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Sobre los instrumentos o armas mágickas, desde la filosofía y el sentido común

Por: Juan Sebastián Ohem.

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Siempre es, y siempre será, problemático el presentar las cuestiones relacionadas con la magia desde una perspectiva filosófica. Sus dificultades son principalmente dos, la primera es qué entendemos por magia, y la segunda qué entendemos por filosofía. Es obvio pues que la discusión filosófica sobre la magia es un terreno que ha quedado largamente desocupado, por ende se ha vuelto para muchos (los que no tienen paciencia) un terreno inhóspito, considerando así el “filósofo”, o cualquiera se autonombre “persona racional”, a condenar a la magia por superstición o por moralmente indeseable.

La dificultad es superada, como cualquier dificultad en filosofía (y en la vida entera, me atrevo a decir), por la correcta aplicación de conceptos. Me explico, los cristianos primitivos no podían concebir a los politeístas griegos pues al conocerles y estudiarles transportaban sus categorías monoteístas, esto es decir “metafísicas”, sobre las categorías de los griegos. Las categorías de Eón no corresponden a las del Eón anterior, y esto es evidente por el sentido común. A un niño se le explican las cosas como a un niño, no como a un adulto, a un ingeniero se le explican las cosas como a un ingeniero, no como a un filósofo, y así con todas las cosas. Si bien es evidente al sentido común que los temas han de tratarse desde las categorías de los temas mismos, es decir, si hemos de estudiar la religión hindú debemos abstenernos de hacer juicios que procedan de nuestras categorías, no es tan evidente que los cambios de un Eón a otro son básicamente cambios categoriales, del politeísmo al monoteísmo cristiano, de éste a la thelema, o bien, del lado de la filosofía, de las categorías aristotélicas sobre el lenguaje y la metafísica, al léxico heideggeriano de la filosofía contemporánea, en ambos casos, por más que parezcan paralelos o incidentales entre sí, estamos hablando de lo mismo. De este modo no podemos discutir qué quiso decir Platón en este o aquel diálogo desde las categorías de la filosofía contemporánea como tampoco podemos discutir a Nietzsche, Gadamer o Heidegger desde las categorías de Leucipo o de Platón, tales discusiones son solo juegos de palabras, interesantes quizás, muy entretenidos pero no podrían llegar a ninguna conclusión seria.

De esta manera si nos proponemos a ensayar algunas ideas en torno a las armas mágicas, qué son, cómo se utilizan, porqué son “mágicas”, cómo se hacen “mágicas”, etc., no sería apropiado tomar la perspectiva del Eón de Osiris y decir que la vara tiene en sí misma la esencia de “lo mágico” o sentencias de semejantes metafísicos, sino que convendría más, para llegar a conclusiones serias, adoptar las categorías (o lo que es igual “perspectivas”) del Eón de Horus.

Antes que nada vale la pena ahondar en ciertos temas, en primera instancia qué es el “poder” del que se habla cuando dice “poder mágico”, y también sobre la naturaleza de una herramienta o arma. Sobre Magick ya se ha hablado en otros artículos, pero me parecen fundamentales los teoremas que lleva a cabo Crowley en su “Magick Book4”, que se pueden leer en esta página.

Existe gran confusión en torno al tema de “las energías” o de los “poderes mágicos”, éstas confusiones, causadas por la ignorancia común y el New Age, son superadas con absoluta sencillez con dos terceras partes de sentido común y una pizca de paciencia. Antes que nada, y a manera de consejo, por norma general si algo “suena mal” hay que recurrir a revisar palabra por palabra, si se habla de “las energías”, no hay que pretender que la palabra “energía” tenga otra definición que la usual (o sea, como energía eléctrica, o cuando decimos “tengo muchas energías para trabajar”, etc.), esto no es sino recurrir al sentido común, colocar todo en contextos y de la manera más sencilla posible.

