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En
esto me encuentro con Panto, hijo de Otreo y sacerdote del templo de Febo,
que libertado de los dardos enemigos y llevando en sus brazos los ornamentos
sagrados, las imagenes de nuestros vencidos dioses y un nietecillo suyo, corria
desatentado hacia las puertas de la ciudad. ¿En que estado van nuestras
cosas, exclame, oh Panto? ¿Nos queda todavia alguna fortaleza?
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