Estrategias de Inversión

Tarea 3: estudio de las

inversiones reales tangibles e intangible

Introducción

Las inversiones de una empresa son principalmente las llamadas inversiones reales y tangibles como maquinaria, edificaciones, y capital de trabajo (cuentas por cobrar, cuentas por pagar, inventarios, efectivo). También existen inversiones reales intangibles como la experticia técnica del personal, patentes y marcas de fábrica. Los fondos necesarios para poder financiar estas inversiones provienen de la venta de instrumentos financieros por parte de la empresa, tales como préstamos bancarios, bonos, y acciones.

Como señala Goldfinger (1997), la fuente de valor y riqueza económica no es ya la producción de bienes materiales, sino la creación y manipulación de activos intangibles. En este contexto, las empresas tienen una creciente necesidad de invertir en intangibles, que en buena medida constituyen la base de su éxito futuro, pero que en la mayoría de las ocasiones no aparecen reflejados en su balance.

Como consecuencia, la capacidad informativa de los estados financieros sobre la situación financiera actual y futura de las empresas está disminuyendo ostensiblemente (Lev y Zarowin, 1998). Una manifestación clara de la pérdida de relevancia de la información contable es la creciente diferencia existente entre el valor de mercado de las empresas y el valor contable sus recursos propios en la mayoría de los países. Lev(1996) documenta una significativa disminución en el valor del ratio valor contable precio de mercado (VCP) de las empresas estadounidenses, desde un nivel de 1.23 en 1973 hasta un nivel de 0.59 en 1992 (lo cual significa que practicamente un 40% del valor de las compañías no aparece reflejado en su balance de situación).

Desde su punto de vista esto no sólo supone un cambio revolucionario en el proceso económico de creación de valor, sino una pérdida de valor de las variables financieras tradicionales. En otras palabras, el modelo contable tradicional, que se desarrolló para empresas cuya actividad fundamental era la fabricación y venta o la venta sin transformación de productos, necesita ser modificado o, cuando menos, ampliado con el fin de reflejar los activos intangibles de los cuales depende buena parte del valor de las empresas.

De acuerdo con Vickery y Wuzburg (1992), existen razones de peso para replantear las actuales prácticas de medición y tratamiento contable de una gran cantidad de inversiones intangibles. En términos similares se manifiesta Swieringa (1997) cuando afirma que entre los nuevos retos a los que se enfrentan los organismos encargados de la elaboración de las normas contables, están las alianzas empresariales, los nuevos instrumentos financieros y las inversiones en activos intangibles.

El creciente número de adquisiciones y fusiones, tanto en el ámbito nacional como en el internacional es otro factor que ha puesto de manifiesto la relevancia del fondo de comercio y su problemática contable (Gray, 1991). Camino y Trecu (1995) afirman que un numero significativo de fusiones, adquisiciones y joint-ventures que están teniendo lugar al nivel internacional, están fundamentalmente dirigidas a explotar una ventaja competitiva basada en la existencia de tecnología, conocimiento y otros activos intangibles. La existencia de diferencias significativas en los criterios adoptados para el reconocimiento, medición y depreciación de los activos intangibles en los diferentes países, podría afectar a la capacidad de ciertas empresas para competir por capital en los mercados financieros.

Los directivos han de identificar los factores que determinan el valor de sus empresas, encontrar vías para maximizar su impacto positivo en la marcha futura de la firma e implantar medidas de control para protegerlos. Sin duda, los activos intangibles se encuentran entre los determinantes fundamentales del valor de las empresas.

A través de esta investigación se estudiaran los conceptos de inversiones tangibles, intangibles; así como las inversiones de capital, su clasificación y el valor de estas para la empresa. Seguidamente se iniciara este estudio describiendo las inversiones tangibles.

Inversiones Tangibles e Inversiones Intangibles (el talento, el capital emocional y capital intelectual-conocimiento):

Los Bienes Tangibles son aquellos objetos que por su peculiar singularidad ven aumentado su valor con el paso del tiempo, como las joyas, el vino, el Arte, las antigüedades, el oro, documentos antiguos y los libros.

Los intangibles han sido extensamente analizados en la literatura económica dentro del marco de la economía de la innovación. Sin embargo, no parece existir acuerdo en aspectos tales como su naturaleza económica, su definición y clasificación, la forma en que afectan al valor de la empresa o los criterios que deberían adoptarse para su reconocimiento, medición y amortización.

Tradicionalmente, las teorías neoclásicas han explicado la productividad y el crecimiento económico como una consecuencia del aumento del capital y el trabajo (Solow, 1956), y han pretendido relacionar el crecimiento no explicable por incrementos de estos dos factores de producción con el progreso y la inversión en intangibles (Denison, 1967).

Ducharne (1998) sintetiza la contribución de cuatro teorías a nuestro conocimiento del proceso de crecimiento económico y desarrollo. La teoría del capital humano (Schultz, 1971 y Becker, 1975) sugiere que de entre los factores de producción es el capital humano el principal determinante de los incrementos de la productividad y que el factor principal para entender el desarrollo de una empresa es la naturaleza complementaria de los recursos humanos. La teoría de la innovación (o del cambio tecnológico) considera las inversiones en innovación como el principal motor del crecimiento, ya que la competitividad se alcanza por medio de la inversión en I+D y otros intangibles (Freeman, 1982). La teoría de la inversión en capital intelectual (Romer, 1986; Lucas, 1988; Barro y Sala i Martin, 1995), está basada en la premisa de que la eficiencia se alcanza a través de la movilización de recursos humanos con el fin de adecuarlos a las oportunidades tecnológicas y de marketing. Por último, dos nuevas teorías del crecimiento tratan de explicar las "economias basadas en la información" (David y Foray, 1995) como una etapa en el proceso evolutivo, en la cual las inversiones en intangibles están entre los factores determinantes del crecimiento económico. La teoría del crecimiento endógeno ve la acumulación de conocimiento como la fuente fundamental de crecimiento económico, tomando la distribución de unos recursos limitados como el punto de partida, mientras que las teorías evolutivas entienden la empresa como una jerarquía de actividades dirigidas por "rutinas" (Nelson y Winter, 1982) y consideran el progreso del aprendizaje y de los descubrimientos como esenciales (Dosi, 1992).

