Introducción
Las inversiones de una empresa
son principalmente las llamadas inversiones reales y tangibles como
maquinaria, edificaciones, y capital de trabajo (cuentas por cobrar,
cuentas por pagar, inventarios, efectivo). También existen
inversiones reales intangibles como la experticia técnica del
personal, patentes y marcas de fábrica. Los fondos necesarios para
poder financiar estas inversiones provienen de la venta de
instrumentos financieros por parte de la empresa, tales como
préstamos bancarios, bonos, y acciones.
Como señala Goldfinger (1997),
la fuente de valor y riqueza económica no es ya la producción de
bienes materiales, sino la creación y manipulación de activos
intangibles.
En este contexto, las empresas tienen una creciente necesidad de
invertir en intangibles, que en buena medida constituyen la base de
su éxito futuro, pero que en la mayoría de las ocasiones no aparecen
reflejados en su balance.
Como consecuencia, la capacidad
informativa de los estados financieros sobre la situación financiera
actual y futura de las empresas está disminuyendo ostensiblemente
(Lev y Zarowin, 1998).
Una manifestación clara de la pérdida de relevancia de la
información contable es la creciente diferencia existente entre el
valor de mercado de las empresas y el valor contable sus recursos
propios en la mayoría de los países.
Lev(1996) documenta una significativa disminución en el valor del
ratio valor contable precio de mercado (VCP) de las
empresas estadounidenses, desde un nivel de 1.23 en 1973 hasta un
nivel de 0.59 en 1992 (lo cual significa que practicamente un 40%
del valor de las compañías no aparece reflejado en su balance de
situación).
Desde su punto de vista esto no sólo supone un cambio revolucionario
en el proceso económico de creación de valor, sino una pérdida de
valor de las variables financieras tradicionales. En otras palabras,
el modelo contable tradicional, que se desarrolló para empresas cuya
actividad fundamental era la fabricación y venta o la venta sin
transformación de
productos, necesita ser modificado o, cuando menos, ampliado con el
fin de reflejar los activos intangibles de los cuales depende buena
parte del valor de las empresas.
De acuerdo con Vickery y Wuzburg (1992), existen razones de peso
para replantear las actuales prácticas de medición y tratamiento
contable de una gran cantidad de inversiones intangibles. En
términos similares se manifiesta Swieringa (1997) cuando afirma que
entre los nuevos retos a los que se enfrentan los organismos
encargados de la elaboración de las normas contables, están las
alianzas empresariales, los nuevos instrumentos financieros y las
inversiones en activos intangibles.
El creciente número de adquisiciones y fusiones, tanto en el ámbito
nacional como en el internacional es otro factor que ha puesto de
manifiesto la relevancia del fondo de comercio y su problemática
contable (Gray, 1991). Camino y Trecu (1995) afirman que un numero
significativo de fusiones, adquisiciones y joint-ventures que están
teniendo lugar al nivel internacional, están fundamentalmente
dirigidas a explotar una ventaja competitiva basada en la existencia
de tecnología, conocimiento y otros activos intangibles. La
existencia de diferencias significativas en los criterios adoptados
para el
reconocimiento, medición y depreciación de los activos intangibles
en los diferentes países, podría afectar a la capacidad de ciertas
empresas para competir por capital en los mercados financieros.
Los directivos han de identificar los factores que determinan el
valor de sus empresas, encontrar vías para maximizar su impacto
positivo en la marcha futura de la firma e implantar medidas de
control para protegerlos. Sin duda, los activos intangibles se
encuentran entre los determinantes fundamentales del valor de las
empresas.
A través de esta investigación
se estudiaran los conceptos de inversiones tangibles, intangibles;
así como las inversiones de capital, su clasificación y el valor de
estas para la empresa. Seguidamente se iniciara este estudio
describiendo las inversiones tangibles.
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Inversiones Tangibles e Inversiones Intangibles (el talento, el
capital emocional y capital intelectual-conocimiento):
Los Bienes Tangibles son aquellos objetos que por
su peculiar singularidad ven aumentado su valor con el paso del
tiempo, como las joyas, el vino, el Arte, las antigüedades, el oro, documentos antiguos y los
libros.
Los intangibles han sido extensamente analizados en la literatura
económica dentro del marco de la economía de la innovación. Sin
embargo, no parece existir acuerdo en aspectos tales como su
naturaleza económica, su definición y clasificación, la forma en que
afectan al valor de la empresa o los criterios que deberían
adoptarse para su reconocimiento, medición y amortización.
Tradicionalmente, las teorías
neoclásicas han
explicado la productividad y el crecimiento económico como una
consecuencia del aumento del capital y el trabajo (Solow, 1956), y
han pretendido relacionar el crecimiento no explicable por
incrementos de estos dos factores de producción con el progreso y la
inversión en intangibles (Denison, 1967).
Ducharne (1998) sintetiza la contribución de
cuatro teorías a nuestro conocimiento del proceso de crecimiento
económico y desarrollo. La teoría del capital humano (Schultz, 1971
y Becker, 1975) sugiere que de entre los factores de producción es
el capital humano el principal determinante de los incrementos de la
productividad y que el factor principal para entender el desarrollo
de una empresa es la naturaleza complementaria de los recursos
humanos. La teoría de la innovación (o del cambio tecnológico)
considera las inversiones en innovación como el principal motor del
crecimiento, ya que la competitividad se alcanza por medio de la
inversión en I+D y otros intangibles (Freeman, 1982). La teoría de
la inversión en capital intelectual (Romer, 1986; Lucas, 1988; Barro
y Sala i Martin, 1995), está basada en la premisa de que la
eficiencia se alcanza a través de la movilización de recursos humanos
con el fin de adecuarlos a las oportunidades tecnológicas y de
marketing. Por último, dos nuevas teorías del crecimiento tratan de
explicar las "economias basadas en la información" (David y
Foray, 1995) como una etapa en el proceso evolutivo, en la cual las
inversiones en intangibles están entre los factores determinantes
del crecimiento económico. La teoría del crecimiento endógeno ve la
acumulación de conocimiento como la fuente fundamental de
crecimiento económico, tomando la distribución de unos recursos
limitados como el punto de partida, mientras que las teorías
evolutivas entienden la empresa como una jerarquía de actividades
dirigidas por "rutinas" (Nelson y Winter, 1982) y consideran el
progreso del aprendizaje y de los descubrimientos como esenciales (Dosi,
1992).
