Alrededor del disco Verde Melón.

 

 Tengo el privilegio de conocer la obra de Raúl Ciro,Alejandro Frómeta y Carlos Santos (núcleo creativo de Superávit) desde que estos tres músicos formaban parte del grupo de cantautores del grupo que integrara la tan renombrada peña de 13 y 8. Ya por aquellos lejanos días de finales de los ochenta, quien prestara un mínimo de atención a la propuesta de los entonces  desconocidos muchachos se percataba de que ahí se estaba gestando uno de los movimientos más interesantes de la cancionística cubana ¿y porqué no decir hispana? de los últimos años. "El tiempo el implacable, el que pasó", al decir del querido Pablo, ha dado la razón a quienes como yo apostamos por estos cantautores hace ya 12 años.

 Por lo expuesto, se comprenderá el enorme regocijo que me produce poder tener entre mis manos el disco Verde Melón, ópera prima de Superávit. Lamentablemente, el CD ha estado carente de la divulgación y promoción que se merece e incluso, ni tan siquiera ha habido un concierto -no importa lo sencillo que fuese- de presentación del material. Son contados los espacios radiales que, aunque sea de manera fragmentada, han difundido cortes del álbum. Lo penoso del caso consiste en que no se trata de un simple prensaje entre los tanto que conforman la producción nacional. Para nada es esa la situación. Hablo de uno de los fonogramas de mayor calidad no sólo en el ámbito de los aparecidos en 1998 sino entre todos los editados durante la presente década.

 Una de las primeras cosas en que se me ocurre pensar tras una atenta audición de Verde Melón es en el echo de que con discos como este el aparato categorial de que disponemos los encargados de reseñar, comentar y/o criticar las disímiles obras discográficas que se publican , en la actualidad va resultando insuficiente a la hora de intentar ubicar el material en una de las clasificaciones al uso. Con el álbum debut de Superávit no se puede de hablar de un CD enmarcado  dentro de los límites del rock, el pop, la canción, lo bailable... No tiene lugar la tradicional y clásica diferenciación de géneros y estilos porque lo que Ciro, Frómeta y Santos quieren buscar (y dicho sea de paso, encuentran) son nuevas articulaciones y texturas por medio de mixturas e hibridaciones en aras de una fusión total. Un magnífico ejemplo para demostrar lo anterior es el tema de Carlos Santos "Un lugar", canción que ya se había conocido en la versión que el propio creador interpretara con Pepe del Valle en la etapa en que ambos integraron el formidable dúo Hobby, pero que en la propuesta de Superávit cobra un aliento renovado y diferente gracias a la notable orquestación con que es arropada la melodía.

 

 En la nota de presentación del fonograma, Juan Formell apunta una idea que me parece fundamental para poder captar la esencia de lo que esta agrupación nos ofrece. Él afirma: "Antes de salir al mercado me brindaron la oportunidad de escuchar este disco y su ambiente sonoro enseguida me trasladó al pop y al rock de los sesenta y ochenta con un toque tradicional y especial de nuestra música cubana, Me llegó una sonoridad muy original, que a mí, no se me pareció a nada; era un ejemplo de la mezcla que somos. Sentí salsa con pop, rock con batá y la fusión de las cuerdas con las guitarras eléctricas o las acústicas, buscando un sonido que pudiera ser country o el de nuestras charangas quizás, confieso que el sonido de Superávit me atrapó sin remedio."

 Este prensaje posee la rara virtud de que a lo largo de sus 13 cortes resulta punto menos que imposible definir qué es, en materia de géneros y estilos, lo hegemónico y qué lo subalterno. Cuando uno se enfrenta a piezas como las realizadas por Superávit se da cuenta que los parámetros, patrones, y criterios que han definido qué es lo cubano en la música ya no son del todo válidos pues en el instante en que creadores como Alejandro Frómeta y Raúl Ciro, en piezas como "Snorkel" y "Pulpa de Tamarindo Almendrada", se apropian de elementos del sonido grunge de bandas como SoundGarden y Pearl Jam para hacerlos suyos, se está dando una transformación de nuestra identidad, fenómeno que no puede ser explicado en los estrechos marcos del enfoque convencional de dicho concepto; habría que aceptar la exégesis de los procesos de fragmentación que en el presente momento finisecular se dan en el universo de las producciones artístico literarias y auxiliarse de teorías como la de la deconstrucción, a tenor de los cambios de coordenadas que en la actualidad tienen lugar en la cultura cubana, en la cual el referente ya no está dentro de las fronteras locales. Porque quiéranlo o no lasa ciencias sociales, un analista imparcial que escuche un CD como Verde Melón ha de reconocer que la etapa que vive en estos tiempos la cultura artística es de carácter internacional, aunque a la par (y esto es lo importante) se refuerza la identidad. Así, en el quehacer composicional de Ciro, Frómeta y Carlitos se pone de manifiesto la condición de sujeto multicultural de buena parte de las nuevas generaciones de artistas cubanos.

