Las relaciones chileno-saharauis
por Ahmed Bujari
6 de Octubre del 2005
Las relaciones históricas chileno-saharauis, son vistas con cierto
recelo y
aprehensión por la monarquía marroquí, que lleva practicando a lo largo
de
los últimos diez años una política más o menos tangencial con la
ingerencia
en asuntos internos chilenos para evitar que dichas relaciones alcancen
su
nivel normal.
He leído con detenimiento el contenido del artículo del embajador
marroquí
en Santiago publicado en El Mostrador.cl el pasado 21 de septiembre
2005.
Lejos de alimentar la confusión o la polémica, objetivo subyacente del
autor
del artículo, sobre un asunto de descolonización bastante claro en la
agenda
de todas las instancias internacionales, desearía no obstante aportar
algunas reflexiones y hechos desde la objetividad documentada y desde
la
santidad procesal de los hechos.
Los artículos publicados por los analistas Esteban Silva ('El valor de
la
palabra empeñada') y Cristián Fuentes ('Una oportunidad para el Sahara
occidental') en El Mostrador.cl constituyen una introducción valiosa
sobre
la historia del conflicto y las relaciones chileno-saharauis, valor que
me
facilita ir directamente a la sustancia de la argumentación del
embajador
marroquí.
En primer lugar, Marruecos arguye que “históricamente”, antes de su
colonización por España, a principios del siglo XVIII, el Sahara
Occidental
formaba parte del Reino de Marruecos. Es decir, nos intenta retrotraer
300
años atrás.
Al obtener su independencia de Francia en 1956, la Monarquía marroquí,
instigada por el ultraderechista Allal El Fassi, líder del conservador
partido Istiqlal, empezó a reivindicar territorios vecinos a diestra y
siniestra. Las reivindicaciones territoriales no se limitaron al Sahara
occidental sino al conjunto de los países de la región del norte de
África,
para incluir a Mauritania, Argelia y Malí.
Esta política de expansión territorial para crear el “gran Marruecos”
permitía y sigue permitiendo hoy al régimen monárquico aferrase al
poder ya
que le permite desviar la atención de la opinión pública interna de sus
verdaderos problemas y justificar la rigidez del sistema político de
carácter absoluto donde el rey reina y gobierna sin ningún contrapeso
interno. Argelia fue, así, invadida en 1963 por las fuerzas marroquíes
mientras que la independencia de Mauritania no fue recoincida por
Marruecos.
Al fracasar el intento contra estos dos países, Marruecos congeló el
belicismo expansionista por un periodo de tiempo hasta que a mediados
de los
70, por razones internas derivadas de una aguda crisis que en 1970 y
1972
condujo el ejercito marroquí a intentar dos golpes de Estado para
derribar a
la monarquía, el rey Hassan II decidió activar de nuevo la
reivindicación
territorial, esta vez contra el Sahara occidental.
España, que era la potencia colonial que administraba el Territorio
Saharaui, decidió retirarse; pero antes de hacerlo, llamó a Marruecos y
a
Mauritania para que ambos países invadieran su ex-colonia. Esta
transacción
colonial fue plasmada en los Acuerdos tripartitos de Madrid de 14 de
noviembre de 1975. Pocos días antes de la firma de dichos acuerdos, mas
precisamente el 30 de octubre, Marruecos invade militarmente nuestro
país,
mientras que Mauritania haría lo mismo el 11 de diciembre de 1975. Los
dos
países, uno de los cuales había reivindicado al otro como parte de su
imperio, modificaron Ali, por la fuerza, y a expensas del pueblo
Saharaui,
sus fronteras heredadas de la época colonial.
Ello iba no solo contra el derecho del pueblo saharaui a la libre
determinación e independencia sino que, al mismo tiempo, transgredía un
principio fundamental para la seguridad del continente que la OUA
(Organización para la Unida africana, hoy Unión Africana) había elevado
a la
categoría de principio fundamental de su Carta. En América latina se
conoce
este principio con el nombre de uti posseditis, sin cuya observación
más de
un país latinoamericano no existiría hoy.