Los primeros dos postulados de los teoremas de Crowley son particularmente bien explicados y sencillos de entender. El segundo postulado enuncia que: <<“Cualquier cambio deseado puede ser efectuado por la aplicación del correcto tipo y grado de Fuerza del modo adecuado, a través del correcto medio al correcto objeto.”>>, es decir, si quiero hacer una taza de café necesito una taza, un poco de café y agua caliente, no importa si canto y bailo alrededor de la mesa por dos horas, o si sacrifico perros callejeros a la luz de la luna mientras predico frases en latín y hebreo, si no tengo café y agua hirviendo, y alguna clase de contenedor donde colocar y mezclar ambos componentes, no tendré café para beber. Requiero aplicar la fuerza de mis manos y brazos en poner el agua a calentar, reuniendo la energía eléctrica que se convierte en calorífica, en el correcto medio que sería alguna clase de recipiente metálico para después servirme la taza con café, soluble o cómo sea. Aquí están las famosas “energías”, que no son si no la energía del cuerpo, la energía eléctrica, la fuerza de gravedad (que me mantiene unido a la Tierra, y a mi cafetera por supuesto), y otras energías y fuerzas que nada de sobrenatural o extraño tienen. Esto es un ejemplo de aplicar el correcto tipo y grado de fuerza, a través del correcto medio al objeto adecuado.

Lo mismo ocurre cuando se habla de los poderes mágicos. Tan solo basta con hacer precisiones lingüísticas para comprender cabalmente las cosas, primero “magia”, la definición de Crowley es: “Magia(k) es causar cambios en conformidad con mi Voluntad”, desde hacer café y cepillarnos los dientes hasta el cambio que se quiera, siempre y cuando sea en conformidad con la Voluntad (no toco el tema de la voluntariedad de los actos pues es un tema que se ha abordado ya en otros artículos). En segundo lugar falta por profundizar en la palabra “Poder”, ésta es una palabra que nos evoca demasiadas imágenes y prejuicios, hay quien al escuchar esta palabra piensa en un Estado represor o algo semejante, pero a la vez usamos esta palabra cuando decimos “puedo irme caminando”, o “el perro puede subir las escaleras”, y así parece que nos referimos a dos palabras completamente distintas, cuando en realidad hablamos de una misma cosa. La palabra “Poder” debe entenderse siempre, en su sentido más originario, como “Manifestación de la Voluntad”, de modo que siempre que hacemos algo porque es nuestra voluntad, es decir, al hacer magia(k), ejercemos poder.

También se puede comprender de la siguiente manera: Cuando un presidente, rey, emperador o cualquier sujeto que normalmente diríamos que está en una “situación de poder” decide hacer tal o cual cosa, desde subir o bajar impuestos, hacer carreteras, cualquier cosa, decimos que “ejerce el Poder”, y es cierto, pues manifiesta que es su Voluntad que se hagan más puentes o carreteras, manifiesta su voluntad, es decir, ejerce el poder de distintas formas, sea mediante un edicto, una ley, o con algún formulario burocrático.

Es lo mismo a cuando usamos la palabra “poder” en su sentido de “se puede hacer tal cosa” o “X puede Y”, esto es, en su acepción más aristotélica como “potencia”, por ejemplo: “la semilla puede convertirse en árbol”, “la roca puede caerse del precipicio”, “el árbol puede incendiarse”, aquí usamos la palabra “poder” o “puede”, de una manera que nada tiene que ver con el mundo de lo político, sin embargo su procedencia lingüística y genética es el mismo. Cabe hacer notar que lo que conocemos de Aristóteles es, en un principio al menos, “traducido” o “interpretado” por la escolástica medieval, cuando Aristóteles se refiere a que las cosas poseen “potencias” (cuya definición básica es: capacidad de ser otra cosa) no quiere decir que el árbol posea en sí mismo una cualidad invisible e inmedible de que se prenda fuego, sino que lo dice en un sentido más casual, más de sentido común, esto es, que debido a su naturaleza (en el hecho de que es de madera, tiene hojas, o quizás que está expuesto al fuego, etc.) el árbol puede incendiarse. Las potencias no son, pues, cualidades sobre-naturales (como ajenas al mundo natural, existiendo en una dimensión alterna o cosa semejante) sino características de la cosa que le permite ser otra cosa, moverse o cambiar, sea moverse como cuando decimos “la roca puede caerse del precipicio”, o convertirse en otra cosa como cuando decimos “la semilla puede ser un árbol”.