 

 Si alguien me preguntase acerca de cuál corte del CD resulta mi preferido, confieso que me las vería en un aprieto. Como un melómano común y corriente, en correspondencia con mis estados anímicos, hay días que experimento predilección por uno u otro tema. En ocasiones me da por programar de forma repetida en mi máquina de compactos las piezas "Verde Melón", "Como las Olas" y "Transparencia",por la carga de adrenalina que transmiten. Cuando la nostalgia se adueña de mí y lo que añoro es engancharme a la cosa retro, ahí están "Marilín en el Cielo con Diamantes", "De regreso a Nueva York" y en especial "Bruma Blanca", con una coda de la cuerda de metales sencillamente maravillosa. ¿Y qué decir de esa joyita nombrada "Villa de París"? Tan sólo repetir lo ya afirmado por mi buen amigo Humberto Manduley; Si un día tuviese que  marcharme a una isla solitaria    y me dieran a elegir una única canción para llevar conmigo, "Villa de París", de Raúl Ciro, sería por mí la escogida.

 En lo concerniente a la poética de Verde Melón, la misma esboza una alternancia entre un lenguaje por momentos metafórico, lírico e introspectivo y otro, poseedor de un muy  fuerte sabor urbano. Compárenselas diferencias de discursos en los siguientes fragmentos:

  Todo el mar beberé/ si al mirarte tus pies rozan lo azul siempre azul/ y a la sombra de labios que dancen estará mi nadir.

  Todo marcha tan bien/ que a pedazos tu piel es el vacío cenit/ y en lo enfermo de mí la rapiña gira y gira en lo alto

  Quiero verte dormir/ quiero verte dormir/ y que nadie me hale la manga si me hallo tan alto/ (...) si me hallo tan alto que ya me pierdo, que ya te pierdo, que ya me pierdo/ quiero verte dormir/quiero verte dormir. ("Villa de París", Raúl Ciro)

Sin dirección, sin equilibrio/ voy por la acera manchada de sol/ silbando la prisa de los transeúntes/ que nunca reparan su velocidad

 Tal vez se tardó, tal vez que la esperan/ quizá la escasez, la televisión/ las calles se pierden bajo las pisadas/ cuando las sirenas dejan de sonar.

Manchas de intenso sol/ciudad bulliciosa, contra reloj/ algún desacierto murmuran tus luces/de tus azoteas caen los días/ sobre la avenida/y del suelo se levanta tu camino en espiral. ("Contra Reloj", Carlos Santos)

 Otro acierto del disco de Superávit se manifiesta en el eficaz manejo que en lo textual se hace de la crónica social. Véase:

 Si miro atrás me veo sentado trovando por ti / sin disco-bar me dejas solo aturdido/ buscando bailar, sólo buscando bailar./ La gente qué es lo que quiere la gente?

 Más al volver me vi sudando el cerquillo a lo beat/ después que serví dejaste el cake en la mesa/ fresco y sin cortar, fresco y sin cortar/ sólo buscando bailar. ("Fresco y sin cortar". Juan Formell-Gerardo Miró/Ciro y Frómeta)

 La mirada aguda en torno a nuestra realidad sin caer en el hipercriticismo, está presente en la fotografía que de las escuelas al campo se efectúa en la canción "Pasillo Aéreo" y no falta cierto toque de humor ácido, en particular en las creaciones de Raúl Ciro. El discurso de lo cotidiano adquiere rango artístico y deviene en vehículo para trasmitir un conjunto de preocupaciones ideoestéticas.     En el CD Verde Melón la vida diaria de cualquiera de nosotros se plasma como un componente y una temática de la cultura, una tendencia que se aprecia en varias zonas de la música cubana de los más recientes años.

 

 Ahora bien, las intenciones de Superávit de ofrecer un disco que rebase las expectativas de un álbum contentivo de un puñado de canciones, para convertirse en toda una propuesta conceptual, donde mejor se aprecia es en el primer corte del disco, el titulado "Fresco y sin cortar", un ejemplo de intertextualidad moderna. La cantidad de niveles interpretativos que propone la canción la convierte en lo que se conoce como texto cultural. En la pieza hay componentes de la música de cámara, dados por la utilización del clásico cuarteto de cuerdas; están los elementos provenientes de la tradición popular , personificados en la presencia de la síncopa y las claves cubanas, el toque de los tambores batá evoca las raíces afro de nuestra nacionalidad; por momentos la sonoridad recuerda los aires de las orquestas de charanga, gracias al tratamiento de los violines; a su modo, el lenguaje beat de la batería rinde homenaje al songo ideado por Formell y Changuito; el discurso urbano y marginal viene de la mano del fragmento rap , magistralmente interpretado en inglés por Pablo Herrera ; las influencias del folk y el country se perciben en esas guitarras acústicas con cuerdas metálicas , y la actitud rockera se trasunta en las inflexiones de la voz  de Raúl Ciro al cantar (la buena onda del flaco Luis Alberto Spinetta no se aparta del álbum) y en las texturas de una punzante guitarra eléctrica, trabajada con distortion.

