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Algo sobre el diablo.

Algo sobre el diablo que no puedo dejar de publicar, es una cita de "Historia de la Magia" por Eliphas Leví que arroja un poco de luz sobre la concepción del diablo dentro del ocultismo:

"Mediante su clara formulación de conceptos relativos a Dios, el cristianismo nos conduce a la comprensión de Dios como el amor más absoluto y puro, mientras define, no menos claramente, el espíritu que se opone a Dios, el espíritu de rebelión y odio, o sea, Satán. Pero este espíritu no es una personalidad; tampoco ha de considerársele una especie de dios negro: es una perversidad común a todas las inteligencias descarriadas.

"Mi nombre es legión", dice Satán en el Evangelio, "porque somos muchos". El nacimiento de la inteligencia puede compararse con la Estrella de la Mañana, y después de haber brillado un instante, si cae por propia decisión en el vacío de la oscuridad podemos aplicarle el apostrofe proferido por Isaías al rey de Babilonia: "¿Cómo has caído del cielo, oh Lucifer, Hijo de la Mañana?" ¿Pero esto significa que el Lucifer celestial, la Estrella Matutina de la inteligencia, se transformó en estigma del infierno? ¿El nombre de "Lucífer" puede aplicarse con justicia al ángel trasgresor y tenebroso? Pensamos que no, más especialmente si se entiende, como lo entendemos quienes tenemos detrás de nosotros la tradición, que el infierno personificado por Satán y simbolizado por la vieja serpiente, es el fuego central que rodea la tierra, consumiendo todo lo que ésta produce y devorando su propia cola, como la serpiente de Cronos —en una palabra, esa Luz Astral de la que el Todopoderoso habló a Caín cuando dijo: "Si obras mal, el pecado estará en las puertas de tu casa" —es decir, el desorden se apoderará de todos tus sentidos; "empero, a ti he sometido el deseo de la muerte, y a ti te corresponde gobernarlo". La personificación regia y casi divina de Satán es un error que se remonta al falso Zoroastro o, de otro modo, a la doctrina sofisticada de los posteriores y sofisticados Magos de Persia; ellos representaron los dos polos del mundo intelectual como deidades, ideando una divinidad de fuerza pasiva que se distinguiese de la fuerza activa... Ellos (los magos) han dicho que el gran Agente Mágico —denominado precisamente Lucifer porque es el vehículo de la luz y el receptáculo de todas las formas— es una fuerza mediadora, esparcida por toda la creación; que sirve para la creación y la destrucción; que la caída de Adán fue una embriaguez erótica que sometió la raza a la luz fatal; que toda pasión amorosa que invade los sentidos es un torbellino de esta luz, que procura hundirnos en el abismo de la muerte; que la locura, las alucinaciones, las visiones, los éxtasis, constituyen una exaltación excesivamente peligrosa de este fósforo interior; finalmente, que la luz en cuestión es de la naturaleza del fuego, cálida y vivificante en su uso prudente, pero que quema, disuelve y destruye en su exceso.

Sobre esta luz el hombre está llamado, por un lado, a asumir un imperio soberano, para que gane su inmortalidad, pero, por el otro, es amenazado de intoxicación, absorción y destrucción eterna. En su aspecto devorador, vengador y fatal, la Luz Astral (el alma) puede llamarse fuego infernal, la serpiente de la leyenda, mientras el atormentado pecado que allí abunda, las lágrimas y el rechinar de dientes por parte de los abortos que ella consume, el fantasma de la vida que escapa de ellos y parece insultar su miseria, pueden denominarse demonio o Satán.
Entre las pompas y las obras del infierno puede incluirse, en fin, aquellas acciones, aquellas imágenes ilusorias del placer, la riqueza y la gloria que son mal dirigidas por el vértigo de esta luz.

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