DE BROADWAY A MADRID


Su vida no es un cabaret

El éxito teatral ha volcado su agenda y durante más de novecientos días ha acudido puntual a la misma sala para trabajar de noche y, sobre todo, los fines de semana. Poco extraña que diga entre suspiros que «cualquier ratito para estar con mi familia me sabe a poco».    

Madrugón escolar. «Mi chico y mi hija son muy comprensivos conmigo. De lunes a viernes llevo a la niña al colegio, pero los fines de semana me dejan dormir todo lo que quiero». Contra la sofisticación de Sally Bowles, la actriz dice que «en mis horas de ocio me gusta lo más sencillo. Echo mucho de menos quedarme en casa toda la tarde leyendo un libro, salir de paseo con mi perra, cuidar el jardín. Otros momentos de mi vida han sido más fantasiosos, pero ahora disfruto mucho con lo que tengo al alcance de mi mano».    

«Tumbing» con palomitas. En la lista de asuntos pendientes también figura con negrita «tirarme por la tarde un sábado a ver una buena película con ellos. Hay una que tengo muchas ganas de ver con mi hija: “Senderos de gloria”. La vi de jovencita y aún no he conseguido convencerla de que va a interesarle. También Steven Spielberg me fascina, tanto lo más divertido como lo menos».    

Cocinera esporádica. «No he dedicado mucho tiempo en mi vida a aprender a cocinar. No soy como una mamá de las antiguas. De vez en cuando me esmero un poco más: hago una especie de «kitsch» de verduras ligerita y la familia parece que está contenta».    

Platos de novicia. Por tanto, más que convertirse en Arguiñano prefiere recomendar las recetas de otros: «Hay un restaurante cerca de casa, El antiguo convento (c/ De las Monjas, s/n. Boadilla del Monte), donde acabamos de tener una celebración familiar. Me gusta porque además de una comida excelente, tienen un trato exquisito, algo que se echa de menos. Cerca está el Palacio del Infante Don Luis, de Ventura Rodríguez, que han remozado en parte porque Milos Forman ha rodado parte de su última película allí.    

Como a muchos, las obras y el tráfico le producen estrías en el ánimo, por eso hace tiempo que sacralizó el coche como único puente hacia las grandes concentraciones urbanas, de esas mismas que disfrutó cuando aún se preparaba y soñaba con que algún Bob Fosse español le dijera «el papel es tuyo».    

De jardines y olores. «He vivido en el Madrid de los Austrias y me sigue encantando. Cuando mi hija era todavía un bebé paseaba con ella por los Jardines de Sabatini del Palacio Real y aún recuerdo el olor tan fuerte que lo inundaba todo», aunque aún no ha averiguado esa planta que la embriaga.    

Gangas de outlet. Se niega a definirse como una fanática de la moda, aunque alguna vez al ver el ticket ha constatado que había prendas de más: «Encuentro cierto regusto en encontrar la ganga y esto suelo hacerlo en Las Rozas Village, un “outlet” que parece un decorado de una película o la propia Disneylandia. Busco prendas de buenas marcas a precios bajos. Tengo la sensación de que voy de caza y eso me gusta porque creo que pagamos mucho más de lo que valen las cosas», dice con cierto tono reivindicativo.    

Un café-librería. Para ella la noche se ha convertido en un desierto inexplorable, pero aún se acuerda de que «El café de las estrellas (c/ Martín de los Heros) es ideal para tomarse algo antes o después del cine. Es de un amigo mío. Han dado un cambio hace un tiempo y le han dado un vigor rico. Tienen una carta muy pequeña, pero excelente. Ahora hay una selección de libros que se pueden comprar».    

Y a más largo plazo... «Lo primero es descansar y tener, por fin, un sábado libre para los míos. Además el parón coincide con las vacaciones, aunque todavía no sé lo que haremos. En lo profesional, sin duda lo que más me gusta es el teatro, pero hay que cambiar. Tienes que recordarle un poco a la gente que existes y para eso lo mejor es el cine o la televisión. Necesito, además, un horario mucho más compatible con la vida familiar», concluye.

David CARRÓN - La Razón Digital


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