Encontramos este artículo en el que dicen que será el último número de la revista TIRO-BARRA, revista de la asociación cultural del mismo nombre, y que contaba ya con 49 ejemplares. Debemos reconocer el esfuerzo que debe de llevar el agrupar todos los artículos, fotografías, etc. y sacar tantas ediciones trimestre tras trimestre. No llegamos a tiempo para incluir sus artículos en WebMonsagro, pues apenas acabamos de llegar y ellos ya se despiden. Desde aquí nuestro agradecimiento, respeto y admiración por tantos años de trabajo por el pueblo. Un abrazo.


TRADICIONES

A pesar de que ya se ha tratado este tema en varios de los números anteriores, me gustaría que quedase al menos constancia de varias tradiciones hoy ya retiradas de la vida cotidiana. He recabado alguna información entre la gente más mayor y aunque solo sea para enumerarlas, las citaré, en otros casos tratare de hacer una breve reseña de cómo y por qué se realizaban.
Podría empezar por algunas que aún hoy se celebran, aunque solo sea por la fuerza de la costumbre, y de las que en otros números hay sobradas referencias.
Las fiestas: tanto la de San Sebastián el 20 de enero, como la de San Julían el veintiocho del mismo mes (esta es además fiesta patronal), la de Santa Agueda el cinco de febrero; como no, la cuartilla que era como todos sabéis la forma que tenían los nuevos mozos de acceder a la cuadrilla de los ya veteranos y de esta forma poder rondar a las mozas; el vino, que era el canon que deberían de pagar los mozos forasteros a los del pueblo para poder cortejar a alguna moza del lugar; por seguir el orden cronológico de los meses quizá la siguiente pueda ser los carnavales, en tiempos se celebraba gran fiesta, sobre todo el martes, que comenzaba con la llamada de la campana del concejo a todos los vecinos para ir de “camino", es decir a limpiar o acondicionar las veredas de uso común. Un concejal del ayuntamiento era el encargado de distribuir las tareas, a veces a petición de los propios vecinos. A mediodía se soltaba mano, después de comer los hombres salían al bar y esperaban de nuevo la llamada de la campana del concejo, entonces se dirigían al salón de juntas del ayuntamiento para pasar lista (todo el que no iba de camino, quedaba apuntado y posteriormente era requerido en el caso de que hubiera que velar algún cadáver resultante de algún accidente laboral, o tener que ir a buscar a los guardias hasta la Alberca, por eso la gente procuraba asistir), también se subastaban las encinas secas que hubiera en el término; mientras se pasaba lista, el ayuntamiento obsequiaba a los asistentes con trozos de bacalao seco y por descontado con todo el vino que quisieran tomar. Con estos ingredientes no es de extrañar que al final de la reunión, mas de uno, quizá alentado por el vino anteriormente tomado, se reuniera con sus amigos y fueran a disfrazarse de sacas, para salir luego por todo el pueblo causando el pánico entro los mas jóvenes y el regocijo entre los adolescentes, que intentaban identificar quienes eran los disfrazados, posteriormente había baile, como era costumbre entonces de tamboril.
También era costumbre, que cuando alguien se casaba, el ayuntamiento le obsequiaba con alguna encina, para que tuvieran leña para poder festejar el casamiento.
Otra práctica común en aquel entonces era el que cada vecino tuviera que echar unas peonadas gratis cada vez que el ayuntamiento los requería para obras de acondicionamiento de la casa consistorial o la iglesia principalmente.
Así mismo se subastaban cada año las eras y las cañadas del pueblo para aprovechamiento del ganado.
A principios de primavera, dependiendo de cómo viniera el tiempo, se sacaban las aguas, en esto participaba todo el que podía ya que después se sumaban los jornales de cada uno y la cifra resultante se dividía por el número total de horas, de esta forma la junta de regantes sabía a cómo cobrar cada hora, en algunos casos había que pagar y en otros cobrar; de los turnos se encargaba la rentera, que avisaba con la suficiente antelación a cada regante, tanto le tocara de día como de noche.
Los más jóvenes esperaban con ansiedad la llegada del hornazo en Semana Santa, concretamente aquí se comía el Domingo de Pascua, al día siguiente lunes y el domingo posterior (Domingo Arbillo). Otra actividad específica de la juventud era la calvochá, esta tenía lugar el Día de Todos los Santos. Consistía en ir toda la cuadrilla a recoger castañas a cualquier castañar y posteriormente asarlas en el campo. Me cuentan que al día siguiente, día dos, día de los Difuntos, las campanas tocaban a muerto durante toda la jornada.