Los enfoques neoclásicos generalmente han analizado los cambios tecnológicos usando la trilogía Schumpeteriana que divide el proceso de cambio tecnológico en tres etapas: invención (generación de ideas nuevas), innovación (desarrollo de nuevas ideas en productos comercializables) y difusión (distribución de los productos entre los mercados). Schumpeter (1942) señalaba que la innovación es una fuente fundamental de riqueza. Actualmente, más que nunca, las empresas necesitan distribuir cantidades crecientes de recursos en I+D y en otras actividades innovativas e invertir en recursos humanos con el fin de conseguir alcanzar niveles superiores de conocimiento y mejoras tecnológicas que les permitan explotar las ventajas competitivas.

Por ello, no es sorprendente que en las economías desarrolladas los intangibles se hayan convertido en el centro de la atención de inversores y prestamistas, directivos, políticos e investigadores. Los indicadores de la actividad tecnológica y de innovación más comúnmente empleados son las cantidades invertidas en I+D (una medida del input) y el número de patentes concedidas (una medida del output). El aumento experimentado por las inversiones en I+D financiadas por capitales privados, tanto en términos absolutos como en porcentaje del PNB desde finales de los 60, parece confirmar que las inversiones en innovación han ganado relevancia en las economías desarrolladas. Patel y Pavitt (1995), informan que entre 1967 y 1990 se produjo un incremento medio del 100%, destacando el aumento del 900% en el caso de Japón. Análisis recientes basados en el Manual de Oslo han demostrado que la I+D constituye sólo una de las actividades que pueden llevarse a cabo con el fin de innovar: muchas otras, como la adquisición de tecnología ya desarrollada, el marketing, el desarrollo de software, la formación o el diseño, son actividades que podrían conducir a la incorporación de los avances tecnológicos a los productos o los procesos productivos.

Las inversiones en innovación están fundamentalmente dirigidas al incremento futuro del poder adquisitivo, y como tales, podrían ser consideradas como activos susceptibles de reconocimiento y publicación en los estados financieros. La lógica económica sobre la que se fundamenta la clasificación de un intangibles como activo radica en su potencial para la generación de beneficios futuros. Desde el punto de vista económico, no existe una base teórica sobre la cual se pueda establecer una clara distinción entre activos tangibles e intangibles, ya que ambos constituyen fuentes generadoras de beneficios económicos futuros para la empresa y forman parte de su patrimonio como resultado de acontecimientos o transacciones pasadas. Sin embargo, de acuerdo con los principios y normas contables en vigor en la mayoría de los países, las inversiones en intangibles (aunque contribuyen a generar ingresos futuros) no quedan reflejadas en el balance, sino que aparecen como gasto del ejercicio en que se realizan.

Consiguientemente, los estados financieros no reflejan la imagen fiel del patrimonio (no físico) y de los resultados de las empresas. En un gran número de sectores, las empresas sienten actualmente la necesidad de llevar a cabo importantes inversiones en recursos humanos, nuevas tecnologías, I+D y publicidad, con el fin de implantar nuevos procesos, comercializar productos innovativos y desarrollar y mantener su capacidad para asimilar y explotar la información a la que tienen acceso (Cohen y Levinthal, 1989). Por tanto, hoy por hoy, las inversiones en intangibles se han convertido en una preocupación fundamental para las empresas que persiguen crear o mantener ventajas competitivas. Brennan (1992) abunda en este punto manifestando que para las empresas innovadoras de reciente creación o que operan en entornos altamente competitivos, los activos más importantes a largo plazo son los intangibles tales como la preparación de sus empleados, la tecnología en desarrollo, los procedimientos de fabricación, y los sistemas de marketing y distribución, la totalidad de los cuales está ausente de los estados financieros.

Finalmente, a pesar de no aparecer en los estados financieros de las compañías (principalmente debido a la incapacidad de los principios y normas de contabilidad actuales para prescribir como hacerlo de forma adecuada), los intangibles están entre los principales determinantes del valor de las empresas. En la actualidad, la mayoría de los intangibles quedan sólo indirectamente reflejados por la mejora de la posición de la empresa que no puede explicarse a la vista de los datos sobre empleo e inversiones en bienes materiales (Mortensen, Eustace and Lannoo, 1997).

Algunos estudios recientes han señalado la importancia de entender que el concepto contable de activo no es suficiente para abarcar el concepto de activo intangible. Actualmente, no parece existir una definición de activos intangibles aceptada con carácter general. Los activos intangibles son frecuentemente identificados (como en el caso del fondo de comercio) con la diferencia entre el precio de adquisición de una compañía y el valor neto contable de sus activos tangibles. De acuerdo con White, Sondhi y Fried (1994).

