SAMUDRAS
No
sé que perfíl de estatua le das a mis ojos
cuando
te miran inmóviles
y
depuras la latitud de mis pasos
incitándome,
fijo, a seguir tus huellas
y
la insondable verticalidad de tu mirada.
Como
la hoja de una espada
silbante
cuando no se sujeta, hiriente eres;
eres
errante por mi geografía
de
canas y arrugas sonrientes,
néctar
de mazorca dorada para mi boca.
Has
inventado, así, como sin quererlo,
de
mí un algo distinto y alto;
entiende
pues, niña de algas y siembras
que
mi sueño era exactitud,
que
tú fuiste creada sólo para mis ojos y para mis manos
y
mi corazón a la gracia de merecerte.