El haiku es una melodía interpretada por una flauta de caña: desnuda, sin adornos, tosca, pero cuyo sonido recuerda al viento.  Una melodía donde se intuye la partitura de una orquesta sinfónica.  Una sinfonía condensada para que la interprete una simple flauta de caña.

 

Por eso, de esas 17 sílabas, el buen haijín esconde todo un mundo.  De un instante condensa toda una vida.  O mejor dicho: la Vida.

 

Si queréis, por acabar con la metáfora, os diré que la belleza del haiku, al igual que la de la música, es que no son perfectos, cada lector puede descubrir de forma diferente lo que le han dicho a él esos tres versos.

 

 

 

 

Enrique Linares

17-03-2006

 

 

 

 

Inicio