Normalmente los activos intangibles son definidos (como en Belkaoui, 1992), como activos que carecen de sustancia física, pero que resultan de derechos legales y contractuales y que posiblemente generen beneficios en el futuro. Belkaoui distingue dos tipos básicos de activos intangibles: los identificables, como las patentes y los no identificables, como el fondo de comercio. Los activos constituyen posibles beneficios económicos futuros controlados por una entidad concreta como resultado de acontecimientos y transacciones pasadas. Parece existir un acuerdo general en la comunidad contable en torno a que, siempre que esos posibles beneficios económicos futuros carezcan de forma física, deben ser considerados como activos intangibles.  De tal formas que los activos intangibles pueden considerarse divididos en dos categorías fundamentales: el fondo de comercio y otros intangibles identificables. Hay dos enfoques básicos del fondo de comercio: de una parte, podría ser entendido como la consecuencia de la capacidad de una empresa para generar beneficios futuros por encima de la capacidad media del resto de empresas; de otra, podría entenderse como un conjunto de activos controlados por una compañía adquirida, de los cuales no existe constancia en los estados financieros.

Los intangibles identificables (separables) son aquellos que pueden ser vendidos o adquiridos de forma separada (NZSA, 1988). Sin embargo, algunos organismos reguladores, sostienen la idea de que todos los intangibles deberían ser considerados como componentes del fondo de comercio, debido a que es improbable que puedan ser vendidos sin que la totalidad de la empresa o negocio se ponga a la venta (Scicluna, 1994).

Egginton (1990) propone que los activos intangibles son aquellos que conllevan derechos en relación con las personas en general (tales como patentes o marcas a los que generalmente se hace referencia como activos intangibles separables), o bien conllevan expectativas de beneficios económicos que no suponen ningún derecho legal (fondo de comercio).

En su Contabilidad Nacional de 1992, el Instituto Francés de Estadística definió las inversiones intangibles como aquellos gastos de las empresas, que estimulan la capacidad de producción e incrementan el valor de la firma mediante la creación de un capital que podría amortizarse o comercializarse a largo plazo.

También en 1992, Arthur Andersen propuso una definición de intangibles como aquellos recursos controlados por la empresa que no tienen sustancia física, son capaces de generar en el futuro beneficios económicos netos y están protegidos legalmente o por medio de algún derecho.

Stickney y Weil (1994) definen los intangibles como aquellos activos que pueden generar futuros beneficios sin tener una forma física. Entre los activos intangibles incluyen las inversiones en investigación y desarrollo, las patentes, las inversiones en publicidad y el fondo de comercio.

Un enfoque mucho más amplio sobre intangibles es aportado por Hendriksen y van Breda (1992), quienes argumentan que los intangibles aparecen cuando se invierte dinero en efectivo u otros medios de pago equivalentes en la adquisición de servicios.

La clasificación de los intangibles es un tema que ha recibido escasa atención por parte de los investigadores en Contabilidad hasta hace relativamente poco. Aún así, en los últimos años han sido numerosas las propuestas de clasificación de los intangibles, ninguna de las cuales parece haber tenido hasta la fecha gran aceptación. Además, la mayoría de las clasificaciones incluyen elementos tales como el conocimiento de la organización y la lealtad o satisfacción del consumidor, que son activos de naturaleza no financiera y, por lo tanto son difíciles de cuantificar. En consecuencia, parece necesario dedicar esfuerzos a desarrollar un concepto comprensivo de activo intangible y un conjunto de indicadores financieros y no financieros de la existencia y el valor de los intangibles.

EUROSTAT ha llevado a cabo estudios estadísticos basados en una clasificación de los intangibles en diez categorías: (1) I+D, (2) adquisición de derechos de propiedad intelectual (patentes) y licencias, (3) adquisición de derechos de popiedad industrial, (4) publicidad y marketing, (5) adquisición y procesamiento de información, (6) adquisición de software, (7) reorganización de la dirección de la empresa, (8) reorganización del sistema contable de la empresa, (9) medios destinados a enfrentarse a los cambios en las políticas legal, fiscal, social y económica del gobierno y, (10) otras inversiones en innovación de productos y procesos de la empresa.

El concepto de Balance Scored Card (BSC) ha servido de base para la elaboración de clasificaciones de los intangibles, tales como la propuesta por Van Wieringen (1997). Por su parte, algunas empresas privadas interesadas en la utilización del BSC han desarrollado recientemente clasificaciones de los intangibles con el fin de dar consistencia a la publicación de información sobre este tipo de inversiones en sus estados financieros. Así, por ejemplo, Skandia incluye en sus informes anuales un suplemento en el que presenta un marco para entender el proceso de creación de valor en la organización. Desde su punto de vista el valor de mercado viene determinado por el capital financiero y el capital intelectual. Este último, está integrado por el capital humano y el capital estructural. El primero está basado en la clientela y el capital organizativo, mientras que el segundo está cimentado en el capital innovativo y el relacionado con los procesos. En la actualidad la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, por medio de su Centro de Investigación de los Intangibles, está realizando un notable esfuerzo por profundizar en el conocimiento de los intangibles y mejorar la utilidad de los estados financieros.