Los enfoques neoclásicos generalmente han
analizado los cambios tecnológicos usando la trilogía Schumpeteriana
que divide el proceso de cambio tecnológico en tres etapas:
invención (generación de ideas nuevas), innovación (desarrollo de
nuevas ideas en productos comercializables) y difusión (distribución
de los productos entre los mercados). Schumpeter (1942) señalaba que
la innovación es una fuente fundamental de riqueza. Actualmente, más
que nunca, las empresas necesitan distribuir cantidades crecientes
de recursos en I+D y en otras actividades innovativas e invertir en
recursos humanos con el fin de conseguir alcanzar niveles superiores
de conocimiento y mejoras tecnológicas que les permitan explotar las
ventajas competitivas.
Por ello, no es sorprendente que en las economías
desarrolladas los intangibles se hayan convertido en el centro de la
atención de inversores y prestamistas, directivos, políticos e
investigadores. Los indicadores de la actividad tecnológica y de
innovación más comúnmente empleados son las cantidades invertidas en
I+D (una medida del input) y el número de patentes concedidas (una
medida del output). El aumento experimentado por las inversiones en
I+D financiadas por capitales privados,
tanto en términos absolutos como en porcentaje del PNB desde finales
de los 60, parece confirmar que las inversiones en innovación han
ganado relevancia en las economías desarrolladas. Patel y Pavitt
(1995), informan que entre 1967 y 1990 se produjo un incremento
medio del 100%, destacando el
aumento del 900% en el caso de Japón. Análisis recientes basados en
el Manual de Oslo han
demostrado que la I+D constituye sólo una de las actividades que
pueden llevarse a cabo con el fin de innovar: muchas otras, como la
adquisición de tecnología ya desarrollada, el marketing, el
desarrollo de software, la formación o el diseño, son actividades
que podrían conducir a la incorporación de los avances tecnológicos
a los productos o los procesos productivos.
Las inversiones en innovación están
fundamentalmente dirigidas al incremento futuro del poder
adquisitivo, y como tales, podrían ser consideradas como activos
susceptibles de reconocimiento y publicación en los estados
financieros. La lógica económica sobre la que se fundamenta la
clasificación de un intangibles como activo radica en su potencial
para la generación de beneficios futuros. Desde el punto de vista
económico, no existe una base teórica sobre la cual se pueda
establecer una clara distinción entre activos tangibles e
intangibles, ya que ambos constituyen fuentes generadoras de
beneficios económicos futuros para la empresa y forman parte de su
patrimonio como resultado de acontecimientos o transacciones
pasadas. Sin embargo, de acuerdo con los principios y normas
contables en vigor en la mayoría de los países, las inversiones en
intangibles (aunque contribuyen a generar ingresos futuros) no
quedan reflejadas en el balance, sino que aparecen como gasto del
ejercicio en que se realizan.
Consiguientemente, los estados financieros no
reflejan la imagen fiel del patrimonio (no físico) y de los
resultados de las empresas. En un gran número de sectores, las
empresas sienten actualmente la necesidad de llevar a cabo
importantes inversiones en recursos humanos, nuevas tecnologías, I+D
y publicidad, con el fin de implantar
nuevos procesos, comercializar productos innovativos y desarrollar y
mantener su capacidad para asimilar y explotar la información a la
que tienen acceso (Cohen y Levinthal, 1989). Por tanto, hoy por hoy,
las inversiones en intangibles se han convertido en una preocupación
fundamental para las empresas que persiguen crear o mantener
ventajas competitivas. Brennan (1992) abunda en este punto
manifestando que para las empresas innovadoras de reciente creación
o que operan en entornos altamente competitivos, los activos más
importantes a largo plazo son los intangibles tales como la
preparación de sus empleados, la tecnología en desarrollo, los
procedimientos de fabricación, y los sistemas de marketing y
distribución, la totalidad de los cuales está ausente de los estados
financieros.
Finalmente, a pesar de no aparecer en los estados financieros de las
compañías (principalmente debido a la incapacidad de los principios
y normas de contabilidad actuales para prescribir como hacerlo de
forma adecuada), los intangibles están entre los principales
determinantes del valor de las empresas. En la actualidad, la
mayoría de los intangibles quedan sólo indirectamente reflejados por
la mejora de la posición de la empresa que no puede explicarse a la
vista de los datos sobre empleo e inversiones en bienes materiales (Mortensen,
Eustace and Lannoo, 1997).
Algunos estudios recientes han
señalado la importancia de entender que el concepto contable de
activo no es suficiente para abarcar el concepto de activo
intangible. Actualmente, no parece existir una definición de activos
intangibles aceptada con carácter general. Los activos intangibles son frecuentemente
identificados (como en el caso del fondo de comercio) con la
diferencia entre el precio de adquisición de una compañía y el valor
neto contable de sus activos tangibles. De acuerdo con White, Sondhi
y Fried (1994).
