. cit., P. 4).

Jobert y Crépeau son entonces miembros del campo enemigo en el gobierno; sin embargo, su debilidad, producto de la derrota de sus partidos en las elecciones, los hace insuficientes. Prosigue el Proyecto de informe: “Por el momento, el CNPF tomó a su cargo ese combate político contra ese gobierno burgués, que no puede considerar como suyo (...) El CNPF tuvo que tomar a su cargo tanto la reorganización de la representación política de la burguesía como el hecho de hacer estallar al PS, apoyándose en primer lugar en Delors y Rocard”.

Por consiguiente, los ministros Delors y Rocard, aunque socialistas, son también miembros del campo enemigo, y tienen mayor importancia que Jobert y Crépeau: por algo la patronal se apoya en ellos.

Eso de trasladar los campos al seno del gobierno tiene un objetivo claro, sobre el cual nos extenderemos al tratar la política de la OCI. Ese objetivo es preservar el campo, no hacer ni decir nada que pueda molestar a nuestros aliados del campo y fundamentalmente al jefe del mismo, el presidente Mitterrand.

6. Cómo desmantelar el aparato estatal, según la OCI

Hemos visto en el presente documento que, en varios conflictos obreros, sobre todo en empresas públicas, la OCI plantea que la movilización debe dirigirse contra los “altos funcionarios giscardianos que se mantienen en sus puestos”. En esos casos esta consigna cumple el papel de exculpar al gobierno de los problemas de los trabajadores e impedir que éstos se movilicen en su contra.

Pero esa consigna, a nivel programático, cumple otro papel, todavía más nefasto. La lista de consignas en la “Declaración del CC” incluye la de “revocación de los altos funcionarios”; el Proyecto de informe político nos aclara su significado:

“Debemos explicarles a las masas trabajadoras que (.....) para respetar la democracia que echó a Giscard, hay que echar a esos altos funcionarios; revocarlos. ¿Acaso no es esa una política de principios a nivel de la tarea principal que las masas trabajadoras deben resolver: destruir el Estado burgués desmantelando los instituciones reaccionarias de la  República?” (Proyecto p. 3).

Tenemos, entonces, que la “tarea principal” que deben resolver las masas es la “destrucción del Estado burgués”, y para ello deben “desmantelar las instituciones reaccionarias de la V República”. Y la manera “principista” de hacerlo consiste en revocar a los altos funcionarios giscardianos, o sea, reemplazarlos por funcionarios socialistas.

Digamos por empezar, que esta política no tiene nada de nueva. Bajo el gobierno provisional ruso los mencheviques y eseristas levantaban la consigna “por un ministerio de los partidos mayoritarios en los soviets”. A lo cual respondió Lenin:

“Un ministerio de los partidos mayoritarios en los soviets significa un cambio de personas en el ministerio, conservando todo el viejo aparato gubernamental, aparato íntegramente burocrático, íntegramente no democrático, incapaz de llevar a cabo reformas serias que constan hasta en los programas eseristas y mencheviques (...) Aun en aquellos ministerios que estaban en manos de los ministros socialistas quedó inalterado todo el viejo aparato administrativo, y frenó toda la labor”.

“Se comprende -concluye Lenin- Toda la historia de los países parlamentarios burgueses demuestra que un cambio ministerial significa muy poco, pues la labor administrativa real está en manos de un enorme ejército de funcionarios (....) Este ejército está atado por la sujeción a la jerarquía, por determinados privilegios del servicio ‘oficial’; los cuadros superiores de este ejército están totalmente supeditados, por medio de las acciones y de los bancos, al capital financiero y son, en cierta medida, su agente y el vehículo de sus intereses e influencia” (Obrar completas, T. XXVI, p. 451).

Es decir, para Lenin, reemplazar a los funcionarios burgueses por los de los partidos soviéticos (u los giscardianos- por socialistas mitterrandistas) significa dejar intacto el aparato estatal. Y mas aún: significa engañar a las masas al hacerles creer que las viejas instituciones en manos de funcionarios socialistas, pueden satisfacer sus necesidades.

El movimiento obrero revolucionario tiene una tradición, que se remonta a la Comuna de París, contra la burocracia de los funcionarios públicos. Esta se resume en las consignas:

·         Que las organizaciones obreras tomen a su cargo las funciones estatales;

·         Elección de los funcionarios por el movimiento obrero;

·         Que éstos permanezcan en funciones por períodos limitados, puedan ser revocados en cualquier momento por sus electores y reciban el mismo salario que un obrero medio.

Con esta cuestión de los funcionarios públicos se termina de redondear la política oportunista de la OCI con respecto a las instituciones estatales. Se abandonan las consignar “abajo la V República” y “abolición de la presidencia”; se abandona la lucha por la destrucción de las fuerzas armadas burguesas y su reemplazo por la milicia obrera, en favor de la consigna mínima de “reducción del servicio militar”; se plantea el respeto por una institución archirreaccionaria como la Iglesia, con la única exigencia de que se autofinancie; y como broche de oro, se propone desmantelar el aparato estatal burgués mediante el simple reemplazo de los funcionarios giscardianos por funcionarios socialdemócratas.

Capítulo XI
LAMBERT Y PABLO APOYAN AL GOBIERNO

Hemos visto anteriormente que, fuera de alguna que otra frase ritual como “por un gobierno PS-PCF ”, la OCI no tiene una consigna concreta de gobierno. Justifica esta posición con una serie de razones, todas ellas falsas ; ya hemos visto cuáles son, pero conviene recordarlas sintéticamente.

La consigna “ fuera los ministros burgueses ” es tradicional en el bolchevismo y en el movimiento trotskista: la levantamos cuando está en el poder un gobierno frentepopulista u obrero-burgués. Lenin la levantó bajo el gobierno de Kerenski, y Trotsky bajo los gobiernos de Blum y Negrín.

La OCI invoca la tradición opuesta, la del reformismo: no levanta esa consigna debido a la “escasa importancia de las funciones ministeriales y de las fuerzas burguesas que respaldan ” a los ministros burgueses. Es decir, el mismo argumento que han esgrimido los mencheviques y sus discípulos, los stalinistas, los bolcheviques-trotskistas decimos: si el PS y el PCF, con su mayoría electoral y parlamentaria, incluyen en su gobierno a la sombra de la burguesía, entonces debemos denunciarlos implacablemente por ello, llamando a las masas a echar a los ministros burgueses del gobierno.

Otra razón para no levantar ésta ni ninguna otra consigna de gobierno nos la da Luis Favre: que las únicas consignas que debemos agitar son aquéllas que movilicen a las masas de manera inmediata. Con ello confunde agitación con acción inmediata, pero además contradice toda la política anterior de la OCI, que durante los siete años de Giscard levantó la consigna “Fuera el gobierno de Giscard, por un gobierno del PS y el PCF ”, sin que existiera, por lo menos hasta hace muy poco, posibilidad alguna de llevarla a cabo.

Otra razón, que se repite innumerables veces en el documento es que “las masas consideran que el gobierno Mitterrand-Mauroy es su gobierno” , es decir, confían en él.

Las anteriores razones, todas de índole táctica, podrían hacernos pensar que al cambiar las circunstancias (por ejemplo, que las masas dejen de confiar en el gobierno) la OCI empezará a levantar consignas de gobierno. Pero el Proyecto de informe político esgrime una razón adicional, de tipo teórico, donde nos dice de hecho que jamás levantara una consigna de gobierno mientras el frente popular siga allí.

“Sería absurdo asignarles a los trabajadores el objetivo de derrocar al gobierno. La línea que debemos desarrollar es la de ruptura con la burguesía” (op. cit., p. 7).

En primer lugar, no entendemos cómo se puede romper con la burguesía sin romper con el gobierno burgués. Pero lo más grave es que aquí se abandona por completo el eje del Programa de Transición :

“Es preciso ayudar a las masas, en el proceso de la lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus actuales reivindicaciones y el programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, que partiendo de las condiciones actuales y de la actual conciencia de las amplias capas obreras, conduzcan a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado” (pág. 10).

Trotsky Insiste en lo mismo a !o largo del documento: “El viejo ‘programa mínimo’ es constantemente superado por el programa de transición, cuya tarea consiste en la movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria” (op. cit., pp. 11-12).

Sobre la base de esta lucha por los salarios y contra la desocupación] (....) los obreros comprenderán mejor la necesidad de liquidar la esclavitud capitalista ” (op. cit., p. 13).

“La estatización de los bancos sólo dará resultados favorables si el poder estatal mismo pasa de manos de los explotadores a manos de los trabajadores” (op. cit., p. 21).

Y en síntesis: “ Cada una de las demandas transitorias debe conducir, por consiguiente, a una única conclusión política : los trabajadores necesitan romper con todos los partidos tradicionales de la burguesía para establecer, junto con los campesinos, su propio poder (op. cit., pp. 35).

Entonces, el objetivo de derrocar al gobierno hurgues no sólo no es “absurdo”, sino que debe ser la “única conclusión política” de cada consigna que levantamos.

Este es el programa más general del trotskismo, pero ¿que sucede bajo el gobierno del frente popular? En julio de 1936, la Preconferencia Internacional de la Cuarta Internacional aprobó el documento “ El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la IV Internacional ”, referido a la situación de Bélgica, Francia y España , países estos últimos donde gobernaban frentes populares.

La tesis 9 afirma: “Sólo puede haber una unión seria, profunda y duradera del proletariado con las masas pequeñoburguesas, en oposición a los acuerdos parlamentarios con los explotadores radicales de la pequeño burguesía, sobre la base de un programa revolucionario, es decir, la conquista del poder por el proletariado y una revolución en las relaciones de propiedad en bien de los intereses de todos los trabajadores. El ‘Frente Popular’ como coalición con la burguesía, es un freno para la revolución y una válvula de seguridad para el imperialismo”.

Y la tesis 10 insiste: “El primer paso hacia una alianza con la pequeña burguesía es la ruptura del bloque con los radicales burgueses en Francia y España, el bloque con los católicos y liberales en Bélgica etc. Ea necesario explicar esta verdad, sobre la base de la experiencia a todo obrero socialista y comunista. Esta es la tarea central del momento . En la etapa actual, la lucha contra el reformismo y el stalinismo es principalmente una lucha contra el bloque con la burguesía. ¡Por la unidad honesta de los trabajadores, contra la unidad deshonesta con los explotadores! ¡Fuere la burguesía del Frente Popular! ¡Abajo los ministros capitalistas!” (Documents of the Fourth International, pp. 87).

