REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD YACAMBU
PROGRAMA DOCTORADO EN GERENCIA
ASIGNATURA: “SEMINARIO AVANZADO DE EPISTEMOLOGIA”
PARTICIPANTE: ORICELA OJEDA
ENSAYO Nº2 RACIONALIDAD
1.RESUMEN
En este ensayo se denotan ciertas
características comunes relacionadas de diversas formas con la noción de
racionalidad.
2. RACIONALIDAD
La
racionalidad es uno de esos términos imposibles de definir sin dejar fuera de
la definición un mundo de significados, la racionalidad es una especie de
"factum" sobre el cual la mitología, la ideología, la ciencia y la
conciencia, han tratado de justificar y legitimar su fundamentación particular.
La noción de racionalidad envuelve tal cantidad de usos y acepciones que sufre
lo que podríamos llamar una saturación polisémica, lo cual hace que cualquier
concepto de racionalidad se encuentre frente al espejo paradójico de la
autorreferencia: porque siempre tendremos que dar razones para justificar la
racionalidad.
Algunos
filósofos consideran la racionalidad, desde un punto de vista platónico, como
la característica fundamental que distingue al ser humano del resto de los
seres vivos, y suponen como axioma antropológico de su discurso que el ser
humano posee una facultad especial que lo distingue del resto de los animales y
seres vivos; y llaman a esa facultad "racionalidad", pero con una
salvedad: que esta facultad es parcial, en el sentido de que el ser humano no
es un ser racional acabado, sino más bien un ser que trata de ser racional y
bajo el umbral de esta hipótesis protohumana lanzan un hilo de Ariadna a través
de este laberinto de espejos, ya que todos vivimos en este mundo de reflejos
(¿reflexivo?), como seres potencialmente racionales que somos, al querer
justificar como racional tanto la creencia que expresamos, como la acción que
ejecutamos. Toda comunicación con nuestros congéneres depende de que cada
interlocutor suponga como premisa fundamental la racionalidad de los otros.
Para
Jon Elster, la racionalidad específicamente humana se caracteriza por la
capacidad de relacionarse con el futuro, en comparación con el miope y gradual
ascenso de la selección natural (Elster, 1989: 7).
Una
respuesta dada por los antropólogos es que la racionalidad es la capacidad de
aplicar la razón a la realización de tareas o de aprender a partir de la
experiencia: Según esta concepción la racionalidad consiste en la idea de que
el hombre es el animal que aprende de la experiencia, y aprende como aprender
de la experiencia, y hace ambas cosas en un grado mucho mayor que cualquiera de
sus vecinos en el árbol de la evolución (Jarvie, 1980: 21).
De
acuerdo a lo planteado, existe cierta circularidad en este tipo de definición,
entre racionalidad y aplicación de la razón, aprender a aprender, pero de
cualquier forma el concepto de racionalidad siempre estará estrechamente ligado
al concepto de orden, al ordenamiento de nuestro mundo interior a partir del
punto de acumulación de nuestra conciencia, y al ordenamiento del mundo
exterior junto a las demás conciencias, al tratar de construir entre todos un
mundo consistente con nuestros deseos y creencias.
Otros
filósofos prefieren definir la racionalidad como un método, y critican la
carencia de significado de una concepción facultativa de la racionalidad como
premisa antropológica. Mosterín (1978) señala: La racionalidad en el
significado que aquí la entendemos; no es una facultad sino un método. Pero
ninguna facultad garantiza que se aplique el método racional. Y si bien sólo
tiene sentido calificar de racional o irracional la conducta de seres inteligentes,
según que utilicen su inteligencia conforme a las normas del método racional,
es preciso reconocer que la más aguda de las inteligencias es perfectamente
compatible con una crasa irracionalidad (p. 17).
El
racionalismo crítico de Popper considera la racionalidad, en un sentido amplio,
como una actitud que procura resolver la mayor cantidad posible de problemas
recurriendo a la razón, es decir, al pensar claro y a la experiencia, mas que a
las emociones y pasiones....una actitud en la que predomina la disposición a
escuchar los argumentos críticos y a aprender de la experiencia. (1984: 392).
