La memoria y la dignidad no admiten ningún Punto Final dijo la Mandataria
EMOTIVO HOMENAJE A PARADA,NATTINO Y GUERRERO
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La presidenta Bachelet,diminuta bajo las tres gigantescas sillas
Por: Redacción Huelén
En un emotivo acto que contó con la presencia de la Presidenta Michelle Bachelet, se inauguró el memorial que recuerda a José Manuel Parada, Santiago Nattino y Manuel Guerrero asesinados cruelmente por la Dictadura. Son tres sillas escolares gigantescas que están erigidas en el lugar preciso donde fueron encontrados sus cadáveres. Michelle Bachelet, en la ocasión pronunció un emotivo discurso que nuestra redacción publica para Uds.,

Quisiera, primero, saludar con mucho cariño a los familiares, a los familiares de Santiago, Manuel y José Manuel, por supuesto a todas las autoridades presentes del Gobierno, parlamentarios, concejales, amigos y amigas.

Inicialmente no estaba en el programa que la Presidenta de la República interviniera en un día como hoy, sin embargo no puedo dejar de decir algunas cosas. A veces la formalidad del protocolo, esconde los sentimientos, pero creo que es sano para la democracia que los ciudadanos conozcan las tristezas, las alegrías, pero también las esperanzas de sus gobernantes.

La muerte de José Manuel, de Santiago, de Manuel en 1985, yo diría que fue uno de los momentos más tristes de mi vida. Aún recuerdo el profundo dolor que nos provocaron esos crímenes a muchos de los que estamos acá. Recuerdo la situación de horror, la impotencia, las ganas de creer que el drama que se vivía en nuestro país no era cierto, las ganas de creer que se trataba de un mal sueño, de una pesadilla de la cual íbamos a despertar cualquier día.

Creo que ocurría la verdad, este horror era una realidad. Cuando uno piensa en aquellos días, uno se da cuenta de lo mucho que hemos avanzado en estos años, hemos crecido claro, pero lo más importante aún es que con todo aunque nos falta, hemos empezado a sanar nuestra alma.

El país del odio, la nación de enemigos, como decía un autor, ha quedado atrás. Hoy nuestros hijos conviven en paz, pero no en cualquier paz y eso es tal vez lo más importante que podamos señalar de este momento, que es una paz no fundada en el olvido, en colocar debajo de la alfombra aquello que no nos enorgullece como sociedad, sino que fundada en la memoria de los nuestros, en la memoria del dolor, de la esperanza que nunca se perdió, por eso, yo no podía dejar de hablar esta mañana, porque soy una convencida de que sobre la base de la memoria estamos construyendo los pilares para un país mucho mejor.

En estos 16 años de democracia, hemos tenido que lidiar juntos para limar asperezas de una sociedad dividida, de una sociedad que nos separaba entre los aquellos y los nuestros y yo lo dije el día que asumí la Presidencia: es el momento de que vayamos caminando para que algún día en Chile todos nos sintamos nuestros y creo que hay condiciones, están soplando vientos distintos, podemos creer en un futuro distinto, donde todos caben, donde todos podamos construir una patria mejor, una patria inclusiva, donde ninguna diversidad quede fuera, una patria inclusiva, donde el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos son algo esencial.

Gracias a quienes lucharon por preservar la memoria de aquellos días difíciles, este memorial no es sólo un memorial para aquellos hombres y mujeres que entregaron la vida, también es un memorial para aquellos que permitieron que el olvido no fuera una realidad.

Hoy los chilenos gracias a esta lucha de mujeres y hombres, como de estos familiares, como tantos que están acá, y como tantos que están en tantas partes de Chile, es posible preservar la memoria y que los chilenos ya no aceptemos explicaciones ni justificaciones en esta materia. Los derechos humanos se respetan sí o sí.

Siento que todo esto es compartido por una enorme mayoría de chilenos, gracias a que hemos hecho como sociedad el proceso de mirarnos, de hablar, de conocer lo que ha sucedido en nuestra patria, como sociedad hemos acordado los mínimos de dignidad y de respeto que se merece todo ciudadano. Desde el gobierno, vamos a continuar impulsando nuevas políticas para hacer de este sentimiento compartido una realidad.

Preservaremos la memoria. como lo hacemos hoy con este hermoso memorial. Propiciaremos más medidas de reencuentro, pero también de reparación. Queremos acordar entre todos un programa nacional de derechos humanos que sea una política de Estado.