Tanto en Francia como en España, donde existían gobiernos de Frente Popular, la “tarea central del momento” para Trotsky’ era la revolución proletaria y la conquista del poder. Esto es lógico, si tenemos en cuenta que la etapa del gobierno frentepopulista corresponde a un debilitamiento del poder burgués y al mismo tiempo a un momento en que el proletariado tiene aspiraciones anticapitalistas y socialistas. Es la etapa en que la crisis revolucionaria está a la orden del día, y por ello es necesario desarrollar las aspiraciones y necesidades del proletariado y las masas hacia un objetivo único: el derrocamiento del gobierno y la conquista del poder.

Cuando la OCI afirma que el objetivo de derrocar al gobierno frentepopulista es “absurdo” nos da, en medio de la maraña de razones falsas, la verdadera razón para no levantar consignas de gobierno: la OCI apoya al gobierno burgués Y en esto coinciden plenamente Lambert y Pablo.

1. Cómo se expresa el apoyo al gobierno

Aclaramos en primer término que no estamos comparando las respectivas trayectorias de Lambert y Pablo, que son antinómicas. Afirmamos que, en este punto preciso de apoyo al gobierno burgués de Mitterrand, existe una identidad esencial entre ellos.

Ya hemos citado los pasajes esenciales de los documentos de uno y otro donde expresan su apoyo a las medidas (o pasos) progresivos del gobierno. La OCI afirma que “apoyará todo paso que dé el gobierno en este sentido” (Se refiere a las nacionalizaciones anunciadas por Mauroy) y agrega que “será siempre desde el mismo ángulo que deberemos abordar” prácticamente todos los problemas más sentidos del proletariado y la juventud (Proyecto...., p. 7). Mientras que el órgano pablista dice, “apoyaremos todas las medidas sociales y políticas que (el gobierno) torne, que satisfagan las reivindicaciones de los trabajadores” (Pour l autogestion Nro. 1).

Ahora bien, tanto Pablo como Lambert dicen que no apoyan al gobierno:

“Nosotros no apoyaremos al gobierno como apoyaríamos a un verdadero gobierno de los trabajadores” (Pour L’autogestion No 1).

“Por lo tanto, no debemos apoyar al gobierno burgués de Mitterrand-Mauroy. Eso sería abandonar los principios “(Proyecto pp. 3).

La pregunta es: ¿es posible apoyar los pasos o medidas progresivas de un gobierno burgués y no apoyar a dicho gobierno? Nosotros creemos con Trotsky que no: que apoyar los “pasos/medidas” de un gobierno burgués es solidarizarse políticamente con el mismo. Es algo cualitativamente distinto a luchar en el “campo militar” o “físico” del gobierno frentepopulista cuando es atacado por el sector más reaccionario (Kornilov contra Kerenski, etc.). Siempre los reformistas han ocultado su apoyo al gobierno burgués frentepopulista tras la máscara del apoyo a las “medidas/pasos progresivas”.

2. ¿Algunos gobiernos burgueses son más progresivos que otros?

La OCI y sus discípulos del POSI español tienen una política con la cual concordamos plenamente en cuanto a los principios (aunque discrepamos en cuanto a su aplicación táctica). Es la política de rechazar todas las medidas del gobierno Juan Carlos-Suárez, por “progresivas” que parezcan. Las medidas de ese gobierno han sido veinte veces más “progresivas” que las de Mitterrand-Mauroy. Basta mencionar una: el derecho a voto para todos los españoles y la legalidad para los partidos y sindicatos obreros. La OCI jamás declaró su apoyo a tales medidas/pasos y con justa razón, porque significaba apoyar la política de conjunto de la monarquía para salvar la esencial del aparato estatal franquista modificando algunos aspectos secundarios. En otras palabras, para la OCI y el POSI apoyar una medida/paso del gobierno Juan Carlos-Suárez equivale a brindarle medios para fortalecer su política de conjunto. Nosotros consideramos que esta política correctísima es la que deben aplicar los partidos revolucionarios frente a todos los gobiernos burgueses, del tipo que sean.

La OCI no piensa lo mismo. Así como rechaza las medidas de Juan Carlos, considera su deber apoyar los “pasos progresivos” de Mitterrand, infinitamente más mezquinos que los de aquél, y con ello proporcionarle los medios al gobierno frentepopulista francés para que engañe a los trabajadores.

La OCI no tiene una política de principios respecto a los gobiernos burgueses: aprueba los pasos de uno y rechaza los de otro. No los ve a ambos como los vería un trotskista: como enemigos de clase, merecedores ambos de nuestro repudio.

Para nosotros, sólo existe una explicación para la política de la OCI: que considera que el de Mitterrand es un gobierno burgués sui generis, antiburgués, cuyos “pasos progresivos” debemos apoyar. Y esto se debe a que Mitterrand goza del apoyo de las masas, éstas lo consideran su gobierno, como se repite machaconamente a lo largo del Proyecto .

Existen, entonces, dos tipos de gobiernos burgueses: los progresivos y los reaccionarios, y la diferencia entre ambos radica en el apoyo o falta de apoyo que le brinden las masas. En base a esto, el partido revolucionario debe apoyar o rechazar sus “pasos/ medidas progresivos” .

Esto se refleja en la ya citada afirmación del Proyecto de informe político : “Cuando se dio el golpe de Estado de los generales de Argel en 1961 contra De Gaulle, nosotros nos negamos a incorporarnos al ‘campo’ de De Gaulle. Hay que discernir en cada caso de qué gobierno se trata en particular (op. cit., p. 7). Es decir, el gobierno de De Gaulle es cualitativamente distinto al de Mitterrand, y cualitativamente distinto significa para los marxistas que la diferencia es de clase.

La política oportunista hasta la médula de apoyar al gobierno de Mitterrand, se fundamenta en el carácter burgués “antiburgués” de dicho gobierno.

Esa política tiene su contracara sectaria y ultraizquierdista: puesto que el gobierno gaullista no tiene las “virtudes antiburguesas” del Mitterrandista, la OCI no está en su “campo” contra el golpe de los coroneles fascistas de Argel. Es justamente lo contrario de lo que afirma ‘Trotsky, que cuando se entabla una lucha física entre un gobierno burgués y un golpe fascista, intervenimos militarmente en el campo del gobierno, sin dejar ni por un instante de combatir a éste.

Esta política sectaria se extiende a otro terreno, como se ve claramente en el caso de España. Allí, el gobierno de Juan Carlos-Suárez concedió elecciones y legalidad para todos los partidos. La obligación de los revolucionarios era denunciar el contenido contrarrevolucionario de dichas medidas, cosa que el POSI sí hizo. Pero al mismo tiempo, tenía la obligación revolucionaria de utilizar esas medidas, y no lo hizo. Hasta hace poco no había luchado por lograr su legalidad y participar en las elecciones a las Cortes.

3. La posición de los trotskistas

Trotsky y nosotros, sus discípulos, tenemos una política opuesta a la de la OCI en todos estos terrenos. Nosotros partimos de un hecho, que constituye una verdad elemental de la lucha de clases: que todos los gobiernos burgueses tienen la misma esencia contrarrevolucionaria. No ponemos un signo igual entre todos los gobiernos: sólo un idiota podría decir que es lo mismo el gobierno de Mitterrand que el del mariscal Pétain. Pero ambos tienen en común su carácter burgués, contrarrevolucionario; ambos buscan por distintas vías mantener el régimen burgués. Por consiguiente, no existe una diferencia cualitativa entre ellos.

El marxismo es una ciencia que define a los gobiernos por su carácter de clase, y a partir de allí busca las diferencias que puedan existir entre ellos. La OCI, en cambio, aplica un criterio acientífico, de definir a los gobiernos en base a las ilusiones de las masas, más específicamente de sus sectores más atrasados. Si es consecuente hasta el fin, el día que las masas pierdan sus ilusiones dirá que el de Mitterrand se ha convertido en un gobierno burgués “normal”.

Los trotskistas no hacemos esa clase de diferencias, no consideramos que haya que apoyar los pasos/medidas de los gobiernos burgueses “progresivos” para impulsarlos a romper con la burguesía. Todo lo contrario: nuestra actitud hacia los pasos/medidas de Mitterrand es la misma que hacia los de Juan Carlos-Suárez: denunciamos el carácter contrarrevolucionario de ambos gobiernos y de todas sus medidas.

El hecho de no ver ninguna “virtud anticapitalista” especial en ningún gobierno burgués, aunque sea frentepopulista, significa que somos consecuentes también en otro terreno: nuestra política cuando el gobierno burgués es atacado por un sector más reaccionario, que busca imponer un régimen bonapartista o fascista. Veamos en primer lugar qué dice Trotsky:

Yo comparo la lucha de Bruening contra Hitler con la lucha de Kerenski contra Kornilov; yo comparo la lucha de los bolcheviques contra Kornilov con la lucha del Partido Comunista Alemán contra Hitler” ( The Struggle Against Fascism in Germany . New York: Pathfinder Press; 1971, p. 186).

Es decir, para Trotsky no existe una diferencia cualitativa entre el frente populista kerenskista y el bonapartista reaccionario Bruening; y cuando se presenta la amenaza de Kornilov-Hitler, su política es la misma; luchar militarmente en el campo de Kerenski-Bruening.

Y en otra parte aclara: “La guerra civil entre Negrín y Franco no tiene el mismo significado que la competencia electoral entre Hindenburg y Hitler. Si Hindenburg hubiera comenzado una lucha militar contra Hitler, entonces, esto hubiera sido el mal menor. Pero Hindenburg no era el ‘mal menor’, no llevó una lucha abierta contra Hitler ” ( La revolución española , vol. 2, pp. 163-164).

O sea que lo cualitativo para Trotsky es que exista o no una “lucha militar”. Por eso es correcto alinearse en el campo militar de la República contra Franco, no en el de Hindenburg contra Hitler porque esa “lucha militar” no se dio .

En cuanto a los “pasos/medidas”, jamás los apoyamos, pero sí tenemos la obligación de utilizarlos, cualquiera sea el carácter del gobierno burgués que los otorgue. Esto dio lugar a una gran discusión entre el PS argentino y Mandel. Cuando la dictadura militar de Lanusse convocó a elecciones y otorgó legalidad a todos los partidos, inclusive los obreros, el PST(A) no apoyó en medida, sino que proclamó constantemente y a los cuatro vientos que re trataba de una conquista arrancada a la dictadura por las luchas obreras a partir del Cordobazo. Decía que el gobierno trataba de desviar el ascenso de masas hacia los canales democrático burgueses parlamentarios. Pero contra la ultraizquierda y contra Mandel, que nos atacaba por reformistas, decíamos que era nuestra obligación utilizar esas conquistas del movimiento obrero. Por ello realizamos una ardua campaña por nuestra legalización y participamos luego en las elecciones. Gracias a ello el PST se convirtió, en las palabras de Pierre Lambert , en un gran partido nacional.