La argumentación histórica que avanza Marruecos para intentar
justificar la
agresión contra el Sahara occidental es insostenible desde dos puntos
de
vista. En primer lugar, suponiendo que antes de la colonización
española el
Sahara occidental fue efectivamente parte de Marruecos, ello nos
llevaría al
absurdo de tener que aceptar que Turquía, la heredera de la Sublime
Puerta,
que gobernó por mas de 400 años desde Constantinopla hasta Argelia,
pasando
por todo el medio Oriente, y el Golfo pérsico, tendría hoy derecho a
invadir
o a reclamar su soberanía sobre sus antiguas posesiones.
En segundo lugar, si el argumento histórico no permitiría a Turquía, o
a
España o Francia reclamar la recuperación de lo que ayer fue suyo,
debemos
concluir con mayor razón que tampoco se les permitiría reaclamar lo que
nunca fue suyo.
El Sahara occidental nunca formó parte del Reino de Marruecos. Esta es
la
posición unánime de la Comunidad internacional.
En efecto, la Corte Internacional de Justicia dirimió en términos
inequívocos la “controversia jurídica” que Marruecos y Mauritania
tenían, en
el otoño de 1974, introducida ante la Asamblea general de la ONU, como
preludio a la invasión militar. En su celebre dictamen de 16 de octubre
de
1975, deliberadamente distorsionado por el embajador marroquí, la Corte
dice
textualmente:
“Los materiales e informaciones presentadas a la Corte no establecen la
existencia (antes de la colonización española) de ningún lazo de
soberanía
territorial entre el Reino de Marruecos y el Sahara occidental o entre
el
Sahara occidental y el Conjunto mauritano”.
La Corte fue mas allá en su dictamen al consolidar la doctrina
establecida
por la ONU para el caso colonial del Sahara occidental al recomendar
“la
aplicación de la resolución 1514(XV) –que el embajador marroquí lee
selectivamente-de la Asamblea general para la descolonización del
Sahara
occidental, en particular, del principio de la libre determinación a
través
de la genuina expresión de la voluntad de las poblaciones del
territorio”.
El Tribunal no recomendó la retrocesión del Sahara occidental a los dos
vecinos que lo reclamaban.
No hubo pues lazos de soberanía en el pasado pre-colonial que puedan
permitir a Marruecos justificar la posterior invasión militar al Sahara
occidental. El embajador marroquí esta suficiente informado para saber
que
el proceder de su país es tipificado jurídicamente de “agresión” en
virtud
de los términos de la resolución 2625 de la Asamblea general de 15 de
diciembre de 1970 que considera agresión el hecho de “privar por la
fuerza a
un pueblo de su derecho a la libre determinación”. Y en efecto, el
pueblo
Saharaui fue privado por la fuerza de ese derecho. Fue por tanto objeto
de
una agresión.
Ello nos lleva a la segunda parte de la ecuación. En consonancia con lo
que
precede, debemos preguntarnos cual es entonces la naturaleza jurídica
de la
actual presencia de tropas marroquíes en parte del territorio de la
Republica saharaui.
El embajador marroquí, reacciona con alergia al calificativo de “país
ocupante” y comete la imprudencia impúdica de citar el reglamento de la
Haya
y la Convención de Ginebra de 1949. La definición de ocupación que
extrae de
dichos textos es certera y es, en efecto, una definición correcta del
carácter de la presencia marroquí. Marruecos ocupa ilegalmente a un
Estado
miembro de la Unión Africana. Intenta anexionar un territorio que no le
pertenece tras haberlo repartido con otro país, Mauritania. Este mismo
reparto pone en profunda duda la tesis marroquí, ya que uno no reparte
con
otro aquello que considera propio.
Cuando Mauritania, en virtud del tratado de paz con la Republica
Saharaui de
5 de agosto de 1979, se retira de la parte de nuestro país que había
ocupado, Marruecos, en demostración de apetitos expansionistas
incontenibles, decide expandir su ocupación militar a dicha parte. La
comunidad internacional denuncia este nuevo atropello. En efecto, la
resolución 3437 de diciembre de 1979 de la Asamblea general de la ONU
“deplora vivamente la extensión de la ocupación militar de Marruecos a
los
territorios del Sahara occidental recientemente evacuados por
Mauritania”.La
resolución adoptada en el año siguiente, reitera los mismo términos.