Hammerer (1996) llevó a cabo una clasificación de los intangibles basada en las teorías económicas evolutivas, que posteriormente fue empleada para ilustrar la distribución de inversiones en tangibles e intangibles sobre el ciclo de la vida del producto. En ella se agrupan las inversiones según su naturaleza estratégica u operativa y según tengan como objetivo incrementar el conocimiento tecnológico o el grado de competencia económica de la empresa. Mortensen, Eustace y Lannoo (1997), proponen una clasificación de los intangibles relevantes para la valoración de empresas, en cuatro categorías: capital innovativo (I+D), capital estructural (capital intelectual y activos relacionados con el conocimiento, flexibilidad y coherencia organizativa, y lealtad y destreza de los trabajadores), contratos de ejecución (licencias operativas y franquicias, derechos de emisión de programas, cuotas agrícolas y otras cuotas de producción en industrias reguladas, obligaciones de mantenimiento, prestación de servicios y cuidado del medio ambiente, subcontratas de más de un año de duración, contratos de suministro de materiales, instrumentos financieros de alto riesgo, derivados, etc.), capital de mercado (marcas y marcas comerciales) y fondo de comercio.

Guilding y Pike (1990) clasifican los activos intangibles relacionados con el marketing en cuatro categorías, en base a una esquema conceptual de la serie de eventos que llevan a la creación de una ventaja competitiva: creador de valor (publicidad, desarrollo de productos y otros apoyos del marketing), activos de marketing (nombres y marcas comerciales, barreras de entrada y sistemas de información), manifestación del valor (imagen, reputación y margen de los productos), y la síntesis de los activos de marketing: la ventaja competitiva.

Werner, Hammerer y Schwarz (1998) critican duramente los intentos previos de clasificación de las inversiones intangibles, basándose en que generalmente incluyen grupos de intangibles heterogéneos, no distinguen con precisión entre activos tangibles e intangibles, no aplican los conceptos de flujo y stock y carecen de fundamentación teórica. Basándose en la teoría evolutiva del crecimiento económico, estos autores proponen una clasificación de las inversiones intangibles atendiendo a siete componentes centrales (que se solapan): Investigación y desarrollo experimental, educación y formación, software, marketing, prospección de minerales, licencias, marcas y derechos de autor y patentes. Además sugieren cinco categorías adicionales de inversiones intangibles: desarrollo de la organización, diseño e ingeniería, construcciones y uso de bases de datos, remuneración de ideas innovativas, y desarrollo de otros recursos humanos (excepto formación).

Young (1998) también sugirió la existencia de seis componentes centrales en las inversiones en intangibles: asociados a la informática, la tecnología y la producción, los recursos humanos (formación formal e informal), la organización de la empresa, la relación de la empresa con su clientela (ventas y marketing), y una serie de componentes específicos del sector (prospecciones minerales, entretenimiento, oríginales artísticos y literarios, etc.).

Finalmente, a pesar de todos los intentos realizados hasta la fecha, no parece existir una clasificación o definición generalmente aceptada de intangibles. Que se llegue o no a un consenso depende en gran medida de la posibilidad de llevar a cabo una discusión amplia y exhaustiva acerca de la naturaleza económica y las características de los intangibles, que deberían culminar en la identificación de una serie reducida de factores comunes que eventualmente podrían convertirse en características fundamentales generalmente aceptadas. De entre esas características comunes (básicas) la discusión presentada anteriormente nos permite identificar las siguientes: los intangibles pueden ser activos o medios (una fuente de posibles beneficios económicos en el futuro o pérdidas); carecen de sustancia física pero son un determinante fundamental del valor de la empresa; pueden ser de naturaleza financiera o no financiera; los intangibles financieros podrían ser inversiones o pagos anticipados; las empresas podrían adquirirlos o producirlos internamente.

Si los activos intangibles son un determinante del valor de las compañías, ¿Por qué no todas las empresas informan sobre ellos en sus estados financieros y sólo afloran en determinadas adquisiciones? La respuesta es que, aún no hemos sido capaces de desarrollar una serie de criterios generalmente aceptados para la identificación y medición de los intangibles y la revelación de información relevante (y no sólo fiable) sobre ellos y su influencia en la situación financiera de la empresa.

El debate acerca de cómo deberían de ser contabilizados los activos intangibles y presentados en los estados financieros ha estado presente en la literatura a lo largo de un periodo de aproximadamente un siglo (Diksee, 1897; Leake, 1914; Canning, 1929). La revelación de información sobre los intangibles requiere el desarrollo de una base teórica para el establecimiento de criterios de medición y reconocimiento.

Tradicionalmente, los contables han dado un tratamiento deductivo al problema, principalmente basado en dos teorías del beneficio: por una parte la teoría del valor, que gira en torno al balance y se basa en el supuesto de que puede determinarse el valor económico real de cada elemento del patrimonio y que el beneficio real puede estimarse como diferencia entre el valor neto del patrimonio en dos momentos diferentes. Por otra parte, la teoría de las transacciones, que tiene como eje la cuenta de resultados, determina las cifras contables identificando los costos de transacción con las actividades para obtener costos por actividad. Hodgson, Okunev y Willet (1993) sugieren que una teoría de los costos por actividades en Contabilidad (la Teoría Estadística de las Transacciones) proporciona una base consistente para entender la naturaleza de las cifras contables y las nociones de fondo de comercio y otros intangibles.