Para sintetizar, nuestras diferencias con la OCI en este terreno son:

·         Juzgamos a un gobierno por lo que es (es -decir, por su carácter de clase), no por lo que las masas piensan de él.

·         No encontramos diferencias cualitativas entre los gobiernos burgueses: todos son absolutamente contrarrevolucionarios.

·         No apoyamos absolutamente ninguna de sus medidas o pasos progresivos, pero si las aprovechamos para nuestros fines.

·         Cuando un gobierno burgués es atacado por un sector más regresivo, combatimos en el campo militar de aquél sin dejar de atacarlo políticamente. Esto, siempre que se dé una lucha militar.

4. Una tergiversación grosera de nuestra posición

En su ya citada intervención en Angola, Luis Favre afirmó, en respuesta a un camarada que había sostenido la necesidad de denunciar todas las medidas del gobierno de Mitterrand: “Por ejemplo, si el gobierno decide que a todos los obreros despedidos de Boussac-Saint Freres les va a pagar el salario de setiembre, nosotros decimos, ‘está bien, pelo no es suficiente porque no hay una garantía de empleo’. Los camaradas [se refiere a nosotros] dirían otra cosa: ‘Está mal, no hay que cobrar, eso es incorrecto’. Ahora, ¿qué obrero entendería tal cosa?” (Actas grabadas. Donde dice “cobrar”, Favre dice “pagar” en la grabación original, pero suponemos que se trata de un error involuntario).

Esto es el reverso exacto de nuestra verdadera posición, expresada en el artículo de Miguel Capa en Correspondencia Internacional N’ 13: “Las medidas ‘progresivas’ de un gobierno burgués, sea frentepopulista o no, nosotros las utilizamos; nunca las apoyamos . Y las defendemos cuando son atacadas”.

Aplicando esta posición al caso de Bousiac-Saint Freres, tenemos una posición que no es la oportunista-revisionista de Favre, ni la ultraizquierdista que él nos atribuye, sino la siguiente:

“El gobierno nos da este sueldo para que no luchemos por la garantía de empleo permanente; bajo este gobierno el número de desempleados aumenta constantemente. Por eso, cobremos ese sueldo para poder seguir la lucha, única garantía de que el gobierno no nos deje sin empleo como ha hecho ya con cientos de miles de compañeros en todo el país.” Creemos que cualquier obrero entendería ésta, nuestra verdadera posición, perfectamente bien.

La posición de Favre, de apoyar este “primer paso” del gobierno, es totalmente oportunista porque fomenta la confianza de la clase obrera en el gobierno, conspirando con ello contra la única manera de conquistar el empleo permanente: la movilización de los obreros. La diferencia entre el oportunismo y el trotskismo es exactamente la que expresa Favre. Los oportunistas de la OCI dicen que lo que hace el gobierno “está bien”. Con ello desmovilizan a la clase, haciéndole pensar que el gobierno actúa en su favor.

Los trotskistas queremos inculcarle a la clase obrera que el gobierno es su máximo enemigo político, y que si le hace alguna concesión es con el fin de engañar y desmovilizarla. Por eso rechazamos o denunciamos la medida de la siguiente manera: “El gobierno nos ofrece el sueldo para setiembre y el hambre para después. Si no es así, que nos lo demuestre: que no nos eche a nosotros sino a los patronos; que nos deje el control de la fábrica para garantizar que no habrá un solo despido. Pero desde ya alertamos: no hará nada de eso, porque es un gobierno de acuerdo entre un sector de la burguesía y los partidos obreros traidores. Por eso, debemos cobrar ese sueldo y acto seguido ocupar la fábrica y apelar a la solidaridad del movimiento obrero. Caso contrario, nos pagarán setiembre y quizás octubre, pero después quedaremos desempleados y en la miseria.”

En otra parte de su intervención, Favre dice: “Los sectores auxiliares [de la enseñanza] lucharon siempre por la titularización; ese año, ‘como en todos los otros, pidieron que el gobierno les garantizara empleo. El gobierno hizo una declaración diciendo que garantizaría el empleo . A nosotros nos pareció que era un primer paso para la satisfacción de las reivindicaciones . Ahora el gobierno declaró que no tiene puestos para todos, y dijo que los que no van a trabajar van a recibir de cualquier manera un salario. Y nosotros, no contentos con eso -imagínense cómo estaban los profesores auxiliares, iban a recibir salario sin trabajar-, reivindicamos que se dividiesen las clases con hasta 25 alumnos, y que todos pudieran así trabajar. Lanzamos todo un combate para Imponer las reivindicaciones. El camarada [nuevamente, el que coincide con nuestras posiciones] tendría que decir: “Tenemos que denunciar al gobierno por esta medida, de decidir pagar los salarios a los profesores auxiliares a pesar de no trabajar ” (Acta grabada).

Efectivamente, creemos que habría que denunciar al gobierno, por no cumplir con sus promesas . Según Favre “El gobierno hizo una declaración diciendo que garantizaría el empleo (...) Ahora el gobierno declaró que no tiene puestos para todos, y dijo que los que no van a trabajar van a recibir de cualquier manera un salario.” Entonces, según él, los maestros están contentísimos y la OCI les dice que esa alegría está muy bien, que se ha dado “un primer paso , y que tenemos tiempo para negociar la distribución de 25 alumnos por clase para que haya trabajo para todos.

Los trotskistas decimos: “El gobierno nos prometió trabajo, y desde luego no cumplió porque es un gobierno burgués donde participan el PS y el PC, los partidos que nos han traicionado. Ahora, para contentarnos, nos ofrece un sueldo gratuito. Pero nosotros no queremos limosnas: no queremos ser desocupados a sueldo sino trabajadores a sueldo. Lo que el gobierno quiere es desmoralizamos y dividirnos; así, cuando resuelva suspender nuestro sueldo gratuito, no tendremos manera de luchar. Por eso, debemos cobrar ese sueldo pero sin suspender por un instante nuestra lucha por el pleno empleo”.

Y a continuación propondríamos medidas concretas y consignas transicionales que le den a era lucha una perspectiva revolucionaria, por ejemplo:

“Bajo el gobierno de Giscard se cerraron miles de escuelas públicas. Nosotros debemos reabrirías, ocuparlas, y realizar un congreso de maestros para distribuirnos el trabajo disponible. Al mismo tiempo, debemos exigir que el presupuesto escolar sea administrado por los maestros y el movimiento obrero. De esta manera habrá trabajo para todos los maestros y profesores nuevos, a medida que concluyan sus estudios”. Este es un programa de transición para movilizar a los maestros contra su patrón, el gobierno.

El programa de Favre, en cambio, es cómplice de la maniobra del gobierno; destinada a ganarse la confianza de los maestros, desmovilizarlos, lumpenizarlos y finalmente quitarles la limosna cuando ya no estén en condiciones de luchar.

Nuestra posición de ninguna manera implica que los maestros no deben cobrar el sueldo, sino todo lo contrario: deben cobrarlo y además exigir que re dé igual trato a todo maestro o profesor recién recibido, mientras sigue la lucha por el empleo.

5. Una discusión clave

Toda nuestra discusión con la OCI gira alrededor de dos puntos claves: uno es el de los campos, de saber si los revolucionarios debemos formar parte política del “campo progresivo” burgués de Mitterrand o no; el otro, como hemos visto en el presente capítulo, es el de apoyar o no las medidas supuestamente “progresivas” del gobierno. La OCI sostiene que sí, nosotros que no. Pero antes de avanzar debernos definir qué se entiende (o qué entendemos nosotros) por medid progresiva”.

En la época imperialista, en que la burguesía y todos los gobiernos burgueses son absolutamente contrarrevolucionarios, “progresivo” es toda paso o medida que acelere el curso de la revolución socialista, es decir, todo paso anticapitalista . Las medidas de los gobiernos burgueses, sus concesiones al movimiento de masas, son contrarrevolucionarias porque responden a tres objetivos: frenar la lucha de clases y el ascenso revolucionario; aumentar el prestigio del gobierno y los partidos, tanto burgueses como obreros-burgueses, a los ojos de las masas; consolidar o salvar al régimen capitalista.

Como marxistas revolucionarios, no podemos juzgar cada medida de un gobierno por separado: “ésta es buena, la apoyo; ésta es mala, la rechazo”, sino en el marco de su política de conjunto. Si un gobierno es burgués, su política de conjunto es contrarrevolucionaria, y por lo tanto también lo son todas sus medidas , por “progresivas” que parezcan.

En síntesis, juzgamos cada medida de un gobierno en el marco de su política general y en relación a la lucha de clases, jamás aisladamente.

En base a este método marxista de apreciar los fenómenos en su conjunto y en su dinámica, afirmamos: en esta etapa de la lucha de clases no hay en el planeta Tierra un solo gobierno burgués capaz de tomar una “medida” o dar un “paso” progresivo, es decir, que tienda a la destrucción del régimen burgués, la instauración del socialismo y la abolición de la explotación.

Nada de esto significa que no lucharemos por medidas reformistas, pero entendiendo siempre que éstas son un subproducto de la movilización revolucionaria de la clase obrera Veamos un ejemplo.

Supongamos que un gobierno burgués concede un aumento de salarios debido a una huelga general. Nuestra política frente a esta “medida” dependerá del momento de la lucha de clases. Si el gobierno decretó el aumento porque no quiere que la huelga se prolongue, pero los trabajadores no están en condiciones de seguir luchando, diremos: “apropiémonos de lo que hemos conquistado y volvamos al trabajo”, porque vemos que no hay posibilidad por el momento de llevar la huelga hasta el final, hasta derrocar al gobierno burgués e instaurar un gobierno de los obreros y campesinos. Lo que no haremos jamás es decir, con la OCI: “está bien que el gobierno haya concedido el aumento; apoyamos esa medida”, porque en ese caso estamos apoyando al gobierno, colaborando con su política de ganar prestigio frente a las masas y detener la lucha. SI actuamos así, el obrero que nos escuche se dirá: “Mis ilusiones en este gobierno están justificadas, porque adopta medidas progresivas, anticapitalistas. Ya dio un primer pasó, ahora debemos tener paciencia y vendrán los otros.”

