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La fundación de la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista,
en el año 1940, con la inclusión en sus desfiles procesionales de un grupo
de cofrades tocando el tambor, significo para la S.S. zaragozana una nueva
época, en la que los ruidos rasgados de estos instrumentos vinieron a quebrar el
silencio que tan tradicional era en los desfiles procesionales zaragozanos. Por
ello, esta cofradia recibió el vulgo o apelativo de "cofradía de los tambores",
por el que fue conocida muchos años.
No era nueva en Zaragoza la
existencia de tambores que acompañaran a la procesión de Santo Entierro, pues
ya en 1700 acompañaban al paso de la Muerte una caja enlutada, un pífano y un tambor.
Estos mismos instrumentos se encuentran en todas las descripciones durante
los siglos XVIII, XIX y primeros del XX, en algunos casos diciendo que salian
desde tiempo inmemorial.
Ya en 1823 se conoce al acompañamiento de
tambores en la procesión de Santo Entierro. En aquellos años lo hacían los "tambores
de las tropas realistas", según se desprende de los libros de cuentas de
la Hermandad de la Sangre de Cristo, introduciéndose poco a poco otras bandas
militares, que abarcaron todo el siglo XIX y primera mitad del XX, tocando marchas
fúnebres.
En Zaragoza eran tradicionales las matracas o dobleras,
de las que ya conocemos que se tocaban en el año 1666, y que poco a poco fueron
perdiendo importancia, hasta que en época muy reciente, para evitar que se perdiera
esta magnifica tradición musical aragonesa, las tomo la Cofradía del Santísimo
Ecce Homo y de Nuestra Señora de las Angustias, fundada en 1948.
La
Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista no hizo sino incorporar
a la procesión zaragozana lo que ya era tradicional en el Bajo Aragón,
trayendo de estos pueblos muchas de sus marchas, que significaron el comienzo
de esta nueva forma de sentir la S.S.
El origen del tambor en la S.S.
aragonesa es muy dudoso y creemos que nunca se podrá llegar a saber con certeza
cuando fue la primera vez que se usaron en los desfiles procesionales y el
motivo de esta innovación.
Podríamos remontarnos al Renacimiento, cuando
eran ajusticiados los reos que habían sido juzgados y condenados. En los ajusticiamientos,
además de que fuera confortado el preso en el mismo lugar de la
ejecución por algún sacerdote, había algunos soldados o clérigos que tocaban el
tambor con parches duros, mientras que duraba el traslado del reo, la ejecución
y su posterior entierro. Debió aplicarse este mismo procedimiento musical en
las procesiones del Santo Entierro de Cristo, des de época muy temprana, ya que
Cristo fue ajusticiado.
En el Bajo Aragón, ya desde principios del
siglo XVIII, numerosos grupos de nazarenos, con tambores de parches destemplados,
acompañaban al sacerdote en la procesión del Santo Entierro, recordando y
simulando con sus ruidos los trastornos y el cataclismo físico que sufrió
la Tierra cuando Cristo murió, y así el tambor se convierte en lamento, en oración,
en desesperado grito que rompe el gélido ambiente de la procesión fúnebre.
A
finales del siglo XIX parece ser que esta costumbre de acompañar
al Santo Entierro con tambores en algunos lugares de la tierra bajoaragonesa
estuvo a punto de perderse, hasta que en 1905 mosén Vicente Allánegui, en
Calanda, decidió ampliar el primitivo numero de acompañantes en la procesión por
una especie de tamborrada colectiva que, indudablemente, significa el origen
de los tambores en la procesión Zaragozana.
Posteriormente a 1940, las
demás cofradías zaragozanas fueron creando sus secciones de tambores y en la actualidad
la mayoría de ellas integran esta sección, excepto la Cofradía del Santísimo
Ecce Homo y de Nuestra Señora de las Angustias, que lleva matracas, y la
de Nuestro Señor Padre Jesús de la Agonía y Nuestra Señora del Rosario en sus
Misterios Dolorosos o del Silencio, que lleva trompetas.
La fabricación
del tambor, desde aquellos artesanos que se hacían en las tierras del Bajo
Aragón, ha sufrido gran evolución, fundamentalmente en lo que respecta a los materiales,
cambiándose en algunos casos la madera de la caja por metal, los parches
de tripa por sintéticos, la introducción de bordones de nylón y metal que
sustituyeron a los de tripa, etc.
También de tierras bajoaragonesas
va a llegar a Zaragoza el timbal y, posteriormente, el bombo, ambos traídos por
la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista. El primero es absolutamente
imposible de desligar de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad
y del Santo Sepulcro, en la que es tradicional, y por lo que respecta al bombo,
fue traído de tierras de Calanda, habiendo sido comprados los primeros a Tomas
Gascón, y, como en el caso del tambor, se fue imponiendo en todas las cofradías
zaragozanas, sustituyendo al timbal, por su sonido mas grave.
Es,
sin duda, el bombo el instrumento que mejor viene a configurar el motivo de estos
toques, que significan el quebranto de la vida y del dolor humano, que se plasma
en la sangre que, poco a poco, saltando de las heridas que los cofrades se
van haciendo "voluntariamente" en sus manos, va manchando el parche de piel.
En
1973 se comenzó a celebrar en la plaza de Nuestra Señora del Pilar
un concurso de Tambores, cuyo fin era exaltar el tambor zaragozano y su significación
en nuestra S.S., en la que participaban todas las cofradías zaragozanas,
quedando en la actualidad la celebración de una Jornada de Exaltación del Tambor
que, habiendo anulado la competitividad, viene a significar el abolengo que
este instrumento musical ha tomado en la S.S. de Zaragoza. Se celebra cada año
en la mañana del Domingo de Pasión, participando también cuadrillas del Bajo Aragón.
En
los meses que anteceden a la S.S., todas las cofradías, en
lugares mas o menos apartados del casco urbano, donde puedan ser menos molestos,
y con permiso, ensayan y preparan los toques para los desfiles procesionales
y es muy normal oír por varios sectores de la ciudad a estos grupos de cofrades
que se sacrifican durante varios meses para conseguir una unidad en la ejecución
de sus toques y manejo de sus instrumentos.
Además, el tambor se
acopla con la carraca en la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén y sustituye
a la guitarra en las jotas que cantan algunas cofradías zaragozanas, siendo
la innovadora de esta costumbre la Cofradía del Descendimiento de la Cruz y
Lagrimas de Nuestra Señora. También, acompañadas por tambor, son cantadas saetas
a las imágenes.
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