Aquí Manuel nos hablaba y nos decía, lo mismo que el ministro Bitrán, que los DDHH no son un tema del pasado. Son pasado, presente y futuro y es lo que nos permite efectivamente generar condiciones en un país para que sea efectivamente el país de todos.

Por eso, queremos con mucha fuerza educar en estos valores a nuestros niños y niñas, impulsar la creación de un Instituto de DDHH, que pueda realmente llevar a cabo el nunca olvidar, para siempre desarrollar una sociedad mejor y también por cierto, la figura de un defensor de la ciudadanía que permite que estos derechos sean una práctica.

Sabemos que los tribunales van a continuar estableciendo la verdad y la justicia sin excepción, porque la dignidad de Chile así lo exige. La memoria de miles no admite ningún punto final.

Por eso, hablo hoy, amigos y amigas, porque las autoridades de un gobierno ciudadano y democrático tenemos la obligación ética de presentarle al país nuestra propia memoria, de presentarnos como somos, con nuestras experiencias de vida, con lo que han sido también nuestros compromisos y como dije al comienzo, también nuestras tristezas, alegría y esperanzas, porque a la larga del dolor que como yo sentí, sentimos muchos, estos días 29 y 30 de marzo, hace 21 años, ha nacido una nueva esperanza.

De uno de los días más tristes de mi vida surge este memorial y toda una enseñanza para las futuras generaciones, porque estoy convencida que aunque quisiéramos que eso nunca hubiera sucedido, aunque estamos comprometidas a luchar para siempre para que nunca vuelva a suceder, el dolor y la tristeza no han sido infecundos. Chile es hoy más libre y más justo. Muchas gracias.

Nota de la Redacción: Que más agregar ? NADA sólo que nuestra redacción comparte a plenitud lo señalado por la mandataria: Que la Justicia siga haciendo su trabajo y que junto a ello se logre más verdad, más justicia y reparación pues ello es condición básica para el pleno reencuentro y la reconciliación entre los chilenos.

" ESTAS SILLAS VAN A PERMANECER "

Por si la emoción fuera poca y pocos los sentimientos, les entregamos a continuación las palabras, no el discurso, las palabras de Manuel Guerrero Antequera, hijo de uno de nuestros compañeros asesinados ( hijo de uno de los profesionales comunistas degollados en la expresión de la prensa que conocemos ). Estas fueron sus palabras:

