El pozo del fin del mundo



Erase una vez un rey y una reina que tenían una hija cada uno. La hija del rey era bella y atractiva, así que todos simpatizaban con ella. La hija de la reina, sin embargo, era fea y antipática, así que nadie podía soportarla. Como la reina odiaba a la hija del rey y deseaba deshacerse de ella, le encargó que fuera por una botella de agua al pozo del fin del mundo, pensando que de allí jamás podría regresar. Así pues la muchacha cogió la botella y anduvo y anduvo hasta que se encontró con un pony que estaba atado a una estaca; el pony le dijo:
¡Llévame contigo, llévame contigo, hermosa doncella! ¡ Siete años y un día llevo en esta estaca y estoy harto de ella!
La hija del rey dijo:
Sí, lo haré, mi querido caballito. Te llevaré conmigo.

El pony dejó que se montara en él y la cruzó al otro lado del cardizal. Luego anduvo hasta muy, muy lejos de lo que se puede describir, hasta que, finalmente llegó al pozo del fin del mundo. Como el pozo era terriblemente profundo, no podía llegar con su botella de agua. Pero al mirar hacia abajo pensando qué podía hacer, vio que del fondo salían tres sucias cabezas de hombre que la miraban. Las cabezas dijeron:
¡Lávame, bella doncella, yo te lo ruego! ¡ Y con tu mandil de lino sécame luego!
Ella contestó:
Sí, lo haré, os lavaré
Así que lavó las tres cabezas y las secó con su limpio mandil de lino. Una vez limpias, las tres cabezas cogieron la botella y llenaron de agua. Luego se dijeron ente sí:
Proclama hermana, proclama. ¿Qué es lo que proclamas?
La primera dijo:
Yo proclamo que será diez veces más bella de lo que era antes.
La segunda dijo:
Yo proclamo que cada vez que hable brotarán de su boca un diamante, un rubí y una perla.
La tercera dijo:
Yo proclamo que cada vez que se peine saldrán de sus cabellos un cuarto de fanega de oro y un cuarto de fanega de plata.

La muchacha regresó a la corte, y aunque antes había sido bellísima, ahora lo era diez veces más; cada vez que hablaban brotaban de sus labios un diamante, un rubí y una perla. Y cada vez que se peinaban salían de su cabello un cuarto de fanega de oro y un cuarto de fanega de plata. La reina entonces se puso muy furiosa y no supo qué hacer. Finalmente se le ocurrió la idea de enviar a su propia hija por el mismo camino a ver si corría la misma suerte. Le dio la botella y le encomendó que fuera al pozo del fin del mundo a por agua. Así que la hija de la reina anduvo y anduvo hasta que llegó adonde estaba el pony, que dijo:
¡Llévame contigo, llévame contigo, hermosa doncella! ¡ Siete años y un día llevo en esta estaca y estoy harto de ella!
Entonces la hija de la reina contestó:
¡Oh animal repugnante! No creerás acaso que te voy a llevar conmigo, ¿no? No debes de saber con quién estas hablando. ¡Soy la hija de una reina!
Y como no se llevó consigo el caballo, éste no cruzó el cardizal llevándola entre sus lomos. Al tener que cruzarlo por su propio pie, las espinas de los cardos se le clavaron de tal forma que casi no podía andar.

Sin embargo, siguió caminando hasta que llegó al pozo del fin del mundo. El pozo era tan profundo que no podía llegar hasta el agua con su botella. Mientras miraba hacia abajo y pensaba qué podía hacer, salieron del fondo tres sucias cabezas de hombre que la miraron diciendo:
¡Lávame, bella doncella, yo te lo ruego! ¡ Y con tu mandil de lino sécame luego!
Pero ella contestó:
-¡Oh vosotras, repugnantes y sucias cabezas! No creeréis acaso que os voy a lavar ¿no? No debes de saber con quien estas hablando. ¡Soy la hija de una reina!
Y como no las lavó, ellas tampoco le llenaron la botella. Finalmente se dijeron entre sí:
Proclama hermana, proclama. ¿Qué es lo que proclamas?
La primera dijo:
Yo proclamo que será diez veces más fea de lo que era antes.
La segunda dijo:
Yo proclamo que cada vez que hable brotarán de su boca una rana y un sapo
La tercera dijo:
Yo proclamo que cada vez que se peine saldrán de sus cabellos un cuarto de fanega de piojos y un cuarto de fanega de pulgas.

La muchacha regresó a la corte y, aunque antes había sido fea, ahora lo era diez veces más; cada vez que hablaba brotarán de su boca una rana y un sapo: Y cada vez que se peinaba salían de sus cabellos un cuarto de fanega de piojos y un cuarto de fanega de pulgas. Aquello entra tan insoportable que tuvieron que echarla de la corte. Un día, llegó un hermosísimo y joven príncipe que se casó con la hija del rey. La hija de la reina sin embargo, tuvo que conformarse con un viejo zapatero remendón.


Agradecimientos a AB_


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