La persistencia en el desarrollo de un esfuerzo durante un determinado periodo de tiempo, es consecuencia de la vinculación afectiva del individuo con el resto del grupo e incluso con la organización. La motivación orienta y dirige la conducta hacia un fin. Un equipo escasamente vinculado con las metas de la compañía suele rendir por debajo de sus posibilidades.
La motivación se genera a partir de un cuerpo de incentivos y dinamiza al sujeto. Una mala relación entre los miembros del grupo, salarios bajos, jornadas laborales excesivamente largas o desconocimiento de la finalidad de las tareas desempeñadas son algunos de los factores que inciden negativamente en el ánimo del trabajador. La falta de objetivos definidos puede producir un estado de frustración.
El líder del grupo ha de ser capaz de motivar al resto del equipo utilizando los diversos métodos o sistemas existentes. Dos herramientas útiles para favorecer el buen clima en la empresa son la responsabilidad compartida y la participación. Cada individuo ha de sentirse parte de un todo y tener acceso a la información que afecte en cada momento a su puesto de trabajo.
La comunicación vertical ha de ser reforzada con la de carácter horizontal. El desconocimiento de las metas de la propia organización genera desconfianza y disminuye el sentimiento de comunidad.
Un ligero análisis de circunstancias que enriquecen la vinculación permite descubrir que la diversidad de tareas es muy positiva, para que los empleados realicen diferentes trabajos con distintos procedimientos y con diferentes equipos.