 

 La pieza posee la rara virtud de poner en juego códigos de alta cultura, de la cultura urbana, de la santería, de lo erótico y sexual, de lo marginal; coloca sobre el tapete circunstancias socioeconómicas de la sociedad cubana de los noventa. A partir de un leitmotiv tomado de una otrora muy popular canción de Juan Formell y que reza: " La gente , qué es lo que quiere la gente/ La gente , qué es lo que quiere la gente/ Yo no sé porqué te quieres quemar tú también/ Caliente (fragmento que funciona a manera de prototexto), una melodía aparentemente simple y que un escucha ingenuo pensaría que está destinada a mover los pies, por medio de continuas apropiaciones de temas de Formell ("Mi ritmo caliente"), Silvio Rodríguez ("Debo partirme en dos") y Raúl Gómez ("Que tú me quieres voy a gritar") e incluso hasta el solo instrumental hecho por José Luis Cortés en la mencionada pieza de los Van Van, arma un discurso ideoestético acerca del dilema al que se enfrenta el artista en nuestro medio, en especial desde la irrupción del mercado.

 Junto a la variedad de relaciones intertextuales, que son a su vez de una gran riqueza artístico social, en "Fresco y sin cortar", también maravilla el manejo que los autores hacen de la categoría conocida como interpretante. En tal sentido , Superávit se apropia de un segmento de una  vieja canción de Silvio Rodríguez que en la condición de metatexto, ya había servido como sátira de cierto tipo de cancioncilla banal: Te quiero mi amor, no me dejes solo, / no puedo estar sin ti, mira que yo lloro. Este fragmento deviene en texto interpretante y sirve como modelo de sorna para que Ciro y Frómeta  elaboren su su propio y nuevo metatexto. Asimismo, resulta extremadamente cautivadora en "Fresco y sin cortar" la dinámica establecida entre la parodia y el pastiche  como recursos de la apropiación y para mí es imposible delimitar dónde termina la una y comienza el otro. Aquí se evidencia como una canción que pudiera pasar por trivial se hace con una profunda carga de reflexión y genera una doble codificación pues a la vez que se subvierte y se transgrede un  modelo de hacer música, también se está legitimando dicho código referencial. En  este caso, vale la pena acotar que mucho más importante que el juego paródico en relación con autores que uno reconoce, es la parodia a géneros.

 Por supuesto que Verde Melón tiene imperfecciones. Al ser un disco hecho a partir del criterio de mostrar equitativamente la obra composicional de tres autores, no existe una unidad conceptual o hilo conductor que vertebre su contenido. Por otra parte, se detectan desafinaciones en el área de las cuerdas y una que otra desentonación en las voces. Tampoco considero que sea del todo feliz la ubicación de ciertos planos sonoros a lo largo del álbum, fenómeno imputable a la alta complejidad de las mezclas en este prensaje, que demanda la intervención de un tipo de productor que no abunda hoy en Cuba. Empero las deficiencias apuntadas en nada empañan la brillantez de la propuesta. Este es un disco de cabecera que hay que citar como ejemplo musical del proceso de hibridación  que vive la cultura nacional y demuestra que hoy la cultura popular ya no es totalmente homogénea pues atraviesa una etapa de integración, la cual impide hablar de los cánones tradicionales de alta, media y baja cultura.

 Verde Melón sirve como botón de muestra de cómo se dan entre nosotros los procesos de fragmentación, homogeneización, interculturalidad, intertextualidad con diferentes matices, desterritorialización de la cultura... En artistas como estos, hay una nueva sensibilidad, portadora de una lógica otra y que borra las fronteras convencionales o estamentos estancos a los que todavía muchos permanecen aferrados. Por su propuesta expresiva y conceptual, la banda ha pasado a ser nuestro paradigma artístico y ético de los noventa. Ciro, Frómeta y Santos, así como agrupaciones al estilo de "Perfume de Mujer", "Habana Sax" y "Diapasón", están generando una corriente distinta dentro del universo sonoro cubano, donde el músico se transforma en hacedor de valores, una suerte de chamán. Sí, la mesa está servida y no importa que los tontos hayan dejado el cake fresco y sin cortar. Allá los que se lo pierden.

 

 

 

 

 

 

Joaquín Borges Triana. Revista Caimán Barbudo. 1999.

 

 

 

 

 

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