EL REY QUE NO CUMPLIO SU PALABRA


Hace mucho tiempo vivía un rey que tenía una hija muy bella, y una vez este rey hizo anunciar lo siguiente en todo el país por medio de un bando: "¡El que sea capaz de pasearse toda una noche de invierno en la azotea de mi palacio sin nada de ropa encima, se casará con mi hija!".

Muchos jóvenes se sometieron a aquellas condiciones, pero todos se congelaron. Por último, la curiosa invitación llegó a oídos de tres hermanos que decidieron ir. Primero se dirigió al rey el mayor, y aquél le dijo:
- Hijo mío, hasta ahora no ha habido nadie que haya resistido hasta la mañana siguiente. ¿Quieres arriesgarte a pesar de todo?
- Sí, sí quiero – respondió el joven, y se dispuso a afrontar el reto.

El frío era atroz. El se frotaba las manos con fuerza, se daba con los puños en el cuerpo, en las piernas, y en los pies y en la cabeza, pero al final se puso tan azul como una mora, se cayó al suelo y murió. Su cuerpo lo echaron junto con los cadáveres de los demás congelados.
Después probo fortuna el segundo hermano, pero por mucho que se golpeó el cuerpo y dió pisotones contra el suelo de acá para allá, todo fue en vano y se congeló igualmente.

Finalmente aceptó el desafió el más joven de los hermanos. Empezó a andar con paso firme de un lado para otro. Hacía un frío atroz y encima estaba completamente oscuro. A lo lejos descubrió un débil rayo de luz proveniente de un farolillo rojo. La luz hizo bien a sus ojos en aquel aislamiento y ya no volvió a apartar los ojos de la luz, no dejó de mirarla ni un momento.
Eso lo mantuvo despierto y le dio fuerzas, y llegó a ver la mañana siguiente a pesar de que casi no se podía tener en pie de frío.
Cuando se presentó ante el rey, éste le preguntó maravillado:
- Hijo mío ¿de qué modo te has podido mantener con vida?
- Majestad, muy a lo lejos descubrí una luz de un favor, la estuve mirando siempre y de ese modo me mantuve erguido y despierto – respondió el joven.
- ¡Embustero! ¡Rufián! ¡Así te has mantenido con vida! ¡Al fuego de aquel farol te has calentado y te has burlado de mí! Pues ahora no te voy a entregar a mi hija. - exclamó entonces el rey.
Y, dicho esto, echó al pobre muchacho del palacio.

Algún tiempo después se iba a celebrar una gran fiesta en el palacio de aquel rey. El jefe de cocina tenía mucho trabajo y mucho miedo de no poder preparar correctamente los difíciles platos que el rey le había encargado. Entonces, de repente, se presentó ante él un joven y le dijo que él solo se encargaría de la preparación del banquete. No había nada que el cocinero hubiera oído con más agrado, así que lo dejó todo en manos del joven y se fue de la cocina. Entonces el joven colocó todos los pucheros y sartenes con los alimentos que tenía que preparar encima de todos los fogones de la gran cocina de la corte. Sin embargo, no encendió el fuego de ningún fogón, sino solamente un pequeño hornillo de piedra que él mismo había colocado en el centro de la cocina.

Poco antes del banquete, el rey bajó a la cocina, pues quería cerciorarse de que los platos se preparaban correctamente. Cuando se puso a mirar en los pucheros y en las sartenes, se encontró con que en ellos sólo había alimentos crudos sin cocinar. Solamente en el centro, sobre un pequeño hornillo de piedra, cocía una cazuela; aparte de eso estaban todos los fogones apagados. El rey se lanzó contra el joven y le preguntó qué significaba aquello de que no estuvieran preparando los platos. Este le respondió que sí que los estaba cocinando, que con el pequeño fuego del centro se hacían todos.
- ¿Cómo puede calentar un fuego desde semejante distancia? - gritó entonces el rey.
- Tú mismo dijiste no hace mucho que yo me había calentado a la luz de un pequeño farol que se encontraba en la lejanía. – replicó el joven.
- ¡Ahora si has dicho una verdad! – exclamó el rey, y le entregó a su hija por esposa.


Agradecimientos a AB_


Imprimir esta página

ENVIA ESTA PÁGINA A TUS AMISTADES
Tu Nombre:
Tu Correo :
Su Nombre:
Su Correo :
Mensaje que deseas enviarle:


Leer otra historia