Normalmente los activos intangibles son definidos
(como en Belkaoui, 1992), como activos que carecen de sustancia
física, pero que resultan de derechos legales y contractuales y que
posiblemente generen beneficios en el futuro. Belkaoui distingue dos
tipos básicos de activos intangibles: los identificables, como las
patentes y los no identificables, como el fondo de comercio. Los activos
constituyen posibles beneficios económicos futuros controlados por
una entidad concreta como resultado de acontecimientos y
transacciones pasadas. Parece existir un acuerdo general en la
comunidad contable en torno a que, siempre que esos posibles
beneficios económicos futuros carezcan de forma física, deben ser
considerados como activos intangibles. De tal formas que los activos intangibles pueden considerarse
divididos en dos categorías fundamentales: el fondo de comercio y
otros intangibles identificables. Hay dos enfoques básicos del fondo
de comercio: de una parte, podría ser entendido como la consecuencia
de la capacidad de una empresa para generar beneficios futuros por
encima de la capacidad media del resto de empresas; de otra, podría
entenderse como un conjunto de activos controlados por una compañía
adquirida, de los cuales no existe constancia en los estados
financieros.
Los intangibles identificables (separables) son
aquellos que pueden ser vendidos o adquiridos de forma separada (NZSA,
1988). Sin embargo, algunos organismos reguladores, sostienen la idea de que todos los intangibles deberían
ser considerados como componentes del fondo de comercio, debido a
que es improbable que puedan ser vendidos sin que la totalidad de la
empresa o negocio se ponga a la venta (Scicluna, 1994).
Egginton (1990) propone que
los activos intangibles son aquellos que conllevan derechos en
relación con las personas en general (tales como patentes o marcas a
los que generalmente se hace referencia como activos intangibles
separables), o bien conllevan expectativas de beneficios económicos
que no suponen ningún derecho legal (fondo de comercio).
En su Contabilidad
Nacional de 1992, el Instituto Francés de Estadística definió las
inversiones intangibles como aquellos gastos de las empresas, que
estimulan la capacidad de producción e incrementan el valor de la
firma mediante la creación de un capital que podría amortizarse o
comercializarse a largo plazo.
También en 1992, Arthur Andersen
propuso una definición de intangibles como aquellos recursos
controlados por la empresa que no tienen sustancia física, son
capaces de generar en el futuro beneficios económicos netos y están
protegidos legalmente o por medio de algún derecho.
Stickney y Weil (1994) definen los intangibles
como aquellos activos que pueden generar futuros beneficios sin
tener una forma física. Entre los activos intangibles incluyen las
inversiones en investigación y desarrollo, las patentes, las
inversiones en publicidad y el fondo de comercio.
Un enfoque mucho más amplio sobre intangibles es
aportado por Hendriksen y van Breda (1992), quienes argumentan que
los intangibles aparecen cuando se invierte dinero en efectivo u
otros medios de pago equivalentes en la adquisición de servicios.
La clasificación de los intangibles es un tema
que ha recibido escasa atención por parte de los investigadores en
Contabilidad hasta hace relativamente poco. Aún así, en los últimos
años han sido numerosas las propuestas de clasificación de los
intangibles, ninguna de las cuales parece haber tenido hasta la
fecha gran aceptación. Además, la mayoría de las clasificaciones
incluyen elementos tales como el conocimiento de la organización y
la lealtad o satisfacción del consumidor, que son activos de
naturaleza no financiera y, por lo tanto son difíciles de
cuantificar. En consecuencia, parece necesario dedicar esfuerzos a
desarrollar un concepto comprensivo de activo intangible y un
conjunto de indicadores financieros y no financieros de la
existencia y el valor de los intangibles.
EUROSTAT ha llevado a cabo estudios estadísticos
basados en una clasificación de los intangibles en diez categorías:
(1) I+D, (2) adquisición de derechos de propiedad intelectual
(patentes) y licencias, (3) adquisición de derechos de popiedad
industrial, (4) publicidad y marketing, (5) adquisición y
procesamiento de información, (6) adquisición de software, (7)
reorganización de la dirección de la empresa, (8) reorganización del
sistema contable de la empresa, (9) medios destinados a enfrentarse
a los cambios en las políticas legal, fiscal, social y económica del
gobierno y, (10) otras inversiones en innovación de productos y
procesos de la empresa.
El concepto de Balance Scored
Card (BSC) ha servido de
base para la elaboración de clasificaciones de los intangibles,
tales como la propuesta por Van Wieringen (1997). Por su parte,
algunas empresas privadas interesadas en la utilización del BSC han
desarrollado recientemente clasificaciones de los intangibles con el
fin de dar consistencia a la publicación de información sobre este
tipo de inversiones en sus estados financieros. Así, por ejemplo,
Skandia incluye en sus informes anuales un suplemento en el que
presenta un marco para entender el proceso de creación de valor en
la organización. Desde su punto de vista el valor de mercado viene
determinado por el capital financiero y el capital intelectual. Este
último, está integrado por el capital humano y el capital
estructural. El primero está basado en la clientela y el capital
organizativo, mientras que el segundo está cimentado en el capital
innovativo y el relacionado con los procesos. En la actualidad la Escuela de Negocios Stern de
la Universidad de Nueva York, por medio de su Centro de
Investigación de los Intangibles, está realizando un notable
esfuerzo por profundizar en el conocimiento de los intangibles y
mejorar la utilidad de los estados financieros.