Aclaramos que el anterior ejemplo se refiere a una huelga general contra el gobierno, pero aplicaríamos la misma política si te tratara de una huelga parcial contra un patrón individual o contra la patronal de una rama de la industria. Sigamos.

Si el aumento de salarios es producto de una huelga, ese hecho nos tiene que servir para denunciar al gobierno, demostrar que tomó esa medida contra su voluntad y la de la patronal, obligado por nuestra lucha. En concreto, diríamos:

“Nuestra lucha acaba de obtener un triunfo, al obligar al gobierno a damos un aumento de salarios. Nuevos avances exigirán nuevas luchas. Pero debemos decir que Mitterrand nos ha traicionado. Lo elegimos contra Giscard para que nos garantice trabajo y buenos salarios para todos y mirad: para mantener nuestro nivel de vida (ni hablar de mejorarlo) nos vemos obligados a luchar, enfrentar a la policía, pasar hambre y correr el riesgo de quedamos sin trabajo, tal como ocurría antes. Creíamos que eso se había acabado, pero es evidente que no podemos confiar en el gobierno ni en el PS y el PC: nada ganaremos si no luchamos.”

La OCI, con su política revisionista, hace exactamente lo contrario: no sólo apoya las medidas, lo cual constituye un acto de solidaridad política con el gobierno, sino que llevada por la lógica de su posición apoya a éste en forma directa. Así, se niega a exigir la nacionalización de Logabax para darle a Mitterrand el tiempo que necesita.

Apéndice
En respuesta a algunas criticas

Nuestras críticas a la OCI, formuladas en la carta de Capa en Correspondencia Internacional No 13 y en la Carta al Comité Central del POSI , del 13 de octubre pasado, han sido respondidas de manera parcial y a veces indirecta en ciertos documentos de la OCI: el articulo de Francois Forgue en CI N 13, los documentos publicados en el Bulletin Interour D Information et de Discussion Internationales No 1, la Intervención de Luis Favre en un plenario conjunto de los dos partidos angoleños y fundamentalmente en una “ Declaración del CC de la OCI”, sometido a discusión en el XXVI Congreso y publicado en I.O. No 1030.

En este último documento, y como respuesta indirecta a nuestra afirmación de que la OCI no tiene un “programa de acción”, es decir, transicional, para Francia, aparece la siguiente lista de consignas:

·         “Por un verdadero control de los precios;

·         “Por un aumento general de salarios en relación con el aumento de los precios;

·         “Por la disminución del horario de trabajo sin contrapartida, respetando la legislación de 1936;

·         “Por la adopción de la medida de urgencia de dar trabajo obligatoriamente a los desocupados;

·         “Por la satisfacción de las reivindicaciones de los trabajadores inmigrantes;

·         “Por la nacionalización sin indemnización ni derecho a readquisición ( rachat) de los grandes grupos capitalistas;

·         “Por un plan de producción que no responda a las necesidades de la ley de la ganancia y a las exigencias de los capitalistas, sino que responda a las necesidades de las masas populares;

·         “Por la derogación de las leyes antilaicas, la supresión de los créditos públicos a la escuela libre y confesional y el otorgamiento de dichos créditos íntegramente a la escuela pública;

·         “Por la revocación inmediata de los altos funcionarios puestos por Giscard y que siguen en funciones y organizan el sabotaje;

·         “Por el respeto al estatuto del funcionario público;

·         “Por la reducción inmediata del servicio militar a seis meses;

·         “Por la derogación de las restricciones a los estudios y de la ley Faure en la Universidad.

Este “programa”, mejor dicho, esta suma de consignas, reafirma al milímetro el eje de nuestras criticas. No hay aquí ninguna consigna de gobierno, nada que indique que sólo un gobierno de los trabajadores puede realizar estas reivindicaciones ni cómo llegar a tal gobierno (planteando, por ejemplo, “Para realizar este programa es necesario en primer término echar a los ministros burgueses, Jobert y Crépeau, del gobierno”). Por consiguiente, debemos concluir que, más que consignas (a pesar de la forma) son pedidos dirigidos al gobierno de Mitterrand, lo cual es coherente con toda la orientación de la OCI En efecto, ¿quién ha de elaborar y aplicar un “plan de producción basado en las necesidades de las masas populares, no de los capitalistas”? ¿Cuáles son las reivindicaciones de los trabajadores inmigrantes”, quién y cómo ha de satisfacerlas? ¿Quién debe controlar los precios y determinar la tasa del aumento de los mismos para fijar el aumento de los salarios? La respuesta es: el gobierno de Mitterrand; la tarea de la OCI es presionarlo para que no ceda a las “exigencias de los capitalistas”.

Por esta “respuesta” indirecta a nuestros planteos y otras que analizamos en las páginas que siguen, afirmamos que nuestras críticas siguen en pie y se han reafirmado y ampliado.

1- La OCI(u) a la retaguardia de la primera ola

En junio de 1936 se produce en Francia la gran oleada de huelgas con ocupación de fábricas que culmina en huelga general. Este es el proceso a que Trotsky llamó la “primera ola” y que redundó en una serie de conquistas del proletariado francés, como la “Ley de las cuarenta horas”, que establece una semana laboral máxima de cuarenta horas, y las horas trabajadas por encima de esas se pagan como extraordinarias.

Este grandioso movimiento del proletariado francés fue precedido por una serie de conflictos locales y de fábrica, “huelgas económicas” o “corporativas”, como las llamaban los dirigentes stalinistas y socialdemócratas de aquella época, y por el triunfo electoral de Blum.

Nosotros consideramos que Francia está viviendo actualmente los primeros escarceos de una situación similar; el ascenso de las masas todavía no ha alcanzado el mismo grado de los meses previos a mayo-junio de 1936, pero apunta en esa dirección. En todo el país se producen luchas obreras: contra los despidos, por aumentos de salarios, etcétera. Esto significa que las masas, aunque confían en Mitterrand y su gobierno frentepopulista, no se limitan a esperar pasivamente que éste resuelva sus problemas, sino que luchan por ellos.

La política de la OCI(u), tal como la hemos visto, consiste en evitar cuidadosamente que las masas luchen contra el gobierno. De ahí sus denodados esfuerzos por orientar las luchas contra los “banqueros y capitalistas” en el caso de las empresas privadas, y contra los “altos funcionarios giscardianos” cuando el conflicto afecta a una empresa pública o nacionalizada o se trata de una lucha estudiantil.

El hecho de desviar o frenar el enfrentamiento de las masas con el gobierno no sólo constituye una violación de los más sagrados principios del trotskismo, sino que tiene otra consecuencia: la OCI no tiene una política para ponerse a la cabeza de las luchas del movimiento obrero y de masas.

En nuestra carta al CC del POSI dijimos que la OCI(u) no tiene una política de solidaridad con las luchas del movimiento obrero, de propagandizarlas, defenderlas, ni que hablar de extenderlas y ponerse al frente para darles una perspectiva revolucionaria mediante consignas transicionales adecuadas. Ahora reafirmamos esa acusación: nada se dice, por ejemplo, de la huelga ferroviaria de París -Saint Lazare, Iniciada el 10 de diciembre, y que ha paralizado la circulación de un gran sector de la banlieué parisina. Nosotros nos hemos enterado de la existencia de esta lucha a través de Le Monde (11/12/81), no a través de Informations Ouvrieres. Por otra parte, el “programa” de la “ Declaración del CC” ya citada, nada dice sobre la solidaridad con las luchas obreras en curso.

Tampoco ha dicho nada sobre las luchas de los campesinos. En le misma carta al CC del POSI acosamos a la OCI(u) de falta de solidaridad con las luchas campesinas, y e una política para unirlas a las luchas del movimiento obrero. Esta situación no ha cambiado: en las respuestas (todavía parciales) a nuestra carta no se dios nada al respecto y, peor aún, si hemos de guiamos por la “ Declaración del CC ”, en Francia no existen campesinos.

A esta altura no podemos predecir si estas luchas preliminares del movimiento y las masas desembocarán en una “primera ola” como la de 1936, o si el gobierno logrará abortar el proceso. La dinámica objetiva apunta hacia lo primero, puesto que la situación material del pueblo trabajador empeora día a día. Afirmamos que el partido trotskista tiene el deber de aplicar una política para extender, unificar y fortalecer las luchas parciales y colocarse a le cabeza de la primera ola cuando ésta estalle. La OCI(u), por el contrario, tiene una política para frenarla. Por eso, cuando se produzca, romperá sobre la cabeza de la OCI(u) y la barrerá de su camino junto con los demás obstáculos.

1. La Plataforma de Orly: capitulación ante la burocracia

Hay que reconocer que la OCI(u) si ha formulado una política para algunos (muy pocos) conflictos obreros. Ya hemos visto dos: Logobax, donde se negó a levantar la consigna de “nacionalización para que no haya despidos”, porque el gobierno “necesita tiempo para resolver los problemas”; y Bousasc-Saint Freres, donde sostuvo que la medida del gobierno de garantizar el empleo de varios cientos de trabajadores despedidos durante tres meses , fue “un paso adelante”. Ahora veamos otros dos casos.

Según se Informa en I.O. No 1026, el 12 de noviembre se realizó la conferencia de los trabajadores del aeropuerto de Orly, para resolver sobre las medidas a tomar ante la amenaza de despido de varios trabajadores. Se dice que fue “una auténtica asamblea obrera para organizar la lucha contra los despidos, contra la desocupación”, y que “ésta conferencia es un éxito”.

Vale la pena detenerse en primer término en la intervención de un delegado de la central obrera Force Ouvriere, que el artículo de I.O. cita extensamente y sin le menor crítica: “Para FO, los únicos responsables antes del 10 de mayo son la camarilla de Horffel y compañía, quienes organizaron premeditadamente el desmantelamiento de la plataforma de Orly. Por consiguiente, no lo es el nuevo gobierno. Pero el nuevo gobierno debe responder a las aspiraciones de los trabajadores: significa que no debe aceptar estas planes. Giscard no fue echado para que sus planes sean aplicados”.

Claro, por qué iba e criticar esta intervención de un burócrata sindical, si coincide al milímetro con la posición de la OCI(u): la culpa de todo la tiene el gobierno anterior, sólo se trata de advertirle a Mitterrand que no debe aplicar esos planes.

