N. York, 13 Nobre.
Mi amigo queridísimo:
Recibí del Sr. Solignac su carta última, y en ella la mala noticia de que se
volvió a México con otra anterior de Ud. por no hallarme: en New York
estaba; pero lleno de agitaciones y dudas, y a punto ¡quién nos lo
hubiera dicho! de ir por quince días a México.- Grandes empeños me llevaban; porque yo soy
siempre aquel loco incorregible que cree en la bondad de los hombres y en
la sencillez y naturalidad de la grandeza: pero ¿por qué no he de
decirle que tanto como mi frustrada empresa, y agradecido a ella porque me
devolvía a Ud., me animaba y tenía lleno de júbilo el pensamiento de
volver a verlo? Porque Ud. se
me entró por mi alma en mi hora de mayor dolor, y me la adivinó toda sin
obligarme a la imprudencia de enseñársela, y desde entonces tiene Ud.
en ella asiento real.-¿Qué para qué
iba yo a México? Ud. sabe con qué serenidad abandoné cinco años hace,
por no poder sufrir sin bochorno nuestra ignominiosa vida pública, la
situación bonancible y brillante que, amorosa como una madre, me ofrecía
mi patria, que lejos de ella, y con mi ejemplo y fe, he esperado, con una
paciencia parecida a la agonía, el instante en que abatidas ya todas las
falsas esperanzas de nuestra gente, se decidiesen a dejar campo-a los que
no ven más manera de salvar al país que arrebatarlo de sus dueños: y en
todas estas labores yo no tenía el pensamiento en mí, que sé que todo
poder y todo provecho me están vedados por mi carácter austero en el mundo; ni
aspiraba a más gozo que al de
hacer algo difícil y desinteresado, y acabar. Vinieron hasta New York,
esperanzados en el éxito de un movimiento de armas con la exasperación,
angustia e ira reinantes en el país, dos de los jefes más probados,
valientes y puros de nuestra guerra pasada y, con estos calores míos, me puse a la obra con
ellos: de esta tierra no
espero nada, ni para Uds., ni para nosotros, más que males: ciertos
medios, ya hay; pero necesitamos más: y yo veía llegada la hora
memorable y dolorosa de ir a implorar, con lágrimas y con razones, el
cariño y la ayuda de todos los pueblos, pobres y generosos, de nuestra América.
De las dificultades no me hable, que yo me las sabía; pero tal brío
llevaba en mí, y tal fe en la nobleza humana, que de antemano estaba
orgulloso de mi éxito: ¿por dónde había de empezar, sino por México?
Acordamos planes y fechas: señalé el 20 de octubre para partir: no tenía
más modo de vivir que lo que me producía el Consulado del Uruguay, en
que hacía de Cónsul interino y como el Uruguay está en amistad con España,
renuncié, con el Consulado, a mi único modo de vivir:-Carranza llegó a afligirme y pesar
sobre mí de tal manera que, alabado en esto
por todos, tuve al fin que abandonarle, hará unos cuatro meses:-y para
que mi familia viviese durante mi ausencia, tenía concertadas unas cartas
de viaje con el Sun, siempre bueno para mí: sentía que renacía, yo,
que desde hace años recojo a cada mañana de tierra mis propios pedazos,
para seguir viviendo:-cuando de súbito vi que, por torpeza e interés,
los jefes con quienes entraba en esta labor no tenían aquella cordialidad
de miras, aquel olvido de la propia persona, aquel pensar exclusivo y
previsor en el bien patrio,-aquel acatamiento modesto a la autoridad de la
prudencia y de la razón sin las que un hombre honrado, que piensa y prevé,
no puede echar sobre sí la responsabilidad de traer a un pueblo tan
quebrantado como el nuestro a una lucha que ha de ser desesperada y larga.
