¡Cuánta
nada, Señor, en la que habito!.
Camino por las calles de este pueblo
Y deambulo sin consuelo alguno;
Te busco en las vacías avenidas,
En la plaza sin bancos ni jardines,
En la mesa del juego sin revancha,
En la casa de amigos desvelados,
En el busto del prócer de la patria,
En las puertas de tu raída iglesia,
En la vuelta del perro solitario.
Y
es en vano Señor, yo no te encuentro
Ni en éstas ni en las otras cosas tuyas
Que dejas a tu paso en mi calvario
- suponiendo, Señor, que esta es tu obra
Y que el no ser es tuyo como el ser -.
¿Por qué me dejas solo y a resguardo
De las cosas que amo y que persigo?.
El tormento de Tántalo yo vivo
Desde que vivo amor de tu designio
Y muero desamor de tu silencio.
Si me amas, Señor, sácame presto
Y llévame a la tierra prometida
- o al menos deposítame el maná
Para poder comer en el desierto -
Donde mana leche y miel.
Claudio
Casco, General Rodriguez, junio de 2004