Pero lo peor (o mejor, según la óptica lambertista) vino después, cuando se aprobó “por unanimidad menos cuatro abstenciones” una declaración elaborada por las organizaciones sindicales presentes, donde se establecen las medidas a tomar contra los posibles despidos:

“La conferencia asigna al comité coordinador aquí constituido el objetivo de reunirse con el Sr. Fiterman (el ministro del ramo) para discutir estos problemas (....) y resuelve que si las gestiones ante el ministro de transportes fracasan, realizarán idénticas gestiones ante el primer ministro y luego ante el Presidente de la República” (citado en I. O. 1026).

Valientes medidas! Reunirse con el ministro de transporte, luego con el primer ministro, luego con el presidente y luego... nada, porque allí termina la declaración. Y si se producen despidos, la culpa la tiene Giscard.

Suponemos que las cuatro abstenciones (no votos en contra de la traición, sino abstenciones ) no son de la OCI(u), porque I.O. no critica la declaración: se limita a transcribirla y dice que “la conferencia es un éxito” porque aprobó una medida de “lucha contra los despidos”.

Nosotros no estamos en contra de hacer gestiones ante los ministros, y Mitterrand y la abuelita de Mitterrand. Pero esa no es una medida de lucha sino de negociación, y de negociación Impotente, además. Nos parece elemental para un partido que se dice trotskista proponer, por ejemplo: “Sí, hagamos gestiones ante Fiterman, Mauroy y Mitterrand, pero mientras tanto paralicemos el trabajo y ocupemos la plataforma. Así evitaremos los despidos”. Si la relación de fuerzas nos es desfavorable, propondremos medidas de lucha menos radicales. Pero si se toma una decisión como la de Orly, tendremos que decir: “Acataremos disciplinadamente la decisión tomada Pero le conferencia fue un fracaso total porque se impuso la política traidora de la burocracia sindical, de confiar en el gobierno y hacer reuniones con los ministros. Sepamos desde ya que es una decisión nefasta porque nos lleva inevitablemente a la derrota, a que se produzcan los despidos”.

Nada de eso: la OCI(u) ha capitulado por completo ente la burocracia sindical traidora.

2. Renault, la segunda traición

A principios de setiembre estalla una huelga en la Renault, la fábrica más importante de las nacionalizadas. La empresa ocupa a unos 40.000 obreros y tiene plantas en todo el país.

El conflicto se inicia en las plantas Sandouvllle (Seine-Maritime) y Boulogne-Billacourt (región parisina). Las reivindicaciones principales son reducción del ritmo de trabajo en la línea de producción y derogación de un decreto de la administración (que establece el chomage technique, la suspensión del trabajo durante cinco días “para adaptar la producción al mercado” (Informes recogidos en Le Monde, 25-9-81).

¿Cuál fue la política de le OCI(u)?

Primero, el silencio total. Le Monde dice que el conflicto estalló “en los primeros días de setiembre”. La primera noticia que nos da I.O. aparece en el número 1021, del 10 de octubre, es decir, con un mes de atraso, y se trata de una nota de un tercio de página.

El Nro. 1022 (17 de octubre) le dedica el editorial, bajo el título “Renault: primer enfrentamiento entre las clases después del 10 de mayo”. Allí se dice: “Los trabajadores se preguntan ¿qué hace el gobierno? ¿Dónde se ubica frente a las provocaciones patronales?” Aquí ya está la primera confusión, puesto que en una fábrica nacionalizada el patrón, autor de estas “provocaciones”, es el gobierno de Mitterrand.

El editorial responde a la pregunta que se hacen los trabajadores: “La tarea de la OCI(u) consiste en explicar la contradicción entre el mantenimiento, en la dirección de Renault, de Hanon y otros altos funcionarios dedicados a defender los intereses de capitalistas y banqueros, y la realización de la voluntad de las masas trabajadoras, expresada en el voto masivo al PS y al PCF”.

Como formulación táctica podría estar bien, si a continuación se dijera que el gobierno Mitterrand esta traicionando las aspiraciones de los trabajadores de Renault al aplicar la misma política de Giscard. Pero o es eso lo que dice I.O. puesto que en un artículo de la misma edición (1022) afirma: “Los trabajadores saben que el gobierno no puede decidir todo en todas partes. Entonces debería decidir, para respetar la voluntad de las masas trabajadoras, revocar a toda esa dirección de Renault, a todos los altos funcionarios que, como todos saben, representan a los capitalistas y banqueros”.

Entonces, existe una “contradicción” entre el patrón (el gobierno de Mitterrand) y la gerencia, nombrada por Giscard. Pero puesto que el patrón “no puede hacer todo en todas partes”, le sugerimos que revoque a la gerencia y nombre una nueva: con eso se solucionan todos los problemas.

Tenemos un conflicto obrero en una gran fábrica nacionalizada, donde el patrón es el gobierno. A través de la movilización los obreros están adquiriendo conciencia, por un lado, de que su mayor enemigo es el gobierno burgués en el cual confían erróneamente; por el otro, del verdadero significado de la “nacionalización” burguesa, que sólo entraña un cambio de patrón.

La OCI considera que su deber es impedir esa adquisición de conciencia. Desvía la lucha contra el gobierno canalizándola hacia la “gerencia giscardiana”. Por el otro lado, jamás se le ocurre levantar la consigna por el control obrero de la Renault, que se concrete de manera muy sencilla: desconocer a la gerencia burguesa, elección de una nueva gerencia por la Asamblea General de los trabajadores y responsable ante ella.

Ahora bien, la OCI (u) como pata izquierda “trotskista” del campo mitterrandista, tiene que dar una colaboración “roja” a su política de impedir la movilización. Lo logra mediante la agitación de la consigna “Huelga total unitaria de todas las fábricas”.

Veamos qué significa “huelga total” como método de lucha. La Renault es un coloso multinacional que tiene en Francia más de 10 plantas fabriles y 40.000 trabajadores. Por consiguiente, la “huelga total” exige métodos y consignas de lucha; que podríamos llamar “accesorios” al servicio de la huelga: piquetes de huelga; asambleas generales por planta para elegir comités de huelga locales y que éstas elijan un comité de huelga central para dirigir la lucha a nivel nacional; formación de comisiones para organizar acciones de solidaridad; convocatoria regular de asambleas generales de planta para informar sobre la marcha del conflicto y someter a discusión y votación las medidas a tomar; etcétera.

En el marco de la orientación general de la OCI (u), el solo llamado a la “huelga total” no es un error, sino una política consciente: lanzar una consigna aventurerista y estéril para paralizar la lucha.

El segundo aspecto se refiere a la perspectiva que se le da a la lucha. La OCI (u) se limita a levantar las reivindicaciones de los trabajadores: por la disminución del ritmo de trabajo y contra los cierres temporarios. Un partido trotskista no puede detenerse allí, sino que debe plantear:

“Para satisfacer nuestras reivindicaciones de manera permanente debemos imponer el control obrero de la Renault, lo cual significa:

·         Derrocar a la actual gerencia burguesa;

·         Elección de una gerencia obrera por la asamblea general de los trabajadores; no se acepte a ningún gerente enviado por el gobierno;

·         La nueva gerencia elaborará los planes de producción, ritmo de trabajo, salarios, etc., y los someterá a aprobación de la asamblea general;

·         La gerencia rendirá cuentas periódicamente ante la asamblea general;

·         Los gerentes tendrán las siguientes características: Son elegidos por asamblea general y pueden ser revocados por ésta en cualquier momento; Su mandato dura dos años como máximo, sin posibilidad de reelección; al finalizar su mandato, vuelven al puesto de trabajo; obtienen el mismo sueldo que un obrero calificado.

Este es un programa transicional para la Renault, porque parte de las reivindicaciones por las cuales los trabajadores ya están luchando (ritmo de trabajo y cierres temporarios) y orienta esa lucha en una perspectiva anticapitalista, revolucionaria, a la vez que pone al desnudo el verdadero carácter del gobierno de Mitterrand ante los trabajadores.

3. Aguardar la maduración política de las masas

El documento de Stéphane Just publicado en la Lettre d I.O.. Nro. 11 nos da la clave teórica para comprender por qué la OCI (u) no impulsa las luchas obreras:

“La preparación de las grandes luchas que vendrán, quizá de la huelga general, depende esencialmente de la maduración política y, por consiguiente, de la respuesta que damos nosotros a los problemas políticos” (p. 5).

Esta afirmación es falsa por varias razones. En primer lugar, no puede haber “maduración política de las masas si no es a través de la lucha. Justamente; la maduración política necesaria para las grandes luchas y huelgas generales que se preparan, se está forjando en la actual oleada de conflictos locales.

Pero la lucha no basta, si no existe un partido trotskista que presente una perspectiva revolucionaria. Esto significa que el partido debe intervenir en todas las luchas parciales del proletariado y las masas, ligando las reivindicaciones de las mismas a consignas transicionales y al problema del poder.

Si falta el partido con el programa revolucionario, las luchas parciales de las masas e inclusive las grandes explosiones como el mayo francés se disipan, y la voluntad de lucha de las masas cede ante la confusión y la apatía.

Por otra parte, el partido que no interviene en las luchas obreras y se sienta a aguardar que se produzca la maduración política, abandona toda posibilidad de ponerse a la cabeza del proletariado.

Por todo esto, la orientación de la OCI (u) frena objetivamente la maduración política de las masas y el desarrollo de la única expresión verdadera de esa maduración, el partido revolucionario, trotskista.

2. La OCI(u) viola los principios elementales del movimiento obrero

Nuestra carta al Comité Central del POSI formulaba contra la OCI (u) una serie de acusaciones muy graves en el terreno de ciertos principios del movimiento obrero. El cargo fundamental que hacíamos es que, frente al plan de conjunto de Mitterrand y Calvo Sotelo para reprimir a los militantes de la ETA refugiados en Francia, la OCI (u) no hacía campaña por la libertad de dichos militantes cuando eran arrestados por la policía francesa. Recordemos que Mitterrand tiene una política bastante sutil, destinada a salvar su prestigio ante las masas y mantener al mismo tiempo sus buenas relaciones con la monarquía española: no acordar la extradición de los militantes vascos, pero a la vez mantenerlos presos en Francia. En la actualidad, los encierra en la isla-prisión de Yeu.

Según Le Monde del 22 de setiembre, varios militantes de la ETA presos en la isla están realizando una huelga de hambre en protesta contra su encarcelamiento, puesto que no han cometido violación alguna de las leyes francesas. Fiel a su línea, la OCI (u) no ha dicho una palabra al respecto, ni para solidarizarse con esa huelga de hambre ni para exigir la libertad de esos militantes.