El embajador marroquí intenta paliar la violación de la legalidad
internacional en el Sahara occidental recurriendo con impudor a otro
argumento que se cae por su propio peso. El Acuerdo tripartito de
Madrid de
14 de noviembre de 1975, verdadera transacción colonial sin
precedentes,
supuso para el embajador marroquí la “transferencia de soberanía” sobre
el
territorio a los dos países que lo invadieron.
En realidad eso no es cierto. España no tenía soberanía sobre el Sahara
occidental. Mal puede uno transferir o enajenar aquello sobre lo cual
no
tiene títulos de propiedad validos. Es un viejo principio jurídico
heredado
del Derecho Romano. En virtud del artículo 73, e) de la Carta la ONU,
el
Sahara occidental era un territorio jurídicamente distinto y separado
del
territorio español. El embajador marroquí debe estar informado del
contenido
de la opinión del Departamento Jurídico de la ONU contenida en el
dictamen
de 29 d enero del 2002 que dice textualmente: “Los acuerdos de Madrid
de 14
de noviembre de 1975 firmados por España, Marruecos y Mauritania no
suponen
una transferencia de soberanía sobre el Territorio ni confieren a
ninguno de
sus signatarios la condición de potencia administradora, condición que
España no puede transferir de forma unilateral”.
Llegados pues a este punto, debemos concluir que, en virtud del
dictamen del
Tribunal de la Haya de 16 de octubre de 1975, Marruecos no tuvo, antes
de la
colonización española, soberanía sobre el Sahara occidental. Y en
virtud del
dictamen de 2002, no la tiene hoy día, treinta años después del fin de
la
colonización española.
Si la hubiera tenido, la Organización de la Unidad Africana no hubiera
reconocido a la RASD ni el Consejo de seguridad hubiera aprobado varios
planes de paz solicitando encarecidamente a Marruecos la cooperación
con al
ONU con vistas a la celebración de un referéndum de autodeterminación
para
el pueblo saharaui.
Esto es lo que llevó a James Baker, anterior Enviado Personal del
Secretario
general de la ONU para el Sahara occidental en la entrevista concedida
a la
Cadena americana de TV( PBS, 19 de agosto 2004): “No conozco a ningún
país
en el mundo que reconozca, desde el punto de vista del derecho
internacional, las reivindicaciones de Marruecos sobre el Sahara
occidental”. En esta línea, incluso el Gobierno de los Estados Unidos,
en
carta enviada por la Casa Blanca, el pasado 20 de julio del 2004, a los
miembros del Congreso con motivo de la ratificación del Acuerdo de
Libre
Comercio con Marruecos, deja claro que dicho acuerdo “excluye las
riquezas
del Sahara occidental”, porque “los Estados Unidos, al igual que muchos
países en el mundo, no reconoce ninguna soberanía a Marruecos sobre el
Sahara occidental”.
Estamos pues ante una ocupación militar, ilegal de un país, situación
que ha
establecido por primeraza vez en la Historia el precedente de convertir
a un
país africano, Marruecos, ayer colonizado por potencias extranjeras, en
colonizador de otro país africano, miembro de la Unión Africana. Y esto
es
para Chile y para cualquier país que se respete a si mismo algo
injustificable e inaceptable en pleno siglo XXI.
El embajador marroquí hace, con la misma falta de pudor, tabla rasa de
la
posición de África sobre un conflicto colonial que tiene lugar en
África. A
pesar de los gigantescos medios invertidos, y el apoyo de cierta
potencia
europea que no ha querido todavía aceptar el fin de la pagina colonial,
Marruecos no ha podido convencer a África sobre la legitimidad de su
agresión militar contra un pueblo que estaba en vías de acceder
pacíficamente a la independencia nacional.
África, representada por la Organización de Estados Africanos (OUA, hoy
Unión Africana) dio su veredicto histórico en 1984, al reconocer y
admitir
en su seno a la República saharaui, y ello a pesar de la ocupación
parcial
de su territorio. La RASD es hoy Vicepresidente de la Unión Africana,
mientras que Marruecos, como lo fue ayer el Apartheid, es el único país
africano no miembro de la Unión Africana. Si Marruecos hubiera sido
respetuoso de la legalidad africana e internacional, el conflicto tal
vez no
habría nuca visto la luz del día o habría sido resuelto hace más de 20
años.
