Ella, Él
Escrita por Nolo, Webmaster de Sueños e Ilusiones




EL

Retiró suavemente su mano del seno de la mujer. Esta soltó un leve ronroneo de queja al tiempo que buscaba el contacto del cuerpo masculino. El la dejó hacer mientras la contemplaba amorosamente. Esperó un rato hasta que ella volvió a caer en un sueño profundo, y despacio salió de la cama.
Se dirigió al cuarto de baño. Le apetecía un cigarro y no quería molestar con el humo a su compañera. Frente al espejo enarcó una ceja mientras encendía el pitillo. Contempló su rostro con el entrecejo levantado y una irónica sonrisa se dibujó en sus labios. Había cumplido ya los cuarenta, pero su cara no había perdido su eterna apariencia de la juventud. Solo su mirada reflejaba los años pasados. Dió una honda calada al cigarro y el humo inundó sus pulmones. Un pinchazo en el lado derecho de su pecho le recordó la última visita a su médico y la prohibición terminante que este le había hecho con respecto al consumo de tabaco.
Miró el cigarro e hizo ademán de arrojarlo al water, pero no acabó el gesto y se llevó nuevamente el cigarrillo a la boca. ¿Qué mas da ya...? – pensó-
Esperó a acabar de fumar y abrió el grifo del agua fría. Hizo un cuenco con las manos y agachando la cabeza se lavó la cara repitiendo el gesto tres o cuatro veces. Se mojó el cabello y tomando la toalla se frotó este para sacar el exceso de agua y secarse la cara.
Sintió frío. Estaban en pleno invierno y aunque la calefacción de la habitación del hotel parecía funcionar bien, él había salido de la cama desnudo. Volvió al cuarto y, en silencio, procurando no despertar a la mujer, se vistió.
Miró su reloj: las 6:55 de la mañana... Se dirigió a un pequeño escritorio que había en la habitación y se puso a escribir sobre el papel con el membrete del hotel que se hallaba encima de el.
Tres cuartos de hora mas tarde dobló cuidadosamente el folio escrito y lo guardó en un sobre. Despacio se levantó de la silla y se acercó a la cabecera de la cama. Un anhelo doloroso se adueñó de él al contemplar el rostro de la mujer. Sus deseos de abrazarla eran irrefrenables y dio dos pasos atrás para dejar pasar estos. Trató de calmar sus ansias y poco a poco se hizo de nuevo con el control de su voluntad. Dejó pasar un rato todavía antes de volverse a acercar a la cama.
Con mucho cuidado dejó el sobre encima de la almohada, al lado del rostro. Sus esfuerzos por no mirarla nuevamente fueron inútiles y sus ojos se encontraron de nuevo con la vista fija en ella. Un hondo dolor fue creciendo desde lo más profundo de su ser hasta llegar a sentir que su alma sangraba. Era un dolor sordo, continuo, que sentía dentro de su pecho y que le atenazaba el corazón. Sus ojos derramaron lágrimas. El hombre se arrodilló en el suelo sin dejar de mirar el rostro de la mujer, ni de llorar. Amaba a esa mujer. Solo Dios sabía de su amor y de la inmensidad de este. Durante un año había aprendido a quererla como jamás quiso a nadie. Un año y una noche de amor... y todo había acabado. Sus lágrimas arreciaron en sus ojos y las fuerzas le abandonaron, dejándose caer sin oponer resistencia al suelo, al borde de la cama. Allí se acurrucó entrelazando sus rodillas con sus brazos y lloró. Lloró durante largo rato su dolor y su impotencia. Maldijo su vida y maldijo a su Dios.