Ahora bien, digo que “poder”, cuando se usa para el mundo de la política, y “poder” como potencia o capacidad de cambio, se remiten a un mismo origen (sea este meramente lingüístico o histórico) en el siguiente sentido: Aristóteles al decir que la potencia reside en la naturaleza de la cosa, define a su vez “naturaleza” como principio de movimiento, aquello posee naturaleza es lo que posee el “movimiento en si mismo”. Ahora bien, es siempre complejo el concepto de movimiento en Aristóteles, más aún en un ensayo, pero basta con decir que la definición quiere expresar la idea de que, en primer lugar existe el movimiento (ahora nos suena obvio pero para los Griegos consistía en un problema lógico de grave importancia, pues no entendían como la semilla va del no-ser árbol a ser-árbol, de la nada al ser), y en segundo lugar que “movimiento” es lo esencial de “Naturaleza”, que el ente natural tiene en su ser la capacidad de moverse o de ser movido. Poder y Cambio (de estado, del hielo al agua, o de lugar, de la izquierda a la derecha, y todos los tipos de cambio posibles) van de la mano en el lenguaje y en la filosofía, todo poder es un cambio, o capacidad para el cambio.

Ahora bien, todo cambio es cambio de energías. Nuevamente insisto en que no se trata de una sentencia dogmática, o de algo “new age” como lo que se lee en libros como “canalice las energías cósmicas en los cristales” o publicaciones semejantes. Cuando el hielo cambia a agua sucede una transferencia de energía, la temperatura por ejemplo ha subido, y el calor es una energía, la consistencia molecular del hielo, cuando las moléculas se reúnen para cristalizarse, se disipan lo suficiente para pasar de un cristal a un líquido, y eso es un cambio de energía.

De modo que los conceptos, típicos en el ocultismo, de “energías” y “poderes mágicos” van muy de la mano. En toda operación mágica hay una transferencia de energía, de la energía de mi cerebro a la energía que se gasta en el esfuerzo muscular para poner la cafetera a funcionar, que a su vez implica que se transforma la energía eléctrica en calorífica, para finalmente beber mi café y transformar sus componentes en carbohidratos o proteínas (o lo que sea que componga al café).

Para dejar en claro este asunto, y poder pasar al tema que nos ocupa, cito a Aleister Crowley en su ejemplificación del primer postulado, y definición de Magick: <<“Ejemplo: Es mi Voluntad informar al mundo de ciertos hechos dentro de mi conocimiento. Por lo tanto tomo mis “armas mágickas”, pluma, tinta y papel; escribo “encantamientos” (estas oraciones) en el “lenguaje mágicko”, es decir, aquel lenguaje que es entendido por las personas a quienes deseo instruir; yo invoco a los “espíritus”, tales como los editores, vendedores de libros, etc., y les ordeno que acerquen mi mensaje a aquellas personas. La composición y distribución de este libro es por lo tanto un acto de Magick, por el cual causo cambios en conformidad con la Voluntad.”>>

Nótese los dos niveles del lenguaje, en realidad expresa lo mismo decir que mandó publicar un libro, a decir que invocó espíritus por medio de sus “armas mágickas” para extender su Voluntad (sus conocimientos puestos en papel) mediante un “lenguaje mágicko”. Transforma la energía de su cuerpo, además de la energía eléctrica y calorífica, y de los diferentes compuestos químicos necesarios para la escritura y publicación, más las energías de sus editores, vendedores de libros, etc., en cada uno de nuestros actos, nos demos conciencia o no de ello, cambiamos y transformamos energía, hasta el más minúsculo de nuestros pensamientos transforma al Universo, dediquémonos pues, en cada acto, cada palabra y cada pensamiento, a la Gran Obra, todo lo demás sería pérdida tiempo (hago notar que lo “mundano” como es estudiar, la higiene, trabajar, salir a divertirse, etc., es parte de la Gran Obra porque necesitamos comida, dinero, salud física, y salud mental, para mantenernos y llevar a cabo la Gran Obra).