Es el continuo desafío de Marruecos a la legalidad internacional lo que
explica la persistencia del conflicto hoy día. Este desafío se ha
reflejado
no solo en el hecho de una invasión militar sin precedentes en la
historia
de la descolonización africana, sino también en rechazar las decisiones
del
consejo de seguridad encaminadas a la organización de un referéndum de
autodeterminación para el pueblo del país invadido, como hizo con el
Pan de
arreglo de 1990 y con el Plan Baker de 2003.
El propio Baker dejó para la Historia su juicio sobre las causas del
fracaso
de los esfuerzos llevados a cabo por al ONU en el curso de la
entrevista con
la PBS arriba mencionada: “A lo largo de 10 o 11 años, Marruecos dijo
de
manera pública y privada que quería el Plan de arreglo y que quería el
referéndum de autodeterminación. Sin embargo, al final, precisamente
cuando
la lista de los votantes fue elaborada y los votantes del referéndum
identificados, Marruecos dijo que ya no consideraba el Plan de arreglo
aplicable, que no quería ya seguir adelante con el Plan d e arreglo”.
Esta
es la verdad histórica. El reiterado intento marroquí de culpar a otro
país
de la región, Argelia, de todos sus males es un recurso sacado de los
archivos del colonialismo.
El embajador marroquí distorsiona también los hechos al decir que el
llamado
Proyecto de Acuerdo Marco, que perseguía la celebración de un falso
referéndum, fue aprobado por el Consejo de seguridad. Chile fue varias
veces
miembro del Consejo de seguridad y estoy seguro de que el embajador
marroquí
concuerda conmigo en el hecho de que los miembros del Consejo saben lo
que
han aprobado y lo que no han aprobado. El mencionado Proyecto no pasó
de ser
un intento fallido de implicar a la ONU en un plebiscito para legitimar
la
ocupación marroquí.
El Consejo nunca aprobó este intento. Aprobó sin embargo el Pan de
arreglo
(1990) y el Plan Baker (2003). Marruecos aceptó el primero hasta darse
cuenta de que iba a perder el referéndum y decidió rechazarlo. Mas
tarde,
rechazo de entrada el Plan baker.
A ello sumamos el hecho de la continua violación de los derechos
humanos en
las zonas ocupadas de nuestro país. Las televisiones del mundo y los
medios
de prensa escrita han dado un testimonio vivo de la feroz represión que
ejerce Marruecos en parte del territorio saharaui.
Las imagenes (ver www. arso.org) del calvario de los detenidos
políticos
saharauis en las cárceles marroquíes recuerda campos de concentración
de
triste memoria. Esta actitud contrasta con el hecho de la liberación
por
parte del Gobierno saharaui de todos los prisioneros de guerra
marroquíes,
prisioneros que Marruecos había negado su existencia y su repatriación
durante casi una década, en reflejo de la ficción a la que acude de
nuevo el
embajador marroquí de la inexistencia de la guerra y de los duros
combates
que enfrentaron a los dos ejércitos durante 16 años, hasta la firma
bajo los
auspicios de la ONU, el 16 de mayo de 1991, del alto el fuego.
El embajador marroquí oculta hechos y realidades que son,
potencialmente,
elementos de referencia complementaria para toda decisión chilena, que
sea
cual fuese esta, recibirá siempre el respeto del Gobierno Saharaui.
Marruecos oculta el hecho de que tiene embajadas abiertas en muchos
países
(Argelia, Sudáfrica, Nigeria, Angola, México, Venezuela, Panamá, Kenya,
Tanzania,..) donde también hay embajadas de la República Saharaui. ¿Por
qué
Marruecos tiene relaciones plenas y fructíferas con esos países y le
niega
al Chile democrático, al Chile de O’Higgins, de Allende, de Lagos, esa
posibilidad?.
¿Es Chile, a sus ojos menos soberano, menos independiente, más
moldeable a
los gustos cambiantes de la diplomacia de un país que, según las
Naciones
Unidas, esta en conflicto con la legalidad internacional?.
