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Era
la hora en que empieza para los dolientes mortales y se difunde por sus cuerpos
el primer sopor, dulcisimo don de los dioses, cuando me parecio que veia entre
sueños a Hector en ademan tristisimo, derramando copioso llanto, cual
manchado de sangre y polvo, arrastrado por los pies, entumecidos con sus ligaduras
de correas.
¡Cual estaba, ay de mi! ¡cuan distinto de aquel Hector cuando volvia
cubierto con los despojos de Aquiles o despues de arrojar las frigias teas a
las naves de los danaos!... |
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Huye,
ay, ¡oh hijo de una diosa!, dice; huye y librate de esas llamas.
El enemigo ocupa la ciudad.
Troya se derrumba desde su alta cumbre.
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Resuenan
en tanto por la ciudad confusos y tristes lamentos, y aunque la morada de
mi padre Anquises esaba en lugar retirado y cubierta de arboles, cada vez
las voces iban llegando a ella mas penetrantes y se oia mejor el horroroso
estrepito de las armas
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Apenas había terminado esta fiesta nos envolvieron las tinieblas
de la noche, y en toda ella no dejaron de oírse la flauta y los alegres
cánticos al compás de las danzas.
Yo, entonces, formando coros celebraba en mi albergue a la virgen que habita
en los montes...
Las
Troyanas, Euripides
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