No sé, Melitina hermana,
que en este mundo haya cosa
como la mañana hermosa
en una selva cubana.
Primero es perla dormida
que va despertando al coro;
y luego la perla es oro,
y luego fragua encendida.
Prenden el cielo cambiante
vivas llamaradas rojas:
el sol, por entre las hojas,
reluce, como un brillante...
Mas
calla de pronto, calla
la Naturaleza toda:
cesa, con susto de boda,
la magnífica batalla.
¡Y
por el claro horizonte,
y por la pálida tierra,
vibra, cual canto de guerra,
la voz del clarín del monte!
Selva es mi Cuba, arropada
entre tristísimos velos,-
selva, que ya ve en los cielos
la luz de la madrugada.
Y tú,
Melitina mía,
con tu voz dulce y sonora,
eres el clarín de aurora
de nuestra selva sombría.