Algunos estudios empíricos han investigado la relación entre las inversiones en I+D y publicidad y los beneficios futuros. Tanto Bubblitz y Ettredge (1989) como Hall (1993) han encontrado evidencia de que mientras que las inversiones en I+D parecen estar relacionadas con incrementos en los beneficios futuros, el impacto de la publicidad no es de larga duración y está limitado a una media de dos años. Estos resultados aportan una base que permite concluir que las inversiones en I+D deberían ser capitalizadas y amortizadas, mientras que las inversiones en publicidad deberían ser consideradas como gasto del ejercicio. A pesar de que algunos estudios recientes afirman haber hallado evidencia de un impacto de larga duración de la publicidad en los beneficios futuros y ello podría hacer pensar que su capitalización es razonable, Landes y Rosenfield (1994) sugieren que eso se debe a factores específicos de la empresa. Ellos desarrollaron un modelo de la toma de decisiones relacionadas con la publicidad en la empresa, en el que la calidad del producto y la publicidad se consideran como complementarias. Dentro del marco de su modelo, si no se controlan las diferencias en algunos factores específicos que están positivamente correlacionados con la rentabilidad de las inversiones en publicidad, se infraestiman los efectos directos de la publicidad sobre las ventas y se sobreestimará la duración de dichos efectos. Sus resultados empíricos indicaban que el impacto de la publicidad disminuía significativamente cuando los factores específicos de la empresa se mantenían constantes.

Stickney y Weil (1994) señalan dos problemas fundamentales asociados al reconocimiento y medición de los intangibles. Primero, si deberían de ser capitalizados basándose en que representan una inversión que probablemente generará suficientes beneficios futuros o bien si deberían ser considerados como gastos si no los generan.

Actualmente existe una tendencia creciente en la investigación contable a aceptar como válida la aproximación de Lev y Zarowin (1998) hacia la contabilización y la revelación de información sobre los intangibles. No obstante, la perspectiva dominante sobre el reconocimiento de los intangibles y su inclusión en los estados financieros parece estar aún cercana en la mayoría de los paises a la que sostienen Hendriksen y van Breda (1992).

Sin embargo, existen diferencias significativas en el tratamiento de los activos intangibles de unos países a otros, lo cual podría limitar seriamente la comparabilidad internacional de los estados financieros.8 De acuerdo con el pronunciamiento nº 17 del APB (1970), los intangibles adquiridos deben ser capitalizados si son identificables e imputados directamente a resultados si no son identificables; los intangibles identificables desarrollados en el seno de la empresa deben ser capitalizados, con la excepción de las inversiones en I+D, mientras que los no identificables generados en la empresa deben ser considerados como gasto del periodo. Por lo tanto, cuando los intangibles son adquiridos se les reconoce como activos y se les incluye en el balance. Sin embargo, si una empresa lleva a cabo inversiones exitosas en I+D, publicidad y formación del personal, su balance no revelará la existencia de un "fondo de comercio generado internamente". Obviamente, esto no es lógico y limita significativamente la comparabilidad de los estados financieros entre las compañías.

A excepción de las inversiones en I+D (que no sean costes de desarrollo de software) y en publicidad, la normativa contable norteamericana prescribe que los activos intangibles adquiridos sean reflejados en el balance por su coste de adquisición y amortizados a lo largo de un periodo máximo de 40 años.

La perspectiva de que los intangibles deberían ser reconocidos como activos cuando su existencia se puede justificar, parece estar recibiendo un apoyo más fuerte en los últimos años en la comunidad profesional y en la académica. Colley y Volkan (1988) sugieren que en una adquisición, todos los activos tangibles e intangibles que justifican el pago de un precio superior al valor neto contable de la empresa adquirida, deben ser identificados, capitalizados y amortizados; la parte no identificable de ese exceso de precio debería de ser eliminada contra reservas en la fecha de adquisición. Arnold (1992), argumenta que hay tres componentes en el fondo de comercio: el valor de los activos intangibles separables e identificables, el valor actual de los beneficios que afloran de la conjunción de las actividades de la empresa y las imperfecciones del mercado, y el precio pagado en exceso o por defecto por las filiales. Desde su punto de vista, los intangibles que se encuentran dentro de estas dos categorías deberían ser tratados como La necesidad de armonizar los datos es patente, tanto para el establecimiento de comparaciones entre inversiones tangibles e intangibles como para verificar la relación entre estos indicadores y otros de desarrollo económico. Por otro lado, la medición de los activos intangibles interesa para poder aportar rigor a la valoración de la empresa.

El borrador E50 del IASC,  propuso que los intangibles fuesen reconocidos en el balance y amortizados a lo largo de un periodo máximo de 20 años si cumplían tres requisitos: primero, tener carácter no monetario, carecer de sustancia física y ser identificables; segundo, tener la capacidad de generar beneficios económicos futuros; y, tercero, que su coste fuera susceptible de una medición fiable. El E50 fue enérgicamente criticado ya que son muy pocos los activos intangibles que cumplirían unos requisitos tan restrictivos (Cairns, 1995). Grant (1996a) argumenta que la aproximación adoptada por el borrador es fundamentalmente defectuosa, debido a que el factor clave para la contabilización de los intangibles debería de ser si son realmente separables/vendibles y si efectivamente son una inversión. Si lo son, es preciso determinar si el activo es un pago anticipado que es consumible por la empresa.

La versión final de la NIC 38 (IASC 1998) sigue en la línea anteriormente indicada, argumentando que los conceptos de pago anticipado o gasto diferido no existen en la literatura del IASC. Así pues, sólo los elementos que cumplen los criterios de reconocimiento establecidos en el marco conceptual del IASC (1996) o en alguna NIC, deberían ser reconocidos como activos.

En suma, aunque los organismos reguladores están ahora dando una gran importancia a la medición de las inversiones intangibles, las normas vigentes en la actualidad tienen una visión excesivamente restrictiva que impide que los estados financieros sean capaces de presentar una información suficientemente relevante (además de fiable) sobre el valor de los intangibles de la empresa.