Hammerer (1996) llevó a cabo una clasificación de
los intangibles basada en las teorías económicas evolutivas, que
posteriormente fue empleada para ilustrar la distribución de
inversiones en tangibles e intangibles sobre el ciclo de la vida del
producto. En ella se agrupan las inversiones según su naturaleza
estratégica u operativa y según tengan como objetivo incrementar el
conocimiento tecnológico o el grado de competencia económica de la
empresa. Mortensen, Eustace y Lannoo (1997), proponen una
clasificación de los intangibles relevantes para la valoración de
empresas, en cuatro categorías: capital innovativo (I+D), capital
estructural (capital intelectual y activos relacionados con el
conocimiento, flexibilidad y coherencia organizativa, y lealtad y
destreza de los trabajadores), contratos de ejecución (licencias
operativas y franquicias, derechos de emisión de programas, cuotas
agrícolas y otras cuotas de producción en industrias reguladas,
obligaciones de mantenimiento, prestación de servicios y cuidado del
medio ambiente, subcontratas de más de un año de duración, contratos
de suministro de materiales, instrumentos financieros de alto
riesgo, derivados, etc.), capital de mercado (marcas y marcas
comerciales) y fondo de comercio.
Guilding y Pike (1990) clasifican los activos
intangibles relacionados con el marketing en cuatro categorías, en
base a una esquema conceptual de la serie de eventos que llevan a la
creación de una ventaja competitiva: creador de valor (publicidad,
desarrollo de productos y otros apoyos del marketing), activos de
marketing (nombres y marcas comerciales, barreras de entrada y
sistemas de información), manifestación del valor (imagen,
reputación y margen de los productos), y la síntesis de los activos
de marketing: la ventaja competitiva.
Werner, Hammerer y Schwarz
(1998) critican duramente los intentos previos de clasificación de
las inversiones intangibles, basándose en que generalmente incluyen grupos de
intangibles heterogéneos, no distinguen con precisión entre activos
tangibles e intangibles, no aplican los conceptos de flujo y stock y
carecen de fundamentación teórica. Basándose en la teoría evolutiva
del crecimiento económico, estos autores proponen una clasificación
de las inversiones intangibles atendiendo a siete componentes
centrales (que se solapan): Investigación y desarrollo experimental,
educación y formación, software, marketing, prospección de
minerales, licencias, marcas y derechos de autor y patentes. Además
sugieren cinco categorías adicionales de inversiones intangibles:
desarrollo de la organización, diseño e ingeniería, construcciones y
uso de bases de datos, remuneración de ideas innovativas, y
desarrollo de otros recursos humanos (excepto formación).
Young (1998) también sugirió la existencia de
seis componentes centrales en las inversiones en intangibles:
asociados a la informática, la tecnología y la producción, los
recursos humanos (formación formal e informal), la organización de
la empresa, la relación de la empresa con su clientela (ventas y
marketing), y una serie de componentes específicos del sector
(prospecciones minerales, entretenimiento, oríginales artísticos y
literarios, etc.).
Finalmente, a pesar de todos los intentos realizados
hasta la fecha, no parece existir una clasificación o definición
generalmente aceptada de intangibles. Que se llegue o no a un
consenso depende en gran medida de la posibilidad de llevar a cabo
una discusión amplia y exhaustiva acerca de la naturaleza económica
y las características de los intangibles, que deberían culminar en
la identificación de una serie reducida de factores comunes que
eventualmente podrían convertirse en características fundamentales
generalmente aceptadas. De entre esas características comunes
(básicas) la discusión presentada anteriormente nos permite
identificar las siguientes: los intangibles pueden ser activos o
medios (una fuente de posibles beneficios económicos en el futuro o
pérdidas); carecen de sustancia física pero son un determinante
fundamental del valor de la empresa; pueden ser de naturaleza
financiera o no financiera; los intangibles financieros podrían ser
inversiones o pagos anticipados; las empresas podrían adquirirlos o
producirlos internamente.
Si los activos intangibles son un determinante
del valor de las compañías, ¿Por qué no todas las empresas informan
sobre ellos en sus estados financieros y sólo afloran en
determinadas adquisiciones? La respuesta es que, aún no hemos sido
capaces de desarrollar una serie de criterios generalmente aceptados
para la identificación y medición de los intangibles y la revelación
de información relevante (y no sólo fiable) sobre ellos y su
influencia en la situación financiera de la empresa.
El debate acerca de cómo deberían de ser
contabilizados los activos intangibles y presentados en los estados
financieros ha estado presente en la literatura a lo largo de un
periodo de aproximadamente un siglo (Diksee, 1897; Leake, 1914;
Canning, 1929). La revelación de información sobre los intangibles
requiere el desarrollo de una base teórica para el establecimiento
de criterios de medición y reconocimiento.
Tradicionalmente, los contables han dado un
tratamiento deductivo al problema, principalmente basado en dos
teorías del beneficio: por una parte la teoría del valor, que gira
en torno al balance y se basa en el supuesto de que puede
determinarse el valor económico real de cada elemento del patrimonio
y que el beneficio real puede estimarse como diferencia entre el
valor neto del patrimonio en dos momentos diferentes. Por otra
parte, la teoría de las transacciones, que tiene como eje la cuenta
de resultados, determina las cifras contables identificando los
costos de transacción con las actividades para obtener costos por
actividad. Hodgson, Okunev y Willet (1993) sugieren que una teoría
de los costos por actividades en Contabilidad (la Teoría Estadística
de las Transacciones) proporciona una base consistente para entender
la naturaleza de las cifras contables y las nociones de fondo de
comercio y otros intangibles.