Para Popper la racionalidad no se puede justificar a sí misma, la racionalidad
no puede ser omnicomprensiva. El ser racional, el actuar racionalmente, requiere
en última instancia de un acto de fe en la razón. Quien adopta una posición
racional también adopta, consciente o inconscientemente, un propósito, una
decisión, una creencia o un comporatmiento.
Para
Peter Winch: La racionalidad no es solamente un concepto en un lenguaje, es
ésto y más, porque como cualquier concepto debe estar circunscrito por un uso
establecido: un uso que es establecido en el lenguaje. Pero pienso que la
racionalidad no es un concepto que un lenguaje, en concreto, pueda o no pueda tener,
como por ejemplo el concepto de "amabilidad". Este es un concepto
necesario para la existencia de cualquier lenguaje: decir que una sociedad
posee un lenguaje es decir también, que posee un concepto de racionalidad.
(1970: 99-100)
Para
Habermas y Apel, la razón conlleva una disposición hacia la racionalidad que es
inherente al uso del lenguaje, la racionalidad tiene menos que ver con el
conocimiento o con la adquisición de conocimiento que con la forma en que los
sujetos capaces de lenguaje y de acción hacen uso del conocimiento (Habermas,
1989: 24). La racionalidad comunicativa o discursiva traslada la comunicación
desde el nivel de la acción al del discurso, donde las pretensiones de validez
(veracidad, verdad y rectitud o corrección) de nuestras expresiones pueden ser
problematizadas y sometidas a argumentación, para, consecuentemente, desembocar
en un consenso alcanzado argumentativamente, siempre que el discurso satisfaga
las condiciones de una hipotética «situación ideal de habla», para Habermas, o de
una «comunidad ideal de comunicación» para Apel.
Habermas
considera la racionalidad estratégica y la racionalidad comunicativa como dos
tipos de racionalidad que, desde la perspectiva del propio actor, representan
una alternativa; los participantes en la interacción deben elegir, aunque
intuitivamente, entre una racionalidad orientada al éxito y una racionalidad
orientada a la comprensión o entendimiento.
La
racionalidad teleológica, (acción racional con arreglo a fines), parte de que
el actor se orienta exclusivamente por la consecución de un objetivo global
suficientemente precisado conforme a fines concretos y somete a cálculo todas
las demás consecuencias de la acción como condiciones secundarias del éxito a
que aspira. El éxito viene definido por la ocurrencia de un estado en el mundo,
que en una situación dada puede ser causalmente producido mediante acción u
omisión intencionadas. Una acción orientada al éxito la llamamos instrumental
cuando la consideramos bajo el aspecto de observancia de reglas técnicas de
acción y evaluamos el grado de eficacia de la intervención en un estado físico
(Habermas, 1989b: 384-5).
Habermas
y Apel consideran que la racionalidad práctica no puede reducirse a una
racionalidad medio-fin o teleológica (en general vamos a llamarla estratégica).
Tanto para Apel como para Habermas la razón debe pasar, pues, de su inicial
definición monológica a una formulación finalmente dialógica, considerando el
discurso de los hablantes.
Para
Habermas, por su parte, la racionalidad comunicativa es un plexo de
pretensiones de validez: Voy a defender la tesis de que hay a lo menos cuatro
clases de pretensiones de validez, que son cooriginarias, y que esas cuatro
clases, a saber: inteligibilidad, verdad, rectitud y veracidad, constituyen un
plexo al que podemos llamar racionalidad (Habermas, 1989b: 121).
