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Ya
la falange de los argivos se encaminaba desde Tenedos a nuestras conocidas playas
en sus bien armadas naves, encendio una hoguera en su popa para dar la señal... |
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Cuando
Sinon, defendido por los hados de los dioses, crueles para nosotros, abre furtivamente
a los griegos encerrados en el vientre del coloso su prision de madera; devuelvelos
al aire libre el ya abierto caballo, y alegres salen del hueco roble, descolgandose
por una maroma, los caudillos Tesandro y Estenelo y el cruel Ulises, Acamante,
Toas y Neoptolemo, nieto de Peleo, y Macaon el primero, y Menelao, y el mismo
Epeo, artifice de aquella traidora maquina. |
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Invaden
la ciudad, sepultada en el sueño y el vino, matan a los centinelas,
abren las puertas, dan entrada a todos sus compañeros y se unen a las
huestes que los esperan para dar el golpe.
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Los troyanos, animados con alegres cánticos, se precipitaron
ciegos al abismo que había de perderlos, pensando que era un presente
grato a la virgen inmortal que desconoce el matrimonio; ciñéronlo
con lazos de retorcido lino, como si fuese el negro casco de una nave, y
arrastrándolo se encaminaron hacia la morada de Atenea funesta enemiga
de mi patria...
Las
Troyanas, Euripides
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