Algunos estudios empíricos han investigado la
relación entre las inversiones en I+D y publicidad y los beneficios
futuros. Tanto Bubblitz y Ettredge (1989) como Hall (1993) han
encontrado evidencia de que mientras que las inversiones en I+D
parecen estar relacionadas con incrementos en los beneficios
futuros, el impacto de la publicidad no es de larga duración y está
limitado a una media de dos años. Estos resultados aportan una base
que permite concluir que las inversiones en I+D deberían ser
capitalizadas y amortizadas, mientras que las inversiones en
publicidad deberían ser consideradas como gasto del ejercicio. A
pesar de que algunos estudios recientes afirman haber hallado
evidencia de un impacto de larga duración de la publicidad en los
beneficios futuros y ello podría hacer pensar que su capitalización
es razonable, Landes y Rosenfield (1994) sugieren que eso se debe a
factores específicos de la empresa. Ellos desarrollaron un modelo de
la toma de decisiones relacionadas con la publicidad en la empresa,
en el que la calidad del producto y la publicidad se consideran como
complementarias. Dentro del marco de su modelo, si no se controlan
las diferencias en algunos factores específicos que están
positivamente correlacionados con la rentabilidad de las inversiones
en publicidad, se infraestiman los efectos directos de la publicidad
sobre las ventas y se sobreestimará la duración de dichos efectos.
Sus resultados empíricos indicaban que el impacto de la publicidad
disminuía significativamente cuando los factores específicos de la
empresa se mantenían constantes.
Stickney y Weil (1994) señalan dos problemas
fundamentales asociados al reconocimiento y medición de los
intangibles. Primero, si deberían de ser capitalizados basándose en
que representan una inversión que probablemente generará suficientes beneficios futuros o bien si deberían ser considerados como
gastos si no los generan.
Actualmente existe una tendencia creciente en la
investigación contable a aceptar como válida la aproximación de Lev
y Zarowin (1998) hacia la contabilización y la revelación de
información sobre los intangibles. No obstante, la perspectiva
dominante sobre el reconocimiento de los intangibles y su inclusión
en los estados financieros parece estar aún cercana en la mayoría de
los paises a la que sostienen Hendriksen y van Breda (1992).
Sin embargo, existen diferencias significativas
en el tratamiento de los activos intangibles de unos países a otros,
lo cual podría limitar seriamente la comparabilidad internacional de
los estados financieros.8 De acuerdo con el pronunciamiento nº 17
del APB (1970), los intangibles adquiridos deben ser capitalizados
si son identificables e imputados directamente a resultados si no
son identificables; los intangibles identificables desarrollados en
el seno de la empresa deben ser capitalizados, con la excepción de
las inversiones en I+D, mientras que los no identificables generados
en la empresa deben ser considerados como gasto del periodo. Por lo
tanto, cuando los intangibles son adquiridos se les reconoce como
activos y se les incluye en el balance. Sin embargo, si una empresa
lleva a cabo inversiones exitosas en I+D, publicidad y formación del
personal, su balance no revelará la existencia de un "fondo de
comercio generado internamente". Obviamente, esto no es lógico y
limita significativamente la comparabilidad de los estados
financieros entre las compañías.
A excepción de las inversiones en I+D
(que no sean costes de desarrollo de software) y en publicidad, la normativa contable norteamericana prescribe
que los activos intangibles adquiridos sean reflejados en el balance
por su coste de adquisición y amortizados a lo largo de un periodo
máximo de 40 años.
La perspectiva de que los intangibles deberían
ser reconocidos como activos cuando su existencia se puede
justificar, parece estar recibiendo un apoyo más fuerte en los
últimos años en la comunidad profesional y en la académica. Colley y
Volkan (1988) sugieren que en una adquisición, todos los activos
tangibles e intangibles que justifican el pago de un precio superior
al valor neto contable de la empresa adquirida, deben ser
identificados, capitalizados y amortizados; la parte no
identificable de ese exceso de precio debería de ser eliminada
contra reservas en la fecha de adquisición. Arnold (1992), argumenta
que hay tres componentes en el fondo de comercio: el valor de los
activos intangibles separables e identificables, el valor actual de
los beneficios que afloran de la conjunción de las actividades de la
empresa y las imperfecciones del mercado, y el precio pagado en
exceso o por defecto por las filiales. Desde su punto de vista, los
intangibles que se encuentran dentro de estas dos categorías
deberían ser tratados como La necesidad de armonizar los datos es
patente, tanto para el establecimiento de comparaciones entre
inversiones tangibles e intangibles como para verificar la relación
entre estos indicadores y otros de desarrollo económico. Por otro
lado, la medición de los activos intangibles interesa para poder
aportar rigor a la valoración de la empresa.
El borrador E50 del IASC, propuso que los
intangibles fuesen reconocidos en el balance y amortizados a lo
largo de un periodo máximo de 20 años si cumplían tres requisitos:
primero, tener carácter no monetario, carecer de sustancia física y
ser identificables; segundo, tener la capacidad de generar
beneficios económicos futuros; y, tercero, que su coste fuera
susceptible de una medición fiable. El E50 fue enérgicamente
criticado ya que son muy pocos los activos intangibles que
cumplirían unos requisitos tan restrictivos (Cairns, 1995). Grant
(1996a) argumenta que la aproximación adoptada por el borrador es
fundamentalmente defectuosa, debido a que el factor clave para la
contabilización de los intangibles debería de ser si son realmente
separables/vendibles y si efectivamente son una inversión. Si lo
son, es preciso determinar si el activo es un pago anticipado que es
consumible por la empresa.
La versión final de la NIC 38 (IASC 1998) sigue
en la línea anteriormente indicada, argumentando que los conceptos
de pago anticipado o gasto diferido no existen en la literatura del
IASC. Así pues, sólo los elementos que cumplen los criterios de
reconocimiento establecidos en el marco conceptual del IASC (1996) o
en alguna NIC, deberían ser reconocidos como activos.
En suma, aunque los organismos reguladores están
ahora dando una gran importancia a la medición de las inversiones
intangibles, las normas vigentes en la actualidad tienen una visión
excesivamente restrictiva que impide que los estados financieros
sean capaces de presentar una información suficientemente relevante
(además de fiable) sobre el valor de los intangibles de la empresa. |
Clasificación de las inversiones de capital:
Capital Humano:
Las competencias del personal, compuestas por los conocimientos, las
habilidades y el experticia de todos y cada uno de los participantes
dentro de la organización, así como su capacidad de actualizarlas,
adaptarlas, compartirlas y hacerlas productivas.