Habermas
parte del hecho de que tanto a nivel de las acciones extralingüísticas y sus
referencias al mundo, como a nivel de los actos lingüísticos, hay que suponer
tres dimensiones de la racionalidad y de la posible racionalización que pueden
ser distinguidas ideal-típicamente:
(1) la
dimensión de la racionalidad medio-fin, del actuar orientado hacia el éxito,
cuya posible eficiencia técnica, en última instancia, se basa en la verdad del
conocimiento de las ciencias naturales, en el sentido de la referencia al mundo
de la relación sujeto-objeto;
(2) la
dimensión de la racionalidad normativa, la corrección normativa del actuar
social, en el sentido de la referencia, al mundo, por así decirlo, de la
relación sujeto-cosujeto, cuya legitimación racional, en última instancia, se
basa en la moral;
(3) la
dimensión la racionalidad dramatúrgica, de la adecuada autopresentación en el
llamado actuar dramatúrgico cuyo criterio de racionalidad reside, por una
parte, en la veracidad y, por otra, en la estéticamente relevante autenticidad
de la autoexpresión.
Todas
estas racionalidades son coordinadas y relacionadas, en cierta forma, por la
racionalidad comunicativa: Por eso pienso que el concepto de racionalidad
comunicativa, que hace referencia a una conexión sistémica, hasta hoy todavía
no aclarada, de pretensiones universales de validez, tiene que ser
adecuadamente desarrollado por medio de una teoría de la argumentación"
(Habermas, 1989: 36)
Toulmin
considera que la racionalidad no es un sistema formal o empírico, sino una
empresa humana. Debemos comenzar por reconocer, pues, que la racionalidad no es
un atributo de los sistemas conceptuales en cuanto tales, sino de las
actividades o empresas humanas de las cuales son cortes temporarios los
conjuntos particulares de conceptos: específicamente, de los procedimientos por
los cuales se critican y cambian los conceptos, juicios y sistemas formales
corrientemente aceptados en esas empresas (1977: 144).
Después
de este rápido sondeo por algunas de las concepciones más comunes sobre la
racionalidad, e independientemente de que consideremos a la racionalidad como
una facultad humana o un método, un sistema, una comunidad o una empresa,
creemos oportuno recordar junto con Nagel que: El fracaso de los hombres para
vivir razonablemente es, en gran medida, una consecuencia del hecho que, aunque
el hombre es un animal racional por naturaleza, el ejercicio eficiente de los
poderes racionales no es una bendición natural, sino algo que se logra muy
difícilmente (1966: 293).
De
acuerdo a lo anterior se observan ciertas características comunes relacionadas
de diversas formas con la noción de racionalidad. Hablamos principalmente de
creencias, opiniones, juicios, evaluaciones, acciones y preferencias que se
calificaban como racionales cuando estaban sustentadas por razones, además
hablamos de individuos y colectivos que se comportaban como agentes racionales
cuando sustentaban sus creencias, acciones, evaluaciones, etc., en razones. Al
referirse a estos términos observamos ciertas formas más o menos parecidas de
diferenciar y clasificar los dominios de aplicación del término racionalidad,
un domino teórico que se refería a creencias, opiniones, juicios y valores y
otro práctico, de acciones y conductas. Dos usos principales, uno normativo,
como guía de nuestras acciones y valores y otro positivo o cognitivo, como
descripción, explicación y predicción de nuestras creencias y acciones. Así
tenemos el contexto cognitivo, que trata de responder la pregunta ¿Qué puedo
creer o aceptar?, el cual esta representado por nuestras creencias; el práctico
que trata de responder la pregunta ¿Qué debo hacer? y que está formado por las
acciones; y el evaluativo que responde a la pregunta ¿Qué debo valorar o
preferir? formado por valores y preferencias. De esta forma, obtenemos tres
coordenadas sobre las cuales podemos dimensionar el concepto de racionalidad,
tres hilos que traman el tejido de la racionalidad El dominio cuyos objetos de
deliberación son las creencias, lo llamaremos racionalidad cognitiva, al
dominio de las acciones, lo llamaremos racionalidad práctica, y por último, el
dominio de los fines y valores que conforman la racionalidad evaluativa.
5. BIBLIOGRAFIA
·
ELSTER, Jon, ulises y las sirenas. estudios sobre racionalidad e
irracionalidad, fondo de cultura económica, méxico,
1989.
·
ELSTER, jon, uvas amargas. Sobre la subversión de la
racionalidad, Península, Barcelona, 1998.
·
Habermas, J. (1989a): Teoría
de la acción comunicativa. Complementos y estudios previos. Madrid, Cátedra