Clasificación de las inversiones de capital:

Capital Humano:

Las competencias del personal, compuestas por los conocimientos, las habilidades y el experticia de todos y cada uno de los participantes dentro de la organización, así como su capacidad de actualizarlas, adaptarlas, compartirlas y hacerlas productivas.

Capital Estructural.

La infraestructura que incorpora, capacita y sostiene el capital humano, además de la capacidad organizacional que incluye los sistemas físicos usados para transmitir y almacenar el material intelectual. Expresado coloquialmente, es lo que se queda en la organización cuando el capital humano “se va a su casa”.

Se puede subdividir en tres tipos:

Capital Organizacional: Inversión de la compañía en sistemas, herramientas y filosofía operativa que acelera la corriente de conocimientos a través de la organización, lo mismo que hacia afuera, a los canales de abastecimiento y distribución.

Capital Innovación: Capacidad de renovación más los resultados de la innovación en forma de derechos comerciales protegidos, propiedad intelectual y otros activos intangibles y talentos usados para crear y llevar rápidamente al mercado nuevos productos y servicios.

Capital Proceso: Los procesos, programas y técnicas de trabajo que incrementan y fortalecen la eficiencia de operación o de la prestación de servicios; es el conocimiento práctico que se utiliza en la creación continua de valor.

Capital Clientela.

El grado de fuerza de las relaciones y de lealtad con y de parte de los clientes de la organización, reconociendo que es en este punto donde se inicia el flujo de caja. Este concepto lo están introduciendo en algunas empresas que están incorporando lo que es CI.

Algunas puntualizaciones
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Mientras que la Administración del Conocimiento (KM, por sus siglas en inglés), se enfoca en la conversión del conocimiento tácito de los individuos a conocimiento explícito creando así el conocimiento organizacional, el Capital Intelectual (IC, por sus siglas en inglés), se enfoca en la conversión del conocimiento organizacional a beneficios monetarios mensurables.

KM es más la creación, sustento, despliegue y transformación del conocimiento organizacional e IC es más la explotación del conocimiento organizacional.

Mientras que KM intenta comprender de dónde y cómo se crea el conocimiento, IC intenta comprender cómo medir el producto final del conocimiento y transferirlo a utilidades mensurables.

Los dos van de la mano porque el capital intelectual necesita de la contínua generación y sostenimiento de los activos del conocimiento organizacional para derivarlos en un desempeño mensurable.

A mediados de la década del 50 adquirieron importancia el presupuesto de capital y las consideraciones relacionadas con el mismo. Nuevos métodos y técnicas para seleccionar los proyectos de inversión de capital condujeron a un marco para la distribución eficiente del capital dentro de la empresa. El administrador financiero ahora tenía a su cargo los fondos totales asignados a los activos y la distribución del capital a los activos individuales sobre la base de un criterio de aceptación apropiado y objetivo.

Posteriormente aparecieron sistemas complejos de información aplicados a las finanzas, lo que posibilitó la realización de análisis financieros más disciplinados y provechosos. La era electrónica afectó profundamente los medios que emplean las empresas para realizar sus operaciones bancarias, pagar sus cuentas, cobrar el dinero que se les debe, transferir efectivo, determinar estrategias financieras, manejar el riesgo cambiario, etc. Se idearon modelos de valuación para utilizarse en la toma de decisiones financieras.

Lo más destacado de la década del 60 fue el desarrollo de la teoría del portafolio (Markowitz – 1960, posteriormente perfeccionada por Sharpe, Lintner, Fama y otros) y su aplicación ulterior a la administración financiera. Esta teoría explica que el riesgo de un activo individual no debe ser juzgado sobre la base de las posibles desviaciones del rendimiento que se espera, sino en relación con su contribución marginal al riesgo global de un portafolio de activos. Según el grado de correlación de este activo con los demás que componen el portafolio, el activo será más o menos riesgoso.

En la década de 1970 empezaron a aplicarse el modelo de fijación de precios de los activos de capital de Sharpe para valuar los activos financieros. El modelo insinuaba que parte del riesgo de la empresa no tenía importancia para los inversionistas de a empresa, ya que se podía diluir en los portafolios de las acciones en su poder. También provocó que se centrara aún más la atención sobre las imperfecciones del mercado cuando se juzgaba la selección de los activos realizada por la empresa, el financiamiento y los dividendos.

También durante esta década, Black y Scholes formularon el modelo de fijación de precios de opciones para la evaluación relativa de los derechos financieros. La existencia de un mercado de opciones permite al inversionista establecer una posición protegida y sin riesgos comprando acciones y, al mismo tiempo, estableciendo opciones sobre las acciones. En mercados financieros eficientes el rendimiento producido por una posición de este tipo debe ser una tasa libre de riesgos. Si esto es cierto, sería posible establecer fórmulas exactas para valuar distintos tipos de opciones.

En la década de 1980, ha habido importantes avances en la valuación de las empresas en un mundo donde reina la incertidumbre. Se le ha colocado una creciente atención al efecto que las imperfecciones del mercado tienen sobre el valor. La información económica permite obtener una mejor comprensión del comportamiento que en el mercado tienen los documentos financieros. La noción de un mercado incompleto, donde los deseos de los inversionistas de tipos particulares de valores no se satisfacen, coloca a la empresa en el papel de llevar a cabo la comercialización de tipos especiales de derechos financieros.

En los años 90, las finanzas han tenido una función vital y estratégica en las empresas. El gerente de finanzas se ha convertido en parte activa: la generación de la riqueza. Para determinar si genera riqueza debe conocerse quienes aportan el capital que la empresa requiere para tener utilidades. Esta se convierte en la base del costo de la oportunidad, con respecto al cual se juzgará el producto, la inversión y las decisiones de operación.