Debemos señalar que, por el contrario, I.O. realiza una campaña permanente de solidaridad con los huelguistas de hambre del IRA irlandés. El hecho se explica fácilmente: los presos del IRA cuestionan al régimen de la Thatcher, no al de Mitterrand.

Tampoco ha aparecido en I.O. una campaña en solidaridad con los combatientes bretones, vascos y corsos, ni por los de las colonias francesas. La “Declaración del CC” en I.O. No 1030 no incluye consignas dirigidas hacia esos sectores, ni los menciona siquiera.

1. Las vergonzosas explicaciones de Luis Favre

Sí ha habido, por parte de la OCI (u), una respuesta parcial a estas acusaciones. En su ya citada intervención en el plenario de los partidos angoleños, Luis Favre explicó la posición de la OCI (u) respecto a los presos de la ETA y el IRA. Veamos sus argumentos en base a las actas grabadas de la reunión.

Favre: -”Nosotros lanzamos una campaña contra la extradición, hay que decirlo, cuando la cuestión estaba planteada”.

Primer problema: ¿La cuestión ya no está planteada? ¿No hay presos de la ETA en la isla de Yeu?

Segundo problema: Favre está mintiendo: no hay ninguna campaña en I.O. por los presos de la ETA. Hay un solo articulo, el ya mencionado de I.O. No 1010, pero su objetivo es la defensa del ministro Defferre, como dijimos en la carta al POSI. Podría responderse que la campaña se realizó a través de volantes y folletos, no a través del periódico. No aceptamos esa explicación. El partido puede publicar todos los volantes que quiera, pero sólo consideramos que son campañas partidarias las que se realizan a través del órgano oficial, la cara del partido ante las masas.

Favre: -”El gobierno, ¿cedió frente a qué? A esa campaña contra la extradición”.

Suponiendo que hubo campaña, ¿qué significa que el gobierno “cedió”? ¿Ceder es encerrar a los vascos en la isla de Yeu en lugar de extraditarlos? Verdaderamente, la OCI (u) se contenta con muy poco....

Favre: -”¿Quién es el abogado que defiende a los vascos? Ives Deschafer, miembro del Comité Internacional contra la represión”.

Bueno, felicitamos al señor Deschafer y a su comité. Pero seguimos sin saber dónde está le campaña de la OCI (u). ¿Acaso es miembro del Comité? No lo sabíamos, porque I.O. jamás lo menciona.

Favre: -”La ETA pidió hacer una campaña contra la extradición porque pensó que la situación de sus presos en Francia no sería la misma que en España. Una cosa que no tiene nada que ver con el marxismo, sólo con el sentido común: es preferible estar preso que con una bala en la cabeza; es preferible incluso estar condenado -a lo que yo me opongo- que ser liberado para ser asesinado”.

Vea el lector lo que sucede cuando uno sustituye el marxismo por el “sentido común”, lo más vulgar del pensamiento vulgar. Resulta que cuando los combatientes de la ETA son perseguidos por las policías de dos países, Favre dice: “Por favor, que lo encarcelen los flics franceses para que no lo mate la Guardia Civil española”.

Dice Favre que “la ETA pidió hacer una campana contra la extradición”. Dejando de lado que la OCI (u) no hizo esa campaña ni ninguna otra, debemos recordar que nosotros no somos la ETA, partido nacionalista burgués o pequeñoburgués. Nosotros somos los trotskistas, el partido del proletariado para la revolución socialista. No callamos nuestras consignas aunque la ETA no las levante. Si se conforma un frente de unidad de acción exclusivamente contra la extradición, participaremos en él, pero observando nuestra regla de oro: conservamos nuestra independencia política y agitamos nuestras consignas.

La ETA puede tener razones valederas para negociar “encarcelamiento” a cambio de “no extradición”, si la relación de fuerzas le es desfavorable. Pero eso no significa que los trotskistas franceses deban salir a la calle a gritar “Sí, sí, que los encarcelen”, como propone nuestro campeón del “sentido común”. Por el contrario, deben redoblar su campaña por:

·         Libertad total a los combatientes de la ETA;

·         Que se les dé asilo, trabajo y plena libertad de acción política;

·         Que se les permita cruzar le frontera, en ambos sentidos, cuantas veces lo deseen.

Favre: - ”Los camaradas hablan en su resolución sobre los presos del IRA en Francia. ¿Ustedes conocen algún nombre de presos del IRA en Francia? Resulta que no hay ninguno ”.

Pues sí, nosotros conocemos los nombres de dos: Denis Donaldson y Billy Kelly. Según Le Monde del 29 de agosto, página 3, bajo el título “Dos miembros del IRA arrestados en Orly”, Donaldson y Kelly fueron detenidos en el aeropuerto por utilizar pasaportes falsos. La edición del día siguiente aclara que en realidad son miembros del Sinn Fein, brazo político del movimiento republicano irlandés y que serán juzgados por el tribunal de Créteil.

Nosotros en Latinoamérica estábamos enterados de esto, ¿la OCI (u) en Francia no? Imposible: Favre está mintiendo , está fingiendo que desconoce la existencia de los presos republicanos irlandeses en Francia para ganar una discusión; tal es el método típicamente pequeñoburgués que emplea en una discusión de vital importancia para el futuro del trotskismo mundial.

La OCI(u) hace campaña por los presos de Irlanda, pero se niega a hacerla por los presos en Francia para evitar roces con el gobierno de Mitterrand. Que lo tengan en cuenta los heroicos combatientes por la independencia de Irlanda: la OCI(u) los defiende contra el imperialismo británico, no contra su gran aliado, el imperialismo francés . Con ello demuestra que toda su campaña de solidaridad con los huelguistas de hambre no es más que fraseología hueca.

3. Mitterrand es parte del dispositivo contrarrevolucionario mundial

Creemos innecesario volver a insistir en el papel del gobierno de Mitterrand como fiel sirviente de los intereses de la burguesía imperialista francesa, y como parte integrante del dispositivo contrarrevolucionario mundial liderado por el imperialismo yanqui. Papel que le fue reconocido por Reagan cuando declaró al New York Times (23-7-81) después de la conferencia cumbre de las siete potencias imperialistas en Ottawa:

Mitterrand rompió el hielo en Ottawa. Mientras almorzábamos afirmó que Francia respetará absolutamente todos sus compromisos con la Alianza Atlántica. Sus declaraciones frente a la amenaza soviética podrían haber sido pronunciadas por mí o por cualquiera de nosotros ”.

Nuestra carta al CC del POSI denunció los hechos que llevaron a Reagan a hacer semejante declaración y a invitar a Mitterrand a una visita de Estado poco antes de la Conferencia Norte-Sur de Cancún.

Denunciamos también a la OCI (u) por no realizar una campaña contra el gobierno de Mitterrand: por su papel en Ottawa, por sus planes armamentistas y, por otro lado, por mantener a las tropas francesas en Africa. Ahora nos vemos obligados a reafirmar estas acusaciones.

1. La OCI (u) no ataca al imperialismo francés

Nuestra carta al CC del POSI estaba basada principalmente en la lectura de Informations Ouvrieres , puesto que hasta el momento no habíamos tenido tiempo de hacer un estudio exhaustivo del Proyecto de informe político y otros materiales. Ahora, hecho ese estudio, debemos afirmar: en todo el documento que fijará la política general de la OCI (u) hasta su próximo congreso, jamás aparece el término imperialismo francés ; por consiguiente, la OCI (u) no se da una política para combatirlo.

Recién aparece una mención aislada en la “Declaración del CC ” en I.O. Nro. 1030: “El PCI (nombre que tomará la OCI (u) después del próximo congreso) luchará por el derecho de los pueblos oprimidos a disponer de sí mismos, en particular el de los que son oprimidos por el Imperialismo francés”.

Es una mención bastante mezquina, por decir lo menos. Además, no va acompañada de ninguna consigna, por no hablar de un programa, frente a cuestiones concretas tales como la presencia de tropas francesas en Africa: la lista de consignas no trae una sola al respecto.

Una persona que desconociera por completo los hechos y quisiera enterarse a través de Informations Ouvrieres, no sabría que la burguesía y el gobierno franceses son imperialistas, salvo que tuviera la buena fortuna de tropezarse con las tres líneas arriba citadas, o con un artículo en I.O. No 1029 sobre la reciente visita de Mitterrand a Argelia. Leyendo esto último se enteraría, por ejemplo, que “los vínculos entre el imperialismo francés y Argelia son muy antiguos”, pero no en qué consisten esos vínculos, ni cómo Mitterrand busca fortalecerlos, ni qué deben hacer los revolucionarios para romperlos.

Tampoco sabría que la multinacional francesa Pechiney-Ugine-Kuhlman es dueña de los yacimientos de bauxita de Camerún y de plomo, estaño, cobalto y manganeso de Zaire y Gabón. Ni que el gobierno de Mitterrand mantiene allí a cuerpos especiales del ejército (los llamados paras ) para “proteger a nuestros ciudadanos si son amenazados o molestados” (como dijo el ministro de la defensa en una entrevista), es decir, para defender las instalaciones de la P.U.K. si el pueblo de Camerún, Zaire o Gabón resuelven recuperar sus riquezas naturales.

En la carta al CC de POSI citábamos un comunicado del Grupo de Liberación Armado de Guadalupe que dice: “ El actual gobierno francés (....) adopta con respecto a sus propias colonias actitudes retrógradas por las cuales deberá rendir cuentas ante la historia

Nosotros agregamos que la OCI (u) se encontrará en el mismo banquillo por cómplices .

2. La OCI (u) miente sobre su política

Entra nuestras acusaciones a la OCI (u) figuraba el no denunciar el papel de Mitterrand como firme aliado de Reagan y pieza clave del dispositivo contrarrevolucionario; no se denunciaba, por ejemplo, su papel en la conferencia cumbre de Ottawa.

Esta afirmación nuestra mereció la siguiente respuesta indignada de Francois Forgue en su artículo de Correspondencia Internacional Nro. 13:

“Ni qué decir sobre que ‘no se dice nada’ sobre lo que el gobierno hace en Ottawa: quien siga, por poco que sea, la política de la OCI (u), sabe que no solamente Informations Ouvrieres consagró un editorial internacional a esta cuestión, sino que su dirección colaboró en la elaboración de un articulo sobre el mismo tema para Correspondencia Internacional”.

