Los Mitos Fundacionales
del Estato de Israel

de Roger Garaudy


sionistas



La sociedad contemporánea está siendo testigo de una cierta homogeneización política y económica en todo el globo terráqueo. El interés por la diversidad como contrapartida, está cada vez más arraigado en amplios sectores de la población. Y a la diversidad en otros campos debe añadirse el derecho a la diversidad intelectual. El derecho a la discrepancia. El investigar o profundizar en aspectos poco conocidos u ocultos de nuestra historia más próxima, es uno de los retos más apasionantes de este fin de siglo. El releer la historia al margen de tabúes políticos impuestos por la moda del momento, una de las asignaturas pendientes de la historia contemporánea.


PREFACIO

El libro de Garaudy viene precedido de una controvertida polémica. Intentar exponer libre y espontáneamente las ideas y los razonamientos en temas sensibles, como el que aborda en el ensayo Los mitos fundacionales del Estado de Israel, es misión al filo de lo imposible o en los umbrales de lo heroico. Desafiar la corriente es verse arrastrado por los lodos que desvirtúan la realidad. Poseer la verdad oficial no es tener necesariamente la razón.

El historiador no tiene que amoldarse a una sola versión, ni ceñirse al eco rutinario y mántrico de una infinita salmodia de reiteraciones que gravitan inexorablemente. La historia puede manipularse, y por ello los hechos pueden ser dubitados, las narraciones releídas, las conclusiones divergentes. Una investigación crítica rigurosa y documentada puede poner en entredicho textos hagiográficos o denigratorios, según sea el interés de los amanuenses al servicio del relato dogmático de sus mentores.

La vida sería muy triste sin matices ni colores. La música se convertiría en zumbido sin una pluralidad de notas y tonalidades. Garaudy ejerce el derecho al amargo encanto de la discrepancia y eso, al parecer, es abominable para quienes tienen la mente estrecha y obtusa. De la discusión del debate serio y científico, de la duda metódica, de la revisión y reconstrucción de los hechos suele brotar el discernimiento. La técnica de la mordaza, la censura o el anatema termina por privar de argumentos a quien la emplea.

Los intransigentes e intolerantes de la Historia que suelen ser sus sempiternos enemigos, han cuestionado por emitir una opinión favorable del libro, hasta al mismísimo Abad Pierre que en Francia, y tras una existencia ejemplar, se había ganado la estima universal. Ha sido suficiente desmarcarse, ejercer su libertad de expresión, para quedar pretérito.

El libro rompe ataduras y moldes que asfixian a las conciencias libres. Se puede opinar sobre sus fundamentos en cualquier sentido y sin exclusión de posibilidades. Lo que no se debe es estigmatizarlo sencillamente porque puede poner en evidencia la tortura de una ciega mentira a la que hemos estado sometidos como si se tratara del mito de la caverna platónico, donde se confundían las sombras imaginarias con los entes de luz.

El mérito mayor es el desapasionamiento que el autor utiliza frente a las iras de sus detractores. Serenidad frente a nerviosismo, voz frente a grito, objetividad confrontada a la parcialidad obligatoria, donde se llega a mentir para tratar de salir indemnes. Los hechos son como son, con independencia de que se nos quieran presentar distorsionados. Por eso el libro de Garaudy es un desafío que clama a la libertad para entender la Historia reciente sin mixtificaciones, complejos, ni tabúes.

José Luis Jérez Riesco



enlaces:

Los Mitos Fundacionales del Estado de Israel


volver