Habiendo aclarado ya los términos “poder”, “magick” y “energía” podemos continuar con el tema de los instrumentos mágicos. Lo primero y fundamental es que los instrumentos, en algún punto del ritual, se “limpian”, para después ser usados, esta característica compone la esencia de lo que es un instrumento mágico, y no se les puede entender a éstos sin antes comprender qué es la “limpieza”, o también llamado, en ocasiones, “banishing” palabra inglesa que quiere decir “proscripción” o “desaparición” (“to banish” es un verbo que literalmente significa “desaparecer”).

Cuando leemos que se limpian los instrumentos, práctica ancestral que ha degenerado en la superstición de la “limpieza de casas” o de personas (práctica de la que también son culpables los sacerdotes católicos y muchísimos cristianos de otras denominaciones), donde un chaman agita un poco apio sobre una casa o persona, le cobra y le dice que lo ha limpiado de “fuerzas impuras”, tiene su raíz en lo que se habrá de exponer a continuación.

Desde la filosofía contemporánea, aunque ya desde Nietzsche, se hace relevante la cuestión de “¿qué entendemos por la cosa?”, Nietzsche dice en un momento que “no hay eventos morales, solo interpretaciones morales” y esto es llevado al plano ontológico y gnoseológico, no hay conocimiento puro, solo interpretaciones, no hay “objeto puro” sino circunstancias. De esto se ha hablado ya en numerosos artículos y ensayos que rescatan la filosofía de Heidegger.

Pongamos un ejemplo de la vida práctica: Supongamos que una persona toma un martillo, clava y cuelga un cuadro, algo que cualquiera ha hecho o visto hacer. Esta acción esconde un trasfondo interesante, el sujeto interpretó que el martillo sirve para clavar, que el clavo sirve para ser enterrado en la pared y para poner sobre él decoraciones como los cuadros. No es que el sujeto haya hecho fenomenología o metafísica de lo que un martillo es, o la esencia del ente del clavo, sino que “automáticamente” le dio el valor al martillo de “herramienta con la que pongo clavos”, así con todas nuestras acciones, al sentarnos valoramos que el lugar en el cual nos sentamos es “valioso” o “deseable” para sentarnos, aún si no lo hemos hecho concientemente y meditado durante horas sobre la metafísica del sillón, su naturaleza y potencias. De modo tal que, si más que conocer lo que hacemos es interpretar, lo que el objeto es, por ejemplo el martillo, no es estrictamente la unión del mango de madera con una parte de metal que en un extremo posee una punta achatada, sino que es un instrumento al cual le asignamos la valía o utilidad de “poder martillar con él”.

Esto es patente frente a los niños, quienes al no saber lo que son las cosas todo lo tocan y agarran, pues aún no han aprendido que “se” le da el uso de martillar, el valor de “lo que es provechoso para construir o clavar”. He puesto entre comillas el “se” porque Heidegger así denomina a aquella masa informe de voluntades que a lo largo de los siglos, en diferentes circunstancias, en distintas culturas y lugares, han dado el valor de “provechoso para martillar” al ente que denominamos en castellano como “martillo”. Lo que las cosas son, el “mundo”, no es sino un entramado complejo de relaciones de significación, o lo que es lo mismo, una red de significados que les hemos asignado o que “se” le han asignado a las cosas. El “mundo” ya estaba formulado antes de que naciéramos, ya había alguien inventado el martillo y ya “se” (también se le denomina “Uno”, como en “uno usa el martillo para…”) le había dado el valor a las cosas antes de que nosotros tomásemos conciencia de nuestra facultad de asignar valores y utilidades.

Entendiendo así que las cosas no están como “ya dadas”, como “objeto puro” libre de toda conexión a interpretaciones o valoraciones (o sea, con subjetividades humanas, únicas capaces de interpretar o valorar), sino que se componen, en gran parte de éstas relaciones de significación, es que podemos comprender que la “limpieza” de las herramientas mágicas posee la implicación ontológica de “limpiar” a la cosa de toda relación, juicio o valor, que haya tenido, permitiendo que el mago le otorgue su valor o función.

