Quintanaentello

 

El pueblo
tan pequeño,
apenas dos docenas de casas
sentadas a la sombra de una ermita
escondida detrás de un campanario
abierto a cuatro vientos.

Es pueblo de vencejos y de ranas
y de yedras
que trepan presurosas las paredes
oscuras y agrietadas
para alcanzar un cielo de grises
nubes acordonadas a las ramas
nuevas de los árboles viejos.

Se ciega verde y noche en la colina
rota que esconde el horizonte
abierto por el río que lame sus entrañas
desveladas del sueño de los siglos
en silencio triste
de una anciano que escucha
cómo pasan los días, pesados como piedras,
descosiendo la vida a su manera.

Jose Luis Abad Peña