¿Ni a qué echar abajo la tiranía ajena, para poner en su lugar, con
todos los prestigios del triunfo, la propia? No vi, en suma, más que a
dos hombres decididos a hacer, de esta guerra difícil a que tantos
contribuyen, una empresa propia:- ¡a
mí mismo, el único que los acompañaba con ardor y los protegía con el
respeto que inspiro; llegaron, apenas se creyeron seguros de mí, a
tratarme con desdeñosa insolencia! A nadie jamás lo diga, ni a cubanos,
ni a los que no lo sean; que así como se lo digo a Ud., a nadie se lo he
dicho: pero de ese modo fue: ¿cómo, en semejante compañía, emprender
sin fe y sin amor, y punto menos que con horror, la campaña que desde años
atrás venía preparando tiernamente; con todo acto y palabra mía, como
una obra de arte? Pues si he estado, ya con el alma rota, en comunicación
constante, con todas nuestras tierras; si, desdeñando glorias y provechos
que otros, y no yo, consideran más apetecibles, he movido la pluma para
todas esas tierras, cuando no podía ya mover el alma; si me he complacido
en sentir, en pago de mi cariño, amorosa para mí a la mejor gente de
todos esos países, ¿por qué era, sobre que ese amor a ellos es
en mí natural, sino porque el cariño que personalmente había
tenido la fortuna de inspirar, podía ponerlo luego al servicio de mi
patria?-De estas alas caí, como si hubieran sido de humo: el pensamiento
de lo que pierdo en autoridad, y en beneficio de mi fama, siendo como es
posible hoy la guerra, con apartarme de los que la conducen, y conmigo habían
comenzado a allegar los medios de hacerla realizable,-no podía bastar en
mí, que nada sé hacer
contra mi concepto de lo justo, para entrar en una campaña incompleta, y
funesta si no cambia de espíritu, sin más estímulo que el de mi
provecho personal futuro, que es el único estímulo que para mí no lo es
jamás. Ni cómo contribuir yo a una tentativa de alardes despóticos,
siquiera sea con un glorioso fin; tras del cual nos quedarían males de
que serían responsables los que los vieron, y los encubrieron, y, con su
protesta y alejamiento al menos, no trataron de hacerlos imposibles?- Y no
he ido a México; ni voy a ninguna parte, por el delito de no saber
intentar la gloria como se intenta un delito: cómo un cómplice. Renuncié
bruscamente, aunque en sigilo, a toda participación
activa en estas labores de preparación que en su parte mayor caían sobre
mí. Renuncié a dejar de verlo. Me quedé sin modos de vida. Pero he
hecho bien: y recomienzo mi faena. En mi tierra, lo que haya de ser será:
y el puesto más difícil, y que exija desinterés mayor, ese será el mío.-No
me asombro de lo que me ha sucedido, aunque me duele: ¡sé ya de tan
viejo que a los hombres le es enojosa la virtud! Y esto que yo, si tengo
alguna, procuro no enseñársela, para que no me la vean: pero obrar
contra ella, no puedo;- Y de esto me viene siempre mal.
Ahora, ¿querrá Ud. ayudarme? ¿querrá Ud. ponerse a mi lado, a ver si puedo,
recogiendo labores de aquí y de allá; ya en los periódicos de aquí, ya
en los de fuera, evitar el uncirme de nuevo, con estos pensamientos que me
queman y estas visiones blancas que me empujan, a una mesa de comercio, en
que me iría muriendo; por ser en ellas constantes la brusquedad y el egoísmo,
de los que cada muestra y palabra me dan en el corazón, que no sé ya cómo
me vive?-De este pensamiento era del que le hablaba desde hace dos años,
pensando siempre en una manera de arreglar mis labores, de modo que me
permitiesen trabajar en mis propias vías, que es el único modo de dar
fruto. Porque si no, me muero de vergüenza, y me parece que desobedezco a
la voz de adentro, y falto a mi deber, y seré juzgado, puesto que traje
en mí acciones y palabras buenas que
no di, como un desertor y un criminal. Trabajo para un gran diario de
Buenos Aires; pero este sueldo va a mamá. Si logro arreglar
este género de vida, y fijar mi plan, trabajaré, como en este mismo
instante, para el Sun de aquí,
para el que escribo en francés ¡yo, a quien Ud. corrigió una vez, con
dulzura de evangelista, un envoyerai por un enverrai!-
Lo que le
pido es esto, y se lo pido urgentemente, y como a Ud. pudiera yo con más
eficacia pedírselo. Me va en ello, ahora, el enderezamiento de mi vida,
que de aquí a un mes sería angustiosa; y, después, me va en ello la
fuerza de mi inteligencia, y la salud del alma:-Dos cosas se me ocurren, y
una la tenía pensada mucho tiempo ha: ¿vendría bien, para el
Diario Oficial de México, con una
remuneración que sin ser excesiva, compensase en algo la labor, de 50
a 100, según el tiempo empleado, una especie de redacción constante de
asuntos norteamericanos, estudiados, sin comentarios comprometedores, en
cuanto, y ahora es mucho e importantísimo, hiciesen relación a todos los
pueblos de nuestra raza, y en especial al mexicano? Alerta se ha de estar
allí a todo esto, sin que por eso se parezca alarmista. Ese sería el
mejor modo de ir haciendo opinión y previsión, sin alarmarlos. Cada
semana saldrían de aquí las cartas y documentos que fueren del caso. O
cada semana una carta. O una noticia especial de cada asunto que se
refiriese a las relaciones de este país con los nuestros, por actos
directos o indirectos. Ya sé que no es de amenidades
ni literaturas el Diario Oficial:
ni sienta bien como lugar de expresión de opiniones extremas, que yo
cercenaría, y haría de modo que los lectores las dedujesen por sí, sin
ir en esto a más de lo que el Diario, desease. Un centinela de la casa propia, con todo
el cuidado de quien sabe
el peso y alcance de toda palabra oficial: este sería yo en esto.