" En estos precisos minutos en que estamos compartiendo acá, hace 21 años trasladaban a José Manuel y a mi padre dentro de un vehículo camino -hoy sabemos- del local llamado “La firma” o la Dicomcar, en la calle Dieciocho. Pocas horas antes, a las ocho y media de la mañana, ese 29 de marzo, que cayó día viernes en 1985, había llegado al colegio, tenía catorce años y vi, en la puerta, a mi padre que recibía a los niños conversando con José Manuel, apoderados del colegio, camaradas de juventud, de batalla por los derechos humanos de los años ’70, de 1976 en adelante.
Lo saludé y le di un beso, él me llevó a un lado y me dijo “Manuelito, secuestraron a un grupo de profesores de la Agech y los aprehensores les preguntaron por mí. Poco tiempo antes, secuestraron a un militante comunista, Arriagada, y también le preguntaron por mí”. Lo miré atónito, tenía catorce años, pero era suficiente para tener la lógica de decirle escóndete, ándate del país, qué haces aquí, en las puertas del colegio, te van a tomar. Me miró y me dijo: “No, yo ya salí una vez del país. Ya viví el exilio. Éste es mi país, éste es mi trabajo, aquí está mi familia. Yo de aquí no me muevo”.
No pude entender, no pude entender. Él estaba con una paciencia, una tranquilidad máxima. Le di un beso y me fui a la sala de clases y a los minutos, escuchamos el helicóptero aterrizar casi en el techo de nuestro colegio, escuchamos un frenazo de un auto, griterío, forcejeo, balazos, silencio. Tomé del brazo a Ignacio, mi compañero de curso, y le dije “es mi papá”. Entró la presidenta del Centro de Alumnos a la sala y pidió hablar conmigo. Me paré y le dije: “Se llevaron a mi papá”. Ella me dijo “Sí” y se largó a llorar. Lo secuestraron de un colegio, los que se lo llevaron eran Carabineros de Chile, civiles, había un ex militante. El tránsito estaba detenido para que el rapto pudiese ser más fácil, los recursos eran del Estado, el Estado somos nosotros.
Para convivir en sociedad se requiere un mínimo, un mínimo de seguridad que permita que estemos sentados acá, con tranquilidad, sin temor a que este techo se nos venga encima de la cabeza. Se requiere de una seguridad mínima de que si uno deja a sus niños en el colegio, los va a recibir sanos y salvos. Se requiere una seguridad mínima, una certeza ontológica mínima de que podemos ser en esta vida.
Lo buscamos por todas partes. Estábamos en estado de sitio, se movió la Iglesia Católica con toda la fuerza que demostró en el compromiso por los derechos humanos, se movieron los sindicatos, todos los partidos de oposición. Hubo gente de las FFAA que nos llamó para solidarizar, que esto no puede ser, que esto simplemente no puede ser. Al día siguiente, un campesino los encontró acá. A los tres con los cuerpos torturados, degollados. Yo iba con mi abuelo el sábado en la mañana y vimos los titulares del diario y decían: “Los encontraron degollados”. Me acerqué y le dije: “Abuelo, qué es degollado”. Me explicó y me fui a la casa. América, mi hermanita de ocho años, estaba viendo monitos animados, le dije: “Lo encontraron. Está muerto el papá”, y me dijo “¿Cómo?”. Y le tuve que enseñar a una niña de ocho años lo que es degollar. No, nadie se merece eso, nadie.
Terrorismo de Estado. El Estado con la misión de cuidar a sus ciudadanos, de protegerlos, de acogerlos, de ser el útero que los cría, los educa, los mantiene, que los hace producir vuelta contra sus propios ciudadanos. Sin embargo, el pueblo chileno, las madres, las hijas, las compañeras, las viudas fueron más fuertes. El amor fue más fuerte y salimos todos los viernes al bandejón central frente a La Moneda, en plena dictadura, con el mismo clavel en la mano a exigir justicia. Fuimos al cementerio, nos jugamos por los DDHH en plena dictadura, creímos en la justicia, los atrapamos, tuvimos misericordia y con Estela, Elena, dijimos que no queríamos pena de muerte, porque creemos en los seres humanos y nadie nace torturador, nadie nace asesino. Eso se educa, se forma, se enseña y eso es lo siniestro. Que un país hermoso y bello como Chile haya educado a otros ciudadanos a matar a otros conciudadanos.
Todo esto existe y hay que mirarlo a la cara. El terror está ahí, al lado de uno, a las puertas del colegio. Y hay que aprender a vivir con eso, a convivir con eso. Santiago Nattino, artista, diseñador gráfico dedicó su vida al arte comprometido, el diseñó el logo del Fasic, que es un logo cristiano, un pez. José Manuel Parada, sociólogo, dedicó las ciencias sociales a crear una gran base de datos con testimonios de DDHH. Mi padre, Manuel Guerrero, educador, dedicó su vida a una educación distinta. Ese es el recuerdo. El 29 y el 30 de marzo es un shock, una señal para todos de ayer y de hoy, no es un problema del pasado, es un problema de mañana, pero el recuerdo es un recuerdo de lucha, de compromiso, el recuerdo de las ciencias sociales trabajando por la humanidad, del arte comprometido, de la educación generando gente nueva, unida, sin divisiones ni exclusiones.
Yo me saco el sombrero frente a Estela, la señora Elena, mi mamá, frente a América, Javiera y los tres hijos de Santiago. Aquí estamos sin odio, nada, ni un pizca de ánimo de venganza, tranquilos como el agua, simplemente compartiendo con nuestros familiares, la Presidenta porque creemos en el ser humano, incluso en aquellos que estuvieron acá asesinando. Por eso, estamos por la justicia, por eso no vamos a parar, vamos a continuar hasta que aparezcan todos nuestros hermanos, familiares y tíos detenidos desaparecidos, hasta que se haga justicia plena en Estado de derecho, con debido proceso, porque no se trata de nosotros, se trata de todos.
Estas tres sillas van a permanecer acá, porque los niños que vayan al aeropuerto, sean hijos de la familia que sean, de los colores políticos que sean, civiles o militares, van a preguntar “papá, mamá, por qué hay esas tres sillas” y ahí va a aparecer Manuel, José Manuel, Santiago y algo de lo que nosotros hicimos y algún día nos vamos a poder abrazar. Por mientras, estas sillas nos recuerdan que esto fue posible, pero que también es posible amar."

Desde esta humilde redacción sólo podemos agregar algo que nos sale del alma: Gracias Manuel por tus palabras porque ellas nos hacen libres, porque nos dan paz, porqué nos refuerzan la idea de un mundo mejor y porque el amor, como tu lo dices, siempre triunfa.