Capital Estructural.
La infraestructura que incorpora, capacita y sostiene el capital
humano, además de la capacidad organizacional que incluye los
sistemas físicos usados para transmitir y almacenar el material
intelectual. Expresado coloquialmente, es lo que se queda en la
organización cuando el capital humano “se va a su casa”.
Se puede subdividir en tres tipos:
Capital Organizacional: Inversión de la compañía en sistemas,
herramientas y filosofía operativa que acelera la corriente de
conocimientos a través de la organización, lo mismo que hacia
afuera, a los canales de abastecimiento y distribución.
Capital Innovación: Capacidad de renovación más los resultados de
la innovación en forma de derechos comerciales protegidos, propiedad
intelectual y otros activos intangibles y talentos usados para crear
y llevar rápidamente al mercado nuevos productos y servicios.
Capital Proceso: Los procesos, programas y técnicas de trabajo que
incrementan y fortalecen la eficiencia de operación o de la
prestación de servicios; es el conocimiento práctico que se utiliza
en la creación continua de valor.
Capital Clientela.
El grado de fuerza de las relaciones y de lealtad con y de parte de
los clientes de la organización, reconociendo que es en este punto
donde se inicia el flujo de caja. Este concepto lo están
introduciendo en algunas empresas que están incorporando lo que es
CI.
Algunas puntualizaciones.
Mientras que la Administración del Conocimiento (KM, por sus siglas
en inglés), se enfoca en la conversión del conocimiento tácito de
los individuos a conocimiento explícito creando así el conocimiento
organizacional, el Capital Intelectual (IC, por sus siglas en
inglés), se enfoca en la conversión del conocimiento organizacional
a beneficios monetarios mensurables.
KM es más la creación, sustento, despliegue y transformación del
conocimiento organizacional e IC es más la explotación del
conocimiento organizacional.
Mientras que KM intenta comprender de dónde y cómo se crea el
conocimiento, IC intenta comprender cómo medir el producto final del
conocimiento y transferirlo a utilidades mensurables.
Los dos van de la mano porque el capital intelectual necesita de la
contínua generación y sostenimiento de los activos del conocimiento
organizacional para derivarlos en un desempeño mensurable.
A mediados de la década del 50 adquirieron
importancia el presupuesto de capital y las consideraciones
relacionadas con el mismo. Nuevos métodos y técnicas para
seleccionar los proyectos de inversión de capital condujeron a un
marco para la distribución eficiente del capital dentro de la
empresa. El administrador financiero ahora tenía a su cargo los
fondos totales asignados a los activos y la distribución del capital
a los activos individuales sobre la base de un criterio de
aceptación apropiado y objetivo.
Posteriormente aparecieron sistemas complejos de información
aplicados a las finanzas, lo que posibilitó la realización de
análisis financieros más disciplinados y provechosos. La era
electrónica afectó profundamente los medios que emplean las empresas
para realizar sus operaciones bancarias, pagar sus cuentas, cobrar
el dinero que se les debe, transferir efectivo, determinar
estrategias financieras, manejar el riesgo cambiario, etc. Se
idearon modelos de valuación para utilizarse en la toma de
decisiones financieras.
Lo más destacado de la década del 60 fue el desarrollo de la teoría
del portafolio (Markowitz – 1960, posteriormente perfeccionada por
Sharpe, Lintner, Fama y otros) y su aplicación ulterior a la
administración financiera. Esta teoría explica que el riesgo de un
activo individual no debe ser juzgado sobre la base de las posibles
desviaciones del rendimiento que se espera, sino en relación con su
contribución marginal al riesgo global de un portafolio de activos.
Según el grado de correlación de este activo con los demás que
componen el portafolio, el activo será más o menos riesgoso.
En la década de 1970 empezaron a aplicarse el modelo de fijación de
precios de los activos de capital de Sharpe para valuar los activos
financieros. El modelo insinuaba que parte del riesgo de la empresa
no tenía importancia para los inversionistas de a empresa, ya que se
podía diluir en los portafolios de las acciones en su poder. También
provocó que se centrara aún más la atención sobre las imperfecciones
del mercado cuando se juzgaba la selección de los activos realizada
por la empresa, el financiamiento y los dividendos.
También durante esta década, Black y Scholes formularon el modelo de
fijación de precios de opciones para la evaluación relativa de los
derechos financieros. La existencia de un mercado de opciones
permite al inversionista establecer una posición protegida y sin
riesgos comprando acciones y, al mismo tiempo, estableciendo
opciones sobre las acciones. En mercados financieros eficientes el
rendimiento producido por una posición de este tipo debe ser una
tasa libre de riesgos. Si esto es cierto, sería posible establecer
fórmulas exactas para valuar distintos tipos de opciones.
En la década de 1980, ha habido importantes avances en la valuación
de las empresas en un mundo donde reina la incertidumbre. Se le ha
colocado una creciente atención al efecto que las imperfecciones del
mercado tienen sobre el valor. La información económica permite
obtener una mejor comprensión del comportamiento que en el mercado
tienen los documentos financieros. La noción de un mercado
incompleto, donde los deseos de los inversionistas de tipos
particulares de valores no se satisfacen, coloca a la empresa en el
papel de llevar a cabo la comercialización de tipos especiales de
derechos financieros.
En los años 90, las finanzas han tenido una función vital y
estratégica en las empresas. El gerente de finanzas se ha convertido
en parte activa: la generación de la riqueza. Para determinar si
genera riqueza debe conocerse quienes aportan el capital que la
empresa requiere para tener utilidades. Esta se convierte en la base
del costo de la oportunidad, con respecto al cual se juzgará el
producto, la inversión y las decisiones de operación.
