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Por: Abel Cortese
A veces experimentamos los conflictos
como fuerzas que tiran en direcciones opuestas, como cuando no
podemos decidir entre dos alternativas, por atractivas o porque no nos
gustan; otras, el conflicto puede parecer más una pulseada: nos
empujan en una dirección y se nos opone algo o alguien que nos devuelve la
presión.
Las siguientes cuatro categorías
pueden ser consideradas como las cuatro clases principales de
conflicto:
Dado el ritmo rápido de cambio en las
organizaciones, en la actualidad, los gerentes deben enfrentarse
regularmente con dos clases de conflictos que ocurren en los niveles
grupal e individual.
El primero, el conflicto entre grupos, suele tener que ver con cambios en las políticas, prácticas y estructuras corporativas que sitúan a las unidades de trabajo del mismo negocio en lugares opuestos. A medida que las metas corporativas y la dirección estratégica cambian, es común encontrar que subgrupos de la misma compañía se opongan entre sí sobre cómo lograr los resultados deseados.
Otra clase de conflicto al que todos
los gerentes se enfrentan es el conflicto entre personas. A
diferencia del de grupos, éste ocurre a nivel individual. Es la
tensión que surge entre individuos en una organización debido a
las diferencias filosóficas y de percepción de la manera en que se debe
llevar a cabo el trabajo, además de metas personales opuestas.
Mientras que hay otras clases de conflictos, tanto en los niveles
individual como organizativo, aquellos que ocurren entre individuos y
entre unidades de trabajo tienden a prevalecer en las organizaciones
modernas, y son los que requieren atención continua de la
conducción.
Los líderes deben poder aceptar el conflicto como una parte inevitable de la vida empresaria. Pues así como el proceso de cambio se convierte en algo dado en toda la industria, los conflictos que aparecen de manera inevitable también se convierten en una forma de vida en la mayoría de las compañías.
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