“El que quiere hacer justicia a base de fuerza,
se parece a un eunuco que suspira por abrazar a una muchacha”
(Eclesiástico, 20,4)

 

 

 

 

 

 

 

NO A LA GUERRA

¡«NO A LA GUERRA»! Ésta nunca es una simple fatalidad. Es siempre una derrota de la humanidad. El derecho internacional, el diálogo leal, la solidaridad entre los Estados, el ejercicio tan noble de la diplomacia, son los medios dignos del hombre y las naciones para solucionar sus contiendas. Digo eso pensando en los tan numerosos conflictos que todavía aprisionan a nuestros hermanos, los hombres. En Navidad, Belén nos ha recordado la crisis no resuelta del Medio Oriente, donde dos pueblos, el israelí y el palestino, están llamados a vivir uno junto al otro, igualmente libres y soberanos y recíprocamente respetuosos.