DON NADA


Vivía en un pueblo un hombre que era muy pobre y a pesar de ello sólo trabajaba lo estrictamente necesario para no morirse de hambre.La gente lo consideraba un hombre inteligente, un verdadero experto en todo incluso, pues entendía de cualquier oficio. Ayer trabajaba con el herrero, hoy con el ebanista, y mañana, con el sastre, pero siempre únicamente hasta que conseguía unas monedas con las que luego se compraba comida. En cuanto se la comía se iba a su casa y se tumbaba. Su casa era grande y hermosa, pero esta vacía, pues no compraba de nada y vivía completamente al día.

Una vez estaba de nuevo tumbado en su cabaña echándose un sueñecito cuando entró en el cuarto un hombre muy corpulento y obeso que iba completamente desnudo y dijo:
¡ Tú eres mi mejor camarada! ¡Tu no tienes nada y yo no tengo nada! ¡Tú no necesitas nada y yo no necesito nada! ¡Y encima me llamo Nada! ¡Estoy a gusto aquí! ¡De ahora en adelante viviré en tu casa!

El hombre entretanto, observó al forastero y vió que era tan transparente como el limpísimo cristal de una ventana y le dijo:
- Si no necesitas ni comida ni bebida, te puedes quedar aquí toda la vida. ¡Pero no quiero yo tener que conseguir también comida y bebida para ti!

El forastero replicó:
- Ya te he dicho que no tengo nada y que no necesito nada, y por que lo que veo, en tu casa tampoco hay nada. Si no, tampoco hubiera venido aquí. Yo sólo busco vivienda entre aquella gente que no tiene nada ni necesita nada, pues mi nombre es Nada.

A continuación se puso bien cómodo en la habitación vacía y se tumbó.

El hombre siguió yendo como siempre a trabajar y, en cuanto ganaba unas monedas, se compraba comida y se echaba después en su cabaña a descansar. Así pasó una temporada hasta que finalmente el hombre se dió cuenta de que don Nada era cada día más corpulento más obeso, de tal forma que ya casi llenaba todo el cuarto con su cuerpo y apenas le dejaba un rincón libre a su anfitrión.

Eso indignó al hombre y una vez le dijo a Nada:
-¡Oye camarada! ¡Tú cada día estás más gordo y pronto no voy a encontrar ya en mi propia casa un sitio donde tumbarme!
Nada bostezó y le dijo:
-¡A mí eso no me incumbe! ¡Yo ahí no puedo hacer nada!

Pronto don Nada había aumentado tanto de tamaño que el hombre ya apenas cabía de pie en su cuarto, y mucho menos aún sentado o tumbado.

Ocurrió entonces que nuestro hombre se enamoró de una bella muchacha y la deseaba por esposa. Pero los padres de la mucha dijeron:
- Nos gustaría darte a nuestra hija por esposa. Eres inteligente y sabes hacer de todo, pero no tienes nada y tampoco quieres comprarte nada. Tu habitación está vacía, tu cuadra está vacía, tu granero está vacío, tu bodega está vacía, tu despensa está vacía. Primero hazte con todo lo necesario y luego te daremos a nuestra hija.

Entonces nuestro hombre empezó a trabajar con mucho empeño. Día y noche se le veía trabajando, y pronto empezó a comprarse un enser detrás de otro, una prenda de ropa, más flaco y pequeño se volvía don Nada, de modo que al final cabía en un rincón del hogar.

Cuando nuestro hombre no encontró ya, ni en el cuarto ni en la bodega o en el granero, ni en la despensa ni en la cuadra, ningún huequecito donde poder poner alguna cosa más, se fue a ver a los padres de su amada, y ahora sí se la dieron por esposa. Cuando después de la boda entró con su mujer en su la habitación, don Nada había desaparecido y se había instalado en casa de otro hombre.


Agradecimientos a AB_


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