No nos interesa lo que escribe la dirección de la OCI (u) para C.I., revista teórica e informativa internacional, sino lo que aparece en I.O., el órgano de prensa que refleja su política oficial. Quien siga la política de la OCI (u) a través de I.O. como hicimos nosotros, sabrá que Forgue está mintiendo : no hay en I.O. un solo editorial nacional o internacional, ni un solo artículo, dedicado a la conferencia de Ottawa, o que la mencione siquiera.

Nuevamente, como en el caso del IRA, se recurre a la mentira consciente para confundir al lector desprevenido, o que no tiene acceso a la prensa de la OCI(u), con tal de ganar una discusión.

3. Un editorial en seis meses

En I.O Nro. 1024 (que apareció un mes después del articulo de Forgue) hay un editorial internacional sobre la conferencia Norte-Sur de Cancún, lo único que hemos visto en I.O. al respecto. Allí se dice, al contraponer las declaraciones de Reagan y Mitterrand:

“Pero tanto en un caso como en otro, se trata de mantener y defender el sistema imperialista y mantener en sus puestos a los gobiernos compradores que gobiernan en la mayoría de los países económicamente atrasados debido a su explotación por el imperialismo”. Y el editorial concluye:

“Debemos terminar con el imperialismo, el capital y todas las clases y capas explotadoras y sus gobiernos. El único camino es el socialismo. En todo caso, es intolerable que un gobierno llevado al poder por las masas populares contra Giscard, tome a su cargo la política imperialista de éste ”.

Cuando se dice que “debemos terminar con el imperialismo (...) y sus gobiernos”, ¿se incluye al gobierno de Mitterrand? Si es así, ¿por que el órgano del partido francés no lo dice claramente? Por ejemplo: El gobierno de Mitterrand es pieza clave en la estructura imperialista que explota a los países atrasados, como lo demuestra toda su política, así como su participación en Ottawa y Cancún. Los trabajadores franceses debemos combatir a este gobierno. La más elemental solidaridad de clase con nuestros hermanos africanos exige que luchemos por el retiro de las tropas francesas de Africa, por la expropiación de las multinacionales y la devolución de sus riquezas naturales a los pueblos de Camerún, Zaire, Gabón, Marruecos, Argelia, etcétera”.

Nada de eso: el único editorial internacional en seis meses, dedicado al imperialismo francés, se limita a decir que es “intolerable” que Mitterrand aplique la política de Giscard, sin agregar que además de intolerable es lógico puesto que se trata de un gobierno burgués.

Digamos para concluir que esto da una nueva dimensión a la mentira de Francois Forgue. Este editorial que comentamos no sólo no había aparecido cuando Forgue escribió su artículo, sino que es el único en seis meses: ¿quién puede creer que la OCI (u) está haciendo una campaña de denuncia del papel contrarrevolucionario de Mitterrand a nivel internacional?

4. L a política sindical de la OCI ( U ) en el movimiento obrero

Hemos visto en nuestra carta al CC del POSI cuál es, a grandes rasgos, la política sindical de la OCI (u), y fundamentalmente que no tiene una política de denuncia constante y sistemática de las traiciones de la burocracia sindical. Todo lo contrario, como demostramos en el caso de la plataforma de Orly, hace suyas las propuestas de las direcciones traidoras. Es decir, no actúa como un partido revolucionario, que acata disciplinadamente una decisión que considera equivocada pero al mismo tiempo la denuncia.

No queremos repetir aquí esos argumentos, sino profundizar en dos aspectos que sólo vimos de pasada en la carta citada: el apoliticismo sindical y la falta de consignas por la unidad del movimiento obrero.

1. El apoliticismo, política burguesa

La militancia de los trotskistas en los sindicatos tiene un sentido muy preciso: vamos a esas organizaciones de masas a plantear nuestro programa revolucionario y ganar a la vanguardia proletaria para el mismo, es decir, para nuestro partido. Desde luego, adecuamos nuestras formulaciones de manera que resulten comprensibles para todos los trabajadores, inclusive los mas atrasados. En cada gremio formulamos un programa político específico con consignas para la acción.

La orientación de no hacer política en los sindicatos le hace el juego al sindicalismo amarillo y a la burocracia, que busca que las organizaciones sindicales dejen la actividad en manos de los partidos separados de las masas.

Las consignas políticas brillan por su ausencia en los artículos sindicales de I.O. en la presente etapa. Es muy chocante el contraste con el periódico anterior al 10 de mayo de 1981. Entonces, la OCI (u) realizaba una campaña política en el movimiento obrero por la elección de Mitterrand. Casi no había artículo sindical en I.O. que no concluyera con las consignas políticas del partido: “echar a Giscard”; “abajo la V República”; “votar por Mitterrand y una mayoría PS-PCF”, etcétera. Con ello se daba una perspectiva política a las reivindicaciones de los trabajadores.

Esto es lo que falta ahora en I.O. Más aún, como señalamos en nuestra carta al CC del POSI, la dirección de la UNEF se opuso explícitamente a que el sindicato de estudiantes secundarios recientemente creado votara una posición política de votar por Mitterrand en las elecciones.

Veamos qué dijeron nuestros maestros al respecto. La III Internacional aprobó en su IV Congreso unas “Tesis sobre la acción comunista en el movimiento sindical”. Una de ellas está dedicada precisamente al problema del neutralismo sindical:

La influencia de la burguesía sobre el proletariado se refleja en la teoría de la neutralidad, según la cual los sindicatos deberían plantearse objetivos corporativos, estrictamente económicos y no de clase. El neutralismo siempre fue una doctrina puramente burguesa contra la cual el marxismo revolucionario lleva a cabo una lucha a muerte. Los sindicalistas que no se plantean ningún objetivo de clase, es decir, que no apuntan al derrocamiento del sistema capitalista son, pese a su composición proletaria, los mejores defensores del orden y del régimen burgués”. (Los cuatro primeros congresos de la I.C. , vol. 2, pp. 216-217).

Téngase en cuenta que esta tesis programática estaba destinada a armar a los comunistas, corriente minoritaria en esos momentos, en lucha contra la corriente reformista en los sindicatos. Esta es precisamente la situación de la OCI (u). Está tratando de ganar fuerza en el movimiento sindical ocultando su programa político , capitulando así ante “los mejores defensores del orden y del régimen burgués”.

2. La unidad sindical

La citada tesis del IV Congreso de la I.C. sostiene:

“Los intereses de la burguesía exigen la escisión del movimiento sindical ” (op. cit., p. 215). Y un poco mas adelante: “ En los países donde existen paralelamente dos centrales sindicales nacionales (España, Francia, Checoslovaquia, etc.), los comunistas deben luchar sistemáticamente por la fusión de las organizaciones paralelas (...) La preservación de la unidad sindical así como el restablecimiento de la unidad destruida sólo son posibles si los comunistas llevan adelante un programa práctico para cada país y cada sector de la industria ” (op. cit., pp. 219-220).

En Francia, el movimiento sindical esta dividido en varias centrales: CGT, CFDT, CGT-FO, etc. La OCI (u) ha señalado que la V República se mantiene en pie y su agonía se prolonga al no existir una acción unificada que provoque su derrumbe final.

Siendo así, ¿por qué no propone la unidad sindical, la afiliación de todos los trabajadores a sindicatos por rama industrial y la organización de una central única? Esta tendría que ser una campaña de agitación permanente en el movimiento obrero. Si la unidad es una reivindicación tan sentida por los obreros franceses, ¿que obrero de base (no burócrata de aparato) estaría en contra de esa propuesta? La orientación de la OCI (u), de no reivindicar la unidad sindical, le hace el juego a la burguesía y a los aparatos en su afán de mantener la división del movimiento obrero.

5. La política sindical de la OCI (U) para el movimiento estudiantil

Nuestra carta al POSI dedicaba un capítulo a la política de la OCI (u) para el movimiento estudiantil, política aplicada a través del sindicato UNEF Independiente y Democrática. Recordemos que este organismo es dirigido conjuntamente por militantes socialistas y de la OCI(u). Su presidente, Jean-Cristophe Cambadélis, es miembro del Comité Central de la OCI (u).

Decíamos que la UNEF, llamada Independiente y Democrática para diferenciarse de los stalinistas de Renouveau, considera que su papel consiste en “informar a las autoridades de todas las reivindicaciones y ‘aspiraciones de los estudiantes” (I.O. Nro. 1000), como respuesta al anuncio del primer ministro Mauroy, de que la política del gobierno para las universidades sería el resultado de una “concertación y negociación” con el movimiento estudiantil.

Esta política de la UNEF se ha acentuado hasta un grado monstruoso, como lo demuestra un comunicado del sindicato estudiantil publicado en I.O. Nro. 1025, donde se dice:

“La UNEF Independiente y Democrática y la Federación de la Educación Nacional (FEN, sindicato de los profesores universitarios dirigido por socialistas) han estudiado la situación de la universidad y se felicitan por:

“1)       La derogación definitiva de la Ley Sauvage resuelta el 2 de octubre (por el parlamento);

“2)       La decisión del gobierno de presentar en noviembre de 182 un informe para una nueva política universitaria”.

Entonces, además de limitarse a informar a las autoridades y concertar con el gobierno las soluciones a los problemas estudiantiles, la UNEF, bajo la dirección de la OCI (u), felicita al gobierno por el anuncio de que, dentro de un año, publicará un informe sobre la situación universitaria. Se ha llegado a un grado de abyección tal, que no sólo se apoyan las medidas “progresivas” tomadas por el gobierno, sino que se anticipa que sus futuras medidas también serán “progresivas”.

Nuestra carta al CC del POSI calificaba a la política de la OCI (u) en el terreno estudiantil de “oportunista”. Ante estos nuevos hechos no podemos menos que modificar nuestra apreciación; es una política de traición directa y consciente al movimiento estudiantil.

Esta política obedece, según hemos descubierto posteriormente, a razones muy profundas. Debemos decir que ya sospechábamos esas razones, pero ahora las mismas se ven confirmadas por ciertos datos que se han hecho públicos.

1. Favre responde a Nahuel Moreno

Antes que nada, veamos una respuesta parcial que ha dado la OCI (u) a las críticas formuladas en la Carta. El autor de la respuesta es el inefable Luis Favre, en su intervención ante el plenario de los partidos angoleños. El no se dignó responder a nuestro planteo central, de que la UEF se había convertido en corres de transmisión del gobierno burgués en el estudiantado. Se limitó a responder sobre la política de “concertación y negociación de la UNEF, y de paso tergiversó groseramente nuestra posición.