En la Ascensión se subía al Calvario a bendecir los campos. El 13 de junio, San Antonio, se subastaban los pies, orejas, huevos, que la gente había donado. Así mismo se contrataban los distintos jornaleros o criados para todo el año, porqueros, muleros, borregueros, chivarreros, etc. Los cabeceras de la hermandad de ganaderos se encargaban de estas contrataciones, que duraban desde San Pedro hasta San Pedro del año siguiente. En San Pedro, además, era cuando se subían las cabras a los corrales del Agadón o la seca, donde estaban hasta después de los Santos dependiendo de cómo viniera el otoño, solamente quedaban en el pueblo algunas cabras para la leche. Después de que las cabras estaban en sus majadas, cada día alguien se encargaba de subir a buscar la leche en las cántaras de lata que se cerraban con tapas de corcho y eran selladas con miga de pan mojado en la propia leche, había una dua para este menester al igual que para quedarse en los corrales con las cabras, según la cantidad de animales de cada propietario. También en la noche anterior al Santo, los mozos ponían las “enramas” a las mozas, estas consistían en ramas de cerezo, pero si había alguna poco simpática se la obsequiaba con “gazapeos” lo cual era una forma de demostrarle el poco aprecio que les merecía.
Ni que decir tiene que entonces existían una serie de impuestos relacionados con las actividades, sobre todo las ganaderas, tal es el caso del llamado cabezón que era un impuesto que pagaba todo el pueblo; el alcabalero era el encargado de pesar los kilos de manzanas que cada uno vendía (no hace tanto tiempo que en Monsagro las manzanas eran un negocio floreciente, tanto es así que la hermandad se encargaba de distribuir el sulfato para los distintos tratamientos), también se pesaban los cerdos el día que se mataban. Además del alcabalero el ayuntamiento contaba con algunos trabajadores más, como el alguacil y un guarda juramentado, en algunos casos creo que llegó a coincidir alguno en dos cargos.
Deliberadamente he dejado para el final tres actividades, dos porque todavía se practican y otra por considerarla curiosa y ante todo solidaria; me aseguran que cuando en el pueblo había un parto en el que resultaba muerta la madre, al marido se le autorizaba a que pusiera una cinta blanca a una cabra de su propiedad y esta podía andar suelta por cualquier lugar del pueblo sin que nadie la molestara, aunque entrase en sus huertos a comer, de esta forma cada vez que el niño necesitase leche, no solamente estaría cerca si no bien alimentada y por consiguiente con buena leche.
Existen todavía hoy un par de cofradías, la de la Virgen del Carmen y la del Rosario, cuyas imágenes instaladas en un pequeño altar portátil va casa por causa según un orden preestablecido con anterioridad y que es traspasado de padres a hijos.
La última de las tradiciones que voy a consignar es la de la esquila; aún hoy se siguen tocando por todo el pueblo llegado el crepúsculo, aunque ya no se recite en cada esquina la insistente letanía dedicada a las almas del purgatorio, trataré de reflejarla tal y como me la han contado:
Fieles cristianos, acordaos de la muerte; por las benditas almas del purgatorio un Padrenuestro y un Avemaría, que Dios los saque de aquel estado miserable en que se encuentran”. Más o menos esta es la letanía que antiguamente se recitaba en las esquinas del recorrido.
Como podéis apreciar, (sobre todo los jóvenes, ya que los mayores han vivido todas o la mayoría de estas cosas), es muy variado el elenco de tradiciones, unas religiosas otras no, que en tiempos eran habituales y que ahora han perdido su utilidad y por eso van quedando cada vez más arrinconadas en la memoria de nuestros mayores; por eso he querido dejar constancia escrita de al menos unas cuantas, seguro que no de todas ya que algunas lamentablemente se han perdido para siempre, espero que a estas no les suceda lo mismo.
Es posible que alguna gente difiera de la forma en que algunas de estas se realizaban, seguramente tendrán razón. Yo he puesto lo que me han ido informando con la mejor de las intenciones las personas mayores consultadas, lo importante es que la gente más joven pueda conocer y apreciar el legado de nuestros mayores.

Enrique Campana

Extraído del número 50 de la revista “Tiro-Barra”