Otra realidad de los 90 es la globalización de las finanzas. A medida que se integran los mercados financieros mundiales en forma creciente, el administrador de finanzas debe buscar el mejor precio de las fronteras nacionales y a menudo con divisas y otras barreras.

Los factores externos influyen cada día más en el administrador financiero: desregulación de servicios financieros, competencia entre los proveedores de capital y los proveedores de servicios financieros, volatilidad de las tasas de interés y de inflación, variabilidad de los tipos de cambio de divisas, reformas impositivas, incertidumbre económica mundial, problemas de financiamiento externo, excesos especulativos y los problemas éticos de ciertos negocios financieros.

Valor total de la empresa en marcha, en función del valor del capital tangible y el del capital intangible

El valor de las organizaciones sigue estando en los activos, pero la clasificación de este concepto ha cambiado totalmente ya que se ha encontrado que los tipos de activos tradicionalmente aceptados (fijo, circulante), no miden realmente el verdadero valor de una organización lo que da una diferencia significativa entre lo que arrojan los libros contables y el valor que pudiera tener dicha empresa en el mercado.

Igualmente pasa con el concepto de capital, tal y como se entiende en la contabilidad tradicional; el capital social y el capital de trabajo ya no son suficientes para reflejar el verdadero valor de una compañía.

Es importante indicar que el incremento en la rentabilidad se produce porque el aumento en el nivel de endeudamiento presupone que no perjudicará a la rentabilidad de los activos netos, es decir estos nuevos fondos serán empleados en nuevos proyectos de inversión que proporcionen una rentabilidad que asegure la creación de valor en la empresa. Si la empresa careciera de esos proyectos y no tuviese perspectivas de corto plazo próximas de generarlos, la decisión acertada no es mantener permanentemente esos nuevos fondos en inversiones financieras con bajo o nulo riesgo y baja rentabilidad (por ejemplo, bonos del tesoro), ya que resulta evidente que una actuación semejante redundaría en una destrucción de valor para la inversión del accionista.

El uso apropiado del endeudamiento es una vía para conseguir mejorar la rentabilidad sobre los recursos propios de la empresa y, en consecuencia, generar valor para el accionista. Como en tantas otras actividades, la clave está en gestionar con acierto la cantidad de deuda asumida, para lo que es esencial mantener una actitud proactiva que se base en el conocimiento del negocio y en las perspectivas sobre su evolución futura. Para lograr esta adecuada gestión todo equipo directivo debe analizar y tomar decisiones sobre aspectos tales como: coste real de la deuda, naturaleza del tipo de interés (fijo o variable), naturaleza del endeudamiento (moneda nacional o extranjera) y actitud ante el riesgo, y tener muy clara la diferencia que existe entre la especulación y la gestión empresarial.

Caso de Estudio: EL CASO SKANDIA.

Desde 1980, la empresa sueca Skandia se estableció el reto de investigar y medir su verdadero valor y desempeño, tomando en cuenta que era un negocio de servicios, basado en el uso intensivo de conocimientos, que a la fecha no encontraba satisfactorio las medidas administrativas tradicionales.

En septiembre de 1991 fué creado el departamento de Capital Intelectual al mismo nivel que los departamentos principales de la organización como eran Finanzas y Mercadotecnia.  Lo ocupó Leif Edvinsson.

El propósito de esta nueva posición era desarrollar el capital intelectual de la compañía como un valor visible y perdurable que sirviera como complemento en el balance general.  La operación debía también tomar en cuenta a otras áreas tales como desarrollo de negocios, RRHH y TI.

Los primeros conceptos que Edvinsson y su equipo definieron fueron:

El capital intelectual es información complementaria de la información financiera, no información subordinada.

El capital intelectual es capital no financiero y representa la brecha escondida entre valor de mercado y valor en libros.

El capital intelectual es una partida del pasivo, no del activo; en otras palabras, es una cuestión dedeuda que sedebe tratar de la misma manera que el capital accionario y que se toma prestado de los interesados, es decir, de los clientes, los trabajadores, los proveedores y demás.

Posteriormente desarrollaron una definición tradicional de CI:

Capital Intelectual es la posesión de conocimientos, experiencia aplicada, tecnología organizacional, relaciones con clientes y destrezas profesionales que dan a Skandia una ventaja competitiva en el mercado.

La división de Skandia donde se inició la aplicación de este concepto fué Assurance and Financial Services (AFS)  cuyos fondos eran manejados por alianzas con 50 gerentes de empresas importantes distribuídas por todo el mundo, a través de 26,000 corredores y 10,000 oficinas bancarias y servían a más de 500,000 contratos; la división empleaba, en 1998, a 2,000 personas y había experimentado un notable crecimiento, desde cero a fines de 1980 a más de 4,000 millones de dólares ocho años después.  Las ventas de AFS constituían el 39% de las ventas totales de Skandia.

Su operación es una combinación de personas de talento, productos y servicios novedosos y una organización cada vez más virtual.

Después de varios análisis llegaron a la siguiente definición simplificada:

Capital Humano + Capital Estructural = Capital Intelectual

Modelo Utilizado.

Crearon un modelo de trabajo al que denominaron el Navegador Skandia y que se ilustra a continuación:

Explicación del Navegador Skandia.

Se compone no de tipos de capital sino de cinco áreas de enfoque.

Es, básicamente, la metáfora visual de una casa.