Aquí reside el núcleo filosófico de la magia ritual. Vale la pena realizar un breve y sencillo ejercicio para comprender la importancia de la “limpieza” de los instrumentos para las operaciones mágicas. Si medito sobre mi hermano, si lo veo y contemplo no estoy viendo “la esencia” de mi hermano, no observo un conjunto de huesos, músculos, neuronas, reacciones químicas y biológicas, situadas en un marco espacio-temporal, sino que veo Historia, las experiencias que he tenido con él, cómo interpreté tales experiencias, qué esperanzas tengo para con él a futuro, qué interpreto que él siente en este momento, o que sintió en experiencias futuras, lo que interpreto que él espera a futuro, etc., cada una de estas relaciones, a cada una de mis experiencias, y de las suyas, son como agregados sobre su persona. Esto se puede visualizar como si el ente que es mi hermano estuviese repleto de cordones que lo atan a momentos anteriores, y deseados o indeseados a futuro que podrían o no ocurrir, a categorías mentales como “la familia” que posee su propia red de significados atados a momentos y otras categorías, de modo tal que “limpiar” a mi hermano implicaría deshacerme de todas las cuerdas o cordones que atan la “idea de mi hermano” o “interpretación de mi hermano” y cubren a su verdadero ser. Esto en filosofía es conocido como “fenomenología”, describir a la cosa sin presuponer nada y haciendo “epojé”, es decir, suspensión de juicios o valoraciones.

Éste es el simbolismo de la magia ritual, pues el ritual es un símbolo, es una exteriorización de una operación que es llevada a cabo en el interior del Hombre (ya sea para fines externos o internos). La característica de teatralidad del ritual reside, en primera instancia, en una simbolización de cómo el mago libera, o mejor dicho, purifica a sus herramientas de todas las significaciones impuestas.

Esto implica que el mago es aquella persona que toma conciencia de que las relaciones que componen al “mundo” son fabricadas, no son a priori y universales, y que dependen en gran parte de su propia voluntad, por lo tanto él es verdadero dueño de su “mundo” (siempre en el sentido heideggeriano) y puede transformarlo a Voluntad.

Podemos así pasar a la cuestión de los instrumentos y cómo se les “carga de poder”, que es otra expresión muy mal entendida entre la mayoría de la gente, pero que en realidad es relativamente simple (relativo porque depende en gran parte de las categorías del sujeto, de si son del Eón de Osiris o de Horus). Toda “arma” es “herramienta” y toda “herramienta” es un “medio”, pero todo “medio” lo es de algo más, me explico, el lenguaje escrito, o hablado, es un medio para comunicar, pero decir que es un “medio” presupone que es utilizado por alguien para algo, es decir, todo medio es una extensión de la Voluntad.

El mago, al realizar el ritual de “limpieza” de sus medios, les purifica de todos los significados agregados, dado que éstos significados han permanecido por voluntad de infinidad de personas a lo largo del tiempo y del espacio, sólo así puede el mago infundirles su propia voluntad y ninguna otra. Cuando al objeto se le vacía de los demás agregados puede finalmente convertirse en una extensión de la Voluntad del mismo modo en que el brazo es una extensión de la Voluntad, se unen la herramienta y el mago como si fuesen la misma cosa, como si la herramienta fuese un apéndice o extensión de su ser. Es así como se “cargan de poder”, no es tanto que exista un “poder” metafísico en otra realidad que es canalizado por el mago y que invade al objeto para dotarle de capacidades sobrenaturales, sino que el objeto se une, se hace extensión de la voluntad del mago, y dado que toda manifestación de la voluntad es poder, por lo tanto al ser la herramienta una extensión, una manifestación, se convierte ésta en poderosa.

El ejemplo más natural es el del yogui (el maestro en Yoga), quien ha entrenado tanto a su cuerpo y mente que ambos se convierten en instrumentos de su Voluntad, su cuerpo queda subordinado a su Voluntad. Todos hemos visto el contrario, cuando las demandas del cuerpo gobiernan por sobre la voluntad y ésta se empequeñece o se hace más débil conforme más subordinada o subyugada queda. El mago es el completo opuesto, su Voluntad gobierna a su cuerpo, si es su Voluntad comer, entonces comerá, y no antes, es la Voluntad del mago la que transmuta las energías de la comida en proteínas o carbohidratos y demás compuestos químicos, que transforma la energía del cuerpo en la tensión de los músculos y de la boca lo suficiente como para alimentarse.