Otra realidad de los 90 es la globalización de las finanzas. A
medida que se integran los mercados financieros mundiales en forma
creciente, el administrador de finanzas debe buscar el mejor precio
de las fronteras nacionales y a menudo con divisas y otras barreras.
Los factores externos influyen cada día más en el administrador
financiero: desregulación de servicios financieros, competencia
entre los proveedores de capital y los proveedores de servicios
financieros, volatilidad de las tasas de interés y de inflación,
variabilidad de los tipos de cambio de divisas, reformas
impositivas, incertidumbre económica mundial, problemas de
financiamiento externo, excesos especulativos y los problemas éticos
de ciertos negocios financieros.
|
Valor total de la empresa en marcha, en
función del valor del capital tangible y el del capital intangible
El valor de las organizaciones sigue estando en los activos, pero la
clasificación de este concepto ha cambiado totalmente ya que se ha
encontrado que los tipos de activos tradicionalmente aceptados
(fijo, circulante), no miden realmente el verdadero valor de una
organización lo que da una diferencia significativa entre lo que
arrojan los libros contables y el valor que pudiera tener dicha
empresa en el mercado.
Igualmente pasa con el concepto de capital, tal y como se entiende
en la contabilidad tradicional; el capital social y el capital de
trabajo ya no son suficientes para reflejar el verdadero valor de
una compañía.
Es importante indicar que el incremento en la rentabilidad se produce
porque el aumento en el nivel de endeudamiento presupone que no
perjudicará a la rentabilidad de los activos netos, es decir estos
nuevos fondos serán empleados en nuevos proyectos de inversión que
proporcionen una rentabilidad que asegure la creación de valor en la
empresa. Si la empresa careciera de esos proyectos y no tuviese
perspectivas de corto plazo próximas de generarlos, la decisión
acertada no es mantener permanentemente esos nuevos fondos en
inversiones financieras con bajo o nulo riesgo y baja rentabilidad
(por ejemplo, bonos del tesoro), ya que resulta evidente que una
actuación semejante redundaría en una destrucción de valor para la
inversión del accionista.
El uso apropiado del endeudamiento es una vía
para conseguir mejorar la rentabilidad sobre los recursos propios de
la empresa y, en consecuencia, generar valor para el accionista.
Como en tantas otras actividades, la clave está en gestionar con
acierto la cantidad de deuda asumida, para lo que es esencial
mantener una actitud proactiva que se base en el
conocimiento del negocio y en las perspectivas sobre su evolución
futura. Para lograr esta adecuada gestión todo equipo directivo debe
analizar y tomar decisiones sobre aspectos tales como: coste real de
la deuda, naturaleza del tipo de interés (fijo o variable),
naturaleza del endeudamiento (moneda nacional o extranjera) y
actitud ante el riesgo, y tener muy clara la diferencia que existe
entre la especulación y la gestión empresarial. |
Caso de Estudio: EL
CASO SKANDIA.
Desde
1980, la empresa
sueca Skandia se estableció el reto de investigar y medir su
verdadero valor
y desempeño, tomando en cuenta que era un negocio de servicios,
basado en el uso intensivo de conocimientos, que a la fecha no
encontraba satisfactorio las medidas administrativas tradicionales.
En
septiembre de 1991 fué creado el departamento de Capital
Intelectual al mismo nivel que los departamentos principales de la
organización como eran Finanzas y Mercadotecnia. Lo ocupó Leif
Edvinsson.
El
propósito de esta nueva posición era desarrollar el capital
intelectual de la compañía como un valor visible
y perdurable que sirviera como complemento en el balance general.
La operación debía también tomar en cuenta a otras áreas tales como
desarrollo de negocios, RRHH y TI.
Los
primeros conceptos que Edvinsson y su equipo definieron fueron:
El capital
intelectual es información complementaria de la información
financiera, no información subordinada.
El capital
intelectual es
capital no financiero y representa la brecha escondida entre valor de
mercado y valor
en libros.
El capital
intelectual es una partida del pasivo, no del activo; en otras
palabras, es una cuestión dedeuda que sedebe tratar de la misma
manera que el
capital accionario y que se toma prestado de los interesados, es
decir, de los clientes, los trabajadores, los proveedores y demás.
Posteriormente desarrollaron una definición tradicional de CI:
Capital
Intelectual es la posesión de conocimientos, experiencia aplicada,
tecnología organizacional, relaciones con clientes y destrezas
profesionales que dan a Skandia una ventaja competitiva en el
mercado.
La
división de Skandia donde se inició la aplicación de este concepto
fué Assurance and Financial Services (AFS) cuyos fondos eran
manejados por alianzas con 50 gerentes de empresas importantes
distribuídas por todo el mundo, a través de 26,000 corredores y
10,000 oficinas bancarias y servían a más de 500,000 contratos; la
división empleaba, en 1998, a 2,000 personas y había experimentado
un notable crecimiento, desde cero a fines de 1980 a más de 4,000
millones de dólares ocho años después. Las ventas de AFS
constituían el 39% de las ventas totales de Skandia.
Su
operación es una combinación de personas de talento, productos y
servicios novedosos y una organización cada vez más virtual.
Después de varios análisis llegaron a la siguiente definición
simplificada:
Capital
Humano + Capital
Estructural =
Capital Intelectual
Modelo Utilizado.
Crearon un modelo de trabajo al que denominaron el Navegador Skandia
y que se ilustra a continuación:
Explicación del Navegador Skandia.
Se compone
no de tipos de
capital sino de cinco áreas de enfoque.
Es,
básicamente, la metáfora visual de una casa.
