Resistir significa en primer lugar rechazar.
Hoy, la insurgencia
consiste en ese rechazo que no tiene nada de negativo,
que es un acto indispensable, vital.

Viviane Forrester
 

Michael Randle pertenece a esa raza de los imprescindibles a la cual se refería Bertolt Brecht, esa que lucha toda la vida y entiende que a pesar de todas sus imposturas, el término democracia conserva su antigua significación griega: el poder del pueblo.

Bibliografía

Resistencia civil: la ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos / Michael Randle, Luis M. Romano Haces (trad.) . -- Barcelona: Paidós Ibérica, 1998

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Desde 1951, cuando se declaró objetor de conciencia, este inglés de 65 años no ha dejado de fomentar los movimientos de resistencia civil: organizó una marcha contra el armamento nuclear en 1958, presidió la Direct Action Committee Against Nuclear War desde el 58 hasta el 61, fue secretario del Committee of 100 de 1960 a 1961 y miembro del Consejo Ejecutivo de la War Resisters International de 1960 a 1987. En 1962 fue sentenciado a dieciocho meses de prisión por su participación en una acción directa violenta en la base estadounidense de Wethersfield y en octubre de 1967, a un año de reclusión por ocupar la Embajada de Grecia en Londres tras el golpe de los coroneles. También ayudó al agente británico George Blake, acusado de pasar información confidencial a la Unión Soviética, a huir hacia Alemania del Este (en 1989 publicará un libro sobre este extraño episodio: Cómo liberamos a George Blake y por qué). Randle, durante los 70 y los 80, colaboró con el disidente checo Jan Kavan introduciendo información impresa clandestina para apoyar a la oposición democrática en Checoslovaquia.

Por eso no quisiera cometer la impertinencia de referirme a su libro, Resistencia civil. La ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos -editado este mes por Paidós en su colección "Estado y sociedad"-, como si se tratara de una tesis erudita sobre este tema, aun cuando no le falte exhaustividad e inteligencia a esta investigación histórica.

Considero que a través de este libro, y su título no parece desmentirlo, Randle prosigue con sus acciones de insurgencia contra los poderes establecidos. Porque si el autor se remonta muy atrás en la historia, incluso hasta la rebelión de los plebeyos romanos en el siglo IV antes de Cristo, lo hace con la mirada del activista preocupado por la lucha que deberá emprender mañana. Por eso, escribe, "tiene tanta importancia tratar de analizar las condiciones en las que la resistencia civil tiene probabilidades de éxito en cualquier momento dado, y las tácticas y estrategias que podrían ayudar a hacerla más eficaz".

Randle, podría decirse, es un Giap de la desobediencia pacífica: "La resistencia civil -agrega más adelante- es un método de lucha política basada en la idea básica de que los gobiernos dependen en último término de la colaboración o por lo menos de la obediencia de la mayoría, y de la lealtad de los militares, la policía y los servicios de seguridad civil. O sea que está basada en las circunstancias reales del poder político. Funciona a base de movilizar a la población civil para que retire ese consenso, de procurar socavar las fuentes de poder del oponente y de hacerse con el apoyo de terceras partes". Así Randle explora las diversas formas de la desobediencia civil, la resistencia activa y pasiva, la huelga, el sabotaje, los boicots, sin descartar la acción violenta a la hora de resistir un golpe de Estado o una intervención militar extranjera. En fin, un verdadero arte de la democracia entendida como la capacidad del pueblo para oponerse a las arbitrariedades de los gobiernos.