Así como ha procedido con su cuerpo, procede ahora con sus herramientas. Es obvio que en los rituales que encontramos en libros cada objeto posee su simbolismo, el mago lo conoce profundamente y esto le funciona para lograr que cada herramienta sea una extensión de su Voluntad, los simbolismos facilitan este trabajo. La idea general de estos simbolismos es que sirvan para asimilar nuevas experiencias de una manera ordenada, aligerando así el peso de la memoria, sobre esto he hablado en “Meditaciones sobre Geburah”.

La meta del mago es que cada parte del cuerpo sea una extensión de la Voluntad, y después el “mundo” (en el sentido heideggeriano), éste es el misterio de las cinco V’s, Veni Veri Veniversum Vivus Vici, que traducido corresponde a “Mientras viví, por el poder de la Verdad, conquisté al Universo”. Hacer del mundo, un templo astral.

Es importante hacer notar que lo característico de un templo, sea judío, cristiano, musulmán, thelémico o de lo que sea, es que se trate de un lugar “limpio”, es decir, que quede consagrado a alguna función en particular, es así como la iglesia es el templo de dios, es decir, es poderosa la iglesia en cuanto que ésta se convierte en una extensión de la voluntad de dios, y todo cuanto ocurre, cada acción del sacerdote, la copa, servilleta, ostias, aceite, agua, y hasta el sacerdote mismo son una extensión de dios. Por ello se comienza con un templo físico para pasar a un templo astral y después hacer del mundo un templo astral. La misma palabra “astral” revela la conexión con la “visión cósmica” a la que ya me he referido en “Meditaciones sobre Geburah”.

Para no perder de vista el aspecto filosófico y de sentido común que se plantea en este ensayo vale la pena ejemplificar estas cuestiones. Que el mundo sea una extensión de la Voluntad quiere decir el re-ordenamiento voluntario del “mundo”, es decir, el individuo o mago toma conciencia de que el “mundo”, como las cosas en él, no son sino redes de significación impuestas por el colectivo anónimo, el “se” o “uno”, y así es capaz de borrar tales “paradigmas” o significaciones y usar sus propias. Por poner un ejemplo práctico y de la vida diaria, supongamos que nos enfrentamos a una situación que nos causa profundo malestar, ira y odio, por ejemplo el desamor o alguna persona que haya hecho algo terrible en contra nuestra (voluntaria o involuntariamente). Procediendo de la misma manera que con mi hermano el primer paso es darse cuenta existe en “mi mundo personal” porque mi Voluntad lo permite, y del mismo modo como mi Voluntad permitió su existencia en mi “mundo”, así también la puede borrar y quitar, la Voluntad debe ser dueña del “mundo”. De esta manera ya no hay odio, pues el odio implicaría que se reconoce al objeto odiado como “valioso para gastar mi energía y tiempo en él, siquiera en una forma “negativa””, simplemente se le “desaparece”, se le proscribe o, en inglés “banishing”, del “mundo” (siempre en su sentido heideggeriano) y asunto concluido, el rencor y el odio se vuelven innecesarios.

Se puede imaginar esto haciendo uso de las clásicas metáforas thelémicas que introducen aspectos astronómicos: La existencia es siempre un sistema solar, siempre hay un Sol en torno al cual giran los planetas, sea éste sol el “dios cristiano” o “el bien común” o “la justicia social”, aunque casi siempre es el “se” o “uno”. Lo que busca el mago es despertar a Hadit, que es el núcleo de cada estrella, que sea su Voluntad el Sol, magick será pues el reordenamiento voluntario del sistema solar, los planetas son lo que nos importa, nuestras prioridades, familia, trabajo, amor, conocimiento, etc. Sin embargo, la raíz del desequilibrio proviene siempre de que la Voluntad no se encuentra donde debería estar, es decir, no es el Sol, sino un planeta que gira en torno al Sol, o bien que se mantienen las cosas que nos obsesionan o perturban o lastiman, como si fuesen un planeta y tuviesen su propia órbita, siempre acompañándonos. Los males pasajeros (que son casi todos, incluyendo la añoranza, la angustia, y demás indeseables) son cometas, no tienen órbita propia porque está en las manos de cada uno el decidir qué constituye su Universo, su “mundo”.

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