Favre empieza aclarando, con una pedantería que está totalmente fuera de lugar en una discusión seria entre trotskistas, que leyó “un librito que no es ni de Lenin, ni de Mao, ni de Engels, ni de Trotsky, tomé un librito que en ni país se llama ‘mataburros’ (diccionario ), que es para aquellos que tienen dificultad para saber el significado de una palabra. Concertación quiere decir discutir, negociar”.

Y concluye en un tono irónico: “ Resulta que el gobierno de Mitterrand, no es culpa nuestra, decidió abrir las negociaciones con el sindicato estudiantil, y los sindicatos estudiantiles dijeron: ‘Derogación de la ley de orientación’. ¿Los camaradas están en contra de que los sindicatos negocien on el gobierno y la patronal? Eso es absurdo!”

Vamos a recomendar a este campeón del “sentido común” que deje de lado el diccionario y se dediques leer un poco a Lenin, Marx, Engels y Trotsky. Descubrirá que, efectivamente, nuestros maestros no se oponen a la “concertación” (como sinónimo de negociación) de los sindicatos con la patronal y el gobierno (“con el diablo y con su abuela”, según a conocida frase de Trotsky). Pero, contra la corrupta burocracia sindical, correa de transmisión de los intereses de la patronal, se oponen tajantemente a hacer de la negociación/concertación el eje de la actividad del sindicato , como lo es para la UNEF, la OCI (u) y Favre.

La tarea del sindicato es movilizar a sus afiliados por sus reivindicaciones: en el caso del movimiento estudiantil, por mayor presupuesto universitario, mejores instalaciones, trabajo para los graduados acorde con su nivel de capacitación, etcétera. La negociación concertación es una táctica dentro de esta tarea central, una táctica que depende de la relación de fuerzas.

Por ejemplo: supongamos que el movimiento estudiantil se está movilizando por un aumento del presupuesto universitario. Si los estudiantes están fuertes, si cuentan con la solidaridad del movimiento obrero y se encuentran en condiciones de llevar adelante una verdadera lucha, propondremos medidas radicales tales como ocupación de la universidad, manifestaciones, etcétera, y negociaremos el cese de la luchas cambio de la satisfacción de esa reivindicación. Pero puesto que somos trotskistas, ligaremos la reivindicación “económica” a consignas transicionales: por ejemplo, control de la universidad y el presupuesto por los sindicatos de los estudiantes y profesores y de los trabajadores de la Universidad.

Si, por el contrario, los estudiantes están luchando solos, el movimiento obrero está en reflujo, etcétera, nuestras medidas de lucha deberán adecuarse a esa situación y limitarse a petitorios, cartas abiertas y otras por el estilo. Posiblemente negociemos el cese de la lucha a cambio de que no haya estudiantes expulsados, dejando la reivindicación del presupuesto para un momento más favorable.

Por último, si el gobierno está tan fuerte que logra imponer la “normalidad” en las aulas sin conceder ninguna reivindicación, entonces nos dedicaremos a preparar pacientemente las luchas futuras para cuando surja una relación de fuerzas más favorables.

La UNEF y la OCI(u) sostienen lo contrario: basta que el gobierno reciba a los delegados del sindicato y les diga: ‘Tendremos en cuenta vuestras reivindicaciones” para que la UNEF los felicite públicamente por su actitud.

En síntesis, para la burocracia sindical y la UNF, el eje de la actividad del sindicato es “concertar” con el gobierno imperialista contrarrevolucionario de Mitterrand. En el lenguaje del” diccionario, caro a Favre, eso significa “negociar”. En el lenguaje marxista, significa entregar el movimiento estudiantil atado de pies y manos al gobierno burgués.

Para los trotskistas, el eje de la actividad es movilizar a los estudiantes contra el gobierno, y negociar con él como y cuando la relación de fuerzas nos lo impone.

2. Las verdaderas razones detrás de una política

Al estudiar la política de la UNEF y la OCI(u) para el movimiento estudiantil, nos preguntábamos con asombro los motivos profundos de la misma: ¿verdaderamente creían en las virtudes revolucionarias del gobierno de Mitterrand? No: las verdaderas razones salieron a la luz poco después de enviada nuestra Carta al CC del POSI.

En UNEF Inform’ (órgano del sindicato estudiantil) del 7 de octubre, aparece una carta del ministro de educación nacional Alain Savary, fechada el 30 de setiembre, donde se dice:

“Es necesario (....) reconocer la representatividad de las organizaciones estudiantiles y brindarles los medios para asumir esa representatividad en las mejores condiciones de vida democrática Es a dicha necesidad que respondió la búsqueda, particularmente difícil, de los medios financieros suplementarios que serán entregados de manera constante a las asociaciones bajo la forma de subvenciones ”.

Y Le Monde del 10 de diciembre informa que UNEF Independiente y Democrática está recibiendo un subsidio anual de 200.000 francos , o sea 35.000 dólares al cambio actual.

Treinta y cinco mil dólares además de los “medios financieros suplementarios” que serán entregados “de manera constante” a la ....... UNEF ¡he ahí la verdadera causa de la política putrefacta de la “concertación”!

Ya sabemos que la burguesía tiene dos políticas alternativas frente a las organizaciones sindicales: destruirlas, y cuando eso no es posible, corromper a sus dirigentes con dinero y prebendas.

Cambadélis, miembro del CC de la OCI(u) y presidente de UNEF, se ha convertido en un miembro más de la cofradía de traidores como Maire, Bergeron y Seguy. No es un oportunista, o lo es secundariamente. Es un traidor, un burócrata corrompido que ha vendido al movimiento estudiantil a la burguesía a cambio de treinta y cinco mil dólares más los “medios financieros suplementarios”.

Desde ahora, los trotskistas franceses tenemos planteada una campaña en el movimiento estudiantil: “¡Fuere el Judas Cambadélis de la dirección de la UNEF!”

NOTA FINAL: Cuando estábamos dando los últimos toques al presente documento, nos llegó la versión francesa de nuestra carta al CC del POSI, publicada en el Bulletin Intérieur d’infornation et de discussion ínternational , junto con una respuesta de Francois Forgue.

Aún no hemos podido leer la respuesta de Forgue a nuestra carta, pero debemos notar lo siguiente: nuestra carta al POSI está fechada 13 de octubre. El “consejo general” convocado por la OCI (u) se reunió en noviembre. Este boletín con la versión francesa de nuestra carta lleva fecha 20 de diciembre . El Congreso de la OCI(u) está convocado para el 26 de diciembre.

Esto significa que los miembros de ese supuesto “consejo general” no conocieron nuestra carta, y os delegados al congreso de la OCI(u) la conocieron con sólo seis días de anticipación. En cambio sí conocían, con un mes de anticipación, las críticas parciales a nuestra carta.

Así es como discute la dirección de la OCI(u)

BIBLIOGRAFIA DE LAS OBRAS CITADAS EN EL DOCUMENTO

Documentos de la Organizacion Comunista Internacionalista (Unificada)

·         Proyecto de informe político preparatorio al XXVI Congreso de La OCI (U) , aprobado por el Comité Central del 22, 23 y 24 de agosto de 1981. Su autor es Pierre Lambert. Versión en español, Correspondencia Internacional Nro. 15, 12-11-81.

·         “Documento discutido y aprobado por el Buró Político de la OCI(U)”, publicado en la Lettre d ‘Informations Ouvrieres Nros.. 10 y 11. Su autor es Stéphane Just. No existe versión española.

·         Resoluciones del “consejo general” posterior a la escisión de la CI(CI), reunido el 21 al 26 de noviembre de 1981. Bulletin Intérieur d’information et de discussion international , Nro. 1, 30-11-81. Se aclara que dichas resoluciones se basan en el informe de Stéphane Just, “Los frentes populares y la política de la OCI(u), sección francesa de la Cuarta Internacional (Comité Internacional)”. No existe traducción española en el momento de redactar este documento.

·         Forgue, Francois: “Primera respuesta al camarada Capa”, Correspondencia Internacional Nro . 13, octubre de 1981.

·         Favre, Luis: “Sobre el frente único antiimperialista”, Correspondencia Internacional Nros. 10-11, julio-agosto de 1981.

·         Favre, Luis: intervención en el plenario conjunto de los dos partidos angoleños adherentes a la ex-CI (CI); actas grabadas, versión española.

·         Periódico Informations Ouvrieres, órgano de la OCI(u), números 1000 a 1032 (16 de mayo a 26 de diciembre de 1981).

·         Periódico UNEE Inform’, órgano de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia, independiente y democrática.

Materiales de la Corriente Pablista

·         Pour l’autogestion y Sous le drapeau du socialisme.

Materiales de Nuestra Corriente

·         Moreno, Nahuel: Carta al Comité Central del Partido Obrero Socialista Internacionalista de España, 13 de octubre de 1981.

·         Capa, Miguel: “El gobierno Mitterrand, sus perspectivas y nuestra política”, en Correspondencia Internacional Nro., 13, octubre de 1981.

Textos

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Mao Tse-tung: Obras escogidas Pekín: Ediciones en lenguas extranjeras, cuatro tomos, 1971.

Trotsky, L.: Escritos. Bogotá: Editorial Pluma, 1977-79.

Trotsky, L.: Programa de Transición . Bogotá: Editorial Pluma, 1977.

Trotsky, L.: La revolución española. Barcelona: Ed. Fontanella, 1977.

Trotsky, L.: On China. New York: Monad Press, 1976.

Trotsky, L.: On France, New York: Monad Press, 1979.

Trotsky, L.: The Challenge of the Left Oposition. New York: Pathfinder Press, 1975.

Trotsky, L.: The Crisis of the French Section. New York: Pathfinder Press, 1977.

Trotsky, L.: The First Five Years of the Communist International, 2da. ed. New York: Monad Press, 1972.

Trotsky, L.: The Struggle Against Fascism in Germany. New York: Pathfinder Press, 1971.

Trotsky, L.: The Third International After Lenin . New York: Pathfinder Press, 1971.

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Varios: Documents of the Foutht International, 1933-40. New York: Pathfinder Press, 1973.

Just, 5. y Berg, Ch.: Front populaires d’hier et d’aujourd’ hui . Paris: Selio, 1971.

Guérin, D.: Front populaire’, révolution manguée . Paris: Maspero, 1979.

Internacional Comunista: Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Córdoba: Cuadernos de Pasado y Presente, 1ra. ed., 1973.

Degras,J., ed.: The Communist International, 1919-1943. London: Frank Cass & Co., 1971

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