El
periodismo, el poder y la realidad
Miguel
Wiñazki.
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Según
el lúcido sociólogo alemán Niklaus Luhmann, el periodismo
es una “máquina de reducción de complejidad”.
Comunicar es, según esa línea de pensamiento, un proceso
pedagógico, un sistema organizado que pavimenta el pasaje de la
dificultad que encierran siempre los hechos mismos, hacia la facilidad
necesaria para comprender la “realidad” que se pretende comunicar.
La
pregunta es: tras la simplificación de los acontecimientos en función
de su difusión, ¿Lo que se “comprende” es la
realidad misma, o lo que se percibe es sólo un recorte esquemático
y empobrecido que traiciona la riqueza de las cosas mismas, sustituyéndolas
por la ligereza de la comunicación misma? La respuesta es clara:
la comunicación masiva recorta la realidad.
No
podría ser de otra manera. Es imposible comunicarlo todo a través
de los medios. El periodismo no sustituye al arduo mundo de la vida, ni
tampoco al arte, a la literatura, a la ciencia, ni a las exactas ni a
las ciencias sociales que se zambullen en la complejidad por definición
y obligación de impuesta por su propio status científico.
El periodismo en cambio, simplemente difunde masivamente hechos y lo hace
casi en tiempo real.
La
difusión periodística, intensiva, de la realidad es hoy
esencial e insoslayable. Pero la irrupción de la comunicación
masiva, instituye, una “metarrealidad” que no trasluce la
realidad en sí. Lo real no es traslúcido. Es opaco. Lo que
se trasluce mediáticamente es un iceberg. De hecho, el propio Luhamn
establece una distinción crucial entre información y comunicación.
Una
pareja de enamorados en un parque no intercambia información, en
el sentido meramente noticioso del concepto, y están sin embargo,
vitalmente comunicados. El periodismo comunica con información,
pero no debe comunicar sin información. Es pobre en un sentido,
(no puede, como el arte, transmitir la intensidad emocional de un sentimiento
amoroso) pero es bueno si es próspero en información, y
si transmite información de manera clara.
Esa
traslación, esa “reducción de complejidad”,
opera y se hace posible a través de diversos recursos inherentes
a la práctica de la edición noticiosa. En los medios escritos,
la fragmentación de los textos, su concisión, y su jerarquización
a través de la contundencia tipográfica, configuran un conjunto
que tiende a constituir hábitos de lectura rápida, de comprensión
veloz, de rauda aproximación a las noticias.
El
combinado de elementos tipográficos, fotográficos e infográficos
y cromatológicos, conforman la arquitectura de acceso simple hacia
los contenidos. Los contenidos periodísticos están efectivamente
contenidos, en esos “containers” que llamamos diarios, impresos
o digitales. Son contenidos que no contienen todo aquello a lo que se
refieren. Aluden a los hechos, describen un matiz u otro de los mismos.
Pero
la realidad es mas fuerte, más abismal e insondable. Mas profunda.
En Internet la hipertextualidad permite navegar desde el periodismo hacia
ciertos territorios de contenidos científicos o estéticos
a golpes de mouse. El discurso masivo y el académico conviven en
las pantallas y viajar de un destino al otro es un trayecto conocido por
millones de Internautas en el mundo. El periodismo y sus recortes pueden
ser un primer puerto, hacia otros destinos intelectuales.
Luhamn,
también afirma que “el poder es un medio de comunicación”.
Entonces el poder, político, es asimismo, una maquinaria de simplificación
con una intención declarada: la persuasión. La política,
según esté ángulo “mediológico”
de la cuestión, sería una fábrica de mensajes destinados
a cautivar electores.
Los
debates entre George Bush y John Kerry son, para citar un ejemplo hiperactual,
una evidencia de que Luhmann no se equivoca. Gana el que comunica mejor.
Entonces, la comunicación política es idéntica a
la propaganda política. De tal manera que los electores son clientes,
según este silogismo al menos, según el cual también
puede considerarse que la democracia se vuelve demoscopía; un fenómeno
dinámico que funciona de común acuerdo con la dirección
de los sondeos de opinión. El léxico político, (generalizando),
tiende a asimilarse y a confundirse con el publicitario.
No
hay que sobrestimar el poder de la publicidad. De lo contrario el vacío
de credibilidad que horada la política no sería un fenómeno
global. Una deformación posible en el epicentro de éste
panorama es lo que podríamos denominar la coproducción político-mediática
de la realidad: la doble utilización por parte de los actores políticos
y de los medios de sus discursos e intereses.
Es
una deformación posible que tiene costos.
Las personas la advierten cuando acontece.
Perciben y discriminan propaganda de información.
Y valoran mas la información que la propaganda.
Clarin,
27 de octubre de 2004 |