Autor: Mogens Nygaard Christoffersenn (Instituto de Investigaciones Sociales de
Dinamarca.)
El estudio abarca una muestra de
1200 niños de edades comprendidas entre 3 y 5 años que, el 1 de enero de
1995, vivían en hogares monoparentales, 600 de ellos con su padre biológico
y otros 600 con su madre biológica. A esos padres y madres se les
hicieron diversas preguntas para evaluar la situación física y emocional
de los niños.
En
general, las respuestas permitieron constatar niveles más altos de bienestar y
adaptación entre los niños que vivían con su padre. Por ejemplo,
los niños que vivían con su padre mostraban porcentajes más bajos
respecto de los trastornos o conflictos siguientes:
|
Con
el padre (%)
|
Con
la madre (%)
|
|
|
|
falta de autoestima
|
9
|
17
|
problemas psíquicos
|
40
|
52
|
síntomas de estrés psicosomático
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37
|
54
|
castigos físicos (golpes con los nudillos, azotes o
bofetadas) al menos en una ocasión
|
61
|
73
|
castigos semanales (castigo físico, reclusión en su
habitación o zarandeo, una o varias veces por semana)
|
17
|
24
|
accesos de rabia frecuentes
|
24
|
34
|
reacciones negativas hacia el entorno
|
8
|
20
|
reacciones positivas hacia el entorno
|
71
|
33
|
También es digno de mención el hecho de que los
padres (varones) favorecían más el contacto del niño con el otro
progenitor, como se pone de manifiesto en los siguientes porcentajes:
·
en el caso de los hogares
primarios paternos, el porcentaje de niños en situación de custodia
compartida ascendía al 58%;
·
en el caso de los hogares
primarios maternos, esa cifra se reducía al 38%;
·
asimismo, la distribución
equitativa del tiempo de conviviencia o “visita conjunta” (14 a 16
noches al mes) era notablemente más frecuente en el caso de los niños en
hogares primarios paternos (16% frente a 4%)
·
el balance favorable para
los padres (varones) que ofrecen esas cifras se refuerza si se tienen
cuenta que la tercera parte de los hogares paternos eran monoparentales
por fallecimiento (14%) o incapacidad o ausencia de la madre (20%).
Entre las posibles razones que permiten explicar
estos resultados, el autor comienza por mencionar el interés de los
padres (varones) que tratan activamente de responsabilizarse en la crianza
de sus hijos, ya que este tipo de padres parecen tener mejores condiciones
para hacer frente a esas tareas de crianza. Por eso, el autor se pregunta
hasta qué punto los padres que viven solos con sus hijos son
representativos de los padres divorciados.
Sin embargo, lo que el estudio demuestra
incontestablemente es que los niños tienen mayores niveles de bienestar
cuando viven con un progenitor masculino que ha tratado activamente de
responsabilizarse de ellos, hecho que por sí solo habla elocuentemente a
favor de la custodia compartida, por lo menos en los casos en que el padre
la solicite.
Otro factor que, según el autor, puede explicar la
situación favorable a los hogares paternos es el mayor promedio de
ingresos económicos de esos hogares, relacionado con la mayor
especialización profesional de los varones entrevistados en comparación
con las mujeres. Sin embargo, ambos grupos padecen altos niveles de
desempleo: 30% las madres y 20% los padres.
Otra conclusión de gran importancia es que los
hogares paternos, aparte de favorecer una mayor cantidad
de los tiempos de convivencia del niño con cada progenitor
(custodia y visitas), propician una mejor calidad de las
relaciones: las madres tenían una relación mucho mejor con los niños
cuando éstos vivían con el padre que en el caso contrario, según
indican los siguientes porcentajes:
·
el 14% de los niños que
vivían con la madre habían perdido todo contacto con el padre;
·
esa cifra se reducía al
6% en el caso de los niños que vivían con el padre.
En el estudio también se ponen de manifiesto los
prejuicios sociales existentes contra la capacidad de los varones para
ocuparse de sus hijos. El 71% de los padres (varones) manifestó haber
sido objeto de reacciones positivas por parte de las personas a quienes
encontraba por primera vez, en comparación con el 33% de las madres, lo
que refleja las expectativas sociales hacia las funciones de uno u otro
sexo para con los hijos. Sin embargo, los resultados del estudio
desmienten firmemente esa percepción negativa de la capacidad de los
varones para ocuparse de sus hijos.
*** Texto original: http://www.sfi.dk/pdf/workingpapers/72.pdf
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