El enfoque financiero es el pasado de la firma, una medida precisa de dónde estaba en un momento específico.

Descendiendo del techo a las paredes de la casa del capital intelectual, entramos al presente y las actividades de la empresa que se enfocan en él: enfoque clientela y enfoque proceso.

Enfoque clientela mide un tipo de capital intelectual relacionado con el cliente externo de la firma.

Enfoque proceso mide un tipo de capital estructural relacionado con el apoyo que tiene el capital humano.

En la base de la casa está el mirar hacia el futuro con otra parte del capital estructural, el enfoque renovación y desarrollo con el cual se mide no solo el grado en que la empresa se está preparando para el futuro mediante el desarrollo de personal y de nuevos productos y mercados, sino también cuán eficientemente está abandonando el pasado obsoleto mediante rotación de productos, abandono de mercados venidos a menos y otras acciones estratégicas.

Métrica utilizada en Skandia.

Algunos de los índices, no usualmente utilizados, entregados por Skandia a sus accionistas en 1994 cuando por primera vez se introdujo formalmente en una reunión de accionistas el concepto de capital intelectual , fueron los siguientes:

Enfoque Financiero:

Activos Totales/Empleado ($).

Ingresos provenientes de nuevos negocios ($).

Utilidades provenientes de nuevos negocios ($).

Tiempo del cliente/Atencion del empleado (%).

Rendimiento sobre activos netos resultante de operación de un negocio nuevo.

Enfoque al Cliente.

Clientes perdidos (#).

Duración media de relación con cliente (#).

Tamaño medio de clientes ($).

Visitas del cliente a la empresa (#).

Personal generador de ingresos (#).

Índice de satisfacción de clientes (%).

Inversión en TI/Vendedor.

Inversión en TI/Empleado de Servicio y Apoyo.

Gasto de Apoyo/Cliente ($).

Enfoque de Proceso.

Costo por error administrativo/ingresos administrativos (%).

Contratos registrados sin errores (#).

Computadores personales y portátiles/Empleado (#).

Gasto en TI/Gasto Administrativo (%).

Gasto administrativo/Total primas (%).

Capacidad de la red/Empleado (#).

Inventario de TI descontinuado/Inventario total de TI (%).

Enfoque de Renovación y Desarrollo.

Gasto en desarrollo de competencias del personal/empleado ($).

Índice de satisfacción de empleados.

Inversión en relaciones/Cliente ($).

Recursos de I&D/Recursos Totales (%).

Proporción de empleados menores de 40 años (%).

Inversión en desarrollo de capital estructural ($).

Proporción de nuevos productos (de menos de dos años) a familia total de productos de la empresa (%).

Inversión en apoyo y entrenamiento para nuevos productos ($).

Promedio de edad de patentes de la empresa (#).

Enfoque Humano.

Índice de Liderazgo (%).

Índice de motivación (%).

Índice de empleados facultados (%).

Competencias del personal en TI (#).

Costo anual per capita de programas de desarrollo, comunicación y apoyo para trabajadores permanentes de tiempo completo ($).

Porcentaje de gerentes que tienen grado superior en negocios, en ciencias e ingeniería y en ciencias humanísticas (%).

Conclusiones:

La relevancia del valor de los intangibles ha sido ampliamente documentada en la literatura. En general, se ha encontrado una relación consistente entre las inversiones en I+D y los resultados y rentabilidad de las acciones de ejercicios posteriores; sin embargo, la publicidad sólo parece tener efectos sobre los resultados futuros en el corto plazo. Esto sugiere que los gastos de I+D deberían ser capitalizados, mientras los gastos en publicidad deberían ser íntegramente imputados al resultado del ejercicio en que se incurren.

La distribución de los costos de inversiones intangibles en diferentes se determina por la relación entre los costos y beneficios que la entidad espera que se derivan de estas actividades. Cuando sea probable que estas inversiones generen futuros beneficios y puedan ser valuados de manera efectiva, los mismos pueden ser calificados como activo. Por otro lado cuando en las inversiones no hay suficiente certeza de los beneficios que se obtengan se reconocerán como gasto del período en el cual ocurrieron.

Los costos de desarrollo de un proyecto deben reconocerse como inversiones intangibles, en los siguientes casos:

El producto del proceso está claramente definido y los costos relacionados al producto o proceso pueden identificarse separadamente y valuarse de manera confiable.

La entidad tiene la intención de producir y vender o usar el producto o proceso.

Existen recursos adecuados, o se puede demostrar su disponibilidad, para culminar el proyecto y éste pueda ser utilizado.

Las inversiones se registrarán a su costo de adquisición, desarrollo o al valor estimado que de ellos se hagan al momento de que se consideran realizados contablemente.

La amortización se efectuará utilizando el método de línea recta, aplicando un 10 por ciento, con excepción de aquellos que sustentan el costo de inversión de las obras ejecutadas.

El importe de las inversiones intangibles estará conformado principalmente por los siguientes rubros:
Los sueldos, beneficios sociales y otros costos relacionados con el personal ocupado en actividades de investigación y desarrollo.

Los costos de los materiales y servicios consumidos en las actividades de investigación y desarrollo.
Los costos de "equipo e instalaciones adquiridas o construidas para un proyecto específico de investigación" que no tengan otra utilidad en el futuro.

La depreciación del equipo e instalaciones hasta el grado en que se usen para actividades de investigación y desarrollo.

Los costos indirectos relativos a las actividades de investigación y desarrollo, tales como administrativos, intereses, etc.

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Última actualización 15JUL03
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