|
|
Baja
entonces corriendo del encumbrado alcazar, seguido de gran multitud, el fogoso
Lacoonte, el cual desde lejos: «¡Oh miserables ciudadanos!, empezo
a gritarles: ¿que increible locura es esta? ¿Pensais que se han
alejado los enemigos y os parece que puede estar exento de fraude don alguno
de los danaos? ¿Asi conoceis a Ulises?
O en esa armazon de madera hay gente aquiva oculta, o se ha fabricado en daño
de nuestros muros, con objeto de explorar nuestras miradas y dominar desde su
altura la ciudad, o algun otro engaño esconde.
¡Troyanos, no creais en el caballo! ¡Sea de el lo que fuere, temo
a los griegos hasta en sus dones!» |
|
|
|