Fue Marruecos quien faltó a la palabra dada, años atrás, a Chile y a
otros
países el cono cuando avanzó el argumento de la celebración del futuro
referéndum para suspender la decisión del reconocimiento de la RASD.
Fue el
incumplimiento de ese mismo compromiso lo que condujo a Sudáfrica a no
esperar más y procedió, en septiembre de 2004, a formalizar el
establecimiento de relaciones diplomáticas con la RASD.
Los saharauis nunca hemos planteado el establecimiento de relaciones
con
Chile en el contexto de la ecuación de conmigo o contra mi- que es en
realidad el mensaje subliminal del embajador marroquí. Creemos, por el
contrario, que tener relaciones con los dos países, es el reflejo de
una
objetiva neutralidad, aun teniendo presente que cabria no tener una
relación
de neutralidad ante el comportamiento de un país que viola de forma tan
evidente la legalidad internacional.
No es de ninguna manera incompatible con la neutralidad –canto de
sirena del
embajador marroquí- tener relaciones plenas con los dos países y al
mismo
tiempo alentarlos y alentar a la ONU, como hace la Unión Africana, a
que una
solución pacifica y acorde al derecho internacional sea alcanzada para
el
conflicto colonial.. De hecho, esa solución existe. Está sobre la mesa.
Es
el Plan de arreglo de 1990 que Marruecos aceptó pero parece que se
olvido de
ello. O el Plan baker de 2003.
En base a todo lo que precede, no deja de ser sorprendente el
prolongado
intento de Marruecos de interferir en la decisión de establecer
relaciones
con la RASD, decisión que por coherencia con su Historia y en respeto a
sus
propias decisiones y acuerdos unánimemente adoptados por todas las
fuerzas
parlamentaria chilenas, había sido tomada en 1999. Solo faltaba y sigue
faltando su formalización.
Marruecos que tiene, junto a la RASD embajadas o relaciones
diplomáticas con
muchos países latinoamericanos y del Caribe, no debe pretender
convertir a
Chile en la excepción de la regla general, tanto mas cuanto que Chile,
al
igual que Sudáfrica, había suspendido la decisión del establecimiento
de
relaciones con la RASD sobre la base de la promesa marroquí, promesa
mas
tarde incumplida.
Para los saharauis, única nación árabo-africana hispano parlante, el
establecimiento de relaciones con Chile seria algo natural y coherente
con
su objetivo estratégico, que es la profundización con vistas al mañana
de la
dimensión hispana de nuestro país. Seria, en las circunstancias
actuales, un
gesto que impregnara de amistad y solidaridad las relaciones de futuro
con
Chile. Será un gesto que contribuirá a mantener abierta la vía
diplomática y
pacifica, en tanto que vector esencial, para la búsqueda de la paz. Ese
gesto, ese paso generoso, fue dado hace mucho tiempo por México,
Venezuela y
tantos otros países del área.
Somos parte de la familia iberoamericana donde tenemos mucho que
recibir y
mucho que dar, mientras que para Marruecos, que descubrió tardíamente
América latina, el continente ofrece un interés de orden táctico,
coyuntural, relacionado con el tema Saharaui. Una vez resuelto el
conflicto
cerrara con toda probabilidad las costosas embajadas abiertas
recientemente
en el hemisferio.
Cada uno regresara a su entorno. Marruecos es franco-árabe. La RASD es
hispano-árabe. Cada oveja con su pareja, no solo es un principio
aplicable a
la ganadería, sino también a gran parte del ámbito de las relaciones
internacionales. Algunos se han reagrupado en torno a la Francofonía,
otros
en torno, si cabe el término, a la anglofonia. Marruecos y la República
Saharaui compartimos elementos comunes con lo africano, árabe y
berebere,
pero tenemos prolongaciones y dimensiones del pasado y del futro
diferentes.
Marruecos no puede, no debe, y si quisiera no tiene los medios para
ello,
interferir en el establecimiento de relaciones normales entre Chile y
la
Republica Saharaui. Eso se le llama ingerencia.
Ahmed Bujari, Embajador de la República Saharaui en Misión Especial
para el
Cono Sur.