El enfoque
financiero es el pasado de la firma, una medida precisa de dónde
estaba en un momento específico.
Descendiendo del techo a las paredes de la casa del capital
intelectual, entramos al presente y las actividades de la empresa que
se enfocan en él: enfoque clientela y enfoque proceso.
Enfoque
clientela mide un tipo de capital
intelectual relacionado con el cliente externo de la firma.
Enfoque
proceso mide un tipo de capital
estructural relacionado con el apoyo que tiene el capital
humano.
En la base
de la casa está el mirar hacia el futuro con otra parte del capital
estructural, el enfoque renovación y desarrollo con el cual se mide
no solo el grado en que la empresa se
está preparando para el futuro mediante el desarrollo de personal y
de nuevos productos y mercados, sino también cuán eficientemente
está abandonando el pasado obsoleto mediante rotación de productos,
abandono de mercados venidos a menos y otras acciones estratégicas.
Métrica utilizada en
Skandia.
Algunos de los índices, no usualmente utilizados, entregados por
Skandia a sus accionistas en 1994 cuando por primera vez se
introdujo formalmente en una reunión de accionistas el concepto de capital
intelectual , fueron los siguientes:
Enfoque Financiero:
Activos
Totales/Empleado ($).
Ingresos
provenientes de nuevos negocios ($).
Utilidades
provenientes de nuevos negocios ($).
Tiempo del
cliente/Atencion del empleado (%).
Rendimiento
sobre activos netos resultante de operación de un negocio nuevo.
Enfoque al Cliente.
Clientes
perdidos (#).
Duración
media de relación con cliente (#).
Tamaño
medio de clientes ($).
Visitas del
cliente a la
empresa (#).
Personal
generador de ingresos (#).
Índice de
satisfacción de clientes (%).
Inversión en
TI/Vendedor.
Inversión en
TI/Empleado de Servicio y Apoyo.
Gasto de
Apoyo/Cliente ($).
Enfoque de Proceso.
Costo por
error administrativo/ingresos administrativos (%).
Contratos
registrados sin errores (#).
Computadores personales y portátiles/Empleado (#).
Gasto en
TI/Gasto Administrativo (%).
Gasto
administrativo/Total primas (%).
Capacidad
de la red/Empleado (#).
Inventario
de TI descontinuado/Inventario total de TI (%).
Enfoque de Renovación
y Desarrollo.
Gasto en
desarrollo de competencias del personal/empleado ($).
Índice de
satisfacción de empleados.
Inversión en
relaciones/Cliente ($).
Recursos de
I&D/Recursos Totales (%).
Proporción
de empleados menores de 40 años (%).
Inversión en
desarrollo de
capital estructural ($).
Proporción
de nuevos productos (de menos de dos años) a familia total de
productos de la
empresa (%).
Inversión en
apoyo y entrenamiento para nuevos productos ($).
Promedio de
edad de patentes de la empresa (#).
Enfoque Humano.
Índice de Liderazgo (%).
Índice de
motivación (%).
Índice de
empleados facultados (%).
Competencias del personal en TI (#).
Costo anual
per capita de programas de desarrollo, comunicación y apoyo para
trabajadores permanentes de tiempo completo ($).
Porcentaje
de gerentes que tienen grado superior en negocios, en ciencias e
ingeniería y en ciencias humanísticas (%).
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Conclusiones:
La relevancia del valor de los
intangibles ha sido ampliamente documentada en la literatura. En
general, se ha encontrado una relación consistente entre las
inversiones en I+D y los resultados y rentabilidad de las acciones
de ejercicios posteriores; sin embargo, la publicidad sólo parece
tener efectos sobre los resultados futuros en el corto plazo. Esto
sugiere que los gastos de I+D deberían ser capitalizados, mientras
los gastos en publicidad deberían ser íntegramente imputados al
resultado del ejercicio en que se incurren.
La distribución de los costos
de inversiones intangibles en diferentes se determina por la
relación entre los costos y beneficios que la entidad espera que se
derivan de estas actividades. Cuando sea probable que estas
inversiones generen futuros beneficios y puedan ser valuados de
manera efectiva, los mismos pueden ser calificados como activo. Por
otro lado cuando en las inversiones no hay suficiente certeza de los
beneficios que se obtengan se reconocerán como gasto del período en
el cual ocurrieron.
Los costos de desarrollo de un proyecto deben
reconocerse como inversiones intangibles, en los siguientes casos:
El producto del proceso está claramente definido y los costos
relacionados al producto o proceso pueden identificarse
separadamente y valuarse de manera confiable.
La entidad tiene la intención de producir y vender o usar el
producto o proceso.
Existen recursos adecuados, o se puede demostrar su disponibilidad,
para culminar el proyecto y éste pueda ser utilizado.
Las inversiones se registrarán a su costo de
adquisición, desarrollo o al valor estimado que de ellos se hagan al
momento de que se consideran realizados contablemente.
La amortización se efectuará utilizando el método de línea recta,
aplicando un 10 por ciento, con excepción de aquellos que sustentan
el costo de inversión de las obras ejecutadas.
El importe de las inversiones intangibles estará conformado
principalmente por los siguientes rubros:
Los sueldos, beneficios sociales y otros costos relacionados con el
personal ocupado en actividades de investigación y desarrollo.
Los costos de los materiales y servicios consumidos en las
actividades de investigación y desarrollo.
Los costos de "equipo e instalaciones adquiridas o construidas para
un proyecto específico de investigación" que no tengan otra utilidad
en el futuro.
La depreciación del equipo e instalaciones hasta el grado en que se
usen para actividades de investigación y desarrollo.
Los costos indirectos relativos a las actividades de investigación y
desarrollo, tales como administrativos, intereses, etc.
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