La máquina de contar cuentos



A Sita y Carlos no les importaba quedarse solos en casa por la noche cuando sus padres salían, pues tenían un robot programado para contar cuentos.
Rob, que así se lamaba el robot, sabía miles y miles de cuentos y leyendas, antiguos y modernos; no había más que pedirle:
-Rob, cuéntame el cuento de Caperucita Roja.
y el robot empezaba:
-Érase una vez una niña que siempre llevaba una capucha roja y a la que por eso llamaban...
Aquella noche, Rob estaba contándole a Sita el cuento de Blancanieves, cuando de pronto empezó a tartamudear:
-Los... los... ena... ena... ena... nitos...
-¿Qué te pasa, Rob?- preguntó Sita extrañada- ¡Nunca te había oido hablar de esta manera!
La niña llamó a su hermano que acudió para ver que pasaba. El robot se había ido a un rincón y parecía afligido.
-¿Qué te pasa Rob?- preguntó Carlos- ¿Tienes alguna avería? ¿Te duele algún circuito? ¿Se te ha indigestado el aceite lubricante?
-Mí no poder hablar bien.- contestó Rob- Algo fallar en aparato lenguaje...
-¡Habla como un indio!- exclamó Sita. -Pues es verdad- dijo Carlos- ¿Nos vas a contar una historia de pieles rojas? A mi me encantan...
-No ser cuento- dijo Rob- Algo fallar... Mi no poder hablar bien...
-Bueno, pues ya que hablas como un indio, ¿por qué no jugamos a los indios?- propuso Sita.
-¡Buena idea!-exclamó Carlos- ¿Qué te parece, gran jefe Rob Lengualarga?
-Mí gustar idea, mí querer jugar a los indios...- contestó el robot.
Y el robot contador de cuentos se puso unas plumas de indio y, a falta de una escoba que hiciera de caballo, se subió a una aspiradora y se puso a jugar con los niños.
Al día siguiente le repararon el aparato del lenguaje y volvió a hablar bien, pero desde entonces no se limitó a contar cuentos, pues había decubierto que todos se divertían mucho más jugando. Y así Rob se convirtió en una máquina de jugar.
Ahora ya no sólo contaba cuentos por la noche, bastaba con que los niños se lo pidieran para que cabalgara como un caballo, trepara a los árboles como un mono o caminara sobre sus manos como un acróbata. A partir de entonces, los niños se divirtieron aún más que antes.


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