xxx

El viento frío proveniente del mar golpeó su cara. Se encogió dentro del abrigo. El aire quemaba sus mejillas todavía mojadas por las lágrimas derramadas, cuando sacó un nuevo cigarro y, protegiendo la llama del encendedor haciendo un cuenco con sus manos, prendió este.
Miró a su alrededor... La ciudad ya estaba en plena ebullición, tal como tenía que ser en una gran urbe. La gente caminaba deprisa sumergida dentro de sus abrigos.
No conocía la ciudad. Era la primera vez que estaba en ella. Echó a andar siguiendo el olor a salitre de mar cercano que llegaba hasta él.
A su mente acudió el día en que la conoció... Había sido hacía poco mas de un año, en una reunión que organizó la empresa donde él trabajaba. Su empresa, una multinacional, tuvo la idea de organizar pequeños eventos que duraban un fin de semana con el fin de que sus empleados, repartidos por toda la geografía del país en distintas sedes y sucursales, se conocieran e intercambiaran impresiones y experiencias. En una de aquellas reuniones la vio por primera vez. Sus miradas se cruzaron y desde ese mismo momento sintió algo que se disparaba dentro de él. Ella había acudido acompañando a su marido que trabajaba en la misma empresa que él, en una cuidad costera. La casualidad hizo que coincidiera con el matrimonio en la misma mesa del restaurante del hotel donde se hallaban alojados, a la hora de la cena del primer día.
Fue un velada agradable, donde la conversación que empezó, como es lógico, por tratar temas laborales, acabó derivando en algo mas íntimo y personal. Así fue como él explicó que su mujer no le había acompañado porque ese fin de semana trabajaba; era enfermera y le tocaba turno de guardia en el hospital. También habló de sus hijos que pronto harían 15 y 17 años respectivamente. A su vez ellos le hablaron de los suyos.
También tenían dos: un niño y una niña, pero más jóvenes: 9 y 10 años. El día siguiente lo pasaron juntos. Cuando acabó la jornada quedaron como buenos amigos y se intercambiaron las direcciones de correo electrónico para estar en contacto. Al despedirse de ellos, estrechó la mano de él y besó las mejillas de ella... Esto último le produjo una gran turbación.
... Una ráfaga de viento frío le sacudió. Tiró el resto del cigarro que prácticamente había consumido hasta el filtro y metió las manos en los bolsillos del abrigo apretando este contra su cuerpo. A lo lejos divisó los mástiles de varias embarcaciones. Lentamente dirigió sus pasos hacia el puerto...
Recordó los primeros correos intercambiados con el recién conocido matrimonio; cartas que siempre eran contestadas por ella. Poco a poco sus mensajes se fueron haciendo más íntimos y continuos hasta tal punto de llegar a ser diarios. Pronto empezaron a hablar en sus cartas de ellos mismos, de su niñez, de su juventud, de sus matrimonios. Compartían la misma forma de ser y de pensar. Ambos se sentían desgraciados en su vida conyugal, en que la llama de la pasión había dejado paso al cariño de la convivencia.
Un día se cruzaron las misivas en las que ambos a la vez se declararon su amor. Desde entonces la vida cambió para los dos. Fomentaron un amor en la distancia que crecía día a día llenando sus espíritus de sensaciones olvidadas. La necesidad de verse, de tocarse, de estar juntos, fue creciendo por momentos hasta convertirse en una idea tortuosa en sus mentes.
Durante un año planearon la manera de encontrarse. Hasta que él tuvo la oportunidad de inventarse un viaje a la ciudad donde ella vivía...
Lo planificaron con cuidado. Ella le dijo a su esposo que iba a pasar la noche en casa de una amiga enferma, y a la llegada del tren a la estación, ya le estaba esperando.
Él bajó del vagón y la vio parada en el andén. Lentamente se acercó a ella. A pesar de todo el correo intercambiado, a pesar de todas las confidencias íntimas confesadas, a pesar de todas las palabras de amor escritas, una gran timidez se apoderó de él cuando estuvo frente a ella. Fue la mujer la que tomó sus manos, la que sonrió placidamente, y la que acercó sus labios a los suyos. Al sentir el roce de su boca, el ya no pudo contenerse y la abrazó. La abrazó con ternura mientras de sus ojos escapaban lágrimas de felicidad. Durante breves momentos, el gozo de su alma fue tal, que sintió dolor. Ella vio las lágrimas del hombre y, pasando sus manos por las mejillas de este, las secó, al tiempo que afloraba en su boca una sonrisa de amor y comprensión. Abandonaron la estación aferrados de las manos y se encaminaron hacia el hotel donde previamente ella había hecho la reserva.
... Los graznidos de las gaviotas lo sacaron de los recuerdos de la noche pasada. Sus pasos le guiaron hacia el muelle. Parándose al filo de este, durante unos momentos miró las frías aguas del puerto. Sus ojos se nublaron por las lágrimas.
Perdóname – murmuró -, y dio un paso adelante...

ELLA

La suave brisa del mar meció su melena. El otoño tocaba a su fin y el frío hacía tiempo que había hecho acto de presencia en la costa. A pesar de ello el día era agradable; lucia el sol y su contacto en la piel producía una agradable sensación de calor.
Metió la mano en el bolsillo del abrigo y sacó un papel manuscrito. Hacía 15 años que había leído esa carta por primera vez. Sus ojos recorrieron la escritura como si fuera esta desconocida para ella, cuando en realidad sabía palabra por palabra lo escrito en esa carta...
"Amada mía... siento un profundo dolor dentro de mi al escribir estas líneas, pero soy un cobarde y me falta valor para decirte esto con palabras. Antes de nada, quiero que sepas que te amo, que este amor que siento me nace en el alma y perdurará mientras viva. Durante este año he aprendido lo que significa la palabra amor. No ese amor juvenil que nos llenó la cabeza de falsas ilusiones y nos hizo caer en el matrimonio con la pareja con la cual después compartiriamos nuestra vida, sin darnos cuenta que hipotecábamos esta con alguien a quién realmente no conocíamos. El amor que siento ahora es diferente, algo que crece día a día y que llena mi ser de sensaciones jamás conocidas. Pero este amor no tiene continuidad. No puedo permitir que destroces tu vida y la de los tuyos, viviendo siempre de la llama de un amor secreto de un amor secreto. Tienes dos hijos a los que te debes y un marido que te ama, te respeta. No voy a destruir todo eso.
Debes tratar de olvidarme, y luchar por conseguir la felicidad en tu matrimonio junto a tu esposo. Gracias amor por entregarte a mi esta noche. Gracias por hacerme sentir la dicha de la felicidad. Solo Dios sabe que he puesto mi alma en amarte este día y que mi amor hacia ti es y ha sido siempre sincero. Adiós amada... perdóname."
Cuidadosamente dobló la carta y después de mirarla durante unos momentos la rompió en pedazos, se enjuagó las lágrimas con el dorso de la mano y, abriendo, esta dejó caer los trocitos de papel al agua.
Aquel día su alma quedó destrozada después de leer la carta que él le había dejado en la almohada. Amaba a ese hombre... lo amaba con todo su ser; y en aquel entonces su huída, su abandono, le pareció de lo mas cruel e injusto. Aún así, lo siguió amando en silencio. Respetó la decisión de él de no tener mas correspondencia, y vivió con el recuerdo de una noche de amor y entrega total los últimos quince años.
Fue al cabo de los dos años posteriores a aquel día, cuando ella supo en realidad el amor que aquel hombre le profesaba. Estaba con su marido en una de esas reuniones que organizaba la empresa para la cual trabajaba, cuando escuchó a su esposo hablar con un colega y nombrarlo a él. Intrigada le preguntó por aquel hombre al que había nombrado y que habían conocido tres años atrás. Este le explicó que había sucedido un hecho extraño hacía dos años... concretamente el 16 de enero. El cuerpo sin vida de aquel hombre había sido hallado en las aguas del puerto. Lo más curioso de todo el asunto es que nadie se explicaba qué hacía en aquella ciudad tan lejos de la suya y que le había impulsado a suicidarse – algo verdaderamente extraño- acabó diciendo su marido.
En aquellos momentos ella entendió todo el amor que él llegó a sentir. Comprendió que había decidido su muerte porque era débil y no podría soportar el seguir amándola en la distancia, y que tarde o temprano ella iría en su búsqueda. Supo los pensamientos que pasaron por la mente de su amado y también supo que jamás le haría daño, y que para evitar destrozar su familia, el se quitó la vida.
Durante los últimos trece años, ella había sido una esposa fiel, compañera infatigable y amante de su marido. Intentó dar la mejor enseñanza a sus hijos y fue sostén de la familia hasta que estos crecieron
La semana pasada se había casado su hija, dos años después que lo hiciera su hermano. Había tratado de enseñarles la importancia del amor en el matrimonio. No sabía si había tenido éxito o no, pero al menos lo había intentado desde hacía trece años.
El le pidió que fuese feliz con su familia; el le pidió que amase a su marido y sacase adelante a sus hijos. Ella hizo todo lo que estuvo al alcance de sus manos para lograrlo, pero ahora sus hijos ya no estaban, y ya nada la ataba a su marido. Era hora de volver a estar con él... Dio un paso hacia delante y mientras se sumergía en las frías aguas del puerto, su mente hablaba... Ya estoy aquí amor mío... ya estoy...


Agradecimientos a Nolo


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