Y mi otro plan es este: He imaginado sentarme en mi mesa a escribir, durante
todo el mes, como si fuese a publicar aquí una Revista: Sale un correo de
New York para un país de los nuestros; escribo todo lo que en este haya
ocurrido de notable: casos políticos, estudios sociales,
noticias de letras y teatros, originalidades y aspectos peculiares de esta tierra.
Muere un hombre notable: estudio su vida. Aparece, acá o en cualquier
otra parte del mundo, un libro de historia, de novela, de teatro, de poesía:
estudio el libro. Se hace un descubrimiento valioso: lo explico, luego de
entenderlo. En fin, una Revista, hecha desde New York sobre todas las
cosas que puedan interesar a nuestros lectores cultos, impacientes e
imaginativos; pero hecha de modo que pueda publicarse en periódicos
diarios. Siete, ocho, diez, yo no sé cuántos, porque Ud. sabe que ni el
corazón ni la mano se me enfrían, tendría el periódico que entrase en
mi plan, como parece que uno en el Uruguay, El Siglo, y otro en Chile, El
Mercurio, entran: de estos artículos, unos serían
de crítica, otros de bibliografía, otros de biografía, otros, los que
interesarían más acaso, correspondencias sobre varias materias. Por
ferrocarril le mando copia de la última que he escrito, en que describo
el día y la noche de elecciones. Naturalmente, ese trabajo que es más que el de
un redactor diario asiduo, no lo podría hacer para un periódico solo, a
menos que no compensase poe sí solo el tiempo empleado en él, como tres
años ha hice con La Opinión
de Caracas, lo que abandoné por ser condición para continuar aquella
labor que consintiese en alabar en ella las abominaciones de Guzmán
Blanco. Con $120 me basta para
la vida: tengo probabilidades de que los periódicos que le he dicho de
Montevideo y Santiago tomen esta serie de trabajos, que se publicarían en
un periódico de cada país a un mismo tiempo: y eso me habilita a ofrecer
toda esa labor por $40 oro americano al periódico mexicano que viese
utilidad en ella. Ud. me cuidaría, por serme vital, de la constancia
de la paga. ¿No ve que me debe estar dando vergüenza hablarle de esto?
Creo esto realizable, y acaso lo del Diario, aunque más fácilmente lo otro.-Por poco me propongo dar mucho; que
por no mío ha de valer, sino porque será de cosas de interés, nuevas y
vivas. Siéndome esta labor grata ¡qué diligencia no pondré yo en
ella!- que no he perdido nada de la que Ud. me conoció,-sino que la tengo
crecida, por el disgusto que los trabajos nimios del comercio me causan, y
el agradecimiento con que vería el poder librarme de ellos,-y por ser
estas labores que reúnen a la vez la animación, la hermosura y el
desinterés que me son esenciales, en cuanto hago y veo, para la vida.-
Ya
le he hablado bastante, aunque nada de la inquietud y necesidad
con que espero su respuesta, que me es tan importante, para poder decidir
acá mi futuro género de vida, y por estar hoy sin ninguno fijo, que le
agradecería que, en caso de conseguir una u otra cosa de las que le
propongo, me telegrafiase una sola palabra “Sí”, al Consulado del
Uruguay, 17 y 19 William Street, Room 20, dirigida a mí.
Y olvídese, olvídese de lo que he ocupado tanto tiempo en estas tristezas
e intereses míos; pero si puede, ayúdeme.
De descontento, callo.
Bese la mano a Lola, y las mejillas a sus hijos, Carmen, buena: mi hijo,
una copa de nácar: mis padres en La Habana; y yo, de tal manera en mi
interior, que sólo a Ud. podría decírsela.-
Su hno.
J. Martí
|