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La Cuchara

 

 

Un estudiante de Zen se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo permitían.  Habló de esto con su maestro diciéndole: “Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza.  No puedo meditar.  No me dejan en paz”.

 

El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar.  No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa.  Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza.

 

El maestro entonces le dijo: “Bien.  Aferra esa cuchara y tenla en tu mano.  Ahora siéntate y medita”.  El discípulo obedeció.  Al cabo de un rato el maestro le ordenó: “¡Deja la cuchara!”.  El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo.  Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó: “Entonces, ahora dime quién agarraba a quién, ¿tú a la cuchara, o la cuchara a ti?.

 

Por Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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