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Voz funesta
se oyó, y los tiernos niños, agarrándose de los vestidos
de sus madres, extendían aterrados sus
brazos y Ares salió de su escondite por obra de
Atenea.
Alrededor
de los altares morían mis hermanos,
y en los aposentos destinados al sueño, y en el silencio de la noche,
nos arrebataban nuestros esposos,
y nos vencía la